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Siendo como es, la ley más reglamentada, tergiversada
y manoseada de la historia colombiana, la Ley
100 del 23 de diciembre de 1993 devino en una norma confusa
e inaprensible, que a 15 años de expedida registra
un sistema de salud en jaque, en un punto de quiebre que
amenaza con convertirse en un punto de no retorno.
La Ley planteó en 1993 que los objetivos del
Sistema General de Seguridad Social en Salud son regular
el servicio público esencial de salud y crear condiciones
de acceso en toda la población al servicio en todos
los niveles de atención. Y que además
de los principios generales consagrados en la Constitución
Política, son reglas del servicio público
de salud, rectoras del Sistema General de Seguridad Social
en Salud las siguientes: Equidad, obligatoriedad, protección
integral; libre escogencia; autonomía de instituciones;
descentralización administrativa; participación
social; concertación; y calidad.
En los últimos años, rigurosas y documentadas
investigaciones demuestran que el sistema de salud creado
por la Ley 100 no es equitativo; que la obligatoriedad de
afiliación se la pasan por la faja tanto empleadores
como entes territoriales, directos responsables; que la
protección en salud no es integral, y que descuidó
o no implementó todas sus fases (educación,
información y fomento de la salud y la prevención,
diagnóstico, tratamiento y rehabilitación,
en cantidad, oportunidad, calidad y eficiencia); que la
libre escogencia no existe sino en el papel; que la autonomía
de las instituciones ha quedado en entredicho más
de una vez; que la descentralización administrativa
opera para algunos aspectos y para otros no (por ejemplo,
se delegan competencias pero no recursos); que la participación
social sigue siendo una utopía y que los usuarios
son convidados de piedra sin voz ni voto ni poder alguno
en el sistema de salud, al punto de ser apenas un número
en las estadísticas o ser útiles para justificar
cobros de atenciones nunca prestadas; que la concertación
sigue siendo una palabra bonita, que en la realidad del
sistema equivale a desarticulación y posiciones dominantes;
y que en calidad, el Estado no cuenta con los mecanismos
(e instituciones de control) suficientes y necesarios para
garantizar atención oportuna, personalizada,
humanizada, integral, continua y de acuerdo con estándares
aceptados en procedimientos y práctica profesional,
según reza la Ley.
También se ha demostrado que las aseguradoras e intermediarias
de la salud crecieron y se fortalecieron económicamente,
en tanto que las Instituciones Prestadoras de Servicios
de Salud (clínicas y hospitales especialmente), tuvieron
que entrar en una competencia que significó el cierre
o el debilitamiento para muchas de ellas. Y si los intermediarios
fueron los afortunados con la Ley 100, en la contraparte
quedaron además de las IPS, el personal que se desempeña
en el área de la salud y los usuarios. El talento
humano en salud perdió estatus y reconocimiento,
tanto económico, como social. Y los usuarios, razón
de ser del sistema de salud, han tenido que recurrir a los
estrados judiciales a reclamar su derecho a la vida, la
salud, la calidad de vida y la dignidad, que les reconoce
de hecho la Constitución y que procuraba materializar
la misma Ley 100.
Por eso esta vez, EL PULSO trae a sus páginas más
que la voz de los usuarios o de los actores o de las autoridades
del sistema de salud, la evidencia recogida en sesudas investigaciones
sobre aspectos generales o particulares del quinceañero
sistema de salud colombiano, donde se demuestra sin lugar
a duda ninguna, que este sistema y sus responsables incumplieron
su deber legal y constitucional de garantizar a los nacionales
el servicio esencial de salud a que tienen derecho, en observancia
de los principios y promesas de la Ley 100.
Y ante esa realidad contundente, volver a invitar una vez
más, a todos los actores del sector salud, a promover
y generar un amplio debate para encontrar salidas definitivas
a la sin salida en que se encuentra el sistema de salud
en este momento. ¿Cuáles serán esas
salidas? O, ¿será mejor intentar otro modelo,
acopiando el conocimiento de la experiencia aprendida?
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