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Reflexión
del mes
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"Detrás
de cada gran fortuna
hay un delito
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Honoré de Balzac (1799 - 1850).
Novelista francés más importante de la primera
mitad del siglo XIX, y el principal representante, junto con
Flaubert, de la novela realista. Trabajador infatigable, elaboró
una obra monumental, La Comedia Humana.
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De
corrupciones y paradojas:
el turno es para el sistema de salud
Juan
García. Docente Facultad de Ciencias Económicas,
Universidad de Antioquia. Grupo de Economía de la Salud
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Hoy la opinión pública se escandaliza por
los casos acumulados de corrupción en varios sectores
estratégicos para el crecimiento económico y
la democracia: contratación pública (infraestructura),
Agro Ingreso Seguro y distribución de tierras
(sector rural), sistema de salud (capital humano),
etc. Sin duda, la magnitud de lo que apenas se conoce indigna,
pero mucho más cuando ya existían denuncias
previas. El caso reciente del desfalco de los recursos del
sistema de salud, es una prueba más de que el fenómeno
de la corrupción parece un comportamiento naturalizado
en la sociedad colombiana.
Como el asunto desborda los siempre difusos linderos sectoriales,
el llamado carrusel de la salud servirá
aquí no sólo para exponer algunas interpretaciones
causales, sino para presentar además de ciertas paradojas,
unas apreciaciones sobre el enfoque, diseño y funcionamiento
regular del Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS).
Según la perspectiva de análisis, varias tesis
buscan dar cuenta de lo que hoy se revela como uno de los
mayores escándalos desde la Ley 100/93. De un lado
aparecen las posiciones coyunturales que al fragor del show
mediático, revelaron los ingentes recursos saqueados
del sector salud. Siguiendo esta línea, lo asombroso
es que no hay un consenso técnico del monto aproximado
de lo que fue el botín asaltado por una red corrupta
conformada entre agentes públicos y privados.
Por otro lado, visiones funcionalistas denuncian las debilidades
de los entes de control y supervisión. Al respecto,
se hace alusión a la negligencia misma del Estado,
a la politización de dichos entes y al flagrante raquitismo
de los sistemas de información pública del sistema
de salud. A su vez, tesis institucionalistas concentran su
atención sobre los fallos regulatorios de la política
pública, así como sobre la estructura de incentivos
perversos que se enquistó en el sistema de recobros
al Fosyga. Este Fondo, corazón del financiamiento del
SGSSS, es igualmente cuestionado en su composición
y sistema de administración.
A propósito, además de la falla ética
de los funcionarios venales, se decanta la primera paradoja
respecto de los mecanismos financieros para tramitar demandas
No-POS. La tutela en salud, fundada sobre el derecho fundamental
a la salud, fue justamente el instrumento que sirvió
de arete a los agentes corruptos para horadar el fondo de
los recursos de la salud; sin esta importante conquista social
y política, la crisis financiera del SGSSS tendría
otra magnitud. No obstante, el quid del asunto no es -como
creen muchos- la tutela en sí misma; es más
bien la constatación de que la estructura institucional
colombiana es aún lenta, retrógrada y conservadora
para enfrentar los nuevos desafíos que implican los
avances jurisprudenciales de una sociedad moderna fundada
en un Estado Social de Derecho.
En este interés por conocer las causas de lo que hoy
se presenta como la punta del iceberg del robo
y la malversación de los recursos de la salud, enfoques
estructuralistas esgrimen la teoría de la deformación
histórica de lo público como uno
de los males endémicos del proceso de construcción
de la Nación en Colombia. La re-pública no es
aquí el reflejo del interés de todos,
defendido por la potestad del Estado, sino una entelequia
donde los intereses privados en alianza con la élite
detentadora del poder político, conformaron modelos
corporativistas entre el Estado, los gremios económicos
poderosos y algunas centrales sindicales. Esto se expresa
en prácticas donde los recursos públicos se
eclipsan al amparo de los grises enclaves privados, fenómeno
que evoca elocuentemente la tesis de Luis Jorge Garay sobre
la captura y posterior cooptación del Estado
colombiano por intereses particulares de todo tipo.
