MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 14    No. 170  NOVIEMBRE DEL AÑO 2012    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

 

Reflexión del mes

“Con una repetición suficiente y la comprensión psicológica de las personas implicadas, no sería imposible probar que de hecho un cuadrado es un círculo. Después de todo, ¿qué son un cuadrado y un círculo? Son meras palabras, y las palabras pueden moldearse hasta disfrazar las ideas”

Extracto del libro “La era de la propaganda. Uso y abuso de la persuasión” (1994), de Anthony Pratkanis y Elliot Aronson, psicólogos norteamericanos. Aronson fue distinguido entre los 100 psicólogos más importantes del siglo XX, sus intereses primarios residen en el área general de la influencia social. Pratkanis está interesado en cómo el mundo social influye en nuestras actitudes, creencias y comportamientos. Investiga temas como los efectos retardados de la persuasión, la acción afirmativa, la persuasión subliminal, credibilidad de la fuente, persuasión y democracia, y tácticas de influencia como la técnica pique, fantasmas, la táctica de proyección y altercasting.
Este escrito es una reflexión como exfuncionario, como académico y como usuario de una Empresa Administradora de Planes de Beneficios del régimen contributivo, mal llamadas Empresas Promotoras de Salud (EPS), aunque todo indica que no hay muchas diferencias con las otrora Administradoras del Régimen Subsidiado (ARS, ahora denominadas EPS-S), las cuales tanto por su proceder como por su naturaleza, son realmente Empresas Atendedoras de Enfermedad (EAE).
El modelo de aseguramiento es un modelo que pretende mantener y aumentar cobertura, “dentro de procesos de moderación del gasto, logrando resultados en salud, asegurando la gestión clínica y administrativa para beneficio del usuario”. En el papel se ve algo interesante, digno de difundir, de promover y de admirar, pero en la realidad es un modelo con otras intenciones, donde prima el interés financiero y económico.
Como funcionario, percibí que antes que nada, mes a mes, las EAE tenían que lograr los objetivos empresariales, y esto no era otra cosa que obtener las “jugosas ganancias” que debían dejar en las arcas de sus propietarios, a cualquier costo, óigase bien, a cualquier costo: disminución-supresión del volumen de citas de especialistas o cirugías programadas, dilación de servicios especializados de laboratorio, entre otros.
Como académico percibo, sin ser especialista en el área, un modelo como reportan colegas expertos en la temática, que se presta legal e ilegalmente para la extracción de rentas, donde por medio de recobros e incentivos de tutelas generan cobros y extracciones excesivas.
Muchos recobros, como lo demostró la Federación Médica Colombiana, son de medicamentos, insumos y productos incluidos en el Plan Obligatorio de Salud (POS), los cuales de forma fraudulenta los cobran en más de una ocasión; existen alianzas oscuras con la industria farmacéutica para incentivar consumo de productos y medicamentos No-POS, lo cual genera también recobros excesivos. Muchas EAE no pagan a los prestadores (principalmente los públicos), aduciendo que a ellas el Fosyga y otras entidades no les pagan, pero entonces, ¿cuando se conformaron no debieron certificar un patrimonio suficientemente fortalecido para poder cumplir con sus obligaciones independiente de la excusa que ahora tienen? Comparto la opinión del decano Álvaro Cardona de la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia, quien manifiesta que los cambios y reformas hechos son superficiales y no han ido al fondo del asunto, además que la salud es un derecho fundamental que debe, en la medida de lo posible, estar alejado de prácticas mercantilistas de “acumulación de capital”.
Como usuario, mayor es la decepción. Son varias las experiencias negativas, pero solo procederé a compartir una de las últimas: hace cerca de 7 meses me afilié a una EAE, reporté en la nota de afiliación que tenía diagnóstico previo de pre-hipertensión, sobrepeso y antecedentes familiares en primer grado de consanguinidad, de hipertensión y diabetes. ¿Qué han hecho con esa información a la fecha? Absolutamente nada. En fecha reciente, en una “jornada saludable”, en un stand de esa EAE en la universidad donde trabajo, pregunté si había alguna medida de orientación o facilitación para realizarme un tamizaje de riesgo cardiovascular (comenté nuevamente los antecedentes previamente reportados) y me dijeron que no, que estaban “tomando la tensión arterial” y promoviendo los servicios de medicina prepagada.
Es decir, en al menos dos ocasiones les he suministrado información de mi situación cardiovascular, pero no han hecho absolutamente nada. Es probable que cuando tenga alguna complicación, procedan a brindar la atención requerida (EAE), generando un costo que no fueron capaces de “contener”. Lo anterior demuestra completa negligencia, porque no creo que sea ignorancia o impericia (aunque pensándolo bien, quizá sí) en enfoques de riesgo (específicamente prevención primaria y prevención secundaria). Por supuesto, negligencia con motivaciones económicas corto-placistas.
Sería importante preguntarles a los congresistas y al ministro Gaviria, ¿qué debe esperar la población colombiana para que estos extractores de rentas, dentro del modelo actual, sigan haciendo de las suyas? ¿Cuándo realmente se adquirirá un enfoque preventivo y de promoción de la salud en las entidades que manejan la salud a nivel nacional? No más 'moderación del riesgo' en el papel, debe traducirse en acciones costo-efectivas reales, sencillas y oportunas que beneficien a los millones de usuarios y a la sociedad colombiana.
¿Eliminar la intermediación de la EPS
para asignarle esta función al Estado?

