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Reflexión del mes
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La riqueza, no la
escasez,
genera el hambre en el mundo.
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Dinyar Godrej,
Periodista de New Internationalist.
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Comienza un nuevo
año con la incontrolable escalada alcista que pretende
dar alcance al reciente incremento del salario mínimo,
con aquel incremento del 6,3% que parece tan poco para la masa
de trabajadores y tanto para los empleadores, empeñados
cada uno a su manera en justificar tan curioso fenómeno:
que a unos les parezca una miseria lo que a otros les parece
una desmesura...
Y se viene encima para el sector salud un asunto inaplazable:
definir con cuáles tarifas se negociarán los servicios
de salud que las EPS pagan y las IPS prestan, y que en ocasiones
las mismas EPS prestan y se pagan por aquellas artes de la llamada
integración vertical (recientemente limitada al menos
en el papel por la recién cocinada reforma a la Ley 100).
A falta de un manual tarifario único y obligatorio (promesa
varias veces ofrecida por el gobierno y otras tantas veces incumplida
sin sonrojos), el pescador (entiéndase el conjunto de
las EPS y ARS) pesca cada año con gran ganancia en el
río revuelto de la guerra del centavo que enfrenta a
las IPS entre sí.
Es por eso que las tarifas que campean en el sector son las
tarifas del Acuerdo 256 de 2001, dado a regir desde el 19 de
diciembre de 2001 y más conocido como manual tarifario
del ISS, ya que se creó para definir las tarifas para
el pago de los servicios de salud (...) que contrate el
ISS y siempre según los estudios de costos
del Instituto.
O sea, tarifas establecidas para pagar servicios prestados al
Seguro Social (la EPS pública, que no tiene ánimo
de lucro y por tanto paga tarifas muy modestas) y según
los costos del Seguro Social de ese entonces. Sin entrar a discutir
sobre el impacto que estas tarifas hayan tenido en la hecatombe
que ha dado al traste con tan paquidérmica institución,
y sin necesidad de poner en duda la confiabilidad de los estudios
de costos allí mencionados, vale la pena considerar un
par de elementos que ponen de presente la urgencia de revisar
tan nefasto manual tarifario.
Se trataba, por un lado, de un manual que establecía
tarifas módicas por decir lo menos, para determinar el
valor a pagar por determinados servicios. No digamos tarifas
cómodas, ni mucho menos onerosas, ya que obviamente debían
ajustarse a los precios que impone la economía de mercado
a la hora de negociar precios por volumen (las bajísimas
ganancias se podrían compensar con un gran volumen de
actividades). Pero se trataba de otro lado de tarifas que tendrían
vigencia a partir de su fecha de expedición: finales
de 2001, sin tener en cuenta, por supuesto, los ajustes por
inflación venideros año a año.
Así las cosas, los periódicos ajustes del IPC
(correspondientes a cada año de la siguiente manera:
2.002: 7,65%; 2.003: 6,99%; 2.004: 6,49%; 2.005: 5,5%; 2.006:
4,85%; y ahora 2.007: 4,48%) que se comportan como un interés
compuesto, y por tanto acumulan desde entonces un total de 41,75%
(mayor a su simple suma aritmética), han terminado generando
un desfase tan monumental como inaceptable: ¡las tarifas
del manual del ISS traen en suma una desactualización
del 41,75%! ¿Con qué cara le diría uno
a un empleado que fuera a ganar el salario mínimo, que
aceptara trabajar con el mínimo, que estaba vigente,
pero hace 6 años..., cuando el costo de vida acumulado
se ha incrementado en más del 40% desde entonces?
Ésa es la razón de la letanía ya ensordecedora
que entonan todos a una los prestadores de servicios de salud
(léase IPS). Mientras la remuneración del personal
de la salud ha progresado con el IPC (o por lo menos así
debería haberlo hecho), mientras el costo de los medicamentos
y dispositivos médicos ha hecho otro tanto, y mientras
los costos fijos de las Instituciones Prestadoras de Servicios
de Salud se acrecientan inevitablemente y de manera acompasada
con el costo de vida... en fin, mientras todo ha subido, absolutamente
todo, las tarifas del sector salud parecen condenadas a seguir
congeladas en el tiempo (cual si fuesen las víctimas
de la mítica hechicera de las Crónicas de Narnia...).
