DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 219 DICIEMBRE   AÑO 2016    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


Bob Dylan,
premio Nobel de Literatura
Hernando Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@sanvicentefundacion.com

El reconocimiento al músico abre una nueva etapa para estos reconocimientos internacionales. La posibilidad de que en la literatura trasciendan las otras artes, es una manera de mostrar que están unidas y que su manifestación alcanza un alto nivel.
El Premio Nobel de Literatura otorgado por primera vez a un músico, reafirma el paradigma griego de la unidad de las bellas artes. En Bob Dylan, música y poesía hacen simbiosis perfecta. Con él triunfan juntas la calidad literaria, la sinceridad artística y la honestidad de un ermitaño entre asceta y misántropo, que puso la condición humana como condición de su arte.
Robert Allen Zimmerman o Bob Dylan, como se autodenominó en honor de su admirado poeta galés Dylan Thomas, es “piedra angular y definitiva del rock, voz lúcida de una sociedad en la que se concilian lo rural y lo citadino, el country y el blues, la poesía y la prosa”, es el decir del experto en rock Juan Antonio Agudelo.
La frialdad con la cual recibió el galardón, petulancia para algunos, es otra muestra del Dylan que sigue huyendo de su propio mito tras la gloria obtenida en su triple condición de literato, músico y militante de la justicia. Para él, que nunca se creyó los laureles que le colgaban, el Nobel es otra flor que recoge en su incesante caminar desde que dejó su pueblito de Minnesota para conocer a su ídolo musical Woody Guthrie en Nueva York. “Ya en 1965, cuando la prensa norteamericana le calificaba del gran poeta de su tiempo, el músico decía: 'No me llamo poeta porque no me gusta la palabra.
Soy un artista del trapecio'”, recuerda Fernando Navarro en El País de Madrid, el 13 de octubre de este año, y afirmó: “Ahora, con este premio, y tras haber recibido antes el Pulitzer o el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, la onda expansiva da para otro siglo”. Y valora al joven que se hundió en la bohemia de cafés y clubes de Greenwich Village para beber su poesía primigenia en cantautores como Pete Seeger, Ramblin' Jack Elliott y Dave Van Ronk, además de Rimbaud y otros surrealistas franceses.
Trovador eléctrico
El poeta chileno Nicanor Parra dijo que solo tres versos de Tombstone Blues le valdrían el Nobel a Dylan: “Mamá está en la fábrica / no tiene zapatos / papá está en el callejón / está buscando un fusible / yo estoy en las calles /con el blues de Tombstone”. Para el escritor colombiano Luis Fernando Macías, “sería suficiente el poema Blowing in the wind para merecer el galardón. Es loable que se haga este reconocimiento a quien compuso una obra hermosa como poesía y como canción. Es un buen comienzo”.
La candidatura de Bob Dylan se abría paso desde 1996, cuando surgió en Estocolmo un comité de apoyo a su nominación, liderado por Allen Ginsberg y Gordon Ball, profesor de la Universidad de Virginia. Para Ball, “Dylan ha devuelto la poesía de nuestra época a su transmisión primordial a través del cuerpo, revivió la tradición de los trovadores”. Algo parecido dijo Bruce Springsteen: “Si Elvis Presley liberaba tu cuerpo, Bob Dylan liberaba tu mente”.
Pese a su encierro y relativo mutismo, Bob no suspende su producción. A quienes lo tildan de renegado, el poeta del rock responde con discos tan valiosos como Time Out of Mind, Modern Times, Love and Theft o Tempest. Muestra que la poesía es el recinto de donde le está prohibido salir. Tan cierto como que su incursión en la prosa fue fallida. Su única novela, Tarántula, es para Fernando Navarro “una pifia de literatura experimental muy por debajo de toda su obra musical”, pese a su intento de emular a Jack Kerouac, William Burroughs o Allen Ginsberg. Bob Dylan bien podría responder a esto con alguna de sus frases enigmáticas, por ejemplo: “Os dejaré aparecer en mis sueños si me dejáis que aparezca en los vuestros”.

Bob Dylan,
eterno caminante por la paz y la libertad
Además de su altura como poeta del rock, de su sabiduría para unir música y poesía, Bob Dylan brilla como juglar y profeta social. De la mano de su calidad literaria va el militante contra la guerra, por la libertad y la dignidad humana. Así como para Borges un solo hombre muerto resume todas las muertes de la humanidad, para Dylan hay una sola guerra. Su obra es una tensión perenne entre la angustia y la esperanza, como aflora en La muerte de Emmett Till: “Pero si nosotros, todos los que pensamos igual, diéramos todo lo que podemos dar. /Podríamos hacer de esta gran tierra nuestra un sitio mejor para vivir”.
Como en los lejanos sesentas, sigue llamando a detener ese “tren de hierro, que ha estado rodando a lo largo de los años / con una caja de combustible llena de odio y un horno lleno de temores”, (Long ago, far away-Tren viajero). “Dylan pasó a representar la esperanza de miles de jóvenes americanos que no comulgaban con la sociedad en que vivían y veían en su figura al contestatario capaz de enfrentarse con el poder”, expresa Eduardo Guillot (Historia del rock, Edit. La Máscara, Valencia, 1997.) Masters of War (Señores de la guerra) es una demoledora pieza acusatoria antibelicista: “Vengan señores de la guerra, / ustedes que fabrican todas las armas, / ustedes que fabrican mortíferos aviones, / ustedes que fabrican grandes bombas, / ustedes que se esconden tras muros, / ustedes que se esconden tras escritorios, / sólo quiero que sepan que veo a través de sus máscaras. (…) Ustedes ajustan todos los gatillos / para que otros disparen, / luego se apartan y esperan. / Cuando las listas de muertos aumentan, / ustedes se esconden en su mansión / mientras la sangre de los jóvenes / se escapa de sus cuerpos / y se hunde en el barro. (…) Me parece que descubrirán / cuando su muerte cobre su peaje, / que todo el dinero que hicieron / nunca podrá salvar su alma”.
“Silbando en el viento”
Igual que en “Blues hablados de la tercera guerra mundial”, hoy abundan los escenarios del conflicto, en donde podemos decir con Bob Dylan: “Yo soñaba que el único que quedaba después de la guerra era yo, / y no te veía por allí. /El tiempo pasó y ahora parece / que todo el mundo sueña lo mismo. /Todos se ven paseando por ahí y no ven a nadie más”. Un momento especial de hondura poética lo alcanza Zimmerman en Blowing in the wind (Silbando en el viento), tras la “crisis” de los misiles en Cuba, del asesinato de John Kennedy y otros hechos luctuosos: “Cuántos caminos debe recorrer un hombre, / antes de que le llames "hombre". / Cuántos mares debe surcar una blanca paloma, / antes de dormir en la arena. / Cuántas veces deben volar las balas de cañón, antes de ser prohibidas para siempre. / La respuesta, amigo mío, está silbando en el viento, / Cuántos años puede existir una montaña, / antes de que sea arrasada por el mar. / Cuántos años pueden vivir algunos, / antes de que se les permita ser libres.(…) / La respuesta, amigo mío, está silbando en el viento. (…) Cuántas veces debe un hombre levantar la vista, / antes de poder ver el cielo. / Cuántas orejas debe tener un hombre, / antes de poder oír a la gente llorar. / Cuántas muertes serán necesarias, / antes de que él se dé cuenta, / de que ha muerto demasiada gente. / La respuesta, amigo mío, está silbando en el viento”.
“Libertad, libertad”
Bob Dylan es obsesivo cuando canta a la libertad y a la justicia: “Algunas veces pienso que este mundo / no es más que un gran patio de prisión. Algunos somos presos. / Los otros somos guardianes”, dijo en George Jackson, loa al héroe de los ghettos negros de Estados Unidos, asesinado vilmente. “Las autoridades le odiaban porque era demasiado real. (…) Los guardianes de la prisión le maldecían / mientras le vigilaban desde lo alto. / Pero tenían miedo de su poder, / estaban aterrados de su amor”.
Bob Dylan merece un premio Nobel conjunto de la literatura y de la paz. Por la huella indeleble de sus pies “como una piedra rodante”- en el camino de la muerte a la esperanza, es dedicatario del versículo de Isaías: “Qué bellos son, sobre los montes, los pies del que anuncia el evangelio de la paz”.
 



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