|
Goce efectivo del derecho
vs. la racionalidad económica:
el dilema de la salud
|
Las necesidades
en cuanto a salud no paran de crecer, a pesar de que las necesidades
elementales de su conservación y protección
estén satisfechas. |
Un dilema y reparo permanente se escucha con gran insistencia
en el subsector de la salud, y muy especialmente en el mercado
del aseguramiento en el país. No obstante se promulgó
la Ley Estatutaria en Salud LES que consagra la salud como
un derecho fundamental, definió los contenidos, la
condición de la autonomía médica y
el establecimiento de un Plan de Beneficios en Salud (anteriormente
denominado Plan Obligatorio en Salud), esta modificó
los beneficios que establece el POS al migrar de un listado
positivo de tecnologías y servicios que deben ser
financiados con recursos del sistema de exclusiones.
Pero también no es menos cierto que deben realizarse
una serie de ajustes institucionales que permitan asignar
las fuentes reales de financiamiento para la materialización
del goce efectivo ampliado a los 44 millones de colombianos
quienes están asegurados en los régimen contributivo
y subsidiado, además de los 2 millones de afiliados
en los regímenes especial y de excepción,
en una cobertura del 96,7%. El punto es que, de acuerdo
con los estudios de proyección de ANIF, en su compendio
denominado 'El Déficit Fiscal de la Salud en Colombia,
Estimaciones de su Pasivo Actuarial', al respecto existe
un déficit de 30 billones de pesos, nada menos que
el 3,3% del PIB.
Más allá de las cifras, son evidentes los
logros alcanzados en el aseguramiento en salud en país,
como quiera que una cobertura que se registra universal
unificó los planes de beneficios, estableció
una actualización integral del POS, benefició
al afiliado con la implementación de la movilidad
y portabilidad y mejoró el flujo de los recursos
con el mecanismo de giro directo, el control a los precios
de los medicamentos y la autonomía médica,
gracias al MIPRES.
El reto es que la salud como derecho fundamental y no obstante
el envejecimiento de la población, exige ajustes
en el perfil epidemiológico, al mismo tiempo que
se presenta una fuerte demanda por el uso y aplicación
de nuevas tecnologías médicas que presionan
el financiamiento del sistema, lo que exige la búsqueda
permanente de nuevas fuentes de recursos fiscales y parafiscales.
|
La idea siempre será
lograr
un enfoque de derechos en condiciones
de sostenibilidad calidad y eficiencia, con
un claro fortalecimientode la gestión
integral de riesgos en salud.
|
En Colombia el
gasto total en salud como proporción al PIB es del
6,8% ($48 billones en 2013 y creciendo a razón de un
billón anual), una cifra más baja frente a países
con similar ingreso medio e ingreso per cápita, y que
es necesario mejorar en cuanto a indicadores sanitarios ya
que informes de desarrollo humano y de salud señalan
una caída en el ranking, basada en fenómenos
económicos, de gestión, asignación y
eficiencias técnicas que fisuran el modelo, y afectan
directamente la instrumentación y la operativización
del aseguramiento en salud.
Sobre la importancia de un aumento gradual en el gasto en
salud en el país hay un relativo consenso y hasta el
Ministro de Salud plantea que es deseado y necesario tal aumento.
Pero también es muy cierto que el 75% de los recursos
del gasto total en salud es de naturaleza pública,
a lo que solo se asimila con la Unión Europea, que
aporta el 73,9%. En cuanto a las familias, estas ponen el
15.9% del gasto total en salud y el 64% del total del gasto
privado, lo que convierte a Colombia en el segundo país
del mundo con menor gasto de bolsillo, solo superado por Uruguay
con el 13,8%. Ello funge como un claro indicador de equidad
y solidaridad que denota el gran esfuerzo para que los recursos
fiscales cofinancien la salud de los colombianos.
Es evidente el esfuerzo del Estado para lograr la sostenibilidad
del sistema, esto ha llevado a que del Presupuesto General
de la Nación en los últimos seis años
incremente los recursos en un 225%. Aún así
las demandas por aumentarlos son cada vez más exigentes
para otros, más que nuevos recursos, el problema está
basado en la sustentación del modelo, así como
la falta de mayores eficiencias, controles y gobernabilidad.
El aumento de los recursos públicos contrasta con una
incremento expansivo de la siniestralidad o costo técnico
que suma un aumento promedio del 13,6%, según lo expresa
ANIF. Ello advierte entonces la inminente necesidad de converger
en un justo precio medio entre posibilidades reales de financiamiento
sostenible y sustentable con recursos que en todo caso son
finitos y que se financian con impuestos directos e indirectos
de nuestros propios presupuestos.
Las restricciones presupuestarias obligan y son mandatarias
ya que debe existir un encuentro entre la racionalidad económica
y el derecho al goce efectivo de la salud en un dilema bioético
que muchos reconocen como necesario zanjar, pero pocos plantean
discusiones abiertas y desaprensivas.
Se deben gestionar mejor las eficiencias técnicas de
asignación y de gestión para que los recursos
limitados permitan maximizar el objetivo de un sistema de
salud que urge, por parte del Estado, realizar esfuerzos fiscales
adicionales entre 0,17% y 0,25% del PIB en promedio durante
la próxima década, para así darle estricto
cumplimiento a los nuevos retos que concita la implementación
de la Ley Estatutaria en Salud. |
|
|
|
|
|
|
|
|