MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 240 SEPTIEMBRE DEL AÑO 2018 ISNN 0124-4388 elpulso@sanvicentefundacion.com
S er mamá es una de las tareas más bellas pero también más retadoras de ser mujer. Si bien la mujer en su diseño tiene atributos de belleza y funcionalidad, los senos son uno de los regalos más completos de la naturaleza, porque, conectados al deseo de la mujer al hacerse mamá, si se decide ponerlos al servicio de los hijos complementan de una manera hermosa la tarea del cuidado del bebé. Si bien amamantar propone un reto maravilloso de desarrollo, es un ejercicio que va más allá de dar de comer, que es nutrir. Amamantar puede ser un ejercicio simple o muy completo dependiendo de lo que la madre decida hacer. Allí, en ese encuentro personal, puede darse leche, pero también calor, amor, palabras y susurros con canciones e historias que nutrirán su pensamiento e irán favoreciendo el desarrollo no sólo corporal sino también mental y espiritual, al igual que el de la madre.
Soy madre de tres hijos, y cada uno es una historia diferente, sin embargo la historia de lactancia más especial fue la de mi hija menor que nació con labio leporino y paladar hendido. Desde su gestación sabía que la lactancia con ella sería un reto, pero como los bebés no son actores pasivos de la alimentación, mi hija me ayudó a hacer de su lactancia un ejercicio de aprendizaje nutritivo para ambas, porque entendí que juntas podíamos aportar a su cuidado atendiendo a sus necesidades sin requerir apoyos artificiales como la sonda nasogástrica, la alternativa clínica más usual para niños con dicho defecto.
Con mis bebés comprobé, y mi última hija me lo corroboró de manera experimental, que la leche materna evita el reflujo, favorece una mejor digestión y deposición; su aporte nutricional es mejor aceptado y asimilado por el organismo del bebé generando un crecimiento natural y no artificial, y disminuye la carga económica que implica la alimentación con fórmula. Además la leche de cada mamá trae la información necesaria para el bebé que se gestó, por lo que su aporte y aprovechamiento es casi personalizado. La lactancia materna favorece el vínculo afectivo, es un espacio para reconciliarse con el propio cuerpo, a la vez que permite descubrir la utilidad de aquellos atributos femeninos que hasta la maternidad no se complementan y activan en su funcionalidad.
Lactar es un gesto de amor y servicio, es un reto de aprendizaje y nutrición para la madre y el bebé, porque ambos son actores activos de un encuentro. El bebé normalmente viene dispuesto a encontrarse con la madre, pero la madre debe decidir asistir al mismo para nutrirse también. No es solo producir leche, es tener la disposición de servir, ser solidario y quererse nutrir.
La lactancia es un espacio de nutrición, de reconciliación y de bienvenida. De nutrición y no sólo alimentación, porque se amplía al contacto piel a piel, de la mirada, de la caricia y de la palabra que aporta al crecimiento del pequeño y también de la madre tejiendo una relación más cercana, entrañable y amigable en la que se descubre poco a poco el ser de ambos. Es de reconciliación porque al estar involucrado el cuerpo al servicio del otro, plantea de disponer la mente, el cuerpo y el tiempo para un ejercicio de paciencia, de técnica, de renuncia al temor, a la debilidad, a los esquemas y estigmas familiares y sociales que posiblemente enfrentan la construcción de una propia identidad, más aún cuando hay una historia familiar contraria a la lactancia; y de bienvenida porque somos los primeros en introducir a nuestros hijos en el mundo social, en el contacto con otros, en el lenguaje más allá de la palabra, del gesto y la calidez. Damos la bienvenida desde la donación, el servicio y la solidaridad, la lactancia materna es un encuentro que nutre.
Tel: (4) 516 74 43
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