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Reflexión del mes
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quién
tiene
amor por la humanidad,
tiene amor por
la ciencia

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Precepto Hipocrático
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No me digan que los médicos se fueron / no me
digan que no tienen anestesia / no me digan que las pinzas
se perdieron / y que el hilo de coser fue bordado en un mantel
/ no me digan que el alcohol se lo bebieron / que el estetoscopio
está de fiesta / que los rayos X se fundieron / y que
el suero ya se usó, para endulzar el café....
El Niágara en bicicleta, Juan Luis Guerra
Esta hermosa canción popular habla de la crítica
situación que enfrentan muchas instituciones de salud,
y de lo difícil y casi infructuoso que resulta nuestro
esfuerzo por superar tal situación: es como tratar
de cruzar un caudaloso río en una bicicleta... Aunque
no es tan dramática nuestra situación, sirve
de abrebocas para poner sobre la mesa una vez más que,
como bien señala una de las tristemente célebres
Leyes de Murphy, toda situación, por difícil
que sea, es susceptible de empeorar... y seguramente empeorará.
Por eso nuevamente conviene plantear que la austeridad, las
restricciones y hasta las medidas impopulares tal vez representen
el remedio amargo que hay que tomarse para tratar de sacar
adelante las instituciones en estos momentos críticos.
Las instituciones de salud no son ajenas a la actual crisis
del sistema, acelerada -más que propiciada- por la
reforma a la seguridad social, que cumplió 14 años
de presentada pero apenas cumplirá 12 años de
implementada... a medias, como suele suceder.
Por eso para introducirnos en el complejo campo de la contención
de costos, es menester empezar por justificar tal proceder.
La contención de costos no es en realidad una opción
sino un imperativo en una Institución Prestadora de
Servicios de Salud -IPS-, y sobre todo en nuestras actuales
circunstancias. Disminuir el gasto, minimizar el desperdicio,
racionalizar la inversión y controlar el uso de los
recursos institucionales son condiciones sine qua non, para
garantizar la viabilidad en el actual mercado de los servicios
de salud. Garantizar la calidad, ampliar el portafolio de
servicios, ofrecer valores agregados y optimizar la comunicación
con los clientes, son maneras adecuadas de propiciar el progreso
empresarial y de satisfacer las expectativas de los clientes
internos y externos.
Toda esta teoría, aplicada a una IPS, puede traducirse
en algunas alternativas que planteo a continuación,
con la esperanza de enriquecer el debate y no como un intento
de ofrecer soluciones teóricas mágicas -sacadas
del cubilete- a la problemática institucional.
Rompiendo paradigmas
Existen algunos supuestos básicos que bien podrían
ser reconsiderados como parte de este ejercicio. Tal vez el
principal tiene que ver con la aparente necesidad que tenemos
todos los actores del sistema de que haya enfermos para
todo el mundo. O sea, clientela asegurada para poder
seguir haciendo lo que mejor sabemos hacer: curar enfermos.
Es la evidente crisis de nuestro modelo asistencialista, que
hace agua, a pesar de que tengamos la certeza de que con nuestros
escasos recursos es imposible garantizar asistencia sanitaria
a toda la población.
Los aseguradores y hasta el mismo Estado siguen dándole
la espalda a la opción del modelo preventivo por múltiples
razones -algunas conocidas, otras parte de agendas ocultas-,
de suerte que hasta nuestros progresos en el campo de la salud
pública (otrora modelos para el país) se esfumaron,
con consecuencias que apenas ahora se avizoran catastróficas
(ej: el brote de fiebre amarilla, los inexcusables casos de
rabia, etc.).
Otro paradigma sostenido contra viento y marea -tercamente
apoyado en el anterior- es el relacionado con la productividad,
entendida como conjunto de actividades y procedimientos realizados
por unidad de tiempo y centro de producción, con la
equívoca concepción de que entre más
actividades se realicen, mayores recursos ingresarán
al sistema, en una mal entendida analogía con los principios
de la producción en serie.
Por tanto, y aunque parezca casi herético decirlo,
la contención de costos debería pasar por la
disminución de la productividad... de esa productividad
entendida como todo el conjunto de actividades realizadas,
aunque no efectivamente cobradas (o sólo en parte).
Es fácil hacer un parangón con una entidad financiera:
no es tan importante la cantidad de préstamos colocados
sino la calidad de la cartera. Una cartera sana es garantía
de verdadera productividad, una cartera morosa o irrecuperable
es sencillamente ruinosa.
El inconveniente mayor es que un banco puede darse el lujo
de castigar la cartera morosa y/o irrecuperable: las IPS no.
Al menos no en las actuales condiciones del sistema. Una disminución
selectiva de la productividad, que discrimine aquellos servicios
que reiteradamente devienen irrecuperables (v.g. un gran porcentaje
de los servicios facturados al subsidio a la oferta o aquellos
que son motivo de glosas reiteradas por parte de los aseguradores),
es una alternativa que no debería despreciarse.
Por esta razón, el primer y principal requisito de
inversión de cada peso de nuestros recursos debería
ser la garantía de recuperación de la inversión,
peso a peso, así el margen de ganancia fuera mínimo
o así nuestra única ganancia fuera la rentabilidad
social. Pero el primer paso es garantizar la subsistencia.
Eso es inobjetable.
Para garantizar que la recuperación será como
mínimo equivalente -peso a peso- a la inversión,
se debe contar con un depurado sistema de costos para tomar
decisiones comerciales -de mercadeo institucional- que no
atenten contra su sostenibilidad.
El otro requisito es, por supuesto, el conocimiento extenso
y preciso de la propia y verdadera capacidad productiva y
de la rentabilidad de esa producción... En los negocios
no bastan las buenas intenciones ni las proyecciones optimistas.
La política gerencial de puertas abiertas al mercado
representa una oportunidad de dar a cada quien lo que realmente
necesita y en la dosis conveniente, y no sólo lo que
el cliente cree que necesita (v.g. un paciente agudamente
enfermo de una virosis seguramente se beneficia más
de una consulta cuidadosa, integral, esmerada y con calidez,
que de una serie desordenada de reconsultas, interconsultas
y exámenes de control).
Se trata entonces de permitir el libre acceso de los usuarios
a las instituciones para acoger la demanda, y tener al tiempo
la privilegiada opción de modularla. Esto es, que tendríamos
una oportunidad de oro para asumir incluso responsabilidades
que otros han soslayado, pero que podrían brindarnos
ventajas comparativas, así como una opción de
servir de garantes de un mejor acceso al sistema para los
desprotegidos usuarios. Para esto existen algunas alternativas
muy llamativas, siendo la más importante el servir
de filtro para tal acceso. Ya veremos cómo hacerlo
de la mejor manera.
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Bioética
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A
propósito
de diciembre: la trascendencia de la familia
Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
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| El
mes de diciembre tuvo, hace ya algún tiempo, una connotación
de celebración familiar, de reunión de parientes
lejanos, de mensajes de unión, de amor, de amistad, pues
en este mes para la cultura occidental, las festividades centrales
son: la Inmaculada Concepción de María, la hija
de Joaquín y Ana, y el nacimiento del Niño Dios,
es decir, la celebración de la Maternidad de María,
la Inmaculada. |
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No obstante la materialización y la explotación
comercial de tan significativas solemnidades -especialmente
la de la Navidad-, el pesebre y los sentimientos que él
despierta siguen siendo símbolos importantes aún
desde el punto de vista simplemente humano, aunque, repito,
lastimosamente explotados con fines comerciales. Ambas festividades
nos permiten y nos invitan a reflexionar sobre la crisis que
padece la familia, especialmente la familia biológica,
reflexiones desde el punto de vista puramente antropológico,
pues los aspectos religiosos y teológicos no son de
mi incumbencia.
La familia es la base fundamental e insustituible de toda
sociedad humana, concepto reconocido aún por las concepciones
políticas materialistas de extrema derecha y de extrema
izquierda, que consideran que los hijos son pertenencia del
Estado. La realidad es que solamente la firme constitución
de la familia permite el progreso humano pleno de la comunidad;
en cambio, el deterioro de ésta es reflejo del menoscabo
de aquélla. La historia nos demuestra irrefutablemente
la certeza de esta verdad, cuando describe el derrumbamiento
de tantas culturas que en un momento dado se preocuparon más
de otros valores dejando de lado el fundamental: el centro
primordial de la formación del ser humano, la familia,
el hogar.
La familia inicia y marca toda la existencia del hijo, de
cada hijo, y en ella, sin que el resultado sea como el de
una ecuación matemática pues influyen otros
elementos, se encuentran factores que explican el fruto final,
bien por acción, bien por omisión. Esa familia,
bien estructurada, destrozada o incompleta; afectuosa, comprensiva,
rechazadora o violenta, generosa o mezquina, natural, legal
o substituta, imprime una fuerza dinámica decisiva
en el desarrollo del hijo y es responsable en gran medida
de su futuro como adulto humanamente constructivo o destructivo.
La sabiduría popular enseña, y la ciencia pedagógica
lo ratifica, que los hijos inician su educación o disciplina
cuando se educaron sus propios padres. Este concepto destaca,
sin duda, la influencia que el ambiente familiar y especialmente
las actitudes de los padres tienen en la formación
de los hijos en cuanto a su propia humanización, a
saber: la aceptación o el rechazo de las ineludibles
vicisitudes de toda vida humana, las expectativas de papá
y mamá frente a su propia existencia y a la de cada
hijo, su capacidad de absorber las inevitables frustraciones,
la alegría de vivir, la capacidad de amar y de expresar
ese amor, el respeto por «el otro» como persona,
etc.
Tales actitudes dejan profundas huellas que tarde o temprano
se manifiestan en la personalidad de los hijos como elementos
positivos o negativos. Es la lógica consecuencia del
papel que éstos, los padres, desempeñan en la
existencia de cada hijo: ellos llaman a la vida a ese hijo;
el ambiente propicio o no para su desarrollo desde la concepción
es obra de ellos en un alto porcentaje; papá y mamá
conforman generalmente la primera comunidad que comparte el
niño, y de ellos recibe -por sus actitudes-, las primeras
lecciones sobre lo que es vivir, cómo vivir y para
qué vivir.
Es evidente que si por cualquier circunstancia en el propio
hogar no se aprendió amor y respeto por el otro, amor
y respeto sumo por la vida desde la concepción hasta
su terminación natural, amor y respeto por la misión
de la maternidad, es muy posible que no se entienda por qué
se debe respetar la nueva vida aún en el vientre materno,
que se defienda el aborto con argumentos como la libertad
de la mujer para disponer de la vida que por cualquiera sea
el motivo se gestó en su vientre, y que por ende se
considere justo condenar a muerte al hijo que en nada participó
en la situación que desasosiega a la madre; y que con
igual raciocinio, se considere que la solución para
quien padece una enfermedad llamada terminal catastrófica
-en el lenguaje comercial de las EPS- sea eliminarlo -eutanasia-,
para que no cueste mucho económicamente a sus parientes
o a la sociedad, y que se pretenda disfrazar la acción
criminal con el argumento de la muerte piadosa
o el derecho de morir con dignidad. Otrosí,
que tampoco se entienda ni se respete el inalienable derecho
a la objeción de conciencia.
Sí, todo este triste panorama es el resultado de la
crisis que padece la institución antropológica
de la familia constituida hoy en algo desechable, al vaivén
de la ética del deseo, del concepto de la propia felicidad
aunque ésta, la propia felicidad, conlleve el sufrimiento,
la desorientación, la destrucción espiritual
y también material para otros que, quiérase
o no, son responsabilidad de quienes así actúan.
No es posible tener paz ni luchar exitosamente contra la corrupción
que corroe nuestra Nación, si no se recobra el valor
y el sentido verdaderamente humano de la familia, del hogar,
como primer formador de ciudadanos.
Nota: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-
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