MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 12    No. 154  JULIO DEL AÑO 2011    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Reflexión del mes

“Hacer el retrato de una ciudad es el trabajo de una vida y ninguna foto es suficiente, porque la ciudad está cambiando siempre. Todo lo que hay en la ciudad es parte de su historia: su cuerpo físico de ladrillo, piedra, acero, vidrio, madera, como su sangre vital de hombres y mujeres que viven y respiran. Las calles, los paisajes, la tragedia, la comedia, la pobreza, la riqueza”.
Berenice Abbott (18981991). Fotógrafa estadounidense, considerada una de las mejores de la historia, trabajó en París como asistente de laboratorio del fotógrafo surrealista Man Ray, que ejerció gran influencia sobre ella, y con quién conoció a Eugène Atget, que le transmitió su experiencia en fotografía documental. Casi reprodujo fielmente las formas de hacer de Atget en París en Nueva York, completando en 1939 el trabajo "Changing New York", documento sistematizado de los cambios arquitectónicos en esta ciudad.
 
¿Que todo cambie
para que todo siga igual?
Iván Darío Arroyave Zuluaga - Docente e investigador - PhD student/ Netherlands Institute for Health Sciences (NIHES), Rotterdam, Holandar
“Errar es humano, pero echarle
la culpa a otro es más humano todavía”
Les Luthiers

Hace 20 años era claro que el sistema de salud colombiano era obsoleto y había que reformarlo a fondo. Entonces como ahora, hervíamos de indignación con el saqueo de la platica para la salud de la gente. En fin, decían que había grandes dificultades a superar, y era recurrente hablar de tres temas clave: corrupción, ineficiencia y falta de cobertura.
¿Cuál era entonces el remedio a la debacle que estábamos viviendo? Eran los 90's, no eran tiempos de concertación, de negociación o de democracia para definir el derrotero de la economía, esos no eran temas para que la plebe se metiera a opinar de lo que no sabía. Eran tiempos de recetas infalibles dictadas por tecnócratas incuestionables. Y la receta de la época tiene un nombre que hoy nos suena panfletario, pero que es realmente un tecnicismo de la más fina estirpe de la ciencia económica: Neoliberalismo. El remedio a todos los males, el consenso de los sabios para la salvación del mundo.
Inscrito en ese marco se debatió y se aprobó en el Congreso de la República, entre otras medidas para reglamentar la nueva Constitución de 1991, una ley de Seguridad Social que reformaba los sistemas de Pensiones y Salud, y daba 6 meses a la Presidencia para que se inventara algo para Riesgos Profesionales, todo basado en el aseguramiento como dictaban los manuales del Banco Mundial, en particular los de 1987 y 1993. Naturalmente que los sindicatos se hicieron sentir: Transaron la figura de Regímenes de Excepción para que los afiliados a las oligarquías laborales (Ecopetrol y el magisterio, principalmente) no tuvieran que vivir como los demás mortales, y dejaron de sobras, para los otros posibles convencionistas con fuerza, algunas figuras jurídicas de manejo más mediato en pensiones y salud (“Empresas Adaptadas de Salud”). Con esto entre manos, el proyecto de ley transitó tranquilamente.
La Ley fue finalmente sancionada con un número redondito, talvez como jugada mnemotécnica, para que se nos quedara grabada, y a fe que lo lograron: Ahora le decimos ley-cien, y en esas dos sílabas caben sensaciones encontradas, oportunidades que se abrieron para nuevos actores y la esperanza de una sociedad que al menos en parte sí esperó que cayera el maná prometido de las reformas estructurales de los 90's. No cayó, claro. La ley-cien, por principio, prometió empleo pleno en 2001 y aseguramiento pleno universal, pero se necesitaba más que un artículo en una ley para eso.
Pero, sobre todo, los impulsores de esa ley y de todo el modelo macroeconómico, habían dado en el clavo en algo fundamental, según pregonaban: Acabar de una vez por todas con la corrupción y la ineficiencia que, ¡ay!, tanto atormentaban al sector público. El Estado era el origen de todos los males y había que reducirlo a su minima expresión, los agentes de mercado eran bien capaces de autorregularse y de dar prosperidad a todos.
Y colorín colorado. De manera astuta y soterrada se exterminó paso a paso el seguro público de salud (Seguro Social-ISS) que, según la evidencia era bastante ineficiente y corrupto desde mucho antes, entonces no fue sino darle unos pocos empujones al abismo en gobiernos subsiguientes. Y mientras el ISS decaía en la debacle y la orgía del saqueo que empezó casi con la misma reforma, prosperaron las EPS, los nuevos vehículos de eficiencia y prosperidad en el sector salud, según los profetas de entonces. Esa sigla, EPS, de acuerdo al sabio humor popular, significaba “Entidades Peores que el Seguro”.
Eso sí, la cobertura fue un logro debatible pero real del nuevo sistema: por un lado, hay más gente asegurada. Mucha más, no hay duda. Por otro lado, esto no necesariamente representa mayor acceso a los servicios de salud, y hay demasiada evidencia (no muy bienamada por algunos) que recoge ese contrasentido. Y difícilmente representa más equidad en el estado de salud de los colombianos. Pero mas cobertura del seguro, sí hay, y esa repartija descomunal de carnets por todo rincón del país dio bastantes réditos electorales a muchos políticos profesionales. Además de otros réditos, bastante más contantes y sonantes para otros, según nos vamos enterando día por día, año por año…
Pero volvamos a las plagas que iba a erradicar la ley-cien: corrupción, ineficiencia y falta de cobertura. ¿Y las otras dos? ¿Se acabaron la ineficiencia y la corrupción pasando la salud del sector publico al sector privado, de acuerdo con los dictados infalibles de los Chicago-Boys? ¡Por supuesto que no! Ya reventó la llaga, está saliendo el pus. ¿Estamos igual o peor? No lo sabemos aún, pero el incuestionable pronóstico falló. En aquellos años de recetas mágicas el luego Premio Nobel de economía, Joseph Stiglitz, escribiría jocosamente: “Los economistas son profesionales que dedican la mitad de su tiempo a predecir el futuro y la otra mitad a explicar por qué sus predicciones fallaron”.
Señores, ahórrense la perorata de las causas externas, de las situaciones contingentes y del Cæteris Paribus. No queremos tener que acabar cambiando un mal por otro peor, sería horrible que finalmente nuestra sociedad se decidiera por un Chávez o un Ortega, sería espantoso llegar a la disyuntiva que atravesó Perú hace unas semanas. ¿Será eso lo que descubrió nuestro nuevo gobernante? ¿Que si las clases dirigentes no cambian, las cambiamos nosotros? Válido. Poco importa si el gato es blanco o es negro, siempre que coma ratones. Y ojalá que los que lo rodean, reaccionen también, muchos estamos felices con la Ley de víctimas, restitución de tierras, un fuerte estatuto anticorrupción. Caería bien entonces un sistema de salud saneado.
Pero… Hay un pero. En este trance de cambio que ojalá se precipite en tan dura crisis (de la salud, pero también de la violencia, del desempleo persistente, del clima, de la política), no nos podemos dar el lujo de seguir endilgando la culpa a ningún otro. El tema de la corrupción en Colombia no era cosa de Estado o Mercado, ya está visto, lo demostró la salud con la tonta transición ISS-EPS, sin más una vulgar transferencia de inmoralidad de unos a otros; casi los mismos, de hecho. Ni en nuestro sector el asunto es el tipo de sistema de salud que tengamos, a Colombia ninguno le ha funcionado bien, dejémonos de hipocresías, esto no se arregla ni por tener aseguramiento, ni por no tenerlo.
Tampoco esto es cosa de izquierdas o derechas, ¿cierto Bogotá? Ni es cosa de clases dirigentes o gente sin medios tampoco, seamos sinceros. El quid lo encontramos en nuestros corazones (así suene muy teatral) y lo tenemos que saber erradicar como veneno, si no queremos sucumbir como sociedad. Se llama “corrupción”, y no es patrimonio de un grupo determinado.
Estamos al límite hace tiempo, con mucho esfuerzo y sangre nos hemos sostenido al borde de la debacle total. Somos lo más parecido a un Estado mafioso que pueda haber y eso es nuestra responsabilidad. De todos. Por jugarle a la corrupción en la escala grande y en la pequeña, desde el para-político o los que atracan al Fosyga, pasando por el que elude sus impuestos o trata de sobornar a un agente de tránsito, por el directivo hospitalario y el droguista que se amangualan para facturar a precio de oro un medicamento obtenido por tutela (las más de las veces innecesario), hasta el que roba un celular con un arma: Todos estamos construyendo este desastre del que tenemos que salir. Todos. Por ser tolerantes del crimen haciéndonos cómplices. Porque somos compadres del primo traqueto, del concejal de pueblo que saquea sus arcas, del simple conocido que se dedicó al lagarteo y al que le regalamos el voto como si tal cosa, como si no fuera el Voto el más sagrado y poderoso de todos los derechos civiles.
¿Quien de nosotros en el sector salud, por ejemplo, no ha sido al menos testigo en algún equipo directivo que, ante la expedición de una nueva norma diseñada para contener alguna irregularidad del sistema, se reúnen, no para estudiarla y acatarla, sino para encontrar el modo “legal” de escurrírsele? ¿Estaremos dispuestos a cambiar? Ojo. Nuestros hijos nos van a preguntar por eso en 20 años. ¿Qué les vamos a decir entonces? ¿Que la culpa es de…? .