Este rasgo particular de la sociedad colombiana ha sido un
lastre histórico que pervive mimetizado en los recovecos
de su estructura político-institucional. El SGSSS no
fue la excepción. Particularmente, su proceso de implementación
y reglamentación fue atrapado por ese sutil mecanismo
de cooptación, exacerbado por un modelo propio del
espíritu de la época que le otorgaba a la iniciativa
privada, a la competencia y a la libre elección, un
supuesto matiz bondadoso en pro de la armonía entre
eficiencia y equidad.
Pero el sobre-dimensionamiento de los intereses particulares
se llevó a cabo sobre una base peligrosa: el marchitamiento
de lo público, pues éste es, per
se, sinónimo de corrupción, ineficiencia y politiquería.
Por lo tanto, la autoridad pública sanitaria quedó
relegada a funciones de rectoría y/o modulación
-sin el monopolio de la información para ejercer el
control y supervisión- y al vaivén de una serie
de directrices ambiguas orientadas al empoderamiento de los
actores privados y al estímulo, verbigracia, de mercados
oligopolizados por trasnacionales farmacéuticas.
En la actualidad, el SGSSS es un ejemplo que demuestra que
la lógica de los intereses privados en la crisis secular
de lo público, es igualmente susceptible
de caer en el más bajo y abyecto mundo del saqueo y
la corrupción. Empero, una segunda paradoja se deja
ver a partir de lo que hoy se señala como el negocio
de la enfermedad. Si se parte del supuesto de que los
problemas estructurales, institucionales y funcionales del
sistema de salud vigente fueran superados, su misma lógica
de operación iría en contravía de una
visión macro-estratégica de desarrollo como
país. Ciertamente, el modelo estándar empresarial
sobre el cual se erige el sistema de salud, funda su éxito
en la curación de la enfermedad y no en la preservación
y promoción de la salud. No es desconocido que en torno
de la enfermedad y su prevalencia gira un boyante negocio
mundial, por ejemplo, de patentes de medicamentos y de dispositivos
biotecnológicos de alta gama.
En este orden de ideas, Colombia se equivocó al permitir
que al amparo de un modelo asistencialista curativo, las aseguradoras
compitan por estar en los primeros renglones de las 100 empresas
económicas más importantes por venta de servicios.
Al contrario, se requiere posicionar otras industrias que
contribuyan directamente a elevar la productividad en sectores
competitivos de alta innovación tecnológica,
con el apoyo de un equipo humano sano, creativo y productivo.
No es lo mismo un modelo de salud que tenga como eslogan si
te enfermas te curamos, a otro que tiene como propósito
mantener a las personas saludables la mayor parte de su existencia,
y que una vez aparezcan las enfermedades inevitables, el sistema
de salud responda igualmente de manera eficaz.
Pero todo lo anterior sólo será posible, finalmente,
con la participación de una sociedad civil activa,
representada por un Estado diligente y transparente que desde
una racionalidad colectiva de largo aliento, dignifique lo
público como el fundamento y el sentido de una sociedad
organizada. Ello sin excluir la participación de aquellos
actores privados que, bajo estricto control de la autoridad
sanitaria, puedan garantizar con calidad y oportunidad la
provisión directa de varios bienes y servicios económicos
relacionados con el disfrute de los derechos humanos, entre
ellos el derecho fundamental a la salud.
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La
efímera CRES:
corre la suerte de la cachipolla
Fernando
Alberto Posada Restrepo
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¡Quien lo creyera! La Comisión de Regulación
en Salud (CRES), organismo creado por la Ley 1122 que introdujo
algunas modificaciones al sistema de salud en 2007, que después
de haber surtido un serio proceso de meritocracia al cual
le apostaron los gremios, la academia y las asociaciones de
usuarios y que echó a rodar apenas en junio de 2009;
organismo regulador sobre el cual estaban cifradas las esperanzas
de los colombianos y los agentes sanos del sector salud, viene
siendo estrangulado por ligeros y tendenciosos juicios de
todo orden, de contradictores en el camino, defraudados porque
ésta no les sirvió a sus particulares intereses
y de otros que consideraron que después de conformada,
con un solo click, corregiría todas las fallas estructurales
del sistema de salud que se incubaron y se encarnaron a lo
largo de 15 años, porque los encargados de la dirección
del sistema no actuaron, social ni responsablemente a su debido
tiempo.
Es como si hubieran creado un organismo para meterle la culpa
de lo que se dejó de hacer en 15 años. ¡Qué
justificación tan costosa para toda la sociedad colombiana
y para los que hicieron vaca para conformarla!
¿Cierto?
Es de tener presente que la CRES no sólo son cinco
comisionados expertos que están en el paredón:
este organismo también lo conforman con delegación
limitada, dos ministros de gobierno -el de Hacienda y el de
la Protección Social quien la preside-, así
es que ellos por mandato de la ley, también deben asumir
responsabilidades de comisionados y con mayor razón,
su presidente, ¿o pa' qué se es presidente?
Pero eso no es todo. Al nacer, nace casi mutilada, pues lleva
el titulo de regulación, pero la ley le
asigna tareas eminentemente técnicas y no la dota de
expresas funciones de regulación, entendida ésta
como el actuar del Estado para activar herramientas que corrijan
fallas de mercado que los agentes por sí solos, en
el lícito actuar de sus intereses, no pueden
corregir, pues la mano invisible de Adam Smith en este viciado
mercado, no opera.
A este organismo mai-nato (o neonato), se le endilga que no
reguló y que dejó desbordar precios, facultad
con la que nunca ha contado. Vale decir que a los funcionarios
públicos, no les es dado hacer lo que no está
expreso en la norma. ¿Qué confusión?
¿Qué marasmo?
¿O qué injusticia?
Se podría decir que la única función
de regulación que le otorgó la ley a la CRES,
fue la de establecer y actualizar un sistema de tarifas, facultad
que se empañó con un mandato posterior en la
Ley 1153 del Plan Nacional de Desarrollo y del cual se está
en discusión, en el sentido que si al terminar
el pasado mandato, la CRES retoma su función en materia
de tarifas. Pues el sentir de los afectados por los
irrisorios precios y tarifas que imponen de manera dominante
las EPS, es que esta facultad es per se mientras no le deroguen
esta facultad y se sienten con el derecho de exigir que la
ejerza
pero ahora, ¿con quién? Si la vienen
acabando por sustracción de materia...
De los 5 comisionados en el primer año de conformada
la CRES, pasaron a ser 4 en el segundo año, porque
al que se le venció el período no fue reemplazado
[habría que preguntarle al ex ministro o al ex presidente
la razón del por qué], y ahora serán
dos comisionados en el tercer año de existencia, porque
el nominador en cabeza del Presidente de la República,
no se pronuncia. ¿Qué va a pasar con este organismo
que el Legislativo creó con el entusiasmo de sus proponentes?
¿Los va a reemplazar de las ternas de la lista de elegibles
que adelantaron los gremios, la academia y las organizaciones
de usuarios? ¿Se deben realizar nuevos concursos? De
ser así, ¿quién pondría la platica
o las anteriores entidades vuelven a hacer vaca?
En fin, ¿será que vuelven a gastar en cachipollas?
El gobierno nacional tiene la responsabilidad social de responderle
al sector de la salud, a los que creyeron, propusieron y cuajaron
la conformación de un organismo técnico, transparente
y ajeno de los intereses de los actores y agentes del sector
salud, y a los que se echaron la mano al bolsillo en el proceso
de elección y conformación de las ternas para
la elección de los comisionados de la CRES. ¿O
es que invirtieron en cachipollas?.
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Robo
de recursos de salud,
precursor de delito de lesa humanidad
Álvaro
Javier Girón Cepeda. Médico, Epidemiólogo, Gerente de Servicios
de Salud
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La novedad no tan nueva del robo de los recursos de la salud
de los colombianos por funcionarios del Estado y entidades
e individuos cobijados en su tolerancia, o lo que es peor,
con su anuencia, me hace reflexionar sobre la gravedad del
suceso, cuando veo la sorprendente similitud con un delito
de lesa humanidad.
Los Crímenes de Lesa Humanidad se diferencian de otros
crímenes principalmente porque reúnen 4 características:
1. Son actos generalizados, es decir, que se cometen contra
un gran volumen de víctimas, ya sea por ser muchos
los crímenes o por ser muchas las víctimas de
un crimen.
2. Son actos sistemáticos, realizados de acuerdo con
un plan o política preconcebida que permite su repetición
o continuación.
3. Son actos perpetrados por las autoridades de un Estado
o por particulares que actúan bajo su inducción
o incitación o con su tolerancia, ayuda o complicidad.
El sujeto activo del crimen debe ser un agente estatal o particular
que trabaja para el Estado o que actúa con su apoyo,
consentimiento o tolerancia.
4. Son actos dirigidos contra la población civil por
motivos sociales, políticos, económicos, raciales,
religiosos o culturales, significando que se dan en un contexto
social, político, económico y cultural determinado.
Ahora, comparemos:
1. Los crímenes de lesa humanidad van dirigidos contra
la población civil. El robo de los recursos va contra
la provisión de servicios a la población civil
y lo que es peor, a la más vulnerable, que no tiene
otros medios para acceder a la atención de su salud.
2. El exterminio como crimen de lesa humanidad, se puede lograr
despojando a las comunidades del acceso a servicios, alimentos,
medicamentos o elementos básicos o imponiéndoles
condiciones inhumanas de vida que los lleven a su desaparición.
El robo de los recursos impide a las comunidades el acceso
a servicios de salud y los somete muy frecuentemente a condiciones
inhumanas, al afectar su calidad de vida. Nada más
ver a pacientes de alto costo sometidos a la negación
o limitación de la atención de su salud, por
solo dar un ejemplo, para entender tal similitud.
3. Los crímenes de lesa humanidad se cometen como parte
de un plan sistemático, general, intencional, pensado,
contra la población civil. La Superintendencia de Industria
y Comercio realizó una investigación contra
Colmédica, Coomeva, Famisanar, Salud Total, SOS, Susalud,
Saludcoop, Cruz Blanca, Cafesalud, EPS Sanitas, Ecoopsos,
Compensar, EPS Comfenalco Antioquia, EPS Comfenalco Valle,
Humana Vivir y el gremio Acemi, por prácticas comerciales
restrictivas, cuyo informe radicado bajo el número
09-021413, presentado este año, mostró
acuerdo
tendiente a la negación de la prestación de
los servicios de salud, ocultar o falsear la información
e impedir la debida transparencia en el mercado de servicios
de salud y la fijación indirecta del precio del aseguramiento
en salud [Sic] (1).
4. Los crímenes de lesa humanidad pueden ser cometidos
ya sea durante una guerra o en épocas de paz. ¿Si
se reconoce el conflicto armado, estaríamos en guerra?
Si no, ¿estamos en paz? De todas formas, esto no cambia
las cosas.
5. Los crímenes de lesa humanidad también comprenden
otros actos inhumanos e intencionales, que ocasionen sufrimientos
graves, o con el mismo carácter atenten contra la integridad
física y mental de las personas. El robo de los recursos
de la salud y la negación de servicios de salud y medicamentos
es inhumano e intencional, ocasiona sufrimientos graves, y
atenta contra la integridad física y mental de las
personas.
6. Los crímenes de lesa humanidad tienen que haber
sido cometidos como parte de un ataque generalizado o sistemático;
ataque, entendido como acometimiento o emprendimiento de una
ofensiva, se puede aplicar a leyes y medidas administrativas.
El robo de recursos y la negación de servicios de salud
podrían responder a estas últimas e incluso
al favorecimiento para ello por las normas que establecieron
y reglamentaron el SGSSS hasta nuestros días.
7. Los crímenes de lesa humanidad son infracciones
graves al derecho internacional de los derechos humanos, que
agravian la conciencia ética de la humanidad y niegan
el vigor y la observancia de las normas indispensables para
la coexistencia humana. ¿Qué podemos decir de
algo tan aberrante como el robo de los recursos destinados
a la garantía de derechos fundamentales como la salud
y la vida?
8. Los crímenes de lesa humanidad son de especial gravedad,
puesto que atentan contra la especie humana. El nivel de vida
y salud de una población redunda en el mismo de otras
poblaciones, afectando en mayor o en menor medida sus indicadores
regionales y también los mundiales.
Después de todo esto, ¿quién podría
afirmar, que el robo de los recursos destinados a la garantía
de derechos fundamentales como la vida y la salud, así
como la negación de servicios de salud, no atentan
contra la especie humana? ¿Quién podría
decir que no son actos crueles contra la existencia humana?
¿Quién podría afirmar, que no son actos
de envilecimiento de la dignidad humana? ¿Quién,
que no implican la destrucción de la cultura humana?
¿Quién, que no son un crimen contra todo el
género humano?.
1. Página 115 del Informe 09-021413 de la Superindustria
y Comercio.
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Bioética
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Nuestra
nación, que ha tenido que sufrir gravísimos y
frecuentes atentados contra su dignidad, padece ahora uno que
la tiene al borde de un colapso fatal: una fuerte y profunda
corrupción que se manifiesta en las altas esferas del
Estado y ante la cual parece inútil toda acción
de corrección, porque personal de instituciones creadas
para evitarla no sólo no cumplió con su deber
sino que la ha fomentado para beneficiarse económicamente
de ella. |
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Peor aún, medios de comunicación que habitualmente
proclaman a los cuatro vientos noticias sin duda importantes
pero no de la gravedad y magnitud de ésta, guardan
un discreto silencio o una discreta parquedad al respecto.
Da la impresión de que nos acostumbramos a vivir en
medio de esta falta de honradez, de que somos indolentes ante
la realidad que corroe fatalmente la vida nacional, de que
la hediondez de putrefacción es el olor natural de
nuestro ambiente, de que el pus que brota por doquier, y especialmente
en algunas altas esferas del Estado, es el medio normal de
nuestro diario vivir.
La historia nos enseña cómo grandes imperios
y aparentemente sólidas culturas y sistemas políticos
sucumbieron por la indolencia de sus gentes que han hecho
de la corrupción su hábitat, su entorno normal.
El gran Imperio Romano toleró la corrupción
de sus Césares, de los cuales sólo mencionaremos
a Nerón -Lucio Domitio Claudio Nerón, último
emperador de la dinastía Julio Claudia- homicida, matricida,
fratricida, uxoricida, perseguidor de los cristianos, y que
según algunos historiadores de su época incendió
la capital de su imperio para cantar mientras ardía
y luego acusó a los cristianos y desató la primera
persecución contra éstos. Y el gran imperio
desaparece ante el ímpetu de los llamados bárbaros,
animados por el espíritu de la libertad y del honor
del que carecían ya, por corruptos, los romanos.
Más recientemente, en el siglo anterior, siglo XX d.C.,
una cultura cuna de eminentes pensadores, se solidarizó
o permitió -guiados infortunadamente por el criterio
criminal de un doctor en medicina-, que atropellos contra
la dignidad humana se convirtieran en política oficial
del Estado, y ni el penetrante olor de seres humanos cremados
vivos en los campos de concentración -los judíos-,
ni el terrible espectáculo de millares de seres muertos
por inanición porque no se les suministraba alimento
conmovieron sus entrañas, y sólo la Segunda
Guerra Mundial puso fin a semejante barbarie, a semejante
genocidio.
Similares genocidios, no por menos conocidos menos crueles
y bárbaros, se cometieron y se cometen entre nosotros
diariamente al amparo de la Ley 100 que entregó a mercaderes
particulares para ser explotada comercialmente la vida de
los colombianos, especialmente la de los que no poseen suficiente
dinero ni conocimientos para protegerse de las EPS, IPS, ARP,
etc. Las quejas de los usuarios relatadas mañana
y tarde en los medios de comunicación de masas, las
protestas frecuentes de los esclavos médicos, son desoídas
porque sólo interesa el lucro a como dé lugar,
con anuencia de personal de las entidades cuya obligación
ética y política es la vigilancia estricta de
quienes ejercen profesiones del área de la salud, es
decir, de quienes profesionalmente deben cuidar la existencia
de los seres humanos. A las entidades creadas por la Ley 100
-no a todas, hay dignas aunque pocas excepciones- sólo
les interesa y son muy celosas en que así suceda, el
sonido de la campanilla de la registradora que cada 15 minutos
marca el aumento mayor o menor -pero de todos modos aumento-
de su patrimonio económico.
La situación actual es una clara evidencia del fracaso
del sistema educativo en el cual se hace demasiado énfasis
en los derechos y no en los deberes -los deberes crean derechos,
los derechos no crean deberes- en el que se pregona que más
vale tener que existir y se convierte al Otro,
el ser humano, al Otro persona, en objeto de compra
y venta que vale sólo por lo que renta económicamente,
que tiene precio en moneda y no valor por su dignidad intrínseca.
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| NOTA:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética
-Cecolbe-. |
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