Y lo peor, incluso parecen con tendencia a la baja (porque como
dice la ley de Murphy: todo lo que puede empeorar seguramente
empeorará). Por eso a nadie extraña que como regalo
de año nuevo las EPS y ARS acerquen al pesebre de la
salud los regalos extemporáneos de unas tarifas anacrónicas,
devaluadas y rayanas en la indignidad, ya que se escuchan desde
ya generosas ofertas para trabajar hasta a ISS de
2001 menos el 10%...
Pidamos entonces todos juntos, a manera de coro de la letanía,
que el gobierno, o la Asociación Colombiana de Clínicas
y Hospitales, o Feredsalud (gremio de cooperativas de hospitales
públicos), o qué sé yo (de pronto hasta
el Chapulín Colorado), se animen a defendernos, y tomando
el toro por los cachos se decidan ojalá todos juntos
y de una buena vez a devolver al sector de la salud unas tarifas
decentes, dignas, actualizadas y con la garantía de su
indexación futura (para los nuevos ajustes del IPC),
conminando a las EPS y ARS a pagar lo justo. Sólo un
regalo de estos detendrá la rapiña creciente entre
IPS, dará a cada quien lo que le corresponde en justicia,
y atenuará el progresivo e inevitable deterioro de la
calidad en los literalmente devaluados servicios. Roguemos a
Dios para que sea un buen regalo en este nuevo año . |
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Bioética
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Dos mil siete, «el
año de la vida»
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Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
«Vamos a hacer del 2007 el año de la vida
»,
así lo proclamó en su mensaje de fin de año
el doctor Álvaro Uribe Vélez, Presidente de
la República, desde la martirizada Bojayá, y
agregó, según lo registra la prensa: «
[...] repudiemos el delito y el crimen, hasta que derrotemos
el crimen, hasta que muera el crimen para que viva la vida».
Qué grato que en esta época histórica
de destrucción y muerte el Primer Mandatario del país
proclame públicamente su adhesión a la vida
y el repudio al delito y al crimen, hasta derrotar el
crimen. Su mensaje es una luz de esperanza para quienes
pública y privadamente hemos defendido la vida en todas
sus manifestaciones, y especialmente, a la vida que se manifiesta
en el ser humano en todas las etapas de su desarrollo.
Y esta decisión del Presidente de la República
fue lanzada poco tiempo después de que la Corte Constitucional
en un fallo con muchos vacíos, inclusive legales, despenalizó
el crimen del aborto voluntario, poniendo el valor de la vida
por debajo del deseo de la madre, o del de la salud de ésta
o de la del niño. Insisto, despenalizó el crimen
del aborto porque el hecho de que la ley tolere un acto no
hace dicho acto éticamente aceptable, no le quita el
carácter intrínseco de crimen. La Real Academia
de la Lengua Española define como crimen: « [m.]
Acción voluntaria de matar o herir gravemente a una
persona». Y matar voluntariamente y sobre seguro a
una persona, es lo que ejecuta quien realiza un aborto
y la madre que consiente en ello.
La discusión de si es vida humana o no, recurso sofista
al que acuden quienes tienen mentalidad abortista, carece
de bases sólidas, porque tanto la historia como la
biología nos enseñan que desde cuando el género
humano existe, el resultado natural de la fecundación
de un óvulo por un espermatozoide de seres de este
género es siempre un ser humano, ontológicamente
una persona, desde el momento mismo de la fecundación,
y que no hay en la evolución de su desarrollo cambio
de especie. También está demostrada la autonomía
teleológica de ese nuevo ser que sólo necesita,
como todo ser vivo, el ambiente propicio para alcanzar su
madurez, hecho demostrado científicamente incluso por
los métodos de reproducción asistida.
Sin embargo, y en notable contraste con la manifestación
del señor Presidente, poco tiempo antes el Ministerio
llamado de la Protección (¿?) Social estuvo
muy ocupado en reglamentar científicamente cómo
se debía llevar a cabo el crimen del aborto. Podemos
concluir que para este Ministerio el año 2007 no será
el año de la vida como lo proclamó el doctor
Álvaro Uribe Vélez, Presidente de la República,
sino el año del crimen científicamente reglamentado.
Hacemos votos porque el año 2007 sea verdaderamente
el año de la vida, el año en el «que derrotemos
el crimen, hasta que muera el crimen para que viva la vida»,
como lo proclama el Señor Presidente, y no el año
de la muerte criminal reglamentada científicamente
como lo programa el llamado Ministerio de la Protección
(¿?) Social.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-
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