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Dos cambios al
sistema de salud, impulsados a fines del año pasado
por el gobierno nacional, constituyen un anuncio de la reforma
que podría ponerse en marcha en un futuro próximo,
pero de la cual no se tiene mayor información. A los
ajustes que podrían emprenderse en desarrollo de la
Ley 1438 de 2011, el gobierno ha modificado dos aspectos sustanciales
del sistema de salud: la eliminación de la Comisión
de Regulación en Salud -CRES-, y la reducción
de las cotizaciones a salud a cargo de las empresas.
Eliminación de la CRES: se trastoca la institucionalidad
Fue sorprendente la determinación de eliminar la CRES,
por 3 razones fundamentales. En primer lugar, aunque unos
meses atrás el presidente Santos anunció esta
posibilidad, no hubo discusión pública sobre
el particular y al parecer la propuesta no contó con
la participación de la propia CRES o de expertos independientes
para la evaluación de su desempeño durante los
primeros tres años de operación. Y al haber
sido creada mediante la Ley 1122 y al asumir funciones asignadas
por la Ley 100 de 1993, queda la duda de si un decreto presidencial
goza de plenas facultades para suprimir lo que se originó
mediante una ley; en todo caso, por razones políticas
y morales, convenía aplicar el principio de los romanos
según el cual las cosas se deshacen como se hacen.
Falla pues el gobierno, que en su discurso hace énfasis
en la transparencia y en el buen gobierno, no ofreciendo un
diagnóstico claro sobre la CRES y su engranaje en el
sistema de salud, y no consultando otras alternativas a la
muerte temprana que le decretó. |
En segundo lugar, con la eliminación
de la CRES se rompe una tradición que la Ley 100 había
sellado y que la Ley 1122 había conservado bajo una
especialización de roles sugerida desde 1995 por la
Universidad de Harvard, y por varios estudios y expertos nacionales.
Me refiero, por un lado, a la forma de gobierno de la seguridad
social, con la participación de los principales actores
del sistema, en cabeza del Consejo Nacional de Seguridad Social
en Salud (CNSSS), y por el otro, a la regulación por
parte de un organismo con independencia del gobierno y de
los agentes regulados, lo que había iniciado la CRES
apenas en 2009. Se tiene pues un sistema, en cuanto a su gobierno
y a su dirección técnica, muy diferente al que
se vislumbró con la Ley 100. |
Un cambio de las proporciones que se anuncia conduciría
al replanteamiento de todo el sistema y pondría en
riesgo su operación en el corto y en el mediano plazo
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Y
en tercer lugar, como consecuencia de lo anterior, la institucionalidad
del sistema aparece trastocada y puede traer serias implicaciones
en cuanto a su gobernabilidad y a legitimidad de las decisiones.
Curiosamente, las tres funciones que desde el origen planteó
la Ley 100: concertación, regulación y administración
del Fosyga se han borrado, y el Ministerio las asume sin mayor
control político ni un esquema de pesos y contrapesos.
Es necesario un debate serio y a fondo sobre las implicaciones
institucionales y políticas de estos cambios.
La reforma tributaria es mucho más
que eso
La reforma tributaria aprobada en diciembre por el
Congreso recibió duras críticas por el tiempo
récord de un debate que merecía mayor amplitud
y profundidad, así como por los medios que propuso
el gobierno para combatir dos problemas endémicos del
país: la desigualdad y la problemática del empleo.
Luego de otra escena de negociaciones en el Congreso y asumiendo
enormes riesgos para el país, uno de los puntos más
destacados de la reforma fue la reducción de parafiscales
para las empresas. Resulta patético que el propio director
de la DIAN, Juan Ricardo Ortega, una vez se aprobó
la reforma, reconociera que no tiene claridad sobre el costo
fiscal de la reforma, pues lo cierto es que una de las particularidades
de ésta, es que reduce los ingresos tributarios del
gobierno. |
Deben tenerse en cuenta
varias
consideracionesque pueden dar lugar a un salto
al vacío y aproblemas adicionales, como sería
el
descalabrofinanciero del sistema de salud.
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Esta medida propuesta
por el gobierno para contribuir a la generación de
empleo, consiste en eliminación de los parafiscales
y en su sustitución por impuestos generales, lo cual
va en la línea propuesta por varios estudios. Sin embargo,
deben tenerse en cuenta varias consideraciones que pueden
dar lugar a un salto al vacío y a problemas adicionales
a los que se pretende resolver, como sería el descalabro
financiero del sistema de salud.
Sorprende por ejemplo, que entre el conjunto de parafiscales
no se propusiera descontar o eliminar los que guardan menor
relación con el contrato de trabajo en el sentido de
significar una retribución directa sobre las empresas
y sus empleados; en su orden, la menor relación sería
la contribución para el Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar, pues talvez sus beneficiarios no son precisamente
o mayoritariamente población ocupada en empleos formales,
y la de las cajas de compensación familiar, pues desde
que se aprobó la reforma a la seguridad social en 1993,
debió preverse una reducción gradual de estas
contribuciones en la medida en que se ampliaba cobertura,
especialmente en salud.
En cambio, tal vez por el peso político que tienen
las cajas de compensación, el gobierno no asumió
el reto de modificar esas contribuciones y más bien
puso la mira sobre el ICBF, sobre el Sena y sobre el sistema
de salud. Estas dos últimas contribuciones son las
más directamente relacionadas con el contrato de trabajo
y por ende con los costos laborales, con beneficios directos
y muy claros sobre las empresas y sobre los trabajadores.
Ahora bien, la reforma adoptó la eliminación
de contribuciones sólo para empresas del sector privado,
y dentro de ellas para empleos con remuneraciones inferiores
a 10 salarios mínimos. Acá surge otro reparo
por los incentivos que podría traer para el sector
privado, el negociar con sus empleados figuras que mantengan
la base salarial por debajo de 10 salarios mínimos
y complementar con un esquema de bonos que no sean objeto
de base de liquidación para pagar las cotizaciones;
además, en el caso de empresas públicas y de
sectores de la economía en que se tiene oferta mixta,
como educación o energía, habría una
desventaja en materia de competitividad, pues mientras la
empresa privada gozaría de la reducción de costos,
la empresa pública no recibiría ningún
beneficio.
La eliminación de la contribución para salud
del 8,5% de la nómina a cargo de las empresas, significa
una reducción grande en los ingresos del Fondo de Solidaridad
y Garantía (Fosyga). Por esto llama, la atención
que de casi $14 billones a que ascienden las cotizaciones
para salud en el régimen contributivo (EPS), inicialmente
el gobierno solo mencionó en su exposición de
motivos que $3,8 billones corresponden a la reducción
que traería la reforma; este dato parece subvalorado
y por tanto requiere de una validación, pues además
de los riesgos propios para el sistema de salud, se puede
dar lugar a un desequilibrio fiscal en el mediano plazo.
A la necesidad de lograr claridad en estas cuentas que tienen
algo de sumas y restas, es fundamental examinar los cambios
que se provocan sobre la financiación del sistema de
salud. Pese a las dificultades del sistema, entre sus principales
logros se encuentran los avances en cobertura y el esquema
de financiación que permite mantener la solidaridad
y asegurar la financiación del Plan Obligatorio de
Salud (POS) con dicho esquema. Un cambio de las proporciones
que se anuncia necesariamente conduciría al replanteamiento
de todo el sistema y se pondría en riesgo su operación
en el corto y en el mediano plazo, más aún cuando
se pone en marcha la igualación del POS contributivo
con el POS subsidiado, con implicaciones fiscales que tampoco
se han explicado con claridad.
