MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 46   JULIO DEL AÑO 2002    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

La privatización de la salud

Una maraña que engañó al mundo
Omaira Arbeláez Echeverri Periodista, Medellín

Con las nalgas marcadas y expuestas al viento gélido de Canadá, grupos de manifestantes vociferaban muy cerca de la casa en Alberta donde deliberaban los presidentes de los más poderosos países del mundo que hacen parte del G-8. Ese gesto del pasado 26 de junio hizo parte de una serie de protestas que tienen un lema propio: ¡No! a la globalización. La razón: la iniquidad social y la mayor concentración de la riqueza que estas políticas han traído al tercer mundo, afectando la inversión social y la salud de los pueblos más desfavorecidos del planeta.
Algunos europeos, norteamericanos y canadienses, han comprendido que las políticas de privatización impulsadas por el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) no han cumplido el objetivo socio económico para el cual fueron creados, sino todo lo contrario: someter el libre albedrío de los pueblos y agudizar los índices de pobreza y desequilibrio social que hoy afectan a mil millones de personas en el Planeta.
Así lo reconoció –escandalosamente para muchos- el propio economista Joseph Stieglitz, Premio Nobel para más señas, asesor económico de la Casa Blanca y ex economista jefe del Banco Mundial, quien se retiró de esta entidad financiera precisamente porque comprendió que son las leyes de mercado impuestas por el FMI y el BM las que agudizaron los desequilibrios y la pobreza en el mundo.
Stieglitz reconoce hoy que fue el FMI, con sus políticas erradas, el que empeoró la crisis del Sudeste Asiático y de Europa del Este, para reconocer con pena que los funcionarios FMI carecen de la experiencia y los elementos de análisis necesarios para comprender y atender la situación de los países a los cuales prestan su ayuda.
Entre esas políticas de privatización está incluida la salud, un área que se sometió a las leyes del mercado, cuando su propósito es netamente social; al prestarse al juego de la oferta, la demanda y el pago por los servicios, sólo logró un retroceso en las coberturas y la calidad del servicio, además de la reaparición de enfermedades que estaban en vía de extinción, como el sarampión, la poliomielitis y el cólera, lo que implicó a su vez que aumentaran los índices de morbilidad y mortalidad en todos los países afectados por estas políticas financieras.

Neoliberales en acción
La pretensión que esconde bajo todas sus artimañas el neoliberalismo es quitarle cada vez más las obligaciones financieras, asistenciales, reguladores e interventoras al Estado, con el propósito de garantizar que éste cuente con los recursos económicos suficientes para pagar la deuda externa y los intereses contraidos con la banca internacional (BM, FMI), entidades que apoyadas en las necesidades económicas imponen a los países deudores 114 condiciones que implican intromisiones directas en las diferentes políticas internas y hasta en las estructuras de poder de cada Estado.
En el ámbito de la salud llegan a sorprender los resultados de los estudios que indican la posición que debe asumir el Estado frente a la prestación de los servicios de salud, como lo revelan documentos del Banco Mundial en 1989, los cuales plantean que al Estado sólo le compete la prevención y el garantizar los derechos y las demandas de la gente, mientras que la atención en salud debe ser un servicio privado.
No es de extrañar entonces que un documento de la OMS, en el cual se evalúan los Sistemas de Salud del Mundo (junio 21 del 2000), señale que una de las fallas del sistema radica en que "muchos ministerios de salud se centran en el sector público y pasan por alto la atención a la salud en el sector privado que con frecuencia es de mucho mayor tamaño". Otra de las falencias que señala la OMS es que "estos ministerios no logran cumplir las regulaciones que ellos mismos crearon o que deben hacer valer por el beneficio público" y hacen la siguiente recomendación general: "La OMS considera que es mejor efectuar, tanto como sea posible, pre-pagos por concepto de atención a la salud, ya sea en forma de seguros, impuestos o seguridad social".
Así, jugando a las leyes del libre mercado, las políticas de privatización se impulsaron por el mundo, pero las diferencias en el desarrollo de cada país mostraron iniquidades profundas que indican como un modelo económico, el neoliberal, y las privatizaciones no sirve a todos países, mucho más cuando se trata de políticas de inversión social en sectores como la salud, la seguridad social y la educación.

Modas que "privan"
Thais Maingón, doctora en ciencias políticas y socióloga e investigadora de esta problemática mundial, asegura que "la privatización debe ser vista en el marco de las transformaciones globales de la naturaleza del Estado porque, en definitiva lo que se propugna es un papel diferente del Estado que se adecue al nuevo modelo de acumulación y desarrollo, el cual incluye como uno de sus elementos principales la globalización y transnacionalización de la economía".
Los procesos de privatización se iniciaron en el sector productivo, explica Maigón, y luego se extendieron al social, sin mayores reflexiones, lo que implica que hoy la privatización puede que no tenga los mismos efectos en Inglaterra con relación a los países del Este de Europa, ni en Colombia con respecto a Haití, ni entre los países del sur de África con respecto de los países árabes y de estos con los del Lejano Oriente y Australia.
Los primeros en fomentar estas políticas neoliberales, que abarcaron también la salud, fueron Inglaterra y los Estados Unidos, y lo lograron con éxito, pero hay que tener en cuenta que son países desarrollados, con una inmensa fortaleza en sus mercados de capitales y con un fuerte respaldo al sólido sector privado, en detrimento del sector público de servicios. Hoy, se ha logrado que el promedio del gasto privado en salud sea del 56% en los Estados Unidos y de un 25% en el resto de los países industrializados (datos OMS) y la esperanza de vida entre los mismos oscila entre 75.7 y los 78.6 años (datos del PNUD)
Según el último estudio de la OMS, los sistemas de salud con mayor capacidad de respuesta se encuentran en Estados Unidos, Alemania, Canadá, Suiza, Dinamarca Luxemburgo, Japón, Los Países Bajos y Suecia y con niveles más altos por sus indicadores en salud están calificados Noruega, Francia, Italia y España, en Europa; Japón y Singapur en el Oriente; Australia y Nueva Zelanda en el Pacífico; Cuba, Costa Rica, Chile y Colombia en América Latina, y Omán, Arabia Saudita, Marruecos y los Emiratos Árabes en el Medio Oriente y África del Norte.
Los indicadores considerados por la OMS, fueron nivel de salud global de la población, desigualdades, capacidad y distribución de la respuesta del sistema de salud y de la carga financiera (quién paga los costos). De acuerdo con estos índices, los países ubicados al sur del Sahara están en las peores condiciones, siendo menor a los 40 años la esperanza de vida. La OMS tiene un parámetro: "los países que gastan en salud menos de US$60 dólares anuales por persona encuentran que sus poblaciones no logran tener acceso a servicios de salud insertos en un sistema que se desempeñe adecuadamente" y por ello promueven el ofrecer seguros en los países con mayor número de pobres, para evitar que ante una urgencia las familias se gasten el 100% de su escaso ingreso.
Lo curioso es encontrar que si el parámetro es lo que tiene que gastar cada hogar para la atención en salud, Colombia es primer país en el mundo, porque las familias gastan un dólar anual si tiene un ingreso bajo y hasta 7.6 dólares si son altos.

Contrastes
En un informe anterior, en 1999, la OMS no titubeó en manifestar: "Aunque se han presentado progresos considerables a lo largo de este Siglo, hacia el acceso universal a una asistencia sanitaria de calidad aceptable, en la mayor parte de los países la distribución de los servicios sigue beneficiando principalmente a los ricos".
Por lo tanto fue enfática en afirmar: "La OMS no puede respaldar criterios condicionados por las leyes del mercado, que consisten en reservar los servicios de salud para los que disponen de medios para sufragarlos".
En este estudio de la OMS se indica que los sistemas de salud más equitativos son los de asunción común de riesgos financiados con cargo a los ingresos tributarios del Estado. Por esta razón impulsa una cobertura universal, pero con una salvedad que debía entenderse como "cobertura para todos y no cobertura de todo", con un número limitado de intervenciones, pero con un énfasis: destinar el mayor potencial para reducir la carga excesiva de morbilidad que pesa sobre los pobres en materia de salud materno infantil, inmunizaciones, paludismo y tuberculosis, entre otras patologías.

Un paseo por el mundo
El Investigador Milton Terris explica en "Epidemiología y política de salud en las Américas: el desafío neoliberal", como bajo el rótulo de "reformas de salud" se han establecido políticas anti-salud en los gobiernos neoliberales a escala global. Terris considera que las reformas de salud de las décadas anteriores tenían un claro propósito social en materia de cobertura y calidad en los servicios, pero durante la post-Guerra Fría, las "reformas de salud" son lo opuesto: "programas reaccionarios diseñados para limitar el acceso y empeorar la calidad de los servicios de salud disponibles para la mayoría de la población". Las anti-reformas, sostiene, difieren en sus características de un país a otro dependiendo de los servicios que antes ofrecía y "el resultado de las campañas anti-salud en cada uno de ellos dependerá de la fuerza y de las estrategias de las fuerzas contenedoras". Por ello pide a los epidemiólogos que documenten el daño que se está causando con las reformas anti-salud, porque son ellos quienes pueden documentar los efectos de los cortes en el financiamiento de los servicios específicos preventivos y terapéuticos, el estado nutricional de los pueblos, las tasas de inmunización y las incidencias de las enfermedades prevenibles.
Ahora, muchos salubristas están más dedicados a funciones administrativas para el Estado y a mejorar la metodología estadística de la manipulación de los datos, que a la investigación de campo y comunitaria que busque soluciones a los problemas de la enfermedad. Esto, considera Terris, ha generado el curioso fenómeno de que el control domina al salubrista en lugar del salubrista ejercer el control, mas cuando tiene una función social que debe contrarrestar el fenómeno actual, donde "la palabra clave hoy es privatización; el mercado es el rey y la ganancia es la meta primordial".

¡El gran negocio!
Durante 1999 en los Estados Unidos, investigadores de las universidades de Harvard, Chicago y Washington hicieron un estudio sobre la calidad asistencial en salud en 329 entidades, de las cuales 248 eran propiedad de accionistas que buscaban beneficios económicos y 81 tenían como meta esencial el buen servicio. Los resultados fueron sorprendentes: las personas cuya asistencia médica provenía de organizaciones con ánimo de lucro, tenían un cuidado médico básico peor que el recibido por los afiliados a las instituciones que no repartían dividendos. "Aquellos usuarios, comparadas con éstos, recibían menos vacunaciones, menos mamografías, menos citologías vaginales, menos cuidados prenatales y menos fármacos esenciales en caso de infarto agudo de miocardio".
Sin embargo, la privatización de la salud es una amplia opción de mercados para los grandes inversionistas en el mundo. Según los análisis de Celia Iriart, investigadora y
profesora visitante del Department of Family and Community Medicine, School of Medicine, University of New Mexico; y Howard Waitzkin, director y profesor de la Division of Community Medicine, Department of Family and Community Medicine, School of Medicine, University of New Mexico, la política de globalización, el proceso de reforma de los sistemas de salud, la desrregularización del sector estatal y la seguridad social, más las políticas de ajuste estructural impulsadas por el Banco Mundial y otras agencias multilaterales de crédito, abrieron un abanico nuevo de inversión para el ingreso del sector privado nacional y multinacional en la prestación de servicios de salud y en la administración del financiamiento de las instituciones estatales y paraestatales dedicadas a estos sectores de la seguridad social.
A partir de la década de los noventa, cuando se fortaleció la política neoliberal en el mundo, los estudios económicos demostraron que América Latina tenía un gasto per cápita en salud superior al de África y Asia -con excepción de Japón- y, por tanto, se convirtió en un importante nicho de mercado para conquistar por las empresas que más trayectoria tenían en este campo, especialmente las norteamericanas.
Los investigadores Iriart y Waitzkin, en un artículo publicado por la Revista Escenario, titulado "El camino a la privatización del sistema de salud", explican que con un gasto en salud que se estima en 120.000 millones de dólares en América Latina (unos 412 dólares per cápita y por año), comenzaron a ser atraídas a la Región las empresas estadounidenses Aetna, Cigna, American International Group (AIG), International Medical Group (IMG), Prudential, International Managed Care Advisors (IMCA) y Blue Cross & Blue Shield, buscando posicionarse en el mercado de la salud.
Su modo de operación consistió en comprar empresas ya establecidas dedicadas a la venta de seguros o planes pre-pagos de salud, la asociación bajo la modalidad de joint venture y/o mediante acuerdos para desarrollar la gerencia de las instituciones de la seguridad social o del sector público. Así, explican, "se instalan inicialmente en el sector privado, desde donde se expanden hacia el estatal y paraestatal".
Los investigadores afirman que "ésta es la práctica que siguieron en Estados Unidos, donde al llegar a su techo de crecimiento en el mercado de los seguros de salud de los grupos laborales y de los individuos, presionaron para lograr cambios en las políticas sociales".
En Argentina y Chile, explican, están operando de este modo, al desplazarse desde las empresas de prepago
-que han comprado-, hacia las obras sociales (seguridad social). Otro mecanismo de expansión y consolidación de sus negocios lo constituye la compra de prestadores de servicios (hospitales, clínicas, centros de diagnóstico), en una integración vertical, al estilo de las MCOs de Estados Unidos.
En Suramérica su acceso fue facilitado por las "reformas a la salud" instauradas en todos los países por las imposiciones del FMI y el BM, por el alto PIB invertido en el sector de la seguridad social, la concentración de la riqueza, el deterioro general del sector estatal y de la seguridad social, provocado por las políticas de restricción de gastos públicos, de disminución de cargas sociales para el sector empresarial, la desrregulación y la corrupción, que favoreció que un amplio sector de la población buscara cobertura de seguros en el sector privado.
Para los estudiosos, el proceso de desrregulación "ha conducido a que se admita legalmente la posibilidad de que la seguridad social brinde un piso mínimo de servicios con los aportes y contribuciones establecidos por ley, y que los afiliados paguen de su bolsillo por coberturas más amplias o por acceder a hospitales y clínicas más caros".
Los afiliados a la seguridad social optan así por empresas privadas a las que se transfieren sus aportes (Isapre en Chile), o que el sector privado administre fondos de la seguridad social o gerencie a estas instituciones (como en el caso de las obras sociales en Argentina). La pregunta que surge entonces es: ¿realmente, a quién ha beneficiado la privatización de los servicios de salud: a la gente, al Estado o al mercado de capitales en el mundo? Y los elementos para la respuesta no son difíciles de deducir, aunque la sabiduría popular dice que "no hay peor ciego que aquel que no quiere ver". Como decía Albert Einstein: "Solo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estoy tan seguro de la primera"

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