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| La vigilancia epidemiológica
y las medidas de salud pública han sido estrategias muy
útiles en el diagnóstico, tratamiento, prevención
y control de las enfermedades transmisibles, en todos los países
del mundo. Esto permitió incluso lograr la erradicación
de algunas de ellas como la viruela en el mundo, la polio en
las Américas y el sarampión en Colombia; además,
iniciar planes de eliminación para otras como la sífilis
congénita, el tétanos neonatal, la fiebre amarilla,
la lepra y la rabia humana, y mantener algunas en niveles endémicos
bajos, como las parasitosis intestinales. |
Millones de personas tuvieron que tomar
precauciones durante el primer semestre de 2003 en el sudeste
asiático, cuando se propagó la infección
del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS). |
Sin embargo, y muy
a pesar de los logros obtenidos, ciertas enfermedades no sólo
se mantienen en niveles endémicos importantes, sino que
muestran una tendencia al aumento u ocasionan picos epidémicos,
como es el caso de la tuberculosis, la infección por
VIH, las infecciones intrahospitalarias, las infecciones respiratorias,
el dengue, la malaria, la leishmaniosis, por mencionar sólo
algunas de mayor impacto. Por otro lado, surgen enfermedades
emergentes o reemergentes, que contribuyen a agravar la situación,
como las causadas por nuevos virus o por cepas mutantes, que
amenazan con llegar a nuestro país.
Sin lugar a dudas, en todo esto hay una clara responsabilidad
del Estado, pero también hay una responsabilidad de los
demás integrantes del sistema de salud, así como
una responsabilidad individual y social que no podemos desconocer.
La Ley 100 de 1993 dejó de lado la salud pública
entendida como acciones colectivas, y específicamente
la vigilancia epidemiológica, y eso ha hecho que algunas
programas que para la época eran muy estructurados perdieran
la solidez y el apoyo que tenían; de igual manera se
viene observando un debilitamiento continuo del sistema de información,
lo que impide conocer la verdadera dimensión de los problemas.
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No se percibe una
estrategia sólida y consistente de educación a
la comunidad orientada a la prevención, y el mejor ejemplo
es el caso de la infección VIH/sida, de lo cual no se
oye Ni pío, y muchas personas están
siendo víctimas de su propia ignorancia. Desde hace un
buen número de años, diferentes estamentos vienen
reclamando que el Estado asuma el liderazgo, y que apropie y
destine recursos para contribuir al control de las enfermedades
infecciosas más prevalentes.
No es menor la responsabilidad de las aseguradoras, no sólo
desde la perspectiva individual, sino también desde lo
colectivo. Cuando un paciente está solicitando a través
de su médico un examen, en ausencia de síntomas,
lo que hace es expresar un riesgo; si esa prueba se niega, se
está perdiendo la oportunidad de hacer un diagnóstico
temprano y evitar nuevos casos. Debe invertirse igualmente en
lo colectivo a través de acciones concretas, sin el argumento
de que es responsabilidad de otros.
Tan importante como el compromiso del Estado y las aseguradoras,
tiene que ser el compromiso individual y social. Cada uno de
los individuos que hacemos parte de la sociedad debemos tener
una clara actitud hacia la prevención y hacia el autocuidado:
la aplicación de una vacuna, la utilización de
un toldillo, el uso de un preservativo, son medidas sencillas
y fáciles de aplicar, y estarían evitando una
hepatitis, una malaria o una infección de transmisión
sexual. Con frecuencia se asumen conductas de riesgo por exceso
de confianza, o lo que es peor aún, por ignorancia; y
también es nuestra obligación conocer los riesgos
y aplicar las medidas de protección.
Y más allá del individuo, la sociedad también
juega un papel fundamental en la prevención y control
de las enfermedades infecciosas transmisibles, a través
de un compromiso colectivo en actividades de buena higiene ambiental,
acciones educativas, campañas, y muy especialmente facilitando
la acción de los organismos del Estado, o si es el caso,
informando sobre situaciones irregulares.
Desde hace un tiempo se viene hablando del concepto de transición
epidemiológica en la morbilidad de la población,
para hacer referencia a la disminución o desaparición
de las enfermedades infecciosas, dando paso a las enfermedades
crónicas no transmisibles. Sin embargo, en nuestro país
y en muchos otros países del mundo, lo que se da es un
fenómeno que podría denominarse de acumulación
epidemiológica, en el cual además de tener que
enfrentar los problemas de la vida moderna, como las enfermedades
cardiovasculares, el cáncer y los problemas mentales,
entre otros, tenemos que seguir invirtiendo enormes recursos
en la vigilancia, diagnóstico, tratamiento y prevención
de las enfermedades infecciosas transmisibles.
Se están haciendo cosas, pero nos falta mucho. El compromiso
es grande, y la responsabilidad es de todos.
soox@elhospital.org.co |
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