 |
|
|
 |
|
|
Antioquia,
un horizonte de 200 años
Hernando
Guzmán Paniagua - Periodista elpulso@elhospital.org.co
|
 |
En los
200 años de este territorio que a alguno se le ocurriera
nombrar Antioquia (voz indígena que traduce
montaña de oro), el cuadro al óleo
Horizontes de Francisco Antonio Cano sigue figurando
como emblemático de la colonización que impulsaran
sus pobladores. Pocos saben que el cuadro original de Horizontes
reposa en Bogotá, que ha pasado por muchas manos, y qué
revela y qué oculta su bella composición.
La museóloga y crítica de arte, Emma Araújo
de Vallejo, ex directora del Museo Nacional, en la inauguración
de la exposición Antioquias: diversidad e imaginarios
de identidad en el Museo de Antioquia, refirió:
Cano le regaló el cuadro al presidente Carlos E.
Restrepo y éste a mi abuelo, el maestro Simón
Araújo. Yo nací y crecí mirando 'Horizontes'
de Cano. Simón Araújo tuvo colegio en Bogotá
por 40 años, educó a mucha gente gratis, por ejemplo
a Jorge Eliécer Gaitán, y fue ministro. Una vez,
los alumnos de su colegio hicieron vaca para pagarle
al maestro Cano la escultura 'Creando cerebros', que retrata
dos mentes que enseñaban, y que adorna la tumba del profesor,
en el Cementerio Central de Bogotá.
Según una historia legendaria que circula, el presidente
Carlos E. Restrepo donó el cuadro Horizontes
después de ganarlo dos veces seguidas en una rifa. En
1914, un año después de pintar Horizontes
para el centenario de Antioquia, el maestro Cano escribía
así al presidente antioqueño: |
Para Emma Araújo,
Horizontes
es símbolo de la colonización antioqueña,
concebida como la epopeya del hacha
-la cual está en el Himno Antioqueño y en el
bambuco La Ruana, y está en la mano
izquierda del hombre allí pintado-.
|
Querido
doctor: (
) pude producir un cuadro feliz que hace muchos
años me obcecaba. A no ser por esta ventaja, 'Horizontes'
no habría salido y en Bogotá -donde desgraciadamente
no todo es cordialidad para nosotros- se seguirá creyendo
que yo sólo soy un mimado suyo. Si he ganado esta batalla,
suya es la pequeña gloria que aquello implica, y, como
si la suerte lo hubiera comprendido, hizo que el fruto fuera
a sus manos para mi completa satisfacción.
Para Emma Araújo, Horizontes es símbolo
de la colonización, concebida como la epopeya del
hacha -la cual está en el Himno Antioqueño
y en el bambuco La Ruana, está en la mano
izquierda del hombre allí pintado y coincide con la letra
del Himno (llevo el hierro entre mis manos, porque en
el cuello me pesa-). Es una manera de reafirmar los imaginarios
que hicieron las élites de la época sobre la colonización
antioqueña, pues Cano todo lo pintó por encargo
de ellas. En la mano del hombre que señala hay una alusión
iconográfica a La Creación de Miguel
Ángel. La utilización de los colores fríos
o pastel, como el azul del cielo, tienden a expandir el horizonte
del cuadro, mientras que los rojos y naranjas del barranco y
las figuras humanas lo retraen, concentrando fuerza expresiva
en esos elementos.
La crítica de arte detecta curiosidades en la composición
de esta obra: Seguiremos mirando a 'Horizontes' como el
perfecto imaginario de la época; el hombre parece español,
y la mujer, muy blanca, nada tiene de mestiza, su tocado no
es colombiano y su actitud contemplativa, allí sentada,
es más de una española que de una campesina nuestra.
Además descubrí que el niño es pelirrojo.
La crítica Martha Traba decía que los pintores
retratistas de Colombia actuaban como si vivieran en la dispendiosa
sociedad burguesa de Francia. |
|
|
La descolonización
de Antioquia
|
 |
Ese
hombre de sombrero que pintó Francisco Antonio Cano ¿qué
logró avizorar? Es la pregunta de varios artistas jóvenes,
al reinterpretar la obra Horizontes, en la exposición
titulada En el horizonte de Cano de la Universidad
Eafit de Medellín. Sobre estas reflexiones plásticas,
el ex director de Colcultura, Juan Luis Mejía Arango,
expresó: Algo ha cambiado del centenario al bicentenario
de la Independencia de Antioquia: de la exaltación del
colono pasamos a la indiferencia ante el desplazado. |
El
artista Carlos Uribe plasmó en dos re-visiones de Horizontes
la narco-colonización, parodiando la composición
de Cano, con un hombre que señala la fumigación
de cultivos ilícitos con glifosato, y reemplazando al
colono original por Pablo Escobar Gaviria (esta obra expuesta
en el Museo de Antioquia). Otros horizontes de Sara
Herrera, añade un tigre al óleo Paisaje
con ganado orejinegro (Cano, 1893) en un bien logrado
dibujo a lápiz, y señala: Ese paisaje con
ganado que presenció Francisco Antonio Cano hace más
de un siglo, se parece al que veo cada mañana desde mi
ventana. |
Definitivamente, algo
ha cambiado en el
paisaje de Antioquia, donde han aparecido afilados pinceles
que desdibujan con sangre el alma de un pueblo.
|
Seguramente
se parece también al que quiso forjar con su hacha ese
campesino que señala el horizonte con el dedo y es el
mismo que observan otros seres desde la periferia, sitiados
por nuestra férrea convicción de que su territorio
también nos pertenece.
Julián Urrego propone en Paisajes robados
la conversión del paisaje objeto de contemplación,
en paisaje-territorio que ya no es nuestro. En Multitud
de Dora Mejía, metamorfosis del paisaje original de Horizontes,
cien años después, el gentío es paisaje
en sí mismo. |
 |
El
reportero gráfico Jesús Abad Colorado, en su serie
de Alto de Mulatos, Serranía de Abibe, San José
de Apartadó, 2005, Peque, Antioquia 2001
y Altos de Oriente - Medellín, 2001, capta
el desplazamiento forzado, el sufrimiento de las comunidades
afectadas y sus actos de resistencia.
Definitivamente, algo ha cambiado en el paisaje de Antioquia,
donde han aparecido afilados pinceles que desdibujan con sangre
el alma de un pueblo. |
|
|
 |
Antioquia, 200 años de destierro |
Para la historiadora
y profesora de la Universidad Pontificia Bolivariana, Libia
Restrepo, se ha desdibujado ese imaginario de los abuelos antioqueños:
El que no trabaja, no come, de un pueblo verraco
y luchador incansable, y lo reemplaza un espíritu pragmático,
donde el antioqueño promedio es consumista a morir, y
su trabajo debe ser fácil.
|
 |
La catedrática desmitificó
las visiones tradicionales de la colonización antioqueña:
El primer proceso de colonización antioqueña
se dio durante la colonización española, a mediados
del siglo XVIII, en la provincia de Antioquia, en los Santanderes
y lo que hoy es Tolima, Cauca, etc. Hubo un incremento geográfico,
pero de personas 'sin oficio ni beneficio', según el
rótulo de la época, vagabundos que no podían
tener una renta para vivir, ni propiedad ni ocupación
conocida, y estaban en la ciudad mendigando, robando, haciendo
daños o tomando chicha. Lo que no nos cuentan es que
la primera colonización antioqueña, hacia 1758,
fue simplemente el mandato del monarca español, quien
determinó que toda esa 'gente de la común y
baja esfera' que vagaba por las ciudades, los echaran hacia
las tierras de frontera, es decir, los lugares donde no hay
habitantes, las llamadas 'tierras realengas', para que produjeran
y se sostuviesen. El pobre era visto como un indeseable en
las ciudades, por sucio y desocupado, y la desocupación
como un pecado.
|
Pero en el imaginario popular
idealizamos esa primera colonización, que fue forzosa,
no exclusiva de Antioquia e impulsada por la necesidad de quienes
nada tenían, por lo regular mestizos o mulatos libres.
El rey decía: 'Vaya busque tierra, y cuando esté
produciendo, venga adonde un juez de tierras'; así prueba
con testimonios que se hizo a un pedacito de tierra que la Corona
está dispuesta a concederle. En esa segunda mitad del
siglo XVIII, no hay café de por medio, sólo entra
en forma en Colombia hacia 1850.
Y continúa así su análisis: Consolidada
la Independencia, hay una segunda oleada de colonización
también forzada, no se detuvo en el siglo XVIII, siguió
pero fue más esporádica, de acuerdo con las reales
cédulas. Se fortalecen, en los primeros gobiernos republicanos,
varios tipos de colonización; uno es individual: un personaje
como el de 'Horizontes' coge a su mujer con sus trastos para
buscar la tierra, y hay colonizaciones colectivas donde un grupo
de personas se pone en la empresa de buscar tierras donde no
haya habitantes, para asentarse a fundar ciudades. En ambas
modalidades, como la tierra es un negocio muy bueno, empiezan
a surgir las grandes empresas colonizadoras, atentas a ver hacia
dónde se desplazan los colonos; mientras tanto en las
capitales hacen la gestión para ganarse la concesión
de esas tierras y de ahí se deriva la llamada 'guerra
del hacha contra el papel sellado'. Llegan los colonos a los
ejidos republicanos, aparentemente baldíos, siembran
cacao, ponen sus marraneras, construyen puentes y caminos, y
de un momento a otro aparece el propietario con la escritura
de ese terreno y les dice: Esto es mío, pero
espera a que el colono le civilice el predio. Al colono le toca
salir, perdiendo todo, o quedarse jornaleando en esa tierra
que ya no será suya. |
Mientras los antioqueños
y en general
los colombianos no seamos capaces de mirar al otro, ese
espejo donde se refleja lo que no le gusta para
acabar con él, no habrá futuro.
|
Libia Restrepo
|
Eso muestra que la colonización
antioqueña no fue gloriosa ni ideal, se dio en medio
de conflictos y demandas ante los jueces; hubo líos jurídicos,
como las concesiones Aranzazu y Echeverri, que duraron hasta
60 años, tres vidas, incluyendo a los descendientes de
un empresario, los llamados 'selva-tenientes'. Ponemos al colonizador
como una figura solitaria que señala al horizonte, diciendo:
'Vamos para allá', pero tiene un hacha en el regazo y
quién sabe cuántos meses lleva viajando; y esa
mujer guapa con seguridