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Reflexión
del mes
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La medicina como
arte humano ha de ser entendida no sólo como medio
para sanar sino como un compromiso moral con el cuidado capaz
de restaurar la armonía, evitar el sufrimiento evitable
y mitigar el padecimiento humano.
La prudencia ayuda a entender que: A medida que el conocimiento
avanza y las posibilidades tecnológicas aumentan, resulta
más difícil tomar decisiones, prever las consecuencias
de las decisiones que se toman y hacer las decisiones compatibles
con los derechos fundamentales.
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Siempre la ética
estará en crisis, porque si no está en crisis
es que somos demasiado autocomplacientes y pensamos que ya
se han realizado todos los ideales, lo cual sería lo
más negativo que nos podría ocurrir.
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Victoria Camps (1941).
Filósofa y catedrática universitaria española,
exponente de la reflexión ética contemporánea.
Defiende la democracia fundada en la participación
de los ciudadanos, que es "incompatible con la privatización
de la democracia por el poder, con la reducción de
la democracia a un mercado, con el despotismo de los partidos"
(La democracia nos salva). En Virtudes públicas (1990,
Premio Espasa de Ensayo), señala el peligro de que
la modernidad se encierre en la vida privada y en la indiferencia
social.
Defendió el papel de la mujer en la vida política
y el Estado de Bienestar como valor a defender ante la concepción
liberal que busca reducirlo al mínimo. Abogó
por una mayor transparencia en la titularidad y poderes económicos
que sustentan los medios de comunicación privados.
En 2008, XXII Premio Internacional Menéndez Pelayo
"por su magisterio filosófico e influencia moral
de su pensamiento en España y América".
Obras: Paradojas del individualismo, El malestar de la vida
pública, El siglo de las mujeres, entre otros.
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Paralelo entre ejercicio
médico tradicional y el de Ley 100
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Edgardo Espinosa Ochoa,
MD. Oftalmólogo Valledupar, Cesar
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En este paralelo haré
referencia a lo que considero, son las características
más relevantes en el ejercicio de nuestra profesión.
Me atrevo a escribir estas líneas, con la autoridad
e independencia que me ha dispensado mi experiencia: mi bisabuelo,
doctor Jesús María Espinosa, hacia 1875, fue
el primer médico egresado de la Universidad de Antioquia,
y es un buen ejemplo de la primera forma de ejercer la medicina,
y yo mismo al ser la forma en la cual me siento cómodo
como médico en ejercicio.
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- Libre escogencia del médico: En el sistema tradicional,
el paciente escoge libremente a su médico, fundado
en referencias personales y profesionales; el buen trato,
la honestidad, el respeto, la ética y los éxitos
profesionales del seleccionado, son atributos fundamentales.
En cambio, en el sistema de la Ley 100, desaparece la posibilidad
de la libre escogencia del médico, pues el paciente
tiene que acomodarse a los médicos que la EPS tiene
contratados, bajo las siguientes condiciones: el médico
acepta el sueldo ofrecido y debe ajustarse fielmente a las
políticas definidas por la EPS, respecto de los tiempos
de atención, formulación de fármacos
genéricos, restricción de remisión a
especialistas y órdenes de exámenes de alto
costo etc., etc.
- El compromiso: En la medicina tradicional, el compromiso
del médico es exclusivo con su paciente y las conductas
que asume van dirigidas sólo en beneficio suyo. En
cambio, en la Ley 100, el compromiso del médico es
con la EPS que lo tiene contratado y sus acciones han de responder
a las políticas de la misma, cuyos rendimientos económicos
se ponen por encima de las necesidades de los pacientes. Sabemos
que las EPS súper-vigilan a sus médicos, registran
el número de pacientes que remiten al especialista,
controlan los medicamentos que recetan y los exámenes
complementarios que disponen, los procedimientos que recomiendan,
y si no se ajustan a sus pretensiones, será motivo
para que la EPS le cancele su contrato de trabajo.
- Atención al paciente: En la medicina tradicional,
el médico suele ser amable y complaciente con sus pacientes,
lo que junto con el acertado diagnóstico y capacidad
curativa, se convierte en su éxito profesional. En
la Ley 100, el médico se la juega para ser amable y
complaciente con el gerente de la EPS y su plan de restricciones,
pues ellos son la fuente de su trabajo. El éxito de
su consultorio dependerá de las dádivas y la
capacidad de cortejo dispensadas al empleador. La displicencia
y desatención al paciente se tornan palpables, y mientras
menos pacientes lo consulten, mejor para él y su EPS.
- Formulación de medicamentos: En la medicina tradicional,
la fórmula médica responde exclusivamente a
la patología diagnosticada y el interés por
curarla. En cambio en la Ley 100, la formulación está
regida por la imposición al médico de recetar
sólo medicamentos incluidos en el POS (Plan Obligatorio
de Salud), un POS desactualizado e insuficiente y con genéricos
de pésima calidad. Se le recomienda no formular distinto,
se le vigila su formulación, y en caso de formular
diferente se le exige llenar una complicada y dispendiosa
plana (Formulario para medicamentos No-POS), muy parecida
a la que nos obligaban antiguos profesores en el colegio cuando
querían castigarnos.
- Remisión al especialista: El apoyo que dan las especialidades
médicas es muy comprensible por lo complejo y extenso
de la medicina: es imposible para un médico lograr
dominar todos los campos. En la medicina tradicional, la prudencia
y el respeto por el paciente aconseja remitir determinados
casos a un colega especialista. En cambio, en la Ley 100,
son evidentes las limitaciones impuestas a médicos
generales y demás personal de salud para las remisiones
a especialistas, en detrimento de la salud de los pacientes,
pero buscando mejorar los rendimientos económicos de
la EPS.
- Exámenes complementarios: En la medicina tradicional,
la pericia de los médicos suele ser suficiente para
elaborar un buen diagnóstico; más el avance
de la ciencia y sus relevantes progresos en equipos diagnósticos
y terapéuticos no se pueden despreciar y se debe usar
la tecnología que esté al alcance del profesional
para diagnosticar con más certeza y así poder
aliviar prontamente al paciente. En cambio en la Ley 100,
son notorias las prohibiciones y vigilancia continua que ejerce
la EPS sobre el médico, a fin de limitar las ayudas
diagnósticas y terapéuticas que causen sobrecostos
en el tratamiento médico.
- Interés primario: En la medicina tradicional, ante
todo se busca aliviar y curar al paciente. En la Ley 100,
el objeto es la rentabilidad económica de las EPS;
en las contrataciones de médicos e instituciones de
salud el tema es tarifario, el prestigio del profesional o
los logros de calidad y excelencia de instituciones, no juegan
ningún papel.
- Educación médica continuada: En la medicina
tradicional, el médico se afana permanente por estar
actualizado, pues sabe que su clientela depende de lo acertado
de sus diagnósticos y la mejoría de sus pacientes.
En la Ley 100, los médicos no tienen ningún
interés por estar actualizados, porque sus pacientes
ya no le pertenecen -son de la EPS- y los aseguran ajustándose
a las contenciones al servicio y a sus lineamientos.
- Tipos de contratación: En la medicina tradicional,
el vínculo entre el médico y el paciente es
un contrato verbal libremente celebrado entre ellos. En cambio,
en la Ley 100 existen varias modalidades.
La que denomino menos perversa, es por eventos,
en la que la EPS paga al médico por cada actividad,
con tarifas previamente pactadas, prácticamente impuestas
por el actor dominante, en este caso la EPS. Son tarifas ISS
2001 y 2004, desactualizadas y muchas veces menos un porcentaje
determinado y pagaderas cuando a la EPS le plazca, al parecer
con complacencia y complicidad del Estado a través
de su ineficiente Supersalud.
La medianamente perversa, por turnos de trabajo,
cuando en determinadas horas de trabajo el médico debe
atender cierto número de pacientes. Bajo esta modalidad,
la medicina deja de ser una ciencia y un arte para convertirse
en un simple oficio.
La más perversa de todas, la capitación,
en la que al médico se le contrata mediante un monto
fijo de dinero y él debe atender una determinada población
de pacientes, de forma que los ingresos del médico
son inversamente proporcionales a los beneficios que deben
recibir sus pacientes. Me explico: mientras menos citas asigne
y menos procedimientos practique mayor será su rentabilidad,
por eso los pacientes nunca encuentran citas a tiempo y sus
solicitudes de exámenes, procedimientos o cirugías
son permanentemente dilatadas. Peor aún, sus enfermedades
de alto costo, pueden intencionalmente no ser diagnosticadas
ni tratadas. Prácticas todas que riñen con los
principios de la ética profesional.
Conclusión
Infortunadamente hay que decir que a los médicos
de esta generación, es decir, los maltratados por la
Ley 100, les asiste el INRI de haber convertido el loable
ejercicio de la profesión médica en un oficio
vulgar, por traicionar la confianza de los pacientes en beneficio
de intereses económicos de terceros (EPS), y por aceptar
todo tipo de condiciones en la atención de los pacientes,
pensando más en asegurar su salario que en cumplir
con el compromiso hipocrático de nuestra profesión.
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Bioética
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Volvió la horrible
noche
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Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
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Si
reflexionamos sobre las noticias que a diario traen los medios
de comunicación, no sólo nacionales sino también
internacionales, nos damos cuenta del caos que se ha apoderado
de nuestro mundo. |
Es
evidente que en el momento actual el interés predominante
de un buen número de los políticos no es la búsqueda
del bien común sino el suyo propio, la tendencia al cacicazgo;
el norte de su brújula es el progreso suyo a cualquier
precio y no el ejercicio de su misión orientadora de
la sociedad que los eligió muy pocas veces, hoy día,
en forma realmente democrática, sin trucos, o que ellos
usurparon tras el engaño de un necesario cambio para
el bien del pueblo, de mi pueblo como socarronamente
llaman a sus conciudadanos.
El poder no tiene para ellos el sentido originario de contribuir
a la paz mediante una ordenación justa en todo sentido
para ese pueblo, sino la manera soterrada de lograr su propio
beneficio.
Aranguren, en el capítulo primero de su obra «Ética
y Política» (Vol. 3. Obras completas), afirma:
«La ética considerada en sí misma, es primariamente
personal. Es cada hombre quien, desde dentro de la situación
en que, en cada momento de su vida, se encuentre, ha de proyectar
y decidir lo que ha de hacer». Este concepto tan obvio
que no es necesario explicar, permite deducir que la desorientación
que vivimos y nos destruye se debe a la pérdida del sentido
ético de su función, del compromiso honesto con
los deberes de su magisterio y no con los emolumentos de su
oficio, generalmente muy bien remunerado, en la llamada clase
política.
En esta caótica situación tenemos una gran responsabilidad
los ciudadanos del común porque elegimos o dejamos de
elegir candidatos verdaderamente conscientes de su misión,
de su deber esencial de buscar y contribuir con toda su capacidad
a forjar un mundo más humano basado en la justicia, en
la verdad, en el respeto por la dignidad intrínseca de
cada ser humano desde la concepción hasta su muerte,
muerte determinada por agotamiento de su capacidad vital, no
por manipulación criminal aunque sea legalmente aceptada.
Elegimos o permitimos elegir por acción directa al ejercer
el derecho y el deber del voto, o lo hacemos por omisión
-acción por omisión- que nos constituye, si lo
hacemos a conciencia, éticamente cómplices de
las acciones del candidato ganador.
Dada la pluralidad de bandos con variopintas y, a veces, atrayentes
denominaciones pero sin verdaderas nuevas y honestas propuestas
para el ejercicio político, es obligación moral
del ciudadano desenmascarar hasta donde sea posible a los candidatos
vocingleros de estas facciones y negarles su voto.
El derecho y el deber de votar no es depositar una papeleta
en la urna indicada sino que implica la obligación ética
-yo afirmo que también legal por el compromiso con la
Nación- de participar en la construcción de la
paz por la aplicación de una verdadera justicia, de un
máximo respeto por el ser humano, su existencia, su libertad
y su dignidad intrínseca.
Enseña Aranguren en la obra ya citada: « [
]
El quehacer de cada acto y el quehacer de la vida en su totalidad
unitaria es a cada hombre, al interesado, como suele
decirse, a quien incumbe
Vemos, pues, que proyectos y
actos, quehacer de cada instante y quehacer de la vida, conciencia
y responsabilidad, deber y virtud, y, asimismo, según
podría fácilmente mostrarse, perfección
y amor conciernen inmediata y primariamente a las únicas
personas realmente existentes, las individuales». Es decir,
a cada ciudadano elector y a cada candidato. |
NOTA:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética
-Cecolbe-. |
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