MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 46   JULIO DEL AÑO 2002    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Al elegir al doctor Álvaro Uribe Vélez como primer presidente de Colombia electo en la primera vuelta, los colombianos escogimos una propuesta donde se ofrecen permanentes esfuerzos por mayor seguridad, un ataque frontal a la corrupción y una inversión social más equitativa.
Si bien son extremadamente pobres los 100 puntos del Manifiesto "Primero Colombia" en lo correspondiente al sector salud (continuando con la costumbre de que la salud no ha sido importante para los gobernantes y quizá hasta pueden tener razón), la propuesta de fusionar los Ministerios de Trabajo y Salud fuera de interesante si parece oportuna por las siguientes razones:
Integra el concepto de seguridad social al de trabajo, que si bien era así concebido, no siempre así se practicaba y como consecuencia, la evasión y la elusión han caracterizado la seguridad social en nuestro país.
Concreta el concepto de aseguramiento como modelo sustantivo de la seguridad social, generando una buena oportunidad para evitar intermediarios que hoy disfrutan la desarticulación del gasto en salud y sus rendimientos financieros gracias a la práctica de "glosas", evitando los pagos de las atenciones ya recibidas.
Permite y obliga a dimensionar los alcances del asistencialismo que ha imperado en nuestro país. Como concepto de salud, éste no puede darse sin límites, con costos crecientes y sin políticas contenedoras del gasto; aquí hay una necesidad de fortalecer el concepto primordial de la prevención, DEL AUTOCUIDADO como responsabilidad individual, de no aumentar factores de riesgo, y bajo el concepto solidario de que quién no demanda asistencia, beneficia a quien si lo necesita.
Al focalizar poblaciones sin ingresos y con altos índices de pobreza y necesidades insatisfechas, se permite acabar con la absurda aplicación del SISBEN por los municipios, y por ende, entregar el subsidio estatal a quien realmente lo necesita; así se construye una información básica para cualquier modelo sanitario, la IDENTIFICACIÓN ÚNICA, tanto del asegurado como del subsidiado por su condición de pobreza, constituyéndose entonces en herramienta contra la creciente corrupción del sector salud y descubriendo los oscuros intereses de quienes identifican al afiliado, lo interpretan y lo regulan a su antojo.
Garantiza la clasificación del riesgo cuando es laboral y con ello la obligatoriedad de las administradoras de riesgos profesionales de asumir el asistencialismo de importantes demandas de servicios que hoy poco cubren.
Puede permitir el inicio de otra importante propuesta para el sector salud y es la definición de un PAGADOR ÚNICO de las atenciones, que corregiría del todo la crisis hospitalaria, hoy sustentada por una exorbitante deuda con los prestadores, que amenaza la estabilidad social.
Muchas son entonces las razones para ser optimistas y apostarle a una nueva propuesta organizativa del sector salud y del concepto del bienestar de los colombianos, pero es sólo aún una buena intencionalidad que se debe operativizar y que todavía requiere los componentes más importantes como son seguridad, empleo, educación y crecimiento económico.
El Presidente electo y el Ministro designado para Trabajo y Salud, ponentes y creadores de la Ley 100 de 1993, garantizaban en ese entonces cobertura universal, recursos crecientes y suficientes para los subsidios a la población más desfavorecida, mejores condiciones de vida, en una frase, oportunidad de salud para todos, y hoy sólo encontramos: caos técnico-administrativo, sin acciones en el Ministerio que en buena hora se fusiona. En las Direcciones Seccionales o Secretarías Departamentales de Salud: gran deterioro en los indicadores, ausencia de control por parte de la Superintendencia Nacional de Salud, corrupción en los entes territoriales que desvían recursos y abandono de la promoción y prevención, con hospitales burocratizados gracias a la empleomanía de nuestros políticos, y con corruptos de cuello blanco que se quedaron con los dineros públicos de la seguridad social para mostrar balances en superávit y negar servicios a los que tienen derecho y los necesitan.
No es pues un análisis de si es o no conveniente la decisión política; se convierte en una manera de hacer lo que ya se debió haber hecho, porque da igual no tener un Ministerio de
Salud que tenerlo para no hacer nada.
Para concluir, sólo una petición doctor Alvaro Uribe Vélez Presidente, doctor Juan Luis Londoño Ministro: tienen Ustedes la oportunidad única de corregir, actuar y garantizar lo que ofrecieron a los colombianos ya hace 9 años y que aún no tenemos: BIENESTAR SOCIAL.

Del “Juramento Hipocrático”
a la Bioética
Hoy se considera de buen tono hablar de ética, mejor aún, de bioética, en encuentros familiares, en los medios de comunicación de masa, en revistas dedicadas a temas intranscendentes, también en reuniones académicas, en foros de profesionales, etc., pero cuando leemos o escuchamos con atención y, con mayor razón, si podemos interpelar sobre el tema, tenemos que aceptar la dura crítica con que inicia el prólogo de su obra «¿Qué es la bioética?», Manuel Trevijano E. (1): «Hace 25 años nadie usaba la palabra "bioética". Hoy se apela continuamente a ella en múltiples contextos. Pero se desconoce su verdadero sentido y significado». Y esta crítica puede aplicarse a los juicios éticos que tan frecuentemente se emiten sobre diversos temas y, especialmente, sobre cuestiones médicas cuando se involucran el origen o el final de la vida humana, la clonación, otros medios artificiales de reproducción, etc.
Con más frecuencia de la deseada, el único fundamento de los argumentos expresados es "a mí me parece", "yo creo", "en otras partes lo hacen" y agregan como criterio de autoridad el nombre de países más "desarrollados", más "civilizados"-. Argumentos intrascendentes y generalmente errados, pues tanto la ética como la bioética fundamentan sus evaluaciones, sus juicios, no sobre opiniones cambiantes sino sobre valores y principios permanentes de respeto a la persona humana. Si no fuera así, ambas serían meros caprichos, imposiciones de la moda de turno. El respeto a la dignidad propia y a la del "otro" impregna toda concepción verdaderamente ética y bioética, no obstante a veces se equivoquen los caminos para alcanzar la meta; mas, dicho error no crea relatividad en los valores sino que hace patente la relatividad histórica de la cultura.
Ese principio de máximo respeto a la dignidad de la persona humana inspiró el llamado «Juramento Hipocrático», documento del siglo V antes de Cristo, y cuyos votos tienen aún, veintiséis siglos después, plena vigencia y son proclamados -con lenguaje actual- en los juramentos, promesas, declaraciones o códigos que regulan el ejercicio de la medicina. Todos sus votos, vale la pena insistir, enseñan y exigen por parte del médico un sumo respeto a la vida y a la dignidad del paciente. Es, por así decirlo, la primera y paradigmática expresión del verdadero compromiso ético de un gremio profesional, pues códigos anteriores como el de Ur-Nammu, el de Hammurabi, etc., son legislaciones que regulan penalmente el ejercicio de la medicina, pero no son votos éticos autoimpuestos que obliguen por juramento, como lo es el documento hipocrático.
¿ En qué se diferencian, entonces, la ética y la bioética, de esas opiniones cambiantes y de esas legislaciones impositivas?
La ética o filosofía práctica es la ciencia axiológica que juzga las actitudes y los actos humanos, no los actos del hombre según los valores del "Bien" y del "Mal". Y, ¿qué es el Bien? y, ¿qué es el Mal? Entendemos por "Bien" todo aquello que permite el desarrollo pleno, total, incluyendo la dimensión trascendente a un Absoluto, de la persona humana desde la concepción hasta su extinción biológica y, por "Mal", todo lo que impida o entorpezca dicho desarrollo pleno del ser humano. Desde el punto de vista ético, como lo enseña Julián Marías (2): «Lo que se hace se interpreta a la luz de lo que se debe hacer, y los fines implican una referencia al bien».
