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Don
Juan Ramón Jiménez: Una
virjen con "j", ya no es
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Historias
de erratas y, claro, de temibles cazadores de erratas, como
la devota esposa de un escritor, que, contagiada de ardores
gramaticales, no atendía la misa por pescarle errores
a las oraciones.
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Adaptación de un curioso comentario
que en 1940 hiciera Alfonso Reyes (1889-1959), para muchos
el más valioso intelectual y escritor mexicano, destacado
filólogo, creador literario, crítico y periodista:
Hace algunos años, y cuando todavía no se
me formaba el callo del oficio de escritor, me puso en cama,
presa de una verdadera fiebre nerviosa, la aparición
de cierto libro mío que estaba plagado de erratas.
Ventura García Calderón escribió entonces
un epigrama impagable: "Nuestro amigo Reyes -afirmaba-
acaba de publicar un libro de erratas acompañadas
de algunos versos."
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"Nuestro amigo acaba de publicar
un libro de erratas acompañadas de algunos versos."
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Cuando más
tarde, trabajaba yo en los diarios de Madrid, la fobia de
la errata me mantenía desvelado (acabo de averiguar
que el tipógrafo de cierto diario me ha hecho decir,
en vez de "los fabulistas del siglo XVIII", "Los
futbolistas del siglo XVIII"). Alguna ventaja saqué
de estos desvelos, porque me acostumbré a frecuentar
con mayor asiduidad las salas de tipógrafos que los
mentideros de las redacciones; me encariñé con
la gente de ese gremio; aprendí a conocer, así,
ciertas calidades materiales de la impresión, el peso
y la contextura del papel, los puntizones y corondeles, las
filigranas o marcas de agua. El lenguaje de las regletas y
cíceros, los ojos de la letra y los tipos fundamentales,
las romanas, egipcias, cursivas, redondas, chupadas, no tenían
misterio para mí. Y como yo era el redactor que hacía
tertulia entre los obreros, ellos me cuidaban mi página
de humanidades con una afición especial y hasta se
confabularon conmigo para desterrar de ahí todos los
anuncios incongruentes con mis temas de geografía e
historia. Por primera vez hago esta confesión: Los
tipógrafos de El Sol de Madrid, mandaban a la sección
de ciencias biológicas, al cuidado del doctor Gonzalo
R. Lafora, cuantos anuncios de purgantes pretendían
deslizarse en mi página. Por eso cuando, en 1921, comencé
la publicación de mis Simpatías y diferencias,
dediqué la primera serie a los tipógrafos y
correctores de El Sol, "quienes tantas veces tuvieron
que tolerar mi impaciencia o mi tardanza, mis fidelidades
a la regla, o mis personales manías ortográficas".
Verdad es que en estos caprichos personales nunca he llegado
al extremo del alto poeta Juan Ramón Jiménez,
que sustituye sistemáticamente la "g" por
una "j", por mucho que sus amigos le hayan dicho
burlescamente que una "virjen", así, con
"j", ha dejado de serlo. Pero es muy posible que
en algunos casos me aparte de la regla académica.
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En un artículo
publicado en la primera página de Usa Today , el 4
de agosto de 1986, Bernstein afirmó: "Me diagnosticaron
enfisema cuando andaba por la veintena, y hace décadas
que fumo. Me dijeron que si no abandonaba el cigarrillo, moriría
a los veinticinco años. Después afirmaron que
moriría a los cuarenta y cinco. Y a los cincuenta y
cinco. Bien, he vencido. Fumo, bebo, permanezco de pie la
noche entera y copulo. Me excedo en todos los ámbitos."
Destacaba sus propios excesos para demostrar que se había
impuesto a las leyes de la naturaleza. Todo ésto viene
a hacer más novelesco el éxito con el cual ha
desafiado y ha trascendido.
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"Generalmente la corrección
da lugar a nuevas erratas. A la errata se la busca con lupa,
se la caza a punta de pluma, se la aísla y se la sitia
con cordón sanitario...y a última hora, entre
las formas ya compuestas, cuando ruedan los cilindros sobre
los moldes entintados, aparece, venida no se sabe de dónde"
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No se escapa ni
un misal
Es también un secreto profesional
-base de nuestra alianza- que el maestro o regente tiene que
cuidar con frecuencia la ortografía, y singularmente
la puntuación de los escritores. Claro que algunas
veces se pasa de listo en su rigor de educación académica.
Como cuando Unamuno escribía: "oscuro", y
en la imprenta le corregían las pruebas con la indicación:
"ojo: obscuro", y él las devolvía
con esta otra: "oreja: oscuro". Hay ocasiones en
que, por excepción, la errata resulta en bien de la
obra. En mi modesta experiencia, yo me he visto en el caso
de adoptar por buenas varias erratas. Una vez la casualidad
me corrigió el verso: "Más adentro de la
frente", por éste, mucho más sugestivo:
"Mar adentro de
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la frente"...
No conozco caso más agudo de la errata fecunda que
el que cuenta Valery Larbaud. Cierta vez, encontrándose
en Nantes, leyó en un diario parisiense la noticia
de la próxima aparición de un libro suyo compuesto
de tres novelitas. Según el diario, una de las novelas
llevaría por título: Rldasedlrad les dlcmhypbgf.
Larbaud tuvo el coraje y el ingenio de aceptar la burla del
linotipo empastelado, y aunque no escribió la novela
que se le atribuía, sí un breve ensayo para
descubrir algún sentido posible al disparate y analizarlo
como un criptograma. Este tanteo en el misterio lo llevó
a imaginar que acaso se trataba del viaje en ferrocarril de
una dulce mujer eslava llamada Rilda o Rulda, experta en tañer
el "dulcimer", instrumento que aparece en cierto
poema inacabado de Coleridge. Por desgracia el viaje paraba
en una catástrofe: A menos que "b-g!f-" fueran
injurias esquemáticas en que se expresaba la cólera
de la máquina, obligada por el hombre a imprimir palabras
e ideas que no eran las suyas.
Hay un caso paradójico de la errata que consiste en
la corrección inoportuna. Quise una vez contar en una
revista el martirio de la esposa de un escritor, habituada
a perseguir las erratas, que no podía escuchar la misa
con devoción porque la mano del diablo se había
insinuado en su libro de oraciones. En tal libro -Horas piadosas.
T. Tenconi, Milán- hay horrores como éste, página
21: "Dejadme unir señor, en nnos mismos sentiwientos
o intención con viestro ministrr para ofréceros
la preciosa víctima de mi salbación. Si me ubiera
sido otorjado, etc." Ahora bien: al transcribir el trozo
anterior, la imprenta me corrigió todos los errores,
con lo cual mi relato perdió todo sentido, y le tomé
tal odio que ya no he querido después recogerlo en
libro.
Esto me recuerda lo que aconteció a José Moreno
Villa en cierto semanario mexicano. Para ilustrar un artículo
en que observaba el aspecto de barcos en resaca que ofrecen
las iglesias y las viejas mansiones de nuestra ciudad, a efectos
de los hundimientos causados por los terremotos y el subsuelo
blando -que los geólogos llamarían inmaturo-,
acompañaba una serie de fotografías que hacían
competencia a la torre de Pisa: campanarios fuera de plomada,
veletas torcidas, palacios con el zaguán gesticulante
o media ventana enterrada. Y el encargado de componer la página,
creyendo hacerlo muy bien recortó las fotos y las arregló
convenientemente, de modo que todo lo puso en equilibrio académico
y desbarató el efecto terrible de la realidad.
Y basta de anédotas en esta conversación con
ustedes. Esto nos lleva a formular este "sloka":
"Acércate a los que te llaman, pero retírate
a tiempo y da las gracias, porque es preferible cerrar la
boca antes de que tus oyentes comiencen a abrirla, a bostezar
y a contar las páginas de tu discurso."
Señores impresores, Continuad por donde vais. Cuidad
de que nada empañe ese espejo del alma nacional que
son nuestras artes gráficas. No permitáis que
aparezcan todos los días libros y periódicos
donde se escriben con "z" la palabra "través"
y la palabra "atravesar", y a "echar"
se le echa sobre las espaldas la horrible córcova de
una "h".
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"Ya
es conocido el caso de aquel libro en cuya última página
se quiso asentar una declaración orgullosa: "Este
libro no tiene erratas", y la fatalidad hizo que se pusiera
"eratas" en vez de "erratas".
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Los erratones
de Neruda
Mi amiguísimo Manuel Altoaguirre, poeta gentil de España,
que imprimió mi revista poética en Madrid, fue
un impresor glorioso...sin embargo, procreaba erratas y erratones,
y hasta llegó a colocarlas en la portada. A él,
a mi queridísimo Manuel Altoaguirre, pertenece aquella
proeza en el campo de los errores que contaré. Porque
se trataba de un rimbombante y melifluo rimador cubano, jacarandoso
como él solo, para quien y en muy pocos ejemplares
imprimió mi amigo una pequeña obra maestra tipográfica:
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¿Errores?, preguntó
el poeta.
Ninguno, contestó Altoaguirre
Pero al abrir el elegantísimo
impreso, se descubrió que allí donde el versista
había escrito: "Yo siento un fuego atroz que
me devora", el impresor había colocado su erratón:
"Yo siento un fuego atrás que me devora".
Jacarandoso autor y culpable impresor tomaron juntos una
lancha y sepultaron los ejemplares en medio de las aguas
de la bahía de La Habana. No pude hacer lo mismo
cuando una imprenta, en mi Crepusculario, en vez de besos,
lecho y pan, colocó, besos, leche y pan. Muchas veces
vi traducida a otros idiomas la erratísima y ese
milk me costaba lágrimas. Pero la edición
en español, donde apareció originalmente,
era piratesca y no pude dar con el editor para embarcarnos
en una lancha y arrojar a la bahía el erratón.
Conferencia de Alfonso Reyes en
México, 1.940, luego publicada en "La Prensa",
Buenos Aires, 1941. La experiencia literaria, Fondo de Cultura
Económica, México. Obras completas de Pablo
Neruda, Bruguera.
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ANATOMÍA
Y PATOLOGÍA
Hernando Hidrón Villa
CARDIOLOGÍA
Eduardo Escorcia Ramírez
CIRUGÍA
General
Mario Botero Betancur
Samuel Blanco Gómez
Oscar Gómez Botero
Jack Antonio Díaz Brito
Carlos Gutiérrez T.
Gustavo Giraldo Álzate
Hector Jurado Arenas
Hans Siegert Rodríguez
Oncología: Diego Gaviria Henao
Plástica: Jairo Gómez Echeverri
Vascular: Luis Gerardo Cadavid V.
Horacio Suárez Correa
Del Tórax: Lord Larry Posada Uribe
FISIATRÍA
Jorge Alberto Arías Henao
Luis Guillermo Vieira Angel
FISIOLOGIA
Domingo Caraballo Gracia
GASTROENTEROLOGIA
Alonso Galeano Múnera
Eugenio Sanín Fonnegra
GINECOLOGÍA Y OBSTETRICIA
Jairo Aristizábal Jaramillo
Luis Fernando Ceballlos V.
Carlos Escobar Gónima
Camilo Guerra Palacio
Juan Guillermo Londoño C.
Omar Armando Méndez Gallo
Simón Pedro Morales Gallego
César Ospina Arcila
Gloria Estella Penagos V.
María Irma Quevedo de G.
Gladys Adriana Vélez A.
MEDICINA INTERNA
Luis Gerardo Cadavid Gómez
Marcela Beatriz Ríos González
Sebastián Vélez Peláez
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LABORATORIO
Carlos Gonzalo Robledo Restrepo
Jaime Alberto Robledo Restrepo
NEUMOLOGíA
Fernando Bedoya García
Juan Rodrigo Ramírez
NEUROCIRUGÍA
Luis Carlos Cadavid Tobón
Adolfo Cumplido Posada
Jorge William González González
Carlos Alberto Ruiz Castaño
NEUROLOGÍA CLÍNICA
Camilo José Borrego Abello
OFTALMOLOGÍA
Margoth Cristina Ortíz Alvarez
Alba Cecilia Agudelo Arias
ORTOPEDIA Y TRAUMATOLOGÍA
Gustavo Álvarez Lopéra
Cesar Augusto Jiménez Rodríguez
León Mora Herrera
José Roberto López Cadavid
Juan José López Tamayo
Jaime Solarte Fernando
OTORRINOLARINGOLOGÍA
Ramiro Zuluaga Ruiz
PEDIATRIA
Adriana María Congote Martínez
RADIOLOGÍA
Luis Fernando Echeverri Bustamante
Germán Darío Osorio Arenas
Jairo Hernando Patiño Pacheco
TÉCNICAS DE VASCULAR
Ana Lorena Cordovez Shaw
Angela María Zapata Sánchez
UROLOGÍA
Andrés Rodrigo Jaramillo Durango
José Manuel Restrepo Echeverri
Hernando Santos Gaviria
Benjamín Trujillo Vargas
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