MEDELLÍN, COLOMBIA, SURAMERICA No. 287 AGOSTO DEL AÑO 2022 ISNN 0124-4388
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Por muchos siglos la medicina se ha encargado de atacar los síntomas de las enfermedades y de crear de la mano de la industria farmacéutica los medicamentos necesarios para inhibir el dolor, para destruir los tumores o para evadir las molestias que causan los padecimientos.
Se ha creído que es natural que el cuerpo se desgaste y que con el tiempo llegan enfermedades como la artritis, la hipertensión, la fibromialgia y hasta el cáncer; que es normal que el cuerpo se contagie de virus… Pero en las últimas décadas han surgido especialistas con un enfoque diferente, que quieren entender cómo es que funciona el cuerpo, cuáles son los estímulos equivocados que se le envían, como una mala alimentación, exceso de medicamentos, mucho estrés o sedentarismo, y cuáles cosas hay que cambiar para que el organismo funcione de una forma más armónica en sus tres componentes: mente, cuerpo y espíritu.
En 1990, Jeffrey Bland creó el concepto de Medicina Funcional como una disciplina que unía el progreso en ciencias médicas básicas con experiencia en medicina clínica para abordar los problemas crecientes asociados con las enfermedades crónicas y agudas.
Bland y su esposa Susan crearon el Instituto de Medicina Funcional en Estados Unidos y lo concibieron con un enfoque de biología de sistemas para la prevención y el manejo de enfermedades crónicas utilizando herramientas apropiadas, incluyendo nutrición, estilo de vida, ejercicio, ambiente, terapias estructurales, cognitivas, emocionales y farmacéuticas para satisfacer las necesidades individuales de los pacientes.
Con el tiempo ese concepto ha ido teniendo modificaciones con nuevos hallazgos y al incorporarse con la cultura de los diferentes países.
El modelo de medicina funcional es un enfoque individualizado, centrado en el paciente y basado en la ciencia, que permite a los pacientes y profesionales trabajar juntos para abordar las causas subyacentes de la enfermedad y promover un bienestar óptimo. Y de acuerdo con Instituto colombiano de Medicina Funcional, esta especialidad “requiere de una comprensión detallada de los factores genéticos, bioquímicos y de estilo de vida de cada paciente y aprovecha esos datos para dirigir planes de tratamiento personalizados que conduzcan a mejores resultados para el paciente”.
Al cuerpo usualmente le ocurren dos fenómenos, que en medicina funcional se explican como depresión o inflamación, y de ahí vienen los grandes problemas de salud que se conocen como: diabetes, artritis, cáncer, enfermedades del corazón, depresión, hipotiroidismo, asma, entre otras.
Según su lógica, al abordar la causa raíz, en lugar de los síntomas, los profesionales se orientan a identificar la complejidad de la enfermedad. Pueden encontrar que una condición tiene muchas causas diferentes y, de la misma manera, una causa puede dar lugar a muchas condiciones diferentes. Como resultado, el tratamiento de Medicina Funcional se dirige a las manifestaciones específicas de la enfermedad en cada individuo.
La Fundación René Quintón, de España, explica que “la medicina funcional pretende mantener o restablecer la integridad celular por medio del equilibrio del medio interno, aportando a este los elementos que requiere de forma proporcionada la célula en su desarrollo”.
De hecho, uno de los factores que más se cuida en este método es la alimentación. El doctor Carlos Jaramillo es el colombiano más famoso que aplica la medicina funcional, autor de los best seller “El milagro metabólico”, “El milagro antiestrés y Como”, en los que explica el impacto negativo que tienen en el organismo humano, alimentos como el azúcar, los carbohidratos, los lácteos, e incluso los jugos de frutas y, en cambio, promueve alimentaciones basadas en vegetales, proteínas animales, frutos secos, aceites saludables como los de oliva, coco o aguacate, algunas frutas, café, té y agua.
Su concepto es “hacer de la comida una estrategia terapéutica”, y su sistema de enseñanza ha funcionado: ha vendido más de 300.000 copias de sus libros, ha sido el único autor colombiano en poner dos libros en el listado de los más vendidos en un año, en la posición 1 y 2, y cuenta con 1,1 millones de seguidores en Instagram y 1,5 millones en Facebook y además recientemente fue vinculado como videocolumnista en la Revista Semana, por lo que su opinión es ampliamente escuchada.
Todo este boom que ha causado Jaramillo en Colombia ha hecho que la gente se pregunte cada vez más si lo que está comiendo, si lo que está haciendo en su día a día, o lo que está dejando de hacer es lo que lo hace enfermarse, como él mismo dice “lo mejor de la medicina es enseñarle a la gente a no necesitarla”.
El doctor Jaramillo también promueve la meditación y el ejercicio que permitan una mayor concentración, armonía y flexibilidad.
Jaramillo fundó y actualmente dirige el Instituto de Medicina Funcional en Bogotá y junto a otros profesionales aplica las enseñanzas de los doctores Mark Hyman (chairman del Instituto de Medicina Funcional), Stanley Dudrick (creador de la nutrición parenteral), David Perlmutter (neurólogo funcional), David Ludwig (endocrinólogo de la Universidad de Harvard) y por supuesto Jeffrey Bland, entre otros.
Tanto ha sido el interés de este concepto en el país que a principios de julio se realizó en Bogotá el curso Internacional de Medicina Funcional titulado Aplicando la Medicina Funcional a la Práctica Clínica AFMCP, con expositores de Estados Unidos, Canadá y Colombia.
Luego de que saliera al mercado el primer libro de Jaramillo, “El milagro metabólico”, varios nutricionistas, especialistas, médicos e incluso desde la industria de alimentos no tardaron en tildarlo de charlatán.
De acuerdo con sus críticos, Jaramillo estaba satanizando el azúcar, las frutas y los carbohidratos y estaba causando un miedo exagerado en la población, pues asemejaba estos alimentos al veneno. Él les ha salido al paso explicando que el problema no es el azúcar per se, sino la cantidad que se consume, y que actualmente la industria de alimentos ha llenado sus productos de azúcar para darles una mayor palatabilidad, y entonces se hace muy difícil cumplir con el requerimiento sin excederlo, con lo que están promoviendo una epidemia de obesidad, de síndrome metabólico y de diabetes.
Las críticas no solo se dan en Colombia, científicos en todo el mundo también han encontrado huecos en la propuesta de la medicina funcional, especialmente llamándola “alternativa” con el interés de restarle seriedad y profundidad, incluso dicen que como Bland no es médico, sino químico, no sabe de lo que habla.
El médico Wallace Sampson, en Estados Unidos, demandó repetidamente a los colegas que practicaban la medicina funcional, argumentando fraude a los pacientes y tachándolos públicamente de brujos.
Aun así, la medicina funcional lleva 30 años sumando seguidores y miles de pacientes en el mundo aseguran que han logrado superar sus enfermedades y reconciliarse con el que un día fue un cuerpo maltrecho gracias a este método.
Obviamente, la medicina funcional está lejos de hacer parte del plan de beneficios en salud en Colombia, por lo que su aplicación seguirá siendo, al menos, por un buen rato, de forma particular y del bolsillo de cada interesado.
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