MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 18    No. 233  FEBRERO DEL AÑO 2018    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Inmunidad o del deber (Una fábula desde el interior)

Abraham Chams Anturi, Director Unidad Funcional Materno Infantil de San Vicente Fundación. Profesor Asociado de Cirugía Pediátrica, Universidad de Antioquia. - elpulso@sanvicentefundacion.com

-Inmunidad, ¿para qué eso?, murmuraba un joven monocito en su recorrido por la arteria humeral, - he pasado la mejor época de mi vida en la escuela de la medula ósea, estoy aburrido de tanta academia y de que me digan qué tipo de moléculas debo expresar en mi membrana, ya es hora de un poco de acción y diversión-.

-Un viejo linfocito T que escuchaba la rebeldía de su voz le dijo: - Te equivocas muchacho inmaduro, acaso no conoces la importancia de defendernos, hemos logrado a ciencia cierta conformar un verdadero ejército que reconoce y distingue agresores de ciudadanos, gozamos de reconocimiento a nivel central y tisular.

La réplica del Joven no se hizo esperar: .- Claro todos los linfocitos son iguales, como ustedes siempre se llevan el protagonismo, y la mejor parte. Nosotros los fagocitos que tipo de vida nos espera, patrullar todo el día esperando un agresor, que muchas veces no llega ni a ser Moraxella, no señor a mí que me pongan un Staphylococo vancomicino resistente.

-Muchacho loco, no sabes lo que dices, recalcó el linfocito mientras se agarraba enérgicamente de sus receptores CD4, tu papel es muy importante para nuestra primera línea de defensa, además nadie como ustedes para la presentación antigénica.

-El inmaduro chico lo miro de forma extraña, exclamado: -Cálmate anciano que yo solo selectinas e integrinas con célula endoteliales. Además no quiero convertirme en un obeso y sedentario macrófago que pasa comiendo todo el día. Por otro lado leí en estos días un artículo que no recomienda el trabajo con radicales libres de oxígeno, parece ser que así como hace añicos las proteínas bacterianas también puede dañar las mías y me rehúso a terminar en un montón de material purulento de un olvidado absceso periamigdalino.

Mientras aún hablaban, sonó la estrepitante alarma quimiotáctica, era real, había una injuria cutánea a nivel de la falange distal del primer dedo de la mano derecha. Miles de neutrófilos marchaban imparablemente a favor de un gradiente, el endotelio era surcado por un sinnúmero de moléculas, de complemento, que hacían presentir la epopeya.

Fue histórica esa batalla, quedó plasmada para siempre en la memoria de muchos linfocitos B. Hasta la fecha se escucha el eco de la voz del aciano repitiendo: - Te equivocas, aunque creas ser el dueño de tu destino, la ley se cumplirá contigo, de tu trabajo y obediencia muchos leucocitos aprenderán, porque antes que leucocitos somos glóbulos blancos, blancos de paz.

Llamamos ciencia al producto de nuestra razón, al resultado de nuestra capacidad para pensar en abstracto, a lo que somos capaces de conocer mediante parámetros objetivos, mientras que al producto de nuestra imaginación que intenta explicar el mundo lo llamamos mito; es la diferencia entre ciencia y mito, entre razón e imaginación.

La fábula es una composición literaria breve en la que los personajes son animales o seres inanimados que presentan características humanas, tiene una intención didáctica de carácter ético y proporciona una enseñanza conocida como moraleja. En muchas ocasiones se hace en ella crítica a las costumbres y vicios locales o nacionales.

La confusión entre ciencia (lo que se sabe sin ninguna duda, episteme) y opinión (lo que se cree saber, dóxa) ha dado lugar a multitud de conflictos que han llevado al ser humano a cometer errores de consecuencias históricas.

está en la memoria, ella nos hace inmunes; el pueblo que no la conoce, que no la estudia, que no la lee y que no se educa, está condenado a repetirla. El secreto está en la memoria, en los ancianos, las bibliotecas, la narrativa, en el fondo del corazón humano que la ha rumiado, padecido y llorado. El secreto está en los jóvenes, en la energía de sus sueños, en sus risas, en su capacidad de mirar el mañana, de estudiar el pasado sin permitir que pudra el futuro. El secreto está en conocer la historia y recordarla sin dolor, proyectarse hacia el futuro para transformarlo y no repetir los errores de antaño. El secreto está en el deber, conocernos, saber quiénes somos, claro que tenemos derechos, pero no podemos dejar por fuera nuestros deberes. El secreto está en recordar nuestra vocación, para lo que fuimos llamados y educados; no para ser doctores, ni señores, no para ser reyes o senadores; ante todo somos seres humanos, ante todo somos hijos y padres, hermanos y conyugues, seres en paz para construir la paz.

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