MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 46   JULIO DEL AÑO 2002    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co
Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Alberto Uribe Correa, Augusto Escobar Mesa, Juan Guillermo Maya Salinas, Javier Ignacio Muñoz. Editora: Albaluz Arroyave Zuluaga. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez.
Lo que nos faltaba:
un Estado neoliberal

Parece que el mundo entero ha sentido todos estos años un gran deleite con las ofertas que promete la globalización de la economía y la corriente neoliberal, con su fortaleza centrada en los mercados, en la oferta y la demanda -por supuesto- y en los altos volúmenes de producción. La preeminencia de las instituciones sobre los individuos nos desplaza a todos, como personas, a un plano secundario, precisamente por el enfoque de mercado con que se aprecia y trata a la comunidad, hasta tal punto que se llega a pensar firmemente que ella, la comunidad, existe exclusivamente para constituir un mercado que está lleno de posibilidades y de riquezas que pueden ser explotadas. En este ambiente, el individuo pasa a ser solo una unidad de ese mercado, mientras al mundo, es decir a la gente, parece gustarle esa visión, tal vez sin percatarse de lo que entraña, de lo que está en juego y de lo que está en peligro: la pérdida de la individualidad y del asentamiento de la consideración de ser simplemente un consumidor. Es decir, bajo esta fórmula, el individuo es interesante mientras pertenezca a un mercado objetivo y represente una opción de negocio.
La producción y el consumo del mismo lado y la consonancia entre estos dos elementos, no pretende acumular capital ni trabajo, sin que sean despreciados claro está; lo que se desea en primera instancia es el manejo de los hilos para gobernar y tener bajo su poder estos dos frentes como fuente de control y a la vez, santo y seña del dominio que se tiene del mercado y el anuncio de haberse adueñado de él.
Con la salud sucede exactamente lo mismo como en cualquier mercado que ha caído en la trampa de la globalización. El servicio de carácter público en manos privatizadoras; los recursos y las herramientas (clínicas y tecnología) para los servicios y también los clientes (pacientes) de esos servicios, en manos del mismo dueño; la producción de servicios y el consumo controlados desde la misma consola; el trabajo profesional y especializado en una contingencia; el conocimiento y la pericia tratados y subyugados por la fuerza que impera del otro lado de la mesa, desde donde se habla con la frescura que da el ser dueño de la demanda y de los medios de trabajo y producción; la remuneración al menudeo y al destajo, y acorde con las fluctuaciones de la producción, constituyen rasgos inequívocos de la ola neoliberal que sin miramientos ni reparos toma posesión y se apodera de los conglomerados humanos mientras ve en ellos una interesante oportunidad de negocios.
Hoy como siempre, el trabajador de la salud tiene su destino atado al de los hospitales y las clínicas, y hoy como nunca, lo tiene atado al de las entidades privadas (intermediarios, subcapitadores, EPS, ARS y similares), tanto en sus avances como en sus contradicciones. Ellas ya son dueñas, a través de la afiliación, de los pacientes, y poseen de ellos toda su identificación y sus características y le ofrecen como valor agregado la prestación de los servicios con sus propios recursos, juntando así en una misma mano el control de la producción y el control del consumo.
Ese deleite de lo que promete la ola neoliberal, se vislumbra ya, con algún ímpetu, en el mismo gobierno y el campo de la salud. Éste, particularmente en la Dirección Seccional de Salud de Antioquia, esgrimiendo eficiencia, está conduciendo los recursos públicos destinados para el servicio público de la salud, a entidades privadas con ánimo de lucro donde los réditos que se pueden generar no revertirán necesariamente al sistema de salud ni se convertirán obligatoriamente en más servicios para la gente de escasos recursos, sino que irán a mejorar la posición financiera de cada uno de los socios; o entregando sumas fijas, que no corresponden en nada a los hospitales públicos, para que ellos, sin embargo, se responsabilicen en un todo y por todo de la totalidad de la demanda, poniéndolos desde un principio en aprietos, ya que no les queda alternativa, pues, ¿cómo no aceptar?, pero, ¿cómo hacerlo?.
Por supuesto que no estamos en contra de la eficiencia, ni de la libre empresa, ni de las sociedades, ni de la repartición de utilidades en ellas. Abogamos sí para que desde el gobierno y con dineros del Estado, no se haga el juego de poner la salud en las manos privadas de manera excluyente, facilitando así el cierre y la desaparición de los hospitales públicos o de las entidades de utilidad común que siempre han luchado por permanecer y que le han servido enormemente a la región y al país, y que prometen y garantizan seguir haciéndolo, tanto en el campo de la asistencia como en el de la formación de personal.
La Dirección Seccional de Salud de Antioquia no puede mirar con desparpajo a los hospitales públicos y a las entidades de beneficio común. Por el contrario, tiene que apoyarlas con políticas transparentes, claras y justas. No hacerlo, es además, convertir una apreciación sesgada de gobierno en una posición de Estado, perder la masa de beneficios que al final del ciclo se revierten sobre la misma comunidad y patrocinar el desarrollo de todo el andamiaje neoliberal, que por lo expuesto y mucho más, hoy aterra al mundo entero, pues se empiezan a ver sus nefastos y lamentables efectos.
Lo que nos faltaba: un Estado neoliberal.

 




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