Mientras el Sena y el ICBF ejercieron su derecho a la voz
con sus directivos, empleados y usuarios, y por su parte el
gobierno defendió las bondades de la reforma incluso
para dichas entidades, no se contó con mecanismos de
participación y de discusión frente a un tema
mayúsculo como es la salud de todos los colombianos.
A todos los movimientos y problemas que afecta al sistema
de salud, ahora se agrega una dura prueba para mantener garantizada
su financiación. |
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Hace pocos días en el
foro 'El futuro de la salud en Colombia' organizado por la
revista Semana, algunas ponencias planteaban que el gasto
en salud por cada colombiano es de los más altos. Me
temo sin embargo, que estas aseveraciones talvez no sean correctas.
Una cosa es que como país que sufre mil dificultades
y que busca afanosamente subirse al bus del desarrollo, haya
hecho enormes esfuerzos para destinar la mayor cantidad posible
de recursos a la atención médica de sus ciudadanos
y estabilizarla, y otra, que esa inversión sea 'la
más alta o que es mayor que en todas partes'. |
Como en el país
hay información dispersa e incompleta sobre estos temas,
y cada quien usa la que le conviene, los datos del Banco Mundial
pudieran ser una buena alternativa para mirar cuál
es la inversión per cápita en salud en Colombia,
y contrastarla con la de países similares, con la de
otros desarrollados, o con la de aquellos con los que frecuentemente
se nos compara, así sean diferentes, como Cuba y Costa
Rica. Sobra advertir, que la tentación de mostrar un
gasto per cápita en salud más alto que el de
países menos desarrollados del continente o en crisis
política y económica, poco mérito tiene. |
Gasto anual per
cápita según país. 2010 |
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Según el
Banco Mundial, el gasto en salud en Colombia como proporción
del PIB el año pasado rondó los $45 billones,
y su gasto per cápita en salud en 2010 fue de US$472,
al cambio promedio de hoy, unos $861.400/año. No parece
muy alto. Al hacer comparaciones con otros países,
se observa que en realidad la inversión per cápita
en salud colombiana es baja, tal vez muy baja. Si nos comparamos
con países similares al nuestro, en 2010 México
invirtió por persona año US$604, Argentina US$742,
US$Chile 947 y US$Brasil 990. Y otros aunque diferentes, como
Cuba y Costa Rica, invirtieron respectivamente US$607 y US$811.
Ahora cuando vamos a las 'ligas mayores', en salud España
invirtió US$2.883 anuales per cápita, Alemania
US$4.668, Noruega US$8.091 y Estados Unidos US$8.362. |
Según el Banco
Mundial, el gasto en
salud enColombia como proporción del PIB en
2011rondó los $45 billones, y su gasto per cápita
en
salud en 2010 fue de US$472, al cambio promedio
de hoy, unos $861.400/año.
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Así que esos
ochocientos sesenta mil 'pesitos', tal como decía el
célebre animador 'Pacheco', en realidad son un monto
corto, que para un país con una cobertura de salud
del 94.6% y que dispone de un plan de beneficios de salud
completo, podría explicar varias cosas: uno, que el
modelo de aseguramiento en salud, a pesar de sus dificultades,
logra una redistribución bastante eficiente de los
recursos; dos, que esta cifra tan baja, bien podría
explicar por qué no se logran los niveles de calidad
y oportunidad que se quieren para la atención de salud,
pues sencillamente no alcanza; tres, que aún nos parezca
que $45 billones son mucha plata, si no se consiguen más
recursos para salud, es primordial buscar eficiencia para
aplicar los recursos y prestar los servicios de salud, pues
recuérdese que somos 46 millones de almas y gran parte
de la población tiene un enorme retraso en la atención
por carga de enfermedad; cuatro, que se vuelve más
urgente aún, atacar por todos los costados corrupción
y politización, además de recuperar los dineros
que por esta razón se perdieron. Finalmente, que es
gigantesco el reto de 'estirar' y administrar los recursos
de la salud, que como cifra global son un dineral, pero que
distribuidos per cápita son austeros.
