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El
pájaro
de fuego
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Llegó a ser primer bailarín
del American Ballet Theatre orientado por Mikhail Baryshnikov.
Alternó en Europa con esa leyenda del siglo XX que
fue el bailarín Rudolph Nureyev. Como coreógrafo
y pedagogo fue director de Ballet del Teatro Colón
de Buenos Aires y hoy orienta el Ballet de Chile. Ricardo
Bustamante, colombiano. Un pájaro de fuego esculpido
por el amor y el dolor de su vuelo por los escenarios.
Ana
C. Ochoa - Periodista Medellín
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Espiar por las tardes a sus
hermanas mayores, verlas bailar ballet por entre las cortinas,
intuir la gracia de los cuerpos ligeros en ondulado movimiento.
No decir nada. Imitarlas. Bailar escondido. Moverse en puntas
con toda la torpeza de su cuerpo de seis años y desear
en secreto compartir las clases de ballet con esa troupe
de cisnes, como llamaba a aquellas niñas su profesor
extranjero. Así, observador intruso en ese mundo
femenino, permanecía muchas horas Ricardo Bustamante
hasta que resolvió decirle al profesor Kiril Pikieris
que le enseñara a bailar. "Sólo le enseño
cuando cumpla 8 años", le respondió.
Transcurría el año de 1968. En Medellín
el ballet era inusual. Además, era una rareza ver
a un hombre con esas aficiones. Sin mayor interés,
más como una distracción caprichosa, la familia
de Ricardo lo dejó aprender. Era una familia sencilla
del barrio Fátima de Medellín. Bailar era
un juego. Un juego que después dejó de serlo.
Ni él mismo se figuraba lo que, gracias a becas y
esfuerzos de toda índole, viviría después.
American Ballet Theatre
Eran las cinco y media de la tarde del viernes 20 de junio
de 1980. Ricardo, ya casi de 18 años cumplía
en un teatro de Medellín la esperada cita. La había
conseguido después de tres días de solicitudes
y desvelos que habían hundido hasta el fondo sus
ojos grises. Sería examinado para acceder a una beca
por Michael Smuin, director del Ballet de San Francisco
que estaba de paso por Medellín, como parte de una
gira por Latinoamérica. Luego de observarlo bailar
el reconocido coreógrafo preguntó por un parlante
si había algún familiar del muchacho. "¿Ricardo
quiere, de verdad, irse con nosotros a estudiar a San Francisco?"
"Lléveselo", dijo su hermana. Esa beca
definiría la carrera de Bustamante. Y era la confirmación
de unas capacidades indiscutibles, modeladas por sus maestros
en Medellín: Leonor Baquero y Kiryl Pikieris.
Ya en San Francisco su formación avanzó hasta
llegar a ser, en unos tres años, primer bailarín.
En 1985 fue invitado por Mikhail Baryshnikov a bailar con
su grupo del American Ballet Theatre, que desde 1940 es
una de las más prestigiosas compañías
de ballet. Estaba en las altas jerarquías del baile,
en las que pocos pero talentosos hispanos como la cubana
Alicia Alonso habían logrado triunfar. Allí
fue ascendiendo a bailarín solista y finalmente,
en 1989, a primer bailarín. Representó con
éxito papeles estelares en grandes producciones del
repertorio clásico, moderno y contemporáneo.
Hizo pareja con bailarinas como Carla Fracci, "ballerina
assoluta de La Scala de Milán"; Silvie Guillem,
primera figura del Ballet de la Opera de París; Eckatherina
Maximova, del Bolshoi de Moscú; Alessandra Ferri
y Leslie Brown del American Ballet Theatre. Según
Baryshnikov, "Bustamante es un bailarín fogoso,
dinámico, buen mozo, con una técnica sólida
que le da una presencia magnética". (*)
Nureyev
Esfuerzo, fatiga mental y física, urgencia angustiosa
de sostenerse en el nivel alcanzado, superación del
terror al error, competencia. Fue muy arduo conseguir esa
"sincera expresión apasionada", como definió
la virtud de Ricardo Bustamante Rudolph Nureyev, el más
famoso bailarín del siglo XX después de Nijinsky.
Bustamante acompañó al excéntrico maestro
en algunas giras por Europa. Bailó en la Bella Durmiente,
Dos Hermanos, El Pájaro de Fuego. Un crítico
de aquellos que los bailarines consultan con cierta desazón,
Keith White, escribió: "Me gustaría creer
que Bejart realmente concibió su Pájaro de
Fuego para mostrar este solista masculino. El espectáculo
que presencié fue de un éxito sorprendente.
El público le concedió por primera vez al
bailarín la corona de laureles (máxima distinción)...
Ricardo Bustamante muestra ser un virtuoso espectacular.
Tiene elevación natural y fácil, con mucha
seguridad... y aparentemente un ego balanceado con un toque
de modestia".(**)
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Heredero
y aprendiz
Cuando hablamos con Ricardo, sus hermanas hicieron lo que
él no se atrevió: repasar la historia de sus
logros, con la ayuda de varias carpetas repletas de recortes
de prensa, catálogos, videos, fotos (las mejores en
blanco y negro, tomadas por Annie Leibovits, talentosa fotógrafa
de las miserias y opulencias de los Estados Unidos). En los
últimos años Ricardo comenzó también
a coreografiar obras propias para el San Francisco Ballet,
del que fue nombrado miembro permanente. Ha montado entre
otras, "Kreisler Variations sobre partituras de Fritz
Kreisler; Baroque Divertissement sobre música de Haendel..."
El ha celebrado con discreto regocijo la magnitud de sus logros,
una magnitud difícil de calcular en un país
sin tradición en el ballet como Colombia. Ricardo sabe
lo que significa, por ejemplo, haber sido alumno del coreógrafo
británico -que considera su mayor influencia- Sir Kenneth
MacMillan. Según Bustamante "un poeta de la pasión,
de los infelices y oscuros deseos, frustraciones y autoengaños,
que supo mostrar los apetitos insatisfechos, las necesidades,
la soledad que la sociedad educada enmascara detrás
de un comportamiento superficial."
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Para él significó
un gran aprendizaje estar cerca de Anatoli Vilzak, último
sobreviviente del ballet imperial del Teatro Mariinski de
San Petersburgo y heredero de los antiguos Ballets de Diaghilev.
¿Diaghilev? Se preguntarán muchos. Los soviéticos
han sido los grandes maestros del ballet y Diaghilev el director
de los legendarios ballets rusos de principios de siglo, con
bailarines como Nijinsky y Pavlova. Diaghilev desempeñó
un papel definitivo en las carreras musicales de Stravinsky,
Manuel de Falla, Erik Satie, Prokofiev, entre otros. No era
raro que en sus ballets participaran Picasso, Matisse o Braque
como decoradores teatrales. Vale la pena reseñar que
en 1913, Diaghilev dirigió el estreno en París
de La Consagración de la Primavera, de Stravisnsky,
considerada una obra capital en la historia de la música.
El escándalo suscitado fue enorme. El Club Francés
del Disco relata la noche del 29 de mayo de 1913, en la sala
del Teatro de los Campos Elíseos en París. "Después
del intermedio, el telón se levanta sobre La Consagración
de la Primavera que Stravinsky tardó dos años
en componer...le fue inspirada por un sueño en el que
vio a unas jóvenes bailando en el claro de un bosque,
al ritmo de una música primitiva... Primer cuadro:
La juventud prehistórica rusa se entrega a los juegos
y rondas de la primavera. Suenan murmullos. Luego algunos
gritos. El foso de la orquesta la percusión late con
pulso potente. ¿Dónde está la melodía?
¿Qué significa este bárbaro espectáculo?
El escándalo empieza. El director del teatro se yergue
en la platea: "Escuchen primero. Griten después."
Una venerable dama se levanta ahora. Es la princesa de Pourtales:
"Tengo sesenta años !Es la primera vez que alguien
se atreve a burlarse de mí!". Le responde un silbido.
Luego se alza la voz de Ravel en el tumulto: "!Digo que
es un genio! !Un genio! !Un genio!". Saint-Säens,
furioso, huye de la sala. Debussy, con grandes gestos, trata
de aplacar a quienes lo rodean. Nijinsky marca el compás
para sus bailarines...cuando baja el telón hay batalla
en las localidades altas...pero no hay una mesa libre en el
restaurante Larue. Allí prosigue la discusión.
Y Marcel Proust, envuelto en sus pieles, pide papel y lápiz,
mientras toma una taza de chocolate, para escribir un mensaje
de felicitación a Stravinsky..."
Las trampas del cuerpo
Las giras con el American Ballet Theatre le merecieron a Ricardo
Bustamante un estimulante reconocimiento internacional. Pero
en 1993, luego de bailar 27 años, una lesión
de cadera lo obligó a abandonar el baile. Su trayectoria
le permitió dedicarse a hacer escuela en el American
Ballet y el Ballet de San Francisco. En 1998 fue nombrado
en Argentina director del prestigioso Ballet del Teatro Colón
en Buenos Aires, una compañía de 85 bailarines
fundada en 1908, que hoy tiene tanta fama como problemas económicos.
Estuvo dos años y renunció luego de la inmanejable
situación administrativa. De Chile fue llamado por
el húngaro Ivan Nagy, ex compañero de escena
de la gran bailarina Margoth Fonteyn. Nagy dirigía
el Ballet nacional en Santiago. Ricardo lo reemplazó
y hasta la fecha ha presentado con gran éxito varias
temporadas en el país y en el exterior. En Colombia
ha dirigido un par de presentaciones en el Teatro Colón
de Bogotá. Así que ahora es coreógrafo,
maestro y director de sus propios montajes. El bailarín,
por las trampas del cuerpo, quedó atrás. Pero,
como un pájaro de fuego, aleteó en la oscuridad
y en su vuelo arrojó el temor a los cráteres
de la noche.
(*) Mikhail Baryshnikov, programa Talentos, de Audiovisuales.
(**) Revista Dance
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