MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 87  DICIEMBRE DEL AÑO 2005    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Navidad en la cultura
José Xedroc, escritor y salubrista - elpulso@lhospital.org.co
Hace poco más de diez años el escritor Desmond Morris anotaba que "aunque oficialmente la Navidad es la celebración del nacimiento de Cristo, casi nada de lo que hacemos durante las festividades navideñas tiene la más mínima conexión con la cristiandad y menos aún con el arribo del niño Jesús. Salvo los oficios religiosos y las escenas de la natividad, casi todo lo demás surge de las antiguas prácticas paganas, o es el resultado de modernas innovaciones comerciales".
Tal vez es por haber obtenido de manera relativamente reciente la conciencia sobre las prácticas sincréticas de nuestra religiosidad, que se ha venido haciendo cada vez más popular el tema de los verdaderos orígenes de las prácticas navideñas: Que el año probable del nacimiento de Cristo es 6 u 8 años antes de iniciar nuestra era (y que no tenemos año cero por cuenta de la imperante arimética latina del medioevo europeo), que la fecha de nacimiento es totalmente incierta, que se adoptó una fecha pagana (solsticio de
invierno, nacimiento del Sol) para ganar adeptos y que de allí se deriva la costumbre de encender luces -antes antorchas- en estas festividades, que la imagen delMaría se corresponde con la de Isis madre virgen de Horus (dioses egipcios), que la estrella de Belén fue tal vez un fenómeno astronómico mitificado. Y que quizás la única costumbre enteramente cristiana de la Navidad es la del pesebre, instituido por San Francisco de Asís. En fin, la idea aquí es pasar de lo antropológico a lo cultural, pero siempre es del caso discernir la fuente pagana de nuestras creencias para validar el sentido de ciertas inspiraciones artísticas nacidas en la Navidad.
Narraciones de Navidad
El inglés Charles Dickens es el autor del cuento de nochebuena más popular de nuestros tiempos, “Canción de Navidad” (1843) que presenta a un hombre rico y avaro (Scrooge) que en vísperas de Navidad es visitado por cuatro “fantasmas”, el de su fallecido socio y luego sucesivamente por los fantasmas de las navidades pasadas, presentes y futuras. Estos seres le revelarán lo que ha sido, es y será su vida, haciéndole ver la necesidad de un cambio radical: El hombre aprende entonces a reír. Sobre este cuento y sus variaciones se ha excedido la televisión gringa (la misma nuestra), melodramatizando sin compasión, implantando el raro híbrido cultural de una navidad blanca en nuestro trópico, con barbaridades como productos en aerosol que imitan nieve y muñequitos arios de barba blanca en trineos que suplantan nuestro mestizo niño Dios.
En “El Cascanueces” (1816) del romántico alemán E.T.A. Hoffmann, una niña espera junto a su hermano la llegada del Niño Jesús. Cuando sus padres abren la puerta del salón, se encuentran ante un árbol de Navidad iluminado por cientos de velitas y cargado de los juguetes y golosinas más estupendos que pueden imaginar. El padrino de ambos construyó un fabuloso castillo por el que pasean y danzan elegantes damas y caballeros. Su hermano ha recibido un astuto zorro rojo y un batallón de húsares con espadas y caballos de plata. Y la niña se enamora del último, escondido bajo el árbol: Cascanueces.
Entretanto, Agatha Christie en “Navidades trágicas” presenta un anciano riquísimo con un extraño y despótico carácter que en Navidad consigue reunir a toda su familia: sus tres hijos casados con sus esposas, otro hijo ausente durante años y una nieta, a la que ni siquiera conocía. Por supuesto, al anciano lo asesinan y Poirot descubre al criminal.
Los cuentistas infantiles también han tomado tema de la Navidad y siempre se evocan “Hansel y Grettel” de los hermanos Grimm y “La niña de los fósforos” de Hans Christian Andersen. Otro libro clásico que recreó la navidad fue “El gigante egoísta” de Oscar Wilde. En tiempos más recientes han tomado el tema Ciro Alegría con “Navidad en los Andes”, Truman Capote, Blasco Ibáñez o el tan popular Tolkien.
Música navideña: Los villancicos
Villancico en la España medieval significaba algo así como “cancioncilla de villanos”, o sea, de gente de las villas, del pueblo, y era un equivalente de la "chanson" francesa o a la "villanela" italiana. Los evangelizadores aprovecharon desde hace siglos esta expresión popular para llevar su mensaje y es así que los primeros villancicos religiosos aparecen. En el siglo XIII los villancicos se extienden por todo el mundo junto con los pesebres de San Francisco de Asís y llegan a Latinoamérica en el siglo XVII. Desde el siglo XIX el nombre ha quedado exclusivamente para los cantos populares que hablan del misterio de la Navidad y se cantan con acompañamiento de instrumentos musicales populares.
“Noche de Paz” es uno de los más famosos. La letra fue ideada por el padre José Mohr basada en un pasaje de San Lucas y su música es del padre Francisco Javier Guber. Fue compuesto en un pueblito de los Alpes austríacos en la nochebuena de 1818.
En nuestro medio es bien recordado “El Tamborilero”, compuesto a edad muy temprana por el cantante popular español Raphael.
Cine navideño reciente
Dentro de las películas que se recuerdan más en nuestro medio, además de las infantiles, imperan las plañideras, y de comedia gringa. Se recuerdan: “Milagro en la calle 34”, “Mi pobre angelito”, “Un cuento de navidad” (otro, mejor dicho), “El Grinch”, “Rodolfo, el reno de nariz roja”, “Gremlins” o “Navidad con los Muppets”.
 
El árbol frondoso de la literatura navideña
Hernando Guzmán Paniagua - elpulso@elhospital.org.co
La literatura navideña es casi tan vieja como el Niño Jesús. Nadie sabe cuánta tinta ha corrido desde que San Mateo y San Lucas escribieron sus relatos sobre el nacimiento de Cristo. Desde ellos y los cronistas del imperio romano hasta Tolkien en el siglo XX y los autores que bajamos hoy de internet, pasando por los Evangelios Apócrifos y los poetas renacentistas, el hombre ha visto en la navidad y sus símbolos un bello motivo para la creación literaria.
Las letras alusivas a la navidad abarcan géneros diversos, como el cuento, la novela, la historia, el ensayo, el teatro, la poesía, la filosofía y la teología. Los “autos sacramentales” del medioevo, primitivo teatro español, recrean los misterios religiosos, entre ellos la natividad. Como contraparte de los misterios canónicos, surgieron los denominados “misterios bufos”, parodias populares entre lo piadoso y lo satírico. Dicho espíritu irreverente lo revive en el siglo XX el dramaturgo italiano Darío Fo (Premio Nóbel) en su obra
“Misterio bufo”, donde narra graciosamente la matanza de los santos inocentes, entre otros episodios. Del medioevo son también muchos poemas y letras de villancicos, generalmente anónimos, sobre la nochebuena. El Renacimiento remoza las letras de navidad, sobre todo las que están al servicio de la música. Sobresalen villancicos y motetes al lado de profanos madrigales. La tradición de trovadores y juglares enriquece el repertorio.
De la vasta producción sobreviven con mayor fuerza en el imaginario colectivo los autores de los siglos XIX y XX y algunos del XVIII. Dar muestras de este infinito universo literario es casi discriminatorio. Por concesión a los escritores clásicos consagrados por el público, son admirables “Una canción de navidad” de Charles Dickens, cumbre del género, “Cascanueces y el rey de los ratones” de Ernest Theodor Amadeus Hoffmann, “Hansel y Gretel” y “Cuentos infantiles del hogar” de los hermanos Grimm, “La niña de los fósforos “y “El soldadito de plomo” de Hans Christian Andersen, “El gigante egoísta” de Oscar Wilde, entre otros. También autores universales para adultos como Agatha Christie con sus “Navidades trágicas”, Truman Capote con varios cuentos, Vicente Blasco Ibáñez con “El premio gordo”, Emilia Pardo Bazán con “Instinto”, Benito Pérez Galdós con “La mula y el buey”, Gustavo Adolfo Bécquer con “Maese Pérez el Organista”, Tolkien con “Cartas de Papá Noel”, Morris West con “Las sandalias del pescador”, y muchos otros cultores de la narrativa.

Desde San Lucas hasta Tolkien, el hombre ha visto en la navidad un bello motivo para la creación literaria.
En los campos de la biografía novelada, el ensayo filosófico y moral, la investigación científica y géneros afines se destacan el Nóbel José Saramago con “El Evangelio según Jesucristo”, Isaac Asimov con dos volúmenes sobre el antiguo y el nuevo testamento y el marxista Carlos Kautsky con “Orígenes y fundamentos del cristianismo”, tres visiones profundamente humanas de la historia sagrada. Colombia y Antioquia también son grandes canteras de literatura navideña. Dignos ejemplos son Don Tomás Carrasquilla, Francisco de Paula Rendón, Efe Gómez y Manuel Mejía Vallejo, entre otros, con historias
y personajes tan terrígenos como universales. Igual pasa con “El niño que no recibía regalos” y otros cuentos de Daniel Samper Pizano, o con cuentos de los nadaístas Gonzalo Arango (“La estrella de Belén brilla en el exilio”), Jotamario Arbeláez (“Navidad a las diez horas”) y Eduardo Escobar. Existe una pléyade de cuentistas y periodistas que escribieron sobre el tema.
Gran aporte a la historia de Medellín es la crónica de Jorge Bravo Betancur, “El Niño Dios nacía en San Benito”. Otros valores fueron descubiertos en concursos, como los de la Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia, Finsocial de Medellín y el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá.

“Esta noche dan el aguardiente libre en el cielo y todos los angelitos toman”
Carrasquilla
La literatura de navidad, especialmente la infantil, está habitada por niños pobres, abuelos bonachones, animales tiernos y fieles, espíritus malignos, hadas y personajes estrafalarios, segregados o raros. En este bestiario abundan la marginalidad, los suburbios, la exclusión social, la injusticia, la bondad, la pureza y por supuesto, el milagro como toque sobrenatural. Un mundo de contrastes fuertes, como pobreza-opulencia, visión local del misterio bíblico. Así, el Dios pobre que nació en un pesebre, es realidad para el hombre de cualquier época.
Una canción de navidad
La obra clásica más trascendental del género es “Una canción de navidad” de Charles Dickens, que además de pintar con genialidad los valores de la navidad, es un hito en la novela urbana que recrea la pobreza y la injusticia social. Del prodigioso relato sobre la metamorfosis del avaro Scrooge hacia un ser amoroso y vital, mediante la magia del espíritu navideño, veamos primero el viejo pensamiento del protagonista: “¡Felices Navidades! No me vengas con cuentos. ¿Qué significa la navidad para ti, sino el momento de pagar facturas sin tener dinero para ello; una ocasión para sentirse más viejo y ni una hora más rico; un motivo para saldar tu contabilidad y comprobar que durante doce meses completos, cada una de sus partidas ha estado arruinándote? Si pudiese imponer mi voluntad -clamó indignado Scrooge- le obligaría a consumirse con su propio budín y a que le enterraran con una estaca de acebo atravesada en su corazón”.

“Me siento tan ágil como una pluma, soy tan feliz como un ángel”
Dickens
En el final del libro Dickens muestra así la transformación del personaje: “¡Viviré en el pasado, en el presente y en el futuro! -repetía Scrooge bajando de la cama-. Los espíritus de los tres han hecho todos los esfuerzos posibles dentro de mí. ¡Oh, Jacob Marley! ¡El cielo y las navidades sean benditos por ello!”. Y agrega más adelante: “Me siento tan ágil como una pluma, soy tan feliz como un ángel; me invade la alegría como si fuera un escolar; me siento tan ligero de cascos como si estuviera ebrio. ¡Alegres navidades a todos! ¡Feliz año nuevo a todo el mundo!”.
La vendedora de fósforos
Clásico de inefable belleza es el cuento de Andersen “La vendedora de fósforos”, que además sirvió de inspiración a Víctor Gaviria en Colombia para su película “La vendedora de rosas””. El gran literato de Dinamarca empieza así su cuento: “Hacía un frío terrible. Nevaba y la noche se acercaba. Era Nochebuena. En medio de aquel frío y aquella oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnudos”. Después de no poder vender una cerilla, de intentar calentarse con sus fósforos, de soñar con una apetitosa cena navideña, la historia tiene este desenlace: “Cuando llegó el nuevo día, la niña seguía sentada entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Había muerto de frío en Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser que apretaba la caja de cerillas. -¡La pobrecita quiso calentarse!- dijo alguien. Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos”.
Cascanueces y el rey de los ratones
Hoffmann escribió “El Cascanueces y el rey de los ratones”, clásico universal navideño y de la literatura fantástica. Una nochebuena rusa los juguetes cobran vida y se traban en feroz batalla con un ejército de roedores. La pendencia y el reino maravilloso de los dulces sirvieron a Tchaikovsky para uno de sus famosos ballets.
La navidad en la mina
Don Tomás Carrasquilla, apoteosis de la lengua castellana en Colombia, fue gran relator de la navidad antioqueña. El siguiente fragmento corresponde a su cuento “La navidad en la mina”, que recrea las antiguas nochebuenas del nordeste: “Ignacita, en medio de las novenas y las jornadas, tiene que andarse en mil conciliábulos con los despensores y toda la aristocracia del hollín para aquella nochebuena con que la Empresa obsequia a la peonada y la pobrecía. Eso sí es la epopeya del buñuelo y la natilla. Cuáles lotes sean en especie, cuáles preparados, lo sabrá Ignacita por inspiración del Espíritu Santo. Por eso están aquellos tres cochinos que se revientan de gordos; para eso las dos cargas de quesitos sanvicenteños, las tres maletadas de huevos, las cumbres de panela, los almudes de maíz capio y amarillo. Casualmente que la natilla de quesito les gusta más que la de leche. Hartos platones y bateas se han comprado en estos días para que en ellos se endurezca y amolde “la más sabrosa de todas las comidas de la tierra”, según Gutiérrez González. Haga usted el cálculo”.
Podemos concluír estas consideraciones sobre la presencia de la navidad en la literatura con palabras del mismo cuento de Carrasquilla, que resumen el espíritu de la fiesta decembrina: “-No se confunda Angelina, replica Marto-. Deje a José que se lo eche bien grande. Esta noche dan el aguardiente libre en el cielo y todos los angelitos toman” .
400 años de “Don Quijote”

El último consejo de Sancho a su amo
“¡Ay! -respondió Sancho, llorando-: no se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía”.



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