Una pregunta: ¿No será que aspiramos a mucho
con poco? Se clama por un sistema de salud super-eficiente,
que opere igual o mejor que los de otras latitudes, sin embargo
se evidencia que Colombia gasta poco por persona/año.
Pareciera que con escasos US$472 dólares para atender
las necesidades de salud de cada colombiano anualmente, es
difícil ofrecer tecnologías, medicamentos, procedimientos
y servicios de la mejor calidad, en comparación con
las facilidades que tienen naciones que doblan la cifra colombiana,
y ni se diga de las que la multiplican por 10 o 15. Y claro,
ahora se entiende por qué hay agitadores que no quieren
que a enfermos de cáncer o sida se les administren
medicamentos 'costosos', pues únicamente debe haber
dinero para tratamientos baratos, de hace 25 años,
aún sean menos eficaces. Sólo para eso alcanza. |
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Bioética
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Cuando
una sociedad o una cultura pierden el respeto por la dignidad
intrínseca del ser humano, todas sus actuaciones se impregnan
poco a poco de esa desidia que se refleja en los más
pequeños detalles. Es verdaderamente el despeñarse
por un abismo -del gr. , sin fondo-. |
Por
mencionar un ejemplo, he sufrido en carne propia cómo
los semáforos para peatones han llegado a ser rey
de burlas, manifestación diaria de lo poco que
vale la persona humana inclusive para quienes están investidos
de autoridad para hacerla respetar; el semáforo peatonal
en verde indica que las personas tenemos el derecho de pasar
y que los conductores de carros deben detenerse, pero esto no
ocurre y los guardias de tránsito o de la policía
nacional usan su silbato y agitan sus manos para que éstos
continúen su marcha. ¿Y el peatón, qué?
Una ciudad tiene muchos problemas y en el ajetreo de la vida
diaria esto es algo nimio. Sí, la ciudad tiene muchos
problemas, pero, ¿cuántos de esos problemas, aún
los más serios en el concepto de las autoridades, no
tienen como fundamento el desconocimiento consciente, voluntario,
del respeto por la dignidad de quienes habitamos en ella?
La historia nos muestra cómo en la legendaria Alemania,
el nacional socialismo -1933 a 1945- consideraba como algo nimio
e inclusive, según sus voceros como una obra benéfica,
digna de encomio, el sacrificio cruel e inhumano de los judíos,
por ser judíos. El verdadero fundamento de esta conducta,
como en otros ejemplos similares de la historia humana, es la
pérdida -bien consciente o bien por negligencia- del
respeto al ser humano, cualquiera sea su raza, condición
social, creencias religiosas o políticas, el valor intrínseco
por ser alguien que pertenece al mismo género nuestro,
a la misma especie, al mismo linaje, al linaje humano.
Éticamente no hay faltas leves cuando se trata del respeto
por la dignidad intrínseca del ser humano, y con mayor
razón cuando esta dignidad es desconocida y por lo tanto
atropellada por quienes están constituidos legítimamente
en sus guardianes.
Para juzgar la degradación a que hemos llegado, basta
escuchar o leer las noticias y encontramos que se asesina por
un teléfono móvil o celular, o porque la víctima
viste la camiseta de un equipo contrario; se destrozan bienes
ajenos porque el equipo perdió el partido de fútbol;
se mata con alevosía porque un grupo -combo
en el lenguaje popular- determinó que cruzó la
frontera virtual de su dominio, etc. Y todo esto, ante la impotencia
o la anuencia de las autoridades encargadas legalmente de imponer
orden y defender la vida y los bienes de todos los ciudadanos.
Repetimos: éticamente no hay faltas leves -siempre lo
son de carácter grave- cuando se trata del respeto por
la dignidad intrínseca del ser humano. |
NOTA:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética
-Cecolbe-. |
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