 
  Bioética
Cifras que ocultan feticidios
Carlos A. Gómez Fajardo, MD - elpulso@elhospital.org.co
Con frecuencia se escuchan referencias a la interpretación equívoca que puede darse a las cifras que describen una determinada situación. Tal es el caso -sorprende por la gravedad de lo que encierra- de las cifras publicadas por el CDC en lo que atañe a los resultados de las aplicaciones de las tecnologías de reproducción asistida en humanos.

Antes de intentar desentrañar partes del reporte de 2008 (CDC ART Report 2008), vale la pena aclarar unos hechos: 1) CDC (Center for Disease Control and Prevention) es una de las fuentes más serias en lo que toca a estadísticas relacionadas con la salud en Estados Unidos. Tienen una larguísima tradición e importancia académica los reportes anuales sobre diferentes temas sanitarios, los cuales son una obligada fuente de información para quien quiera tener una idea del estado epidemiológico de una realidad dada; por ejemplo, los reportes estadísticos sobre cáncer son de reconocimiento e importancia global. 2) Paradójicamente, la industria de las tecnologías de reproducción asistida en realidad no se relaciona estrictamente con un fenómeno de “salud”: nadie se cura de nada al ser sometido a la repetición de las técnicas de reproducción asistida conocidas y usadas en la reproducción de mamíferos desde hace varias décadas. En realidad, los registros estadísticos son del número de “éxitos obtenidos” (hijos nacidos vivos), no del número de personas curadas de una determinada enfermedad: el hijo como producto de un supermercado en el que intervienen cientos de clínicas no constituye un logro terapéutico. Sí constituye, efectivamente, el resultado final de un elaborado proceso de eugenesia y de aborto selectivo.
En 2008 en Estados Unidos había 475 clínicas dedicadas a esta industria, de ellas 436 reportan al CDC; nacieron 61.426 niños por tecnologías de reproducción asistida, principalmente FIVET (fertilización in vitro y transferencia embrionaria). Representan el 1% de los nacidos en Estados Unidos en un año, una importante cifra que no desentona con las predicciones de Aldous Huxley. Aquellos, dice el reporte, son obtenidos de 148.055 ciclos registrados.
Aquí viene lo de las cifras que ocultan algo: el porcentaje de transferencias embrionarias que resultan en niños nacidos vivos es del 35%. El “éxito” estaría alrededor del 30%. Pero no se hace en el reporte del CDC el énfasis en lo que debiera ser una cifra conocida por el mundo: ¿a cuántos embriones creados en las condiciones de laboratorio se desechó en el proceso? La tasa es alta, muy diferente del equívoco 30% que se refiere a “ciclos”. Aunque se tiene la tendencia a un menor número de transferencias embrionarias, ésta sigue siendo muy superior al promedio de 2, en muchos casos aún, 3 y 4 embriones. Además, el registro de CDC omite los datos sobre MFPR (Reducción Fetal Selectiva) en los casos muy frecuentes de embarazos múltiples -feticidios selectivos- y otros datos que indicarían la alta frecuencia de la pérdida de embriones, especialmente en las fases más iniciales de los procesos.
Hay algo oscuro en este ocultamiento selectivo de las cifras. Con ello se hace que la sociedad crea -como el avestruz- que no están sucediendo cosas ciertas porque no se ven. Es cierto que la industria de las técnicas Fivet, así como los usuarios -clientes que las contratan y pagan millonarias cifras por ello-, están desechando deliberadamente miles de embriones humanos, seres humanos, miembros de nuestra especie. El único criterio para ser desechados es que son muy pequeños o que no satisfacen los rigurosos criterios de deseo y calidad que impone aquella inicua dinámica. Los reportes de CDC son datos objetivos; de modo asombroso la gente sigue pretendiendo hablar de derechos humanos cuando aquel otro genocidio -aséptico y disfrazado de terapia- continúa teniendo lugar ante los ojos de todos.

NOTA: Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.
 

 
 











Arriba

[ Editorial | Debate | Opinión | Monitoreo | Generales | Columna Jurídica | Cultural | Breves ]

COPYRIGHT © 2001 Periódico El PULSO
Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular
. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved