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Ya nadie cree que con las herramientas actuales con que
está configurado el Sistema General de Seguridad
Social en Salud, sea posible alcanzar lo que en esencia
significa el tan anhelado concepto de Salud para Todos.
Ya se ha demostrado suficientemente, en primer lugar por
la realidad, pero también en foros y en escritos,
incluso de organismos internacionales, que el sueño
de tener cobertura total en el período que se estableció
por el propio sistema, no fue posible.
Pero sin entrar a cuestionar en este momento el sistema
vigente, hay que admitir que ni la prevención, ni
las acciones de atención primaria, que con seguridad
son estrategias valiosas para aproximar la salud a las gentes,
son una fortaleza de su concepción y ni siquiera
un subproducto de su ejercicio.
Por todas las razones suficientemente conocidas, el sistema
hoy por hoy resultó siendo de corte meramente asistencialista
y de propósitos esencialmente reparadores.
Esto lo debemos tomar como una característica, si
se quiere operativa, pero para los intereses un análisis,
no es una ventaja ni una desventaja del sistema. Vistas
las cosas así y constatado este vacío, salta
de inmediato la necesidad de que se den y se fortalezcan
acciones complementarias en el campo de la atención
primaria. Esta es una senda que tarde o temprano debe tomar
América Latina como una vía que le permitirá
reducir los costos en salud, por disminución a mediano
plazo de la demanda al impactar sobre los factores manejables
de riesgo, pero también, como una manera de optimizar
los limitados recursos de que disponen todos los pueblos
que componen la región.
No obstante que es claro que el actual corte del sistema
de seguridad social no favorece desde sus adentros la atención
primaria, si se puede pensar en integrarle los principios
y valores de esta estrategia, para elevar de manera positiva
las posibilidades de su impacto. Esto incluiría la
necesidad de fortalecer la regulación estatal de
los actores del sistema, la descentralización y capacidad
de rectoría de los entes territoriales, robustecer
el papel de la salud pública y la atención
con enfoque familiar y comunitario, la formación
del recurso humano con énfasis en salud pública
y medicina familiar, la garantía del acceso integral
de la población a la atención, la participación
social y la acción intersectorial por la salud.
Lo de la Atención Primaria en Salud no es sólo
asunto de economía; es más que eso; es sobre
todo, asunto de justicia y de responsabilidad de los pueblos
consigo mismos.
Tampoco la atención primaria se refiere al tema de
ofrecer servicios tibios o de segunda categoría o
sólo para los pobres. Nada de eso; se trata fundamentalmente
de complementar con mirada más integral desde la
salud, lo que ya se tiene, y de disponer de una herramienta
para brindar las mejores oportunidades de tener una vida
sana a la población.
En esta región del mundo se plantean cinco importantes
desafíos: garantizar el estatuto de ciudadanía
y la universalización del acceso, a la vez que priorizar
la salud de los grupos menos privilegiados y la re-ducción
de las desigualdades en salud. Mejorar la salud de la población
con reducción de la mortalidad materna e infantil,
aumentando la esperanza de vida y mejorando la calidad de
vida. Alcanzar una atención en salud que deje satisfechos
a los individuos, familias y comunidades, y donde participen
todos ellos. El desarrollo articulado de los distintos proveedores
de salud. Y el fortalecimiento de la infraestructura y capacidades
institucionales para el desempeño adecuado de las
funciones esenciales de salud pública.
La Atención Primaria en Salud se vislumbra como una
estrategia capaz de reorganizar los servicios de salud y
sacar a actores tan importante como EPS, ARS y entes territoriales
de su círculo reverberarte -pro-piciado por el propio
sistema y por la tendencia asistencialista como forma de
ejercicio de la medicina- manifestado por los pocos progresos
en reducción de inequidades; por el bajo impacto
obtenido por las prácticas de la asistencia en salud;
por el difícil acceso y forma de ofrecer y utilizar
los servicios; por la baja atención de la masa de
población pobre no asegurada; y por el bajo rendimiento
de los recursos disponibles.
El sistema de seguridad social tal cual está, se
ve desgastado y progresivamente ineficiente. Hacer un replanteamiento
total no parece práctico ni económico, pero
si se hace urgente incorporarle instrumentos eficaces que
satisfagan las necesidades de la población en asuntos
de fondo y que a la vez ofrezcan la viabilidad necesaria
para no tener que tirar por la borda cerca de 12 años
de ires y venires, pero sobre todo de insatisfacciones y
altos sacrificios que a todos nos han costado muy caro,
medido tanto en términos de vidas como económicos.
El asistencialismo no es suficiente; el asistencialismo
es rutinario y por lo que él entraña, tiende
a ser económicamente insostenible. No es, por supuesto,
despreciable, por el contrario, es de gran valor; pero es
cierto que desde su perspectiva individual y correctiva,
no logra impactar de manera sensible los indicadores de
salud ni de calidad de vida de los pueblos. Ahí es
cuando la estrategia de atención primaria aparece
como herramienta valiosa y renovadora.
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