Es importante no confundir la ética con la religión, el derecho, la psicología o la sociología, aunque tengan relación entre sí ya que tratan, desde sus respectivas áreas, de orientar al hombre. Podemos afirmar, sin ninguna duda, que: no todo juicio ético es un mandamiento religioso, no todo lo legal ni todo lo socialmente aceptado y frecuente es ético, y que la psicología evalúa la capacidad de decisión pero no hace, o no debe hacer, juicios de valor. Pero, para alcanzar el cometido de orientar al hombre, tanto la ética como las disciplinas mencionadas anteriormente, deben asumir una concepción fundamental acerca de éste, es decir, cómo interpretan a la persona humana en sí misma, en relación con sus semejantes y con el ambiente en el cual coexisten, y, en su dimensión trascendente con el Absoluto. Esta concepción fundamental, como es obvio, influye decisivamente en la teoría proclamada y en la praxis llevada a cabo para lograr sus metas.
La bioética, que surge sólo en la década del 70, evalúa también los actos humanos frente a los valores del "Bien" y del "Mal", con los criterios explicados antes en relación con éstos valores, pero tiene diferencias de procedimiento con la ética médica tradicional. Su horizonte es muchísimo más amplio y, como lo afirma Masiá (3): «[...] los nuevos datos y nuevas situaciones, han provocado unos planteamientos nuevos que obligan a revisar la misma ética, más que a limitarse a pedirle respuestas viejas para problemas nuevos», aunque muchos de los interrogantes vengan desde la antigüedad. Su fundamento primordial es el respeto sumo a la dignidad incondicional de la persona humana, según la concepción ética personalista. Considero que más importante que su definición se dan muchas en las diferentes publicaciones es tener presente sus características.
La bioética, afirma Durand, “es por una parte, un análisis riguroso, lógico, que se desarrolla según un plan ordenado, y comporta una serie de etapas, ligadas las unas a las otras”.
Sus características principales son: a) el enfoque interdisciplinario, que sobrepasa el tradicional diálogo interpersonal paciente y médico -a veces éste y la familia de aquél- y que obliga a tener en cuenta los aportes de otros "saberes" o "intereses" como los de la comunidad, la enfermería, el derecho, la antropología, la teología, etc.; b) el sentido de personalización que implica el reconocimiento de qué es la persona humana, con todas sus peculiaridades, la que enferma, sana, se rehabilita o muere y que es a ésta, a la persona humana y no a la enfermedad, a la que debe primordialmente su atención el médico; c) el sentido prospectivo que, como lo vimos antes, busca encontrar elementos de solución de acuerdo con conocimientos nuevos y con miras a un futuro, dado el progreso de la tecnociencia; d) un enfoque secular o de «desconfesionalización» que hace que los análisis y conclusiones se apoyen más en la racionalidad humana, secular, filosófica, lo que no significa que «los creyentes no tengan voz ni voto en el asunto, ni que deban arrinconar su fe -al igual que no se pide al resto de ciudadanos que mantengan sus postulados ideológicos al margen-, pero se les exige que no vayan con sus creencias por delante, que no argumenten a partir de su fe. El diálogo se sitúa en el plano racional y humano». Es importante insistir en que la bioética sobrepasa el área de la medicina y se constituye en la ética de la vida -toda verdadera ética es ética de la vida-, donde quiera que ésta se manifieste y que el hombre intervenga en su mantenimiento, en su trasformación o la ponga en peligro.
*Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética, CECOLBE

Referencias bibliográficas
1-. Trevijano E., M. ¿Qué es la bioética? Salamanca. Sígueme. 1998. p. 9.
2-. Marías, J. Tratado de lo mejor. Lo moral y las formas de la vida. Segunda reimpresión. Madrid. Alianza Editorial. 1995
3-. Masiá C., J. Bioética y Antropología. Madrid. Universidad Pontificia Comillas. 1998. p. 31.

 











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