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Navidad en la cultura
José
Xedroc, escritor y salubrista - elpulso@lhospital.org.co |
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Hace poco más
de diez años el escritor Desmond Morris anotaba que
"aunque oficialmente la Navidad es la celebración
del nacimiento de Cristo, casi nada de lo que hacemos durante
las festividades navideñas tiene la más mínima
conexión con la cristiandad y menos aún con
el arribo del niño Jesús. Salvo los oficios
religiosos y las escenas de la natividad, casi todo lo demás
surge de las antiguas prácticas paganas, o es el resultado
de modernas innovaciones comerciales".
Tal vez es por haber obtenido de manera relativamente reciente
la conciencia sobre las prácticas sincréticas
de nuestra religiosidad, que se ha venido haciendo cada vez
más popular el tema de los verdaderos orígenes
de las prácticas navideñas: Que el año
probable del nacimiento de Cristo es 6 u 8 años antes
de iniciar nuestra era (y que no tenemos año cero por
cuenta de la imperante arimética latina del medioevo
europeo), que la fecha de nacimiento es totalmente incierta,
que se adoptó una fecha pagana (solsticio de 
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invierno, nacimiento
del Sol) para ganar adeptos y que de allí se deriva
la costumbre de encender luces -antes antorchas- en estas
festividades, que la imagen delMaría se corresponde
con la de Isis madre virgen de Horus (dioses egipcios), que
la estrella de Belén fue tal vez un fenómeno
astronómico mitificado. Y que quizás la única
costumbre enteramente cristiana de la Navidad es la del pesebre,
instituido por San Francisco de Asís. En fin, la idea
aquí es pasar de lo antropológico a lo cultural,
pero siempre es del caso discernir la fuente pagana de nuestras
creencias para validar el sentido de ciertas inspiraciones
artísticas nacidas en la Navidad.
Narraciones de Navidad
El inglés Charles Dickens es el autor del cuento de
nochebuena más popular de nuestros tiempos, Canción
de Navidad (1843) que presenta a un hombre rico y avaro
(Scrooge) que en vísperas de Navidad es visitado por
cuatro fantasmas, el de su fallecido socio y luego
sucesivamente por los fantasmas de las navidades pasadas,
presentes y futuras. Estos seres le revelarán lo que
ha sido, es y será su vida, haciéndole ver la
necesidad de un cambio radical: El hombre aprende entonces
a reír. Sobre este cuento y sus variaciones se ha excedido
la televisión gringa (la misma nuestra), melodramatizando
sin compasión, implantando el raro híbrido cultural
de una navidad blanca en nuestro trópico, con barbaridades
como productos en aerosol que imitan nieve y muñequitos
arios de barba blanca en trineos que suplantan nuestro mestizo
niño Dios.
En El Cascanueces (1816) del romántico
alemán E.T.A. Hoffmann, una niña espera junto
a su hermano la llegada del Niño Jesús. Cuando
sus padres abren la puerta del salón, se encuentran
ante un árbol de Navidad iluminado por cientos de velitas
y cargado de los juguetes y golosinas más estupendos
que pueden imaginar. El padrino de ambos construyó
un fabuloso castillo por el que pasean y danzan elegantes
damas y caballeros. Su hermano ha recibido un astuto zorro
rojo y un batallón de húsares con espadas y
caballos de plata. Y la niña se enamora del último,
escondido bajo el árbol: Cascanueces.
Entretanto, Agatha Christie en Navidades trágicas
presenta un anciano riquísimo con un extraño
y despótico carácter que en Navidad consigue
reunir a toda su familia: sus tres hijos casados con sus esposas,
otro hijo ausente durante años y una nieta, a la que
ni siquiera conocía. Por supuesto, al anciano lo asesinan
y Poirot descubre al criminal.
Los cuentistas infantiles también han tomado tema de
la Navidad y siempre se evocan Hansel y Grettel
de los hermanos Grimm y La niña de los fósforos
de Hans Christian Andersen. Otro libro clásico que
recreó la navidad fue El gigante egoísta
de Oscar Wilde. En tiempos más recientes han tomado
el tema Ciro Alegría con Navidad en los Andes,
Truman Capote, Blasco Ibáñez o el tan popular
Tolkien.
Música navideña: Los villancicos
Villancico en la España medieval significaba algo así
como cancioncilla de villanos, o sea, de gente
de las villas, del pueblo, y era un equivalente de la "chanson"
francesa o a la "villanela" italiana. Los evangelizadores
aprovecharon desde hace siglos esta expresión popular
para llevar su mensaje y es así que los primeros villancicos
religiosos aparecen. En el siglo XIII los villancicos se extienden
por todo el mundo junto con los pesebres de San Francisco
de Asís y llegan a Latinoamérica en el siglo
XVII. Desde el siglo XIX el nombre ha quedado exclusivamente
para los cantos populares que hablan del misterio de la Navidad
y se cantan con acompañamiento de instrumentos musicales
populares.
Noche de Paz es uno de los más famosos.
La letra fue ideada por el padre José Mohr basada en
un pasaje de San Lucas y su música es del padre Francisco
Javier Guber. Fue compuesto en un pueblito de los Alpes austríacos
en la nochebuena de 1818.
En nuestro medio es bien recordado El Tamborilero,
compuesto a edad muy temprana por el cantante popular español
Raphael.
Cine navideño reciente
Dentro de las películas que se recuerdan más
en nuestro medio, además de las infantiles, imperan
las plañideras, y de comedia gringa. Se recuerdan:
Milagro en la calle 34, Mi pobre angelito,
Un cuento de navidad (otro, mejor dicho), El
Grinch, Rodolfo, el reno de nariz roja,
Gremlins o Navidad con los Muppets.
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El árbol frondoso de la
literatura navideña
Hernando
Guzmán Paniagua - elpulso@elhospital.org.co |
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La literatura navideña es casi tan vieja como el Niño
Jesús. Nadie sabe cuánta tinta ha corrido desde
que San Mateo y San Lucas escribieron sus relatos sobre el nacimiento
de Cristo. Desde ellos y los cronistas del imperio romano hasta
Tolkien en el siglo XX y los autores que bajamos hoy de internet,
pasando por los Evangelios Apócrifos y los poetas renacentistas,
el hombre ha visto en la navidad y sus símbolos un bello
motivo para la creación literaria.
Las letras alusivas a la navidad abarcan géneros diversos,
como el cuento, la novela, la historia, el ensayo, el teatro,
la poesía, la filosofía y la teología.
Los autos sacramentales del medioevo, primitivo
teatro español, recrean los misterios religiosos, entre
ellos la natividad. Como contraparte de los misterios canónicos,
surgieron los denominados misterios bufos, parodias
populares entre lo piadoso y lo satírico. Dicho espíritu
irreverente lo revive en el siglo XX el dramaturgo italiano
Darío Fo (Premio Nóbel) en su obra |
Misterio bufo, donde
narra graciosamente la matanza de los santos inocentes, entre
otros episodios. Del medioevo son también muchos poemas
y letras de villancicos, generalmente anónimos, sobre
la nochebuena. El Renacimiento remoza las letras de navidad,
sobre todo las que están al servicio de la música.
Sobresalen villancicos y motetes al lado de profanos madrigales.
La tradición de trovadores y juglares enriquece el repertorio.
De la vasta producción sobreviven con mayor fuerza en
el imaginario colectivo los autores de los siglos XIX y XX y
algunos del XVIII. Dar muestras de este infinito universo literario
es casi discriminatorio. Por concesión a los escritores
clásicos consagrados por el público, son admirables
Una canción de navidad de Charles Dickens,
cumbre del género, Cascanueces y el rey de los
ratones de Ernest Theodor Amadeus Hoffmann, Hansel
y Gretel y Cuentos infantiles del hogar de
los hermanos Grimm, La niña de los fósforos
y El soldadito de plomo de Hans Christian
Andersen, El gigante egoísta de Oscar Wilde,
entre otros. También autores universales para adultos
como Agatha Christie con sus Navidades trágicas,
Truman Capote con varios cuentos, Vicente Blasco Ibáñez
con El premio gordo, Emilia Pardo Bazán con
Instinto, Benito Pérez Galdós con
La mula y el buey, Gustavo Adolfo Bécquer
con Maese Pérez el Organista, Tolkien con
Cartas de Papá Noel, Morris West con Las
sandalias del pescador, y muchos otros cultores de la
narrativa. |
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Desde San Lucas hasta Tolkien, el hombre
ha visto en la navidad un bello motivo para la creación
literaria.
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| En los campos
de la biografía novelada, el ensayo filosófico
y moral, la investigación científica y géneros
afines se destacan el Nóbel José Saramago con
El Evangelio según Jesucristo, Isaac Asimov
con dos volúmenes sobre el antiguo y el nuevo testamento
y el marxista Carlos Kautsky con Orígenes y fundamentos
del cristianismo, tres visiones profundamente humanas
de la historia sagrada. Colombia y Antioquia también
son grandes canteras de literatura navideña. Dignos ejemplos
son Don Tomás Carrasquilla, Francisco de Paula Rendón,
Efe Gómez y Manuel Mejía Vallejo, entre otros,
con historias |
y personajes tan terrígenos
como universales. Igual pasa con El niño que no
recibía regalos y otros cuentos de Daniel Samper
Pizano, o con cuentos de los nadaístas Gonzalo Arango
(La estrella de Belén brilla en el exilio),
Jotamario Arbeláez (Navidad a las diez horas)
y Eduardo Escobar. Existe una pléyade de cuentistas y
periodistas que escribieron sobre el tema.
Gran aporte a la historia de Medellín es la crónica
de Jorge Bravo Betancur, El Niño Dios nacía
en San Benito. Otros valores fueron descubiertos en concursos,
como los de la Secretaría de Educación y Cultura
de Antioquia, Finsocial de Medellín y el Instituto Distrital
de Cultura y Turismo de Bogotá. |
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Esta noche
dan el aguardiente libre en el cielo y todos los angelitos
toman
Carrasquilla
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| La literatura de
navidad, especialmente la infantil, está habitada por
niños pobres, abuelos bonachones, animales tiernos y
fieles, espíritus malignos, hadas y personajes estrafalarios,
segregados o raros. En este bestiario abundan la marginalidad,
los suburbios, la exclusión social, la injusticia, la
bondad, la pureza y por supuesto, el milagro como toque sobrenatural.
Un mundo de contrastes fuertes, como pobreza-opulencia, visión
local del misterio bíblico. Así, el Dios pobre
que nació en un pesebre, es realidad para el hombre de
cualquier época. |
Una canción
de navidad
La obra clásica más trascendental del
género es Una canción de navidad de
Charles Dickens, que además de pintar con genialidad
los valores de la navidad, es un hito en la novela urbana que
recrea la pobreza y la injusticia social. Del prodigioso relato
sobre la metamorfosis del avaro Scrooge hacia un ser amoroso
y vital, mediante la magia del espíritu navideño,
veamos primero el viejo pensamiento del protagonista: ¡Felices
Navidades! No me vengas con cuentos. ¿Qué significa
la navidad para ti, sino el momento de pagar facturas sin tener
dinero para ello; una ocasión para sentirse más
viejo y ni una hora más rico; un motivo para saldar tu
contabilidad y comprobar que durante doce meses completos, cada
una de sus partidas ha estado arruinándote? Si pudiese
imponer mi voluntad -clamó indignado Scrooge- le obligaría
a consumirse con su propio budín y a que le enterraran
con una estaca de acebo atravesada en su corazón. |
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Me siento
tan ágil como una pluma, soy tan feliz como un ángel
Dickens
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| En el final del
libro Dickens muestra así la transformación del
personaje: ¡Viviré en el pasado, en el presente
y en el futuro! -repetía Scrooge bajando de la cama-.
