Para
La Rochefoucauld, ni el sol ni la muerte pueden mirarse cara
a cara. Sin embargo la ciencia logró calcular al sol
su peso y edad, y no satisfecho con esto, anunció su
final. Pero con la muerte la ciencia enmudece y parece intimidada
frente a este poderoso sol.
Parece que los hombres renunciamos a mirar a la muerte o la
ponemos entre paréntesis para mirarla por momentos de
forma hipnótica, como cuando se espera un milagro. La
realidad de la muerte sobrepasa la capacidad de comprensión
humana. Carece de lógica, se lleva los seres más
queridos, irrumpe sin aviso, deja vacío, desolación,
preguntas, dudas y silencio.
La muerte se vale de numerosos recursos. Una de las formas más
dolorosas como puede llegar, es a través del suicidio.
El suicidio como fenómeno complejo atrae la atención
de filósofos, teólogos, sociólogos, psicólogos
y artistas, entre otros. Algunos consideran que es una forma
absurda de morir, que significa anticiparse -sin necesidad-
a un encuentro que todos tendremos con la muerte. Sin embargo,
para la persona que planea y comete el suicidio, puede ser el
final de una vida insoportable.
El suicidio es un problema de salud pública: Según
la Organización Mundial de la Salud, causa la muerte
de un millón de personas al año en el mundo. Esto
representa un suicidio cada minuto y un intento cada 3 segundos.
Como resultado, más personas mueren en el mundo por suicidio
que por conflictos armados (un millón vs. 500.000 personas).
El suicidio es el resultado de una compleja interacción
de factores distales y proximales. Dentro de éstos, la
vulnerabilidad individual (enfermedad mental) y el estrés
(familiar, social, laboral), se conjugan con factores neurobiológicos
y ambientales, permitiendo la aparición de la conducta
suicida.
El suicidio plantea un difícil trabajo para quienes compartieron
con la persona suicida. El duelo que se debe elaborar por esta
pérdida es particularmente difícil y exigente.
La noticia de un suicidio es devastadora y puede ser necesario
creer por un momento que las cosas no sucedieron así,
que no son reales. Con el paso del tiempo es necesario enfrentar
la ausencia y vivir un sentimiento de agonía, de dolor
en el alma, en momentos en los que se recuerda a la persona
y las circunstancias en que ocurrió su muerte.
Quien sobrevive la muerte de un ser querido, con frecuencia
tiene el sentimiento de no ser el mismo de antes y de no ser
capaz de recuperarse del dolor que experimenta. Sin embargo,
todo duelo normal, comienza con la tristeza de la pérdida
y con el tiempo las personas logran recuperarse y continuar
de cara al futuro.
Algunas recomendaciones
- Reconozca la realidad de la pérdida.
- Evite asumir actitud de gran fortaleza.
- Evite culparse por lo que hizo o no hizo: el comportamiento
suicida está determinado por muchos factores y difícilmente
una persona puede ser responsable de este desenlace.
- Valore la relación que tenía con esa persona,
momentos compartidos, la ayuda y colaboración mutua.
- Evite tomar decisiones importantes en su vida, durante estos
difíciles momentos.
- Evite idealizar a la persona fallecida y reconozca que detrás
de todo suicidio hay enfermedad mental.
- Considere que el suicidio es una realidad humana, que se vive
en todo el mundo y que pese a grandes esfuerzos para impedirlo,
se repetirán episodios similares.
- Evite recurrir a medicamentos sin prescripción médica,
para estar calmado.
- Evite aislarse de su núcleo familiar o de amigos.
- Evite refugiarse en la bebida, el cigarrillo, drogas o en
el juego,
Conclusión
El suicidio es una dura realidad de la humanidad, que exige
a los sobrevivientes elaborar un duelo. Esta experiencia dolorosa
da una nueva perspectiva a la vida, al permitir descubrir lo
verdaderamente importante y valioso. Sufrir parece un ingrediente
necesario en el ejercicio de vivir. Lograr adecuada adaptación
e integración de estas pérdidas y duelos dentro
del ciclo vital, es una necesidad de los seres humanos . |