Peor el remedio que la enfermedad
Fernando Tobón Bernal Profesor, Facultad de Ciencias Económicas - Universidad de Antioquia - elpulso@elhospital.org.co
A raíz de la crisis que vive en la actualidad el sistema de salud, muchas voces y manifestaciones académicas y populares se levantaron en contra de la intermediación de las EPS e incluso se llegó a proponer un referendo para derogar la Ley 100/93, para convertir, en consecuencia, al Estado en el único asegurador y pagador directo de los servicios de salud que demande la población. A juicio de los proponentes, las razones para esta propuesta obedecen, en lo fundamental, a dos situaciones: al papel de simple intermediación financiera que han desempeñado y al elevado costo de lo que se traduce en la reducción absurda de recursos que deberían destinarse al objeto esencial del sistema de salud, en lugar de convertirse en jugosas ganancias de las EPS.
Proponen eliminar la simple intermediación
financiera de las EPS, porque el alto costo de
esa intermediación se traduce en reducción
absurda de losrecursos que debían destinarse
a salud y no a ganancias de las EPS.
Para vaticinar el resultado favorable o desfavorable de la propuesta, es necesario evaluarla en los dos horizontes planteados: i) el papel de intermediación vigente; ii) el costo fiscal de su funcionamiento. El análisis debe ser aislado tanto de la solución a la distinción entre aseguradoras o intermediarias, como del comportamiento particular de algunas EPS y de la corrección de variables como sostenibilidad, regulación, dirección, vigilancia, control y sanción efectiva de los actores intervinientes cuando se desvían de los postulados misionales que deben regir el cumplimiento de su labor de intermediación.
1. Modelo de intermediación vigente para estructura organizativa en prestación de servicios de salud
En general, los servicios de salud podrían dividirse en dos subsistemas. El primero, riesgos laborales más las enfermedades catastróficas y accidentes de tránsito; el segundo, las enfermedades generales (o comunes), más la maternidad. Su clasificación se justifica para este análisis no sólo por los orígenes de los eventos cubiertos, sino también por el tipo de protección para los afiliados y las fuentes de recursos que nutren su financiación.
La primera pregunta es: ¿se mantendría el esquema actual pese a que en unos casos con recursos del segundo subsistema se atienden eventos del primero como ocurre cuando el monto de la indemnización pactada en el SOAT no es suficiente para cubrir el daño causado o el accidente de trabajo de un cuenta-propia es asumido por la EPS debido a la falta de afiliación de este tipo de contribuyente al régimen de riesgos laborales?
Para simplificación del estudio se asume que se conserva la división actual, lo que implicaría que sólo el subsistema de enfermedad general y la maternidad estaría sujeto a la plena “estatización”, aclarando que diversos gremios y organizaciones asociadas al tema de la salud, entre ellas la Secretaría de Salud de Bogotá, pretenden que desaparezcan, por completo, la intermediación y el ánimo de lucro en todo el sistema. La pregunta es: ¿permanecería la coexistencia de dos regímenes de atención: contributivo y subsidiado, a pesar de la pretensión de la actual reforma tributaria de eliminar la cotización patronal de las sociedades? Recuérdese que los afiliados del contributivo reciben, además de las prestaciones asistenciales, prestaciones económicas en los períodos de incapacidad y licencias de maternidad y paternidad.
El régimen subsidiado concebido para habitantes sin capacidad de pago para cotizar, se financia con recursos fiscales en los que se incluyen los de solidaridad, provenientes del régimen contributivo. Por su concepción, brinda sólo prestaciones asistenciales; los afiliados no reciben prestaciones económicas.
Como se observa en el Diagrama 1, la participación de las EPS es apenas parcial. Su papel está dirigido al pago de la renta por incapacidades y licencias de maternidad en el régimen contributivo y al cubrimiento pleno de prestaciones asistenciales incluidas en el Plan Obligatorio de Salud (POS). La responsabilidad en el aseguramiento y pago de las atenciones del No-POS ha corrido por cuenta del Fosyga y los entes territoriales (es decir, el Estado como asegurador y pagador), sin que se pueda predicar en este caso, la oportunidad de las entidades oficiales para atender las obligaciones contraídas.
Diagrama 1
Si se mantienen las fuentes de financiación del sistema, sería imprescindible establecer puestos de afiliación en las oficinas públicas y contratos con operadores privados para que realicen el recaudo de las respectivas cotizaciones y paguen oportunamente las prestaciones económicas, pues se trata del salario del trabajador. Asimismo, contar con personal especializado para conocer el origen de la incapacidad laboral y liquidar el valor de la renta por incapacidad. La identificación y afiliación de los beneficiarios del régimen subsidiado continuará bajo la responsabilidad de municipios y distritos.
El Estado, en el evento de asumir la intermediación que hoy realizan las EPS, debe emprender la tarea de contratar los programas de promoción y prevención, el manejo de la Atención Primaria en Salud y la organización de redes de servicios para atender la enfermedad, salvo que el nuevo modelo fuese tan generoso que le permitiera al afiliado acudir a cualquier profesional de la especialidad que estimase conveniente y al centro de atención de su preferencia, incluidos laboratorios clínicos y ayudas diagnósticas.
Quienes propenden por eliminar la intermediación albergan la ilusión de que con esa medida, más la unificación de planes de beneficios de los dos regímenes, desaparecería la distinción de POS y No-POS. Sin embargo, el pago de los tratamientos excepcionales (incluyendo exámenes, medicamentos y dispositivos), no puede depender de la simple autorización del prestador aunque se trate de prestadores habilitados y contratados por el fondo único estatal. De no mediar la autorización previa y el control posterior para el pago correspondiente, resulta inimaginable el crecimiento del gasto por la prescripción y uso de tecnologías de punta y empleo de medicamentos biológicos, para citar sólo estos casos. En suma, la función de intermediación tendrá que subsistir. Si la asume el Estado se podría ejercer en forma centralizada (todo concentrado en Bogotá, lo que resultaría absurdo), o permitiendo la intervención de distritos y municipios. Pero: ¿todos los municipios independientemente de su categoría y capacidad administrativa? O: ¿se montaría una estructura de municipios certificados y no certificados para que el departamento asuma la intermediación de los no certificados?.
 
2. Ahorro fiscal al eliminar intermediación de EPS:
el costo de la intermediación
En este artículo continúa el análisis de las consecuencias de la propuesta de eliminar la intermediación de las EPS, para asignarle esta función al Estado. Ahora se aborda el costo fiscal de la intermediación.
La Ley 1438 de 2011 (artículo 23), fija como techo el 10% del valor de la Unidad de Pago por Capitación (UPC) para que las EPS puedan asumir los gastos de administración que demanda su función y obtener el respectivo beneficio económico por atender la intermediación y el grado de aseguramiento, que con el correr del tiempo se les asigna por la vía de la actualización del POS.
Con dicho porcentaje de comisión, las 72 EPS que atienden los regímenes contributivo y subsidiado recibirían en 2012 una remuneración igual a $2,12 billones, tomando como base la población afiliada en diciembre de 2011 de acuerdo con el reporte de la Base de Datos Única de Afiliados (BDUA) y precio de la UPC para 2012 de ambos regímenes, determinado por la Comisión de Regulación en Salud (CRES).
El cálculo de la remuneración excluye los regímenes especiales e incluye las primas adicionales reconocidas por la CRES por dispersión poblacional en determinadas regiones de la geografía nacional, así como por ciudades conurbadas y por riesgo, de conformidad con la composición etárea de la población de algunas EPS.
Una lectura ligera de la cifra hallada ($2,12 billones) podría llevar a la falsa idea de que, si se elimina la intermediación, esa suma se destinaría a financiar los gastos de salud, desconociendo que las funciones que hoy realizan las EPS las tendrá que asumir el Estado.
En conclusión: con la arquitectura que
requiere el sistema de salud, la idea de dejar en
manos del Estado la intermediación puede conducir
aqueresulte peor el remedio que la enfermedad.
Un cálculo brusco de la inversión necesaria para sustituir la labor de intermediación podría hacerse en dos niveles de gastos: laborales, y de instalación o capacidad operativa. Los gastos laborales se pueden establecer en función de un promedio de afiliados por el que debe responder cada empleado (afiliar, reconocer prestaciones económicas y asistenciales, revisión de pagos a IPS, etc.). Los gastos de capacidad operativa (uso de plataforma tecnológica y otros activos fijos, papelería e insumos de oficina, licencias, etc.) se podrían estimar, para simplificar los cálculos, como un porcentaje de los ingresos imputados por intermediación.
La situación financiera sería aparentemente favorable si esa fuese la ganancia final y el excedente se pudiese destinar al sistema de salud. No obstante, las contingencias (eventuales indemnizaciones a las EPS por retirarlas del mercado) y los imponderables que surgen al entregarle la intermediación al Estado dadas sus inflexibilidades institucionales, no sólo desvanecen la ganancia esperada, sino que ponen en riesgo la mejoría en la calidad del servicio. La oportunidad en la atención, la celeridad de las contrataciones con los prestadores y el aumento en la velocidad del flujo de recursos (basta pensar en el Fosyga cuando responde por el No-POS), no estarían garantizados con el esquema propuesto de intermediación estatal.
En conclusión: con la arquitectura que requiere el sistema de salud, la idea de dejar en manos del Estado la intermediación puede conducir a que resulte peor el remedio que la enfermedad.
  Bioética
Moscas y ratas, ¿nuestras sucesoras?
Mario Montoya Toro, MD - elpulso@elhospital.org.co
Numerosos artículos aparecen diariamente en las publicaciones del mundo, sobre el problema del empobrecimiento del planeta en términos de la contaminación que sufre como consecuencia del actuar irresponsable de los seres humanos.
Uno de los más recientes de estos artículos titulado “Compre, tire, compre”, podría decirse que tiene una definición de lo que es la sociedad de consumo, estimulada por técnicas de mercadeo que ofrecen permanentemente lo que necesitamos y lo que no necesitamos, con
