|
Lo vivido, lo conseguido, aquello que está pendiente
y poder compartirlo con la familia, los amigos, los cercanos
Ese es el recuento que se puede hacer en el último
mes del año donde, además de un ambiente festivo,
también se empiezan a generar espacios de reflexión
y de autoevaluación.
Navidad y fin de año son el momento donde lo colectivo
adquiere un significado especial, pues el prójimo
hace parte de la celebración del nacimiento de Jesús
para los católicos o el momento de reflexionar
por lo que el año brindó y permitió
aprender. Si bien hay situaciones que durante los otros
once meses fueron complejas, en el último mes del
año descubrimos que esa fue una manera de aprender
para que podamos seguir avanzando en el camino de la reflexión
y del crecimiento personal.
Ver en los otros la hermandad, la bondad y la humanidad,
es lo que despierta la navidad; la familia, los amigos,
compañeros y hasta el desconocido cobran mayor importancia
en nuestro quehacer. Es por eso que lo colectivo se impone
de alguna forma y despertamos un sentimiento mayor de acompañar
al otro.
El poeta Amado Nervo, escribió en uno de los fragmentos
de su poema Nochebuena: Los cantos y los vuelos /
invaden la extensión, / y están de fiesta
cielos/ y tierra... y corazón.
Las ilusiones
Una particularidad de esta época del año
es que tiene una esencia indescriptible de regresar a todos
los adultos a los años de infancia.
Charles Dickens dijo hace muchos años: ¡Feliz,
feliz Navidad, la que hace que nos acordemos de las ilusiones
de nuestra infancia, se le recuerden al abuelo las alegrías
de su juventud, y le transporte al viajero a su chimenea
y a su dulce hogar!.
Jairo Aníbal Niño, el escritor y poeta colombiano
que siempre se movió en la ruta de lo infantil y
juvenil, escribió en su texto Los nueve días
y un día: La Navidad como tantas otras fechas
que pueblan el calendario del corazón de numerosos
seres humanos, siempre ha estado viva en el tiempo de la
familia y el espacio del bienquerer. Su espíritu
es desprendido, solidario, pródigo, generoso a manos
llenas. Cuando me acerco a los pesebres procuro colocar
al alcance de sus criaturas bebidas y alimentos, y cuando
miro el mundo lo veo como un pesebre redondo que gira en
el espacio. Y en ese nacimiento todos sus habitantes merecen
una vida libre y digna, a los ojos del Niño Dios,
María, José, el buey, el burrito y la estrella
de Belén.
Los regalos como ofrenda
Asumir los regalos que intercambiamos entre familia
y amigos no necesariamente debe ser visto como un resultado
comercial; si lo entendemos y vivimos bajo el sentimiento
navideño del DAR y COMPARTIR, recuperamos el significado
del cual habla Jairo Aníbal en su texto: La
ofrenda de este día está en las manos del
dueño de casa. El señor Amor. Si lo deseamos,
él pondrá a nuestra disposición toda
su riqueza, y en ese caso salimos a la vida colmados del
tesoro de la ternura, el bienquerer, los buenos deseos,
los abrazos, las caricias y los besos.
Esta noche y todas las noches, este día y todos los
días simplemente- a los encuentros, despedidas, abrazos,
esperas, contradicciones, nacimientos, silencios, distancias,
o dificultades, se les agrega simplemente la frase: Yo te
amo.
En verdad, os digo, que sólo aquellos que son como
las niñas y los niños chirriquiticos, entrarán
en el reino de los cielos.
|