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Primero la economía,
segundo la política, tercero las pensiones
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La
tranquilidad económica en el futuro, es una de las
obsesiones que acosa al hombre contemporáneo en casi
todos los rincones de la tierra. Y Colombia, al igual que
muchos países del mundo, está tratando de asegurar
una respuesta adecuada a esa angustia personal y social, con
un proyecto de reforma pensional que no es tan simple como
parece, en un debate social que se ha transformado en una
ecuación financiera jalonada por intereses políticos
variables, que no siempre consultan las mejores opciones para
la población.
La Ley 100 creó el Sistema General de Pensiones -SGP-
con 2 sistemas: el régimen solidario de prima media
con prestación definida, que corresponde al sistema
tradicional del ISS pero reformado, y que es administrado
por el ISS y las Cajas y Fondos Públicos de Previsión;
y el régimen de ahorro individual con solidaridad,
que es administrado por los fondos privados de pensiones;
los dos garantizan a sus afiliados y beneficiarios, según
sea el caso, pensión de vejez, pensión de invalidez,
pensión de sobrevivientes y auxilio funerario, siempre
y cuando se cumpla con los requisitos mínimos. También
se estableció un Fondo de Solidaridad Pensional para
los más pobres y vulnerables.
Aunque estableció cambios importantes, la Ley 100 dejó
campo abonado al surgimiento de graves problemas, al mantener
altos beneficios en el sistema de prima media, crear la garantía
de la pensión mínima, dejar un período
de transición bastante amplio y conservar regímenes
exceptuados convertidos en cargas casi impagables.
Cojeras del sistema pensional
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No
es universal: Porque
no cubre a todas las personas y ha venido disminuyendo
la cobertura, ya que el 83% de los adultos mayores de
65 años están excluidos del sistema, y entre
1993 y el 2001, la cobertura pasó del 27.1% al
24.42% de la población económicamente activa
-PEA-, mientras el número de pensionados ha crecido
casi 60% y la cotización efectiva no pasa del 30%
de la población ocupada. Esto quiere decir que
sobre una PEA de 19.399.000 de personas, hay sólo
4.265.986 afiliados a algún esquema pensional y
4.737.005 activos en uno de los regímenes, además
de que no se avanza en cubrir al 65% de independientes
y microempresarios. También se cuentan 794.138
pensionados (al año 2000) sobre una población
mayor de 60 años de 2.900.766..
-
No
es equitativo:
Porque no otorga igualdad en las prestaciones, beneficios
y subsidios; la existencia de múltiples regímenes,
excepciones y situaciones especiales, desequilibra los
ingresos y egresos, lo que demanda un gran costo social
porque las finanzas públicas terminan pagando un
cuadro de beneficios mayor al del SGP
-
No
es solidario: Porque
favorece mucho más a los afiliados de altos ingresos
con subsidios (personas con altos salarios obtienen jugosas
pensiones, con beneficios adicionales), mientras no protege
a la población más vulnerable y pobre; quienes
devengan más de 4 salarios mínimos deben
cotizar un punto adicional en el Fondo de Solidaridad
Pensional, cuyos recursos subsidiarían total o
parcialmente las cotizaciones de quienes tendrían
que financiar totalmente su aporte por no tener empleador
y recursos suficientes, como trabajadores que ganan hasta
un salario mínimo mensual (independientes del sector
rural o urbano, madres comunitarias y discapacitados);
sólo pueden afiliarse al ISS o a una AFP solidaria,
y al no existir ninguna AFP de éste tipo, todos
están en el ISS.
A diciembre 31 de 2000, el Fondo tenía 434.752
afiliados, de los cuales el 59.66% eran trabajadores urbanos
y 31.81% rurales; el 7.04% madres comunitarias y el 1.49%
eran discapacitados. Del grupo total, 61.16% son mujeres
y 38.84% son hombres; éste Fondo y la asistencia
a ancianos indigentes, han mostrado insuficiencia para
afrontar los problemas de falta de recursos para el pago
de cotizaciones o para cubrir a los ancianos mayores que
no accedieron al Sistema y no tienen como subsistir. Tampoco
ha podido superar la inestabilidad derivada de la débil
capacidad de ahorro de los beneficiarios y del incumplimiento
sistemático de los gobiernos con su obligación
de hacer su aporte anual de origen presupuestal en proporción
al aporte parafiscal del sistema.
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Un irresponsable manejo político,
el desacato del mismo gobierno a sus propias leyes, el desgreño
administrativo, la falta de cuentas y controles efectivos
y los sistemas obsoletos de cálculo desligados de estándares
internacionales, podrían señalarse como las
causas detonantes de lo que se ha llamado "la bomba pensional".
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- No es eficiente: Porque
en su administración registra sobrecostos, maneja
trámites excesivos y no tiene sistemas de información
precisos que le permitan al usuario tener elementos de juicio
al elegir su administrador de pensiones. Además,
propende una competencia destructiva entre los regímenes
en vez de la complementariedad, ya que los fondos privados
procuran aumentar afiliados restándolos del ISS y
procurando atraer especialmente a la población de
25 a 40 años, que se demora en pensionarse y deja
mayores márgenes para el manejo financiero de sus
ahorros. En general, no existen condiciones para un mercado
verdaderamente competitivo en un ambiente de prácticas
leales, que le permitan al sistema operar adecuadamente,
y los regímenes exceptuados y especiales significan
cargas que dificultan mucho más el proceso.
- Ha incrementado la evasión
y la elusión: El Sistema se ve afectado por
la evasión de empresas y trabajadores que no se registran
en ningún régimen, por el no pago de cotizaciones
de parte importante de los afiliados y por el subregistro
de ingresos, tanto de trabajadores formales como informales
o independientes.
Tanto en el ISS como en los fondos privados, menos de la
mitad de los afiliados son cotizantes activos; según
cifras de la Superintendencia Bancaria a diciembre 31 de
2000, de un total de 8'530.821 afiliados a pensiones sólo
estaban activos 4'964.357 personas. En el régimen
de prima media se tenían 4'576.814 pensionados, que
constituyen el 53.65% de sistema de pensiones, de los cuales
el 98.3% está en el ISS, y que observaba un 66.6%
de activos y 33.4% de inactivos (que no han cotizado en
por lo menos los últimos 6 meses). En los fondos
privados se tenían 3'954.007 afiliados, correspondientes
a 43.35% del sistema, con 1'916.199 activos (48.46%) y 2'037.808
inactivos (51.54%).
La tributación y exención también afectan
el sistema, porque están exentas de impuestos las
pensiones por debajo de 50 salarios mínimos ($12,5
millones de 1999); el conjunto de exenciones valía
por la misma época $6 billones, o sea el equivalente
a 6 reformas tributarias de entonces.
- Desbordó los pasivos pensionales:
El egreso público por pensiones representaba 0.8%
del Producto Interno Bruto (PIB) hace 10 años y hoy
equivale a 2.6%, es decir, 20% de los ingresos de la Nación
y 33% de los ingresos nacionales después del pago
de transferencias territoriales, en tanto que para el año
2020 el déficit del PIB sería del 6%. La deuda
o pasivo pensional del sistema público asciende a
$110 billones para el SGP, los regímenes especiales
suman a esa deuda $77.7 billones (ver recuadro), para un
total de obligaciones pensionales por $287 billones, que
representan 192.4 % del PIB. Esto es a lo que se ha denominado
"la bomba pensional" que ya está empezando
a explotar, con el agotamiento de reservas en casi todos
los regímenes.
Este pasivo ya constituye más de 4 veces la deuda
pública interna y externa, siendo uno de los argumentos
más fuertes para demandar la reforma pensional. Es
el presupuesto nacional el que sostiene de manera creciente
las deudas de fondos públicos, bonos pensionales,
garantía de pensión mínima y los faltantes
futuros del régimen de prestación definida,
que representan aumento de compromisos después de
la Ley 100, junto con los pagos a regímenes exceptuados
y especiales, que resultan de viejas deudas del Estado o
beneficios exclusivos; vía presupuesto, está
siendo la población en general la que está
cubriendo los riesgos y sobrecostos del sistema. Los expertos
afirman que de no ponerse límite a estas obligaciones,
la deuda seguiría creciendo en forma infinita.
Todo lo anterior ha conducido a que sea inviable bajo la
normatividad vigente y demanda entonces su pronta reforma,
porque de lo contrario se convierte en la mayor amenaza
para las finanzas públicas a corto, mediano y largo
plazo, y pone en riesgo la estabilidad macroeconómica
y la inversión social, que a su vez aumentaría
los niveles de pobreza y atraso en el desarrollo, en un
momento en que el país ya retrocedió una década
en indicadores de pobreza
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| COMPARACIÓN DE REGÍMENES |
EFuente: MINHACIENDA, Viceministerio Técnico, julio de
2000.v |
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¿Fin del sistema pensional
público?  |
No se sabe a ciencia
cierta hasta que año será sostenible el régimen
de prima media. Para la Organización Internacional del
Trabajo, OIT, lo es hasta el año 2018 y para el ISS lo
es hasta el 2006 (cuando se empiecen a gastar los rendimientos
de las reservas que pueden agotarse entre el 2012 y el 2018).
Esto se complica si los afiliados a fondos privados pueden pasarse
al ISS cuando estén próximos a pensionarse, si
su pensión ahorrada no llega a estar entre el 65 y el
85% de su ingreso salarial y en el ISS puede obtener mejor porcentaje,
lo que aumentará los costos fiscales al tener que ser
asumida esa pensión por el Estado, mientras los fondos
se quedan con las comisiones y utilidades. Después de
1993, ha aumentado entonces el traslado de funcionarios públicos
al ISS, se han registrado pocos afiliados nuevos, ha perdido
alrededor de 1'200.000 cotizantes y existe el riesgo de que
lleguen masas de afiliados de los fondos privados cuando estén
a punto de pensionarse.
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La ley 100 también ordenó
al Gobierno calcular los valores presentes de obligaciones o
ingresos potenciales de todas las entidades públicas
o privadas que administrarán pensiones, e indicar cómo
cubrirían los faltantes, o sea, calcular y constituir
las reservas técnicas necesarias; el gobierno de César
Gaviria no lo hizo y como el artículo 267 ordenaba presentar
un informe final antes de diciembre 31 de 1994, el gobierno
de Ernesto Samper, ante la configurada situación de desacato,
aprobó a pupitrazo la derogación del Presupuesto
de Seguridad Social, consagrando el derecho a manejar a ciegas
el ahorro colombiano. Incluso cuando el actual Gobierno ordenó
a Planeación Nacional realizar el estudio ordenado para
el año 1994, para mirar el largo plazo, anticipar los
hechos y observar cuan grave es el problema, sigue sin atenderse
la obligación de información al Congreso sobre
estas cuentas.
Como si fuera poco, el Gobierno exige a las empresas privadas
calcular reserva matemática y apropiarla en sus balances,
pero en el caso oficial practica todo lo contrario: exige reservas
infladas por muchos conceptos, como por incluir siempre reserva
de supervivencia para el sustituto en caso de muerte del pensionado,
o por exagerar los cálculos al no querer o no saber usar
las llamadas probabilidades netas o dependientes, que evitan
contar repetidamente los casos de muerte, invalidez o desvinculación.
Además, se pretende que antes del 2010, los entes territoriales
hayan apropiado las provisiones para su pasivo, aceleren caja
y atiendan bonos pensionales que suponen pagar la jubilación
pagada en décadas del pensionado y su cónyuge,
llegando incluso al caso de que por errores aritméticos,
por menos tiempo servido resultan bonos mayores, o el cobro
de bonos a quienes ya estaban afiliados al ISS o sea sin causa
legítima. La pregunta es: Si a los fondos privados se
les exige mantener las reservas y de hecho las tienen, ¿dónde
están las del ISS? Ahora la sociedad está empeñada
en que el ISS cumpla responsablemente su función de asegurador,
para salvaguardar los derechos de sus asegurados en una competencia
leal en el mercado; a la Superintendencia Bancaria se le exige
cumplir su función de vigilancia y al Gobierno nacional
mantener las reservas técnicas en activos líquidos. |
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¿Porqué
una reforma pensional en este Gobierno?
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Al
igual que en el resto del mundo, en Colombia el sistema público
de pensiones cuenta con reservas relativamente escasas; pero
mientras en los países desarrollados el gasto público
en pensiones viene creciendo consistentemente, hasta ubicarse
entre 8 y 10% del PIB, con proyecciones de crecimiento incluso
hasta del 20%, en América Latina el nivel de gasto en
pensiones es similar al de Asia, donde el sistema fue recientemente
adoptado, con 2 ó 3% del PIB en promedio, teniendo allí
menor cobertura de la fuerza laboral y de las personas de edad.