tal poder de convicción, que terminamos comprando lo que realmente no nos hace falta o simplemente lo que en ese mercadeo hábilmente conducido se nos motiva a comprar para reemplazar lo que tenemos, que probablemente aún nos sirve, pero que ya, según la propaganda, es obsoleto y lo debemos tirar. Como consecuencia de esto se está convirtiendo el planeta en un inmenso basurero, cada vez más lleno de esos “desechos” que arrojamos sobre él con un sentido irresponsable de nuestras acciones, sin considerar que estamos preparando para nuestros sucesores un mundo verdaderamente inhabitable.
Llevamos mucho tiempo viendo el dominio de esta “obsolescencia programada”, como se le ha llamado, y en virtud de la cual las cosas se fabrican intencionalmente para una corta duración y su necesario reemplazo por otras, y cuyas consecuencias finales sobre la vida humana parece que, como seguramente no nos tocará vivirlas, no deben preocuparnos. ¿Acaso no merecen las futuras generaciones que pensemos responsablemente en ellas?
Cuando según el relato de la Biblia, Dios creó a los hombres y les dijo “Creced y multiplicaos y dominad la tierra”, no pretendía ni muchos menos que el hombre destruyera el planeta que le regaló, sino que lo aprovechara racional y técnicamente para mejorar las condiciones de vida para él y sus sucesores. Y no hablamos solo de lo que en este aspecto hace cada uno como persona, sino algo más grave: lo que hacen las sociedades en conjunto; no solo la contaminación del propio entorno, sino más grave todavía, arrojando las basuras, sobre todo las basuras peligrosas, en países cuya pobreza y subdesarrollo nos dan una oportunidad para que, fingiendo ayudas para el desarrollo, les enviamos la basura que nosotros no queremos tolerar en nuestro propio medio.
Conocemos bien cómo a algunos países del África, por ejemplo, se envían cargamentos de equipos obsoletos y contaminantes con el pretexto de que son, por ejemplo, computadores para mejorar el estado cultural de esos países, cuando realmente son elementos ya inútiles, cuyo depósito no quiere tenerse en el propio país. Abundan en la Internet, artículos sobre esta conducta reprobable de ciertos países de distintas latitudes. Ya el viejo dicho, “Salga el alacrán de casa aunque pique a todo el mundo”, se reemplaza en este nuevo concepto por: “Salga la basura de casa, aunque ahogue a todo el mundo."
Pero, por más que queramos alejar la contaminación que representan nuestras basuras o desechos, a corto plazo las basuras crecerán de tal forma que no cabrán en los lugares de depósito para ellas e irán invadiendo el resto del territorio, inclusive la parte que consideramos habitable y que conservamos para nosotros como seres humanos.
Como consecuencia de esta irresponsable conducta del ser humano, el mundo completo, el planeta entero se convertirá en tiempo más o menos corto, o más o menos largo, en un inmenso basurero inhabitable por los seres humanos.
Ahora bien, ¿cuáles son los habitantes naturales de los basureros? ¿No son acaso las moscas y las ratas? Pues precisamente es lo que planteamos en este texto. Probablemente en un futuro más o menos lejano, sólo habrá como habitantes del planeta contaminado y “ahogado” por las basuras, moscas y ratas, o sea que ellas serán las sucesoras del género humano, llamado a desaparecer por su propia actuación irresponsable.
NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.
 

Maestro, ¿qué es eterno?

La mala memoria de los corruptos en Colombia. A ciertos congresistas se les olvidó que tenían con qué pagar la gasolina de sus carros, y como no se acuerdan de lo que dicen la Constitución y la ley, confunden el tráfico vehicular con el tráfico de influencias; a algunos líderes de EPS se les olvidan las normas sobre integración vertical, no recuerdan si les dieron la plata para el campo de la salud o para el campo de golf, olvidan que ya hicieron el recobro y lo vuelven a hacer, no recuerdan cuántos pacientes se les han muerto…¡ya ni recuerdan cuánta plata se han robado!

 
 











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