MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 56   MAYO DEL AÑO 2003    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co
Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Augusto Escobar Mesa, Juan Guillermo Maya Salinas, Javier Ignacio Muñoz. Editora: Albaluz Arroyave Zuluaga. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez.

¿Redistribuir para quién?

Ahora la batalla es por no hacerse cargo de los pacientes con enfermedades de alto costo. Esto resulta paradójico en un sistema de seguridad social que pretendía y además prometía cobertura universal, pero todo hace parte del proyecto privatizador que no por esto es malo, pero se sabe que lo que se busca a ultranza son los beneficios económicos -tampoco por eso malo sino por ser excluyente-, y por tanto debe existir el Estado que provea de la solución a unas necesidades sociales básicas y que asuma los costos de ellas.
Es lógico que nadie crea una empresa para perder dinero, pero sabido esto y sabido también que sí habrá pacientes con enfermedades de alto costo, es imperativo como una obligación del Estado atender esa contingencia de los ciudadanos.
La pretendida limitación al alcance de la tutela y las limitaciones que se le quieren hacer al Plan Obligatorio de Salud (POS) también conllevan ese interés de no cubrir las enfermedades de alto costo; de manera que son muchas las señales que hacen vislumbrar el deseo de privatizar la salud y de quitarse de encima lo que se ve como una carga.
Y parece que después de ires y venires, de discusiones e instancias, hizo carrera la distribución de estos pacientes entre las EPS y ARS, aún sin saberse el criterio. El ISS da el brazo a torcer y cede, aparentemente de forma inocente, una de sus fortalezas. Ya restándole los pacientes que lo hacen indispensable, poco le quedará por entregar antes de su cierre. Es un paso delicado y trascendental. De ahí en adelante, en el componente de salud, el ISS será débil como el que más y su cierre, que no se ha logrado por la vía de la separación de negocios, se facilitará por esta. Mal negocio hace el ISS, mala su estrategia frente a su supervivencia y muy cuestionable su decisión frente a lo que es su deber y su misión. Sin embargo, se ha presentado la decisión de redistribuir estos enfermos como una necesidad de disminuir el riesgo en cabeza de cada EPS y por supuesto del ISS, y en ello puede haber algo de cierto, y si eso garantiza su permanencia la decisión habrá que aceptarla. Esto está por verse. Como también debe verse qué beneficio traerá este sistema a los pacientes que requieren actualmente la atención por causa de estas enfermedades de alto costo, porque por ahora se está pensando solo en lo ruinoso que es para cualquier entidad tener a su cargo estos enfermos. Este tipo de consideraciones también es, ciertamente, un efecto de la mentalidad privatizadora que invade lo público creyendo que resolverá mágicamente todos los disgustos y las incomodidades que se tienen al operar servicios públicos, aunque sea por manos privadas, lo cual insistimos, no es un inconveniente; lo inconveniente es el lucro por encima de toda consideración y el desentendimiento del Estado de su obligación de proteger a los ciudadanos.
También se visualiza cada vez con más claridad la necesidad de trabajar muy duro en la promoción y prevención. Esto debería ser una obsesión. Es la mejor forma de ofrecerle a toda la gente la posibilidad de una vida plena y a la vez de minimizar los costos.
Este no será el último intento que se haga de desmontarse obligaciones adquiridas ni la primera en que se propongan soluciones que no consideren en primer lugar a los enfermos, razón y sentido de un sistema de salud.
Miraremos más adelante, cuando haya pasado este chaparrón y ya los pacientes estén redistribuidos, si la gente que llega nueva al sistema podrá hacer uso de la libre escogencia y ella se le respete, y cómo será el comportamiento del sistema principalmente con ellos, pero también con las EPS y con las ARS.
Finalmente, sigue quedando la duda de si lo que primó en la decisión fue la protección de la vida o del capital.
 




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