Aunque se prevé que la población mayor de 60 años
constituye el grupo de más rápido crecimiento
en América Latina, y que se duplicará en 20 años,
es todavía reducido en comparación con el de países
desarrollados: 8% en América Latina, 16% en Estados Unidos,
20% en Europa y 23 % en Japón, según datos de
la ONU. Cuando este envejecimiento se da en sistemas de pensiones
en maduración, con restricciones al mercado laboral reflejado
en alto aumento del desempleo y bajo crecimiento salarial, las
tendencias demográficas acentúan los efectos económicos
negativos y los problemas estructurales existentes que afectan
los servicios públicos. Pero es incorrecto afirmar que
ese envejecimiento de la población, hace insostenibles
estos sistemas, que impliquen la quiebra o una crisis insuperable,
porque pueden y deben complementarse con sistemas financiados
y administrados por entidades privadas, en un sistema mixto
como el colombiano. Pero en América Latina y en Colombia,
el interés por solucionar el problema es relativamente
reciente y obedece más al peso de la carga fiscal que
ese gasto representa en el presente y en el futuro cercano,
en contextos de restricciones y reforma fiscal, que a la inquietud
por el envejecimiento de la población.
Para el caso colombiano, ante las cifras de déficit en
el régimen público de pensiones, con tendencia
creciente acelerada, es evidente que el déficit fiscal
del país a corto, mediano y largo plazo será difícilmente
sostenible, y que en esa situación, es necesaria la reforma.
Nadie duda que Colombia necesite una reforma pensional que ajuste
las cuentas para reorientar el rumbo, pero se critica que la
urgencia económica coincida con la "solicitud"
del Fondo Monetario Internacional FMI- en diciembre de 1999,
de que el gobierno Pastrana presentara un proyecto de ley al
Congreso para cambiar las reglas de juego, tanto en pensiones
como en transferencias y ajuste fiscal. O sea que más
se obedece a un "compromiso" externo que a la misma
necesidad interna de la reforma, y de ahí el peligro
de sacar una reforma a los "trancazos", que quizás
no sea la mejor para el país ante la falta de análisis
serio, investigación y reflexión en torno de las
opciones más convenientes.
El experto Gabriel Rosas además, advirtió que
"para mostrar cumplimiento a los acuerdos con el FMI, se
están contabilizando mal los superávits de la
seguridad social, porque se llevan las reservas a ingresos contablemente
por la vía presupuestal y por caja, para obviar el déficit
actuarial", lo que es aún más grave e irreal.
No se cuenta además con el hecho de que al gobernar sobre
la base de un compromiso con el FMI por una reforma laboral,
esta presión flexibilizadora tendrá mayores efectos
negativos sobre el acceso de los trabajadores pobres a la protección
de la seguridad social.
Y como si fuera poco, el debate caerá en el terreno político,
porque según Malloy (1985), existen 3 razones: la primera,
porque el sistema pensional implica transferencias masivas de
ingresos entre diferentes grupos sociales, y toca puntos ideológicos
sobre distribución del poder, control social y relaciones
entre el Estado y la sociedad. En segundo lugar, porque cualquier
situación del sistema de seguridad social, es producto
de decisiones políticas previas que han creado un nivel
de demanda y consumo políticamente inflado, lo que genera
conflictos entre las necesidades de acumulación de capital,
los niveles de consumo popular y los requerimientos fiscales
del Estado. Y la tercera razón, porque las soluciones
técnicas y económicas a las crisis de seguridad
social, requieren que los gobiernos tengan la voluntad y la
fortaleza para impulsar medidas que no son fácilmente
aceptables por los gobernados o por grupos poderosos dentro
de ellos.
Este año, casi una cuarta parte de los ingresos corrientes
de la Nación se destinarían a pagar pensiones
y esa proporción es creciente; las reservas del ISS se
agotarían hacia el año 2006, el Fondo del Magisterio
agotará sus reservas en agosto próximo. Lo más
grave, es que sólo unos pocos casos tienen reservas para
pagar pensiones, por lo que en últimas el que asume los
costos es el Estado con el presupuesto nacional. Alerta sin
embargo, la pregunta de si el Congreso tendrá voluntad
política para aprobar una reforma que le recorta las
inmensas prebendas actuales, con regímenes especiales
que también cubren al resto del poder legislativo y judicial.
Entonces: Sí hay necesidad de una reforma pensional,
pero ¿cómo debe ser? En el próximo número
intentaremos una aproximación a las diferentes propuestas. |
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