Los espíritus de los tres han hecho todos los esfuerzos
posibles dentro de mí. ¡Oh, Jacob Marley! ¡El
cielo y las navidades sean benditos por ello!. Y agrega
más adelante: Me siento tan ágil como una
pluma, soy tan feliz como un ángel; me invade la alegría
como si fuera un escolar; me siento tan ligero de cascos como
si estuviera ebrio. ¡Alegres navidades a todos! ¡Feliz
año nuevo a todo el mundo!. |
La vendedora
de fósforos
Clásico de inefable belleza es el cuento de Andersen
La vendedora de fósforos, que además
sirvió de inspiración a Víctor Gaviria
en Colombia para su película La vendedora de rosas.
El gran literato de Dinamarca empieza así su cuento:
Hacía un frío terrible. Nevaba y la noche
se acercaba. Era Nochebuena. En medio de aquel frío y
aquella oscuridad, una pobre niña pasó por la
calle con la cabeza y los pies desnudos. Después
de no poder vender una cerilla, de intentar calentarse con sus
fósforos, de soñar con una apetitosa cena navideña,
la historia tiene este desenlace: Cuando llegó
el nuevo día, la niña seguía sentada entre
las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios.
¡Había muerto de frío en Nochebuena! El
sol iluminó a aquel tierno ser que apretaba la caja de
cerillas. -¡La pobrecita quiso calentarse!- dijo alguien.
Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto,
ni en medio de qué resplandor había entrado con
su anciana abuela en el reino de los cielos.
Cascanueces y el rey de los ratones
Hoffmann escribió El Cascanueces y el rey
de los ratones, clásico universal navideño
y de la literatura fantástica. Una nochebuena rusa los
juguetes cobran vida y se traban en feroz batalla con un ejército
de roedores. La pendencia y el reino maravilloso de los dulces
sirvieron a Tchaikovsky para uno de sus famosos ballets.
La navidad en la mina
Don Tomás Carrasquilla, apoteosis de la lengua
castellana en Colombia, fue gran relator de la navidad antioqueña.
El siguiente fragmento corresponde a su cuento La navidad
en la mina, que recrea las antiguas nochebuenas del nordeste:
Ignacita, en medio de las novenas y las jornadas, tiene
que andarse en mil conciliábulos con los despensores
y toda la aristocracia del hollín para aquella nochebuena
con que la Empresa obsequia a la peonada y la pobrecía.
Eso sí es la epopeya del buñuelo y la natilla.
Cuáles lotes sean en especie, cuáles preparados,
lo sabrá Ignacita por inspiración del Espíritu
Santo. Por eso están aquellos tres cochinos que se revientan
de gordos; para eso las dos cargas de quesitos sanvicenteños,
las tres maletadas de huevos, las cumbres de panela, los almudes
de maíz capio y amarillo. Casualmente que la natilla
de quesito les gusta más que la de leche. Hartos platones
y bateas se han comprado en estos días para que en ellos
se endurezca y amolde la más sabrosa de todas las
comidas de la tierra, según Gutiérrez González.
Haga usted el cálculo.
Podemos concluír estas consideraciones sobre la presencia
de la navidad en la literatura con palabras del mismo cuento
de Carrasquilla, que resumen el espíritu de la fiesta
decembrina: -No se confunda Angelina, replica Marto-.
Deje a José que se lo eche bien grande. Esta noche dan
el aguardiente libre en el cielo y todos los angelitos toman
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| 400
años de Don Quijote
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| El último
consejo de Sancho a su amo |
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¡Ay! -respondió
Sancho, llorando-: no se muera vuestra merced, señor
mío, sino tome mi consejo y viva muchos años,
porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida
es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie
le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía.
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