DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 12    No. 153  JUNIO DEL AÑO 2011    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 


Música colombiana: diálogo intercultural permanente
Caso: evolución del contexto
musical del Caribe colombiano

Hernando Guzmán Paniagua Periodista - elpulso@elhospital.org.co

Hasta la mitad del siglo XX, Colombia sólo llegaba hasta Caucasia, norte de Antioquia. De ahí hacia la costa, era otro país, y la música del litoral atlántico, ‘cosa de negros’. Se necesitó que argentinos como Terig Tucci, Eduardo Armani, Eugenio Nóbile y Adolfo Caravelli tocaran y hasta compusieran nuestros aires, para que la cultura oficial y todo el país reconocieran ese inmenso tesoro de cumbias, porros, gaitas, bullerengues, mapalés, fandangos y cumbiones y merecumbés, como música colombiana.
“Monumento a la Cumbia” en El Banco (Magdalena), llamada la Ciudad Imperio de la Cumbia.
Una vista al microscopio de nuestra música, muestra que el diálogo entre los aires de distintas regiones siempre ha existido, soterrado, velado, nunca masivo ni reconocido por la cultura oficial como parte de nuestra dinámica cultural. Los mismos compositores han servido como vasos comunicantes entre las expresiones andinas, llaneras y de los litorales pacífico y atlántico. A grandes creadores costeños como Lucho Bermúdez, Pacho Galán, José Barros y otros, debemos muchas piezas andinas (bambucos, pasillos, valses, guabinas) y llaneras. El maestro Adolfo Mejía Navarro (de Sincé, Sucre), compuso piezas antológicas instrumentales del repertorio
andino (Bambuco en Sí menor, Acuarela, Campanas), fuera del bolero Cartagena y de suites académicas, más celebradas fuera que dentro de Colombia.
El vallecaucano Edmundo Arias cultivó por igual la cumbia y el porro, la música andina y el bolero, y el nortesantandereano Arnulfo Briceño fue uno de los mejores compositores de música llanera. El barranquillero Mario Gareña exaltó igualmente la costa (Yo me llamo cumbia) y el interior (Viva el señor bambuco), y pocos identifican a Graciela Arango de Tobón como costeña, al escuchar canciones tan andinas como el vals Mi huella o los “despechos” que cantó Helenita Vargas.
“Sonero soy”
El diálogo del caribe colombiano con el mundo musical afroantillano, en especial con la corriente salsera cubano-puertorriqueña, rescató un lazo de identidad latinoamericana afrodescendiente, contexto musical muy dinámico; así se creó la “salsa colombiana”, curiosamente, a partir del contacto del músico paisa Julio Ernesto Estrada “Fruko”, en Nueva York en los años 70's, entonces miembro de los Corraleros de Majagual, con los salseros inmigrantes cubanos y puertorriqueños. Tal fue el origen de The Latin Brothers, Fruko y sus Tesos, y Afrosound, los cuales nos pusieron a conversar con los aires afroantillanos; esos grupos y Joe Arroyo lograron fusiones entre el son, la guajira y el guaguancó, con la cumbia, el cumbión, el fandango, el bullerengue, el porro y la gaita.
La hibridación musical se profundiza en las nuevas expresiones de salsa colombiana, que rescatan por igual la salsa dura, los aires tradicionales costeños e interioranos, el latin jazz y sus afinidades. Ejemplos: Siguarajazz, Guatequismo, Banda La República, Calambuco, Sexteto Latino Moderno, Adjazzentes Ensamble, La 33, Kimbawe y otras orquestas, la mayoría de Medellín y Bogotá.
“Colombia se quedó sin identidad
musical gracias a 10 invasiones de rancheras,
pasodobles, tangos, cuplés, boleros, rock and roll,
salsa, baladas, música ecuatoriana y venezolana,
por el desprecio ancestral de lo propio y
el amor a lo extranjero”.
Alberto Burgos.
Nuestros territorios insulares de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, son puntos de toque y caja de resonancia de las expresiones musicales tradicionales de Jamaica, Haití, Barbados, Trinidad y Tobago, Martinica y otras islas de Las Antillas (reggae, soca, calypso, ska, mento, etc.). Sus escasos aires terrígenos no tienen protagonismo universal, pero sí existen: pasillo isleño, quadrille, polka, mazurca, vals o waltz y fox-trot, entrados al archipiélago por la Colombia continental o por otros territorios de Centroamérica y el Caribe, y adaptados a las formas melódicas y rítmicas sanandresanas.
Cumbia sicodélica
El contexto musical del litoral atlántico evoluciona, conservando los aires y sabores tradicionales, pero con la alquimia de las nuevas tendencias. Santiago Gardeazábal, director cultural del Teatro Pablo Tobón Uribe en Medellín, resaltó a EL PULSO la labor de un grupo de gestores de las “nuevas músicas colombianas”, quienes exploran dentro y fuera de Colombia, la huella de los grandes maestros para incorporar los saberes ancestrales al panorama global.
Señaló por ejemplo: “Hay músicos como Julián Sarmiento de Kurupira, Juan Sebastián Monsalve, Jacobo Vélez de La mojarra eléctrica en este reto aventurero, sin los recursos, con arreglos e instrumentos nuevos, vinculando el computador y las redes sociales, pues continúa la guerra de siempre con los medios de comunicación y la masificación de la información, la radio no escucha lo que la gente quiere sino que dicta lo que le tiene que gustar. Lo paradójico es que los europeos están hoy más interesados en Fruko o en Aníbal Velásquez y demás grandes músicos colombianos que tenemos en el olvido”.
Gardeazábal resaltó la acción del “Frente Cumbiero”, cuyo director Mario Galeano, músico graduado en la Universidad de Rotterdam, investigador de músicas tropicales de Colombia y Latinoamérica, quién exploró en sellos discográficos miles de canciones “perdidas”, -“no-éxitos”, en discos de acetato de 45, 78 y 33 RPM (revoluciones por minuto), el legado de Lucho Bermúdez o de la cantante recién muerta Dolores Salinas, de “Las alegres ambulancias”, de San Basilio de Palenque-, para los jóvenes de hoy: “Esto cambia la forma de escuchar la música hoy en día, cuando los jóvenes pueden tener cientos de miles de canciones en sus computadores, pero realmente escuchan 10 ó 15 de ellas; es como tener en la cocina un mercado gigantesco, pero comer sólo pastas”.
El “Frente Cumbiero” en su investigación de la cumbia en América Latina, desde Argentina hasta Méjico, encontró que las visiones de la cumbia argentina son diferentes de la cumbia colombiana, de la cumbia amazónica peruana, de la mejicana de los 'sonideros'. Cada país le imprime su carácter.
El contexto
musical del
litoral
atlántico
evoluciona, conservando
los aires y
sabores
tradicionales,
pero con
la alquimia
de las
nuevas
tendencias.
La psicodelia, fenómeno artístico y cultural de Estados Unidos e Inglaterra, que buscaba mostrar en la música y en la pintura nuevos estados de conciencia, también toca la música tropical, indica el gestor cultural: “La cumbia sicodélica utiliza guitarras eléctricas, pedales, sintetizadores, sonidos retro que recuerdan las bandas de los 70's, con nuevas sonoridades electrónicas. El Frente Cumbiero tuvo al principio el apellido Transnacional, a partir de su investigación de la cumbia en América Latina, desde Argentina hasta Méjico, a través del continente; las visiones de la cumbia argentina son diferentes de la cumbia colombiana, de la cumbia amazónica peruana, de la mejicana de los 'sonideros', cada país le imprime su carácter. Es un proceso donde nos entendemos, cuestionándonos quiénes somos, de dónde venimos, para definirnos como una raza en constante cambio, América Latina es un continente joven y que apenas empieza a entender sus raíces. Para la cultura de Colombia es muy importante su lazo africano, pero también encontrar similitudes hasta con culturas tan lejanas como la rusa. Saber escuchar y reconocer al Otro, es justamente entenderse y asumirse como Uno es”.
¿Fundir o no fundir?
¿Posee Colombia identidad musical? Para el investigador musical Alberto Burgos, no la tiene. En su libro “Colombia: país sin identidad musical”, sostiene que Colombia se quedó sin identidad gracias a 10 invasiones de rancheras, pasodobles, tangos, cuplés, boleros, rock and roll, salsa, baladas, música ecuatoriana y venezolana, por el desprecio ancestral de lo propio y el amor a lo extranjero. Y cita al escritor Germán Puyana: “La idea de nuestra identidad nacional siempre nos ha resultado difusa, debido a factores como el aislamiento de algunas regiones y el mestizaje racial y cultural”.
En efecto, nuestra historia, nuestra quebrada geografía física y humana, la ubicación estratégica frente a las corrientes migratorias, la diversidad étnica, cultural y musical, nos convierten en centro sin igual para la recepción de todas las influencias, lo cual per se no es bueno ni malo. Somos el crisol de múltiples músicas del mundo y cada una de ellas genera subculturas específicas en cada región o departamento. Sin duda, no hay integración musical ni cultural sin una real unidad nacional. El caudal de músicas es por un lado una riqueza que Colombia asimila; pero el mismo caudal, en comunidades aisladas y de idiosincrasia esquizoide, propicia el menosprecio de lo propio, sin desconocer las luchas de gestores marginales y las incipientes políticas públicas integradoras. El verbo fundir -aplicado a la música- en sí mismo no es regular ni irregular, las fusiones de aires o expresiones musicales per se no se pueden bendecir ni satanizar. Una fusión verdadera es un proceso histórico y cultural que genera una verdad artística, una fusión mecánica responde al mero incentivo comercial y mediático, y sólo produce falsedades que no resisten la prueba del tiempo.
Las nuevas músicas colombianas
señalan caminos al arte nacional y también a
las necesidades de paz, convivencia,
progreso y bienestar colectivos.
Las nuevas músicas colombianas señalan caminos al arte nacional y también a las necesidades de paz, convivencia, progreso y bienestar colectivos. La música, lenguaje universal, es instrumento invaluable para la destrucción de barreras regionales en un país como Colombia, donde aún nos sentimos extranjeros al pasar de un departamento a otro. Pese a estas xenofobias internas, en cualquier departamento nos entendemos bailando una cumbia o un porro, aires que restituyen la hermandad perdida. Igual la música andina: los músicos del grupo Atrato Son, invitados al Festival Nacional del Pasillo Colombiano de Aguadas (Caldas), cuentan que el pasillo es tan frecuente en las fiestas del Chocó como el currulao. ¿Y cuál es más colombiano: el pasillo de salón santafereño, el montañero de Antioquia, el de Quiebralomo y Lomaprieta (Riosucio, Caldas) o el pasillo isleño?
Cuatro músicos del Ensamble de Música Colombiana, con edades entre 16 y 18 años, representan a Colombia en el VIII Festival Internacional de Música de la Fundación Spivakov en Moscú (mayo-junio 2011). Su maestro, Camilo Giraldo, director de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Antioquia, dijo que el único idioma para ellos comunicarse con una cultura como la rusa era “do-re-mi-fa-sol-la-si”. Con arreglos académicos, el grupo mostró un panorama de la música andina, llanera, Pacífica y Atlántica (Carlos Vieco, Lucho Bermúdez, Luis Antonio Calvo, Petronio Álvarez, José Barros, Milciades Garavito, etc.), rompiendo el estereotipo según el cual la cumbia era el único pasaporte de Colombia al mundo.
Los festivales y concursos de música colombiana, sobre todo desde los años 70`s, inician el rescate de las identidades regionales, y a la vez propician el diálogo intercultural: el Festival Hatoviejo-Cotrafa, baluarte de la música andina, hoy abriga también la música llanera, y otros certámenes impulsan toda nuestra geografía musical: Festivalito Ruitoqueño, Festival de Yumbo, Festival Bandola, Antioquia Vive la Música, etc.
Colombia es rica en música y lo es por su diversidad, la definición de su identidad cultural es un proceso que nadie puede acelerar sin consultar el reloj histórico. Somos a la vez ricos y desheredados, en todo caso, poseedores de una gran riqueza, somos el mapa de los más bellos sonidos.
 
Ocioso lector
A Gloria Valencia de Castaño

En mitad de la calle, en cualquier parte,
mientras pensaba en esas cosas vagas,
que nos rozan apenas y se pierden
y no son pensamientos ni recuerdos,
ni nada que podamos retener,
sentí de pronto,
que tenía que decir una cosa distinta,
algo distinto, algo que me brotaba no se sabía de dónde. (…)
Pero lo quiero decir, no importa cómo,
te lo quiero decir y me distrae tu misma voz,
mi voz al responderte, (…)
Pero de todos modos quiero decirte ahora,
hoy esta noche, 22 de julio,
que a las tres de la tarde en cualquier parte,
en el camino que recorro siempre,
sentí que algo distinto, algo hacia ti,
me hacía olvidar las calles y las cosas
que la vida organiza en líneas rectas.
No lo supe decir, talvez lo he dicho.
Tal vez amar sea simplemente esto,
estar aquí, en la noche,
sonriéndote en silencio, diciéndote estas cosas
y pensando que a través de los años
y a pesar de las flores y los hijos
no he sabido decirte que te amo.

Álvaro Castaño Castillo.
Fragmentos del poema dedicado a la Primera Dama de la televisión colombiana, muerta en marzo 24/11.

 
¿Kómo ce dise?
Dentro y adentro
En el habla coloquial solemos confundir los términos dentro y adentro, los cuales tienen usos y significados distintos. Dentro, en el Diccionario de la Real Academia Española significa: “En la parte interior de un espacio o término real o imaginario: Dentro del parque de Bolívar, la semilla de la naranja está dentro de su pulpa, te llevo dentro del alma”. La palabra dentro también se usa con un significado temporal, esto es, para indicar término, plazo, tiempo que falta para determinada acción o suceso: El puente estará terminado dentro de dos meses, dentro de un año me casaré. Es incorrecto, aunque de mucho uso en América, el término adentro en estos casos. No se dice “la cocina está adentro de la casa”.
La palabra adentro es un adverbio de lugar que se usa con verbos que expresan movimiento explícito o implícito. Significa hacia la parte interior: El guía condujo a los turistas adentro del Museo, vamos navegando mar adentro, el policía empujó los prisioneros adentro del furgón.
 



Arriba

[ Editorial | Debate | Opinión | Monitoreo | Generales | Columna Jurídica | Cultural | Breves ]

COPYRIGHT © 2001 Periódico El PULSO
Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular
. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved