MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 73  OCTUBRE DEL AÑO 2004    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

El delirio como mecanismo de escape a la violencia en

“Delirio” de Laura Restrepo
Sophia Gómez Uribe Licenciada en literatura elpulso@elhospital.org.co
Primera parte del análisis de la galardonada novela de Laura Restrepo. Por límites de espacio no se publica la segunda parte, que hace referencia a los símbolos recurrentes en la novela.
Una mujer que enloquece mientras su marido se encontraba de viaje. Esa podría ser la síntesis de la novela, pero “delirio” es mucho más. Desde la primera página, la novela muestra un esquema de doble significación semiotizada: individuo - cuarto - casa - familia, que rompe el juego textual del adentro - afuera, y lo convierte en un adentro - adentro de dos niveles de comprensión:
el “adentro“ psicológico del personaje neurotizado y el “adentro” de la enfermiza cultura familiar que genera violencia y encubrimiento. Esta estructura se interrumpe para intercalar otros micro-relatos e intertextos, con la función de generar información en el lector sobre un “afuera” de hechos violentos. Este proceso dentro de la estructura formal, conlleva a un nivel de significado ambivalente: la locura como escape y como producto de la violencia.
La novela consta de 66 segmentos narrativos2 que forman un complejo tejido textual donde se entrelazan las historias con alteraciones de tiempo y orden, no solo para suministrar información o volver atrás o hacia adelante en el hoy de la narración, sino para crear otro tiempo: el del delirio como desorden.
En términos de la resolución textual, “Delirio” es la profanación del ideal familiar mediante un trabajo de figuración que deconstruye la cultura (los valores, la casa, la violencia) y los redistribuye para producir una semiotización textual sacralizada: familia - casa = sociedad - país.
La novela comienza: “Supe que había sucedido algo irreparable en el momento en que un hombre me abrió la puerta de esa habitación de hotel y vi a mi mujer sentada al fondo, mirando por la ventana de muy extraña manera”.
En el inicio, se presentan dos movimientos: El de los hechos ahora confusos, y una premonición sobre lo pasado: “Supe que había sucedido algo irreparable...” y un archivo vivencial; “saber” es el resultado de un proceso de conocimiento que implica hechos pasados condicionados en experiencia, por un raciocinio posterior.
En la descripción encontramos un fondo implícito y alusiones socio-culturales3 que definen un campo y un marco de percepción y, en todo el incipit, una puesta en escena: Vi a mi mujer sentada al fondo... preanunciando en la novela:
¿Quién? Una mujer que se relaciona con el narrador en primera persona.
¿Dónde? En una habitación de hotel.
¿Cuándo? En el pasado de la narración.
¿Por qué? Porque delira.
La descripción de los hechos por parte de un narrador en tercera persona, que cede la voz a uno en primera, no solo inicia la novela, sino que es dominante, y si la descripción es el lugar donde se organiza (o destruye) la comprensión del relato, en “Delirio”, es el lugar de la doble focalización que centra el relato sobre el personaje que ve, y éste a su vez, centra la descripción y la ordena según un esquema:
Cuatro días de ausencia.
Lo habitual de un comportamiento anormal: “Cuando me fui no le pasaba nada raro, o al menos nada fuera de lo habitual”.
Una saga que va del sometimiento (la abuela), el encubrimiento (la madre), la frustración (la tía Sofi), y finalmente la enajenación o el delirio como mecanismo de liberación y escape (Agustina).
Lo premonitorio: Agustina siempre anda pronosticando calamidades.
El incipit ampliado ofrece al lector mayor información sobre lo que será la novela: Una mujer, Agustina, un viajero adulto, Aguilar, que regresa después de un viaje de 4 días y encuentra a su mujer en un estado irracional, en un sitio extraño a ambos y con cuatro días de sus vidas, desaparecidos en el delirio de ella. De ahí en adelante, el segmento se centra en el relato del hombre sobre los antecedentes sicológicos de Agustina y sobre los hechos que antecedieron a esos 4 días durante los cuales, él no estaba y ella enloqueció.
Aguilar dice: “Agustina pronosticó que algo saldría mal”. “Pronosticar”, es posibilidad, y el lugar donde las cosas son un posible suceder es en la imaginación o en el mito, no en la realidad, así que aquí se introduce el primer elemento de deformación. Mientras que el título anuncia una situación mental, el primer segmento en cambio, anuncia un antropocentrismo del relato.
Personajes
Aguilar (en 26 segmentos). Un profesor de Literatura que en el “ahora” de la narración se desempeña como vendedor de alimentos para perros. Narra su relación con Agustina, su propia diégesis y la historia familiar de Agustina.
El “Midas“ Mc Alister (en 15 segmentos). Narra su relación con Agustina, su propia historia, la de Agustina y hechos de la vida nacional.
Agustina y su relación con su hermano “Bichi” (en 12 segmentos), narra además la historia de las relaciones de la familia: Carlos Vicente Londoño el padre, un hombre dominante y violento que no tolera que su hijo “el Bichi” no sea un “macho” y lo golpea violentamente; Joaquín el hermano, que siempre está tratando de complacer al padre; Eugenia la madre, experta en que “las verdades llanas van quedando atrapadas en ese almíbar de ambigüedad que todo lo adecua y lo civiliza hasta despojarlo de sustancia, o hasta producir convenientes revisiones históricas” (p. 264), y la tía Sofi, amante del padre, eje real de la familia y personaje central de los hechos desencadenantes.
El abuelo Portulinus (en 12 segmentos). Un inmigrante alemán que en su demencia recuerda a su hermana que se ahogó, recitando los nombres de los ríos de su tierra natal en estricto orden alfabético hasta que finalmente, él mismo se adentra en uno para desaparecer.
En la narración, aparecen cuatro mujeres: la abuela, la madre, la tía Sofi y Agustina, quedando planteada la genealogía de la novela: abuela - madre - hermana - hija, como una saga que va del sometimiento (la abuela), el encubrimiento (la madre), la frustración (la tía Sofi), y finalmente la enajenación o el delirio como mecanismo de liberación y escape (Agustina). En el plano racional, la abuela es el pasado remoto; la madre y la tía, el pasado de la infancia de Agustina, y Aguilar es el hoy venido de afuera; pero en el plano del delirio, Agustina -aunque en el texto se dice que “Agustina quiere decir venerable“- (p. 114), Agustina también es el femenino de Agustín, y como San Agustín, sostiene que el pasado ya no es, el hoy no existe porque ya pasó y el futuro tampoco es, porque no está sucediendo.
El tiempo y el espacio
El espacio del relato se da en la casa de la familia y en la de Agustina y Aguilar, situadas en el Departamento de Cundinamarca, en Colombia. Pero las casas son espacios de-construidos y reconstruidos en el recuerdo, antropomorfizados e idealizados por Mc Alister como símbolos de poder y clase, ordenados como universo por Agustina, preservados como continente cultural por Eugenia, etc.
Unas veces el espacio se transforma y hace parte de la mente de los personajes, como en el caso del abuelo Portulinus que físicamente habitaba en su finca de Sasaima pero mentalmente vivía en su casa de Alemania y se bañaba en los ríos de sus recuerdos, y lo que su cabeza sueña se va apoderando poco a poco de lo que está allá afuera: “En medio de la naturaleza radiante y verde del trópico aparecen ante él, pálidas y nocturnales, unas ruinas griegas...” (p. 1.059). O cuando Agustina exclama: “No se sienten en el sofá, carajo, que es para mi padre y para mí. A su corral malditos, ese lado de allá es para los cerdos y este lado de acá es para nosotros” (p. 228).
“La locura es una codificación distinta del universo y de sí mismo. Se puede describir como un viaje por un país extranjero en el que estás solo y nadie te puede alcanzar. Aunque no tengo en el libro una visión poética sobre la locura, la siento como un territorio de soledad donde los códigos que te permiten comunicarte con las demás personas están quebrados. Es como una lengua extranjera que tiene su propia lógica y coherencia. Una coherencia desgarradora, dolorosa para la persona que incurre en ella”
Laura Restrepo
La casa es un espacio que se deforma y re-forma en la mente febril de los personajes (Portulinus y Agustina), o en el lugar del dominio (el padre), o en símbolo de clase (Mc Alister).
El tratamiento del tiempo es igualmente significativo del delirio. En la mayoría de los segmentos, el tiempo del relato es indefinido y tiende a infinito, pero aparecen indicios de duración en muchos segmentos que finalmente permiten al lector encontrar el punto de enlace de las diferentes diégesis:
Los cuatro días que hace que Aguilar se fue.
Las fotos que hay en la casa de Eugenia, donde se ve al abuelo Portulinus de 29 años cuerdo y de 39 loco.
El sentido de infinito se refuerza con falsos indicios temporales en la novela, que operan como neutralizadores unos de otros creando un referente nuevo: el sentido de delirio o perturbación.
Los cuatro días en la vida de Mc Alister que son comunes con los de Agustina.
El tiempo abarca desde la juventud del abuelo inmigrante, hasta unos meses después del último ataque de delirio de Agustina. El orden lógico de la historia sería:
El abuelo Portulinus emigra de Alemania y llega a Sasaima.
Se casa con Blanca y tienen dos hijas: Eugenia y Sofi.
A los 39 años enloquece y se ahoga en el río.
Eugenia se casa con Carlos Vicente Londoño.
Tienen 3 hijos: Joaquín, Agustina y Vicente “Bichi”.
Las obras de Laura Restrepo han sido traducidas a una docena de idiomas
La tía Sofi es amante del padre. Este le toma unas fotos que los niños descubren y guardan como “arma secreta” para defenderse de la violencia del padre.
Los niños efectúan “ceremonias” para protegerse del padre.
Cuando Agustina tenía 17 años (en el hoy del relato tiene 30) y el “Bichi” 15, el padre golpea ferozmente al “Bichi”. Éste se venga mostrando las fotos. La madre ignora el hecho, el “Bichi” y la tía Sofi se marchan a México. Después de este suceso ocurre el primer episodio de delirio de Agustina.
Agustina queda embarazada de Mc Alister y se va de la casa.
Agustina hace 3 años que vive con Aguilar.
En el segundo embarazo, Agustina tiene otra crisis de delirio al perder el bebé.
Aguilar se va 4 días.
Regresa y se encuentra a Agustina demente.
A Agustina la someten a varios tratamientos durante varios meses.
Ante el anuncio del regreso del ”Bichi”, Agustina recupera la cordura.
Agustina visita a Mc Alister para que le ayude a recuperar sus recuerdos.
Agustina vuelve donde Aguilar.
Existe otra diégesis que se cruza con la de Agustina, la de “el Midas Mc Alister”. Este personaje no solo es la clave para descubrir lo ocurrido en esos “4 días”, sino que es el personaje “diferente” respecto del cual se definen los demás como miembros de una clase social: alta burguesía.
Mc Alister es un niño nacido en un barrio obrero de Bogotá, donde permanece hasta los 19 años. Logra ingresar al colegio donde estudia Joaquín, el hermano mayor de Agustina. A temprana edad, Mc Alister aprende el desprecio que sienten sus compañeros por la gente de clases sociales más bajas como él y que la imitación es el mejor mecanismo para lograr la aceptación.
En su larga amistad con la familia Londoño, descubre “el catalogo de falsedades básicas”, o que el encubrimiento de la verdad es el mejor mecanismo de defensa y evasión de la realidad.
Agustina también es el femenino de Agustín, y como San Agustín, sostiene que el pasado ya no es, el hoy no existe porque ya pasó y el futuro tampoco es, porque no está sucediendo.
“El Midas se refiere a perlas como estas: El Bichi se fue para México porque quería estudiar allá, y no porque sus modales de niña le ocasionaran repetidas tundas por parte de su padre; la tía Sofi no existe, o al menos basta con no mencionarla para que no exista; el señor Carlos Vicente Londoño quiso por igual a sus tres hijos y fue un marido fiel hasta el día de su muerte; Agustina se largó de la casa paterna a los 17 años por rebelde, por hippie y por marihuanera, y no porque prefirió escaparse antes que confesarle a su padre que estaba embarazada; el Midas Mc Alister nunca embarazó a Agustina ni la abandonó después, ni ella tuvo que ir sola a que le hicieran el aborto; el señor Carlos Vicente Londoño no murió de deficiencia coronaria sino del dolor moral el día que pasó en su automóvil por la calle de los hippies y alcanzó a ver a su única hija Agustina sentada en la acera vendiendo collares de chochos y chaquiras; Joaco no despojó a sus hermanos de la herencia paterna sino que les está haciendo el favor de administrarla por ellos; no existe un tipo que se llame Aguilar... la niña Agustina no está loca de remate sino que es así” (p. 264).
La diégesis del personaje se enlaza con la realidad colombiana en un gran intertexto que da cuenta del fenómeno del narcotráfico de los años 90 con Pablo Escobar, y todo lo que representó como modificación de conductas sociales de la burguesía que entró en contacto con ellos a través de negocios colaterales: colocar dinero con alta rentabilidad, vender propiedades por un valor muy superior al real, establecer negocios para venderles servicios, etc. Además, aparecen otros fenómenos como la corrupción en altos funcionarios, el tráfico de influencias, la manipulación política, etc. Se narran hechos violentos que se sucedieron en esa época, no solo entre miembros de las mafias o representantes del gobierno, sino contra la población civil: “Voy a invertir mi fortuna en hacer llorar a este país, así me había dicho Pablo (Escobar)” (p. 239).
1- Laura Restrepo (Bogotá, 1950), escritora, filósofa, miembro de la Comisión Negociadora de Paz entre el gobierno colombiano y el M-19. Publicó su primer libro en 1986. Premio Sor Juana Inés de la Cruz en novela en 1997, Premio Prix de France Cultura en 1998, Premio Arzobispo Juan de Sanclemente en 2003, Premio Alfaguara de novela en 2004 por “Delirio”.
2- La novela solo separa por segmentos. Para efectos del análisis se han numerado secuencialmente los segmentos narrativos.
3- Mi mujer, un hombre, habitación de hotel son elementos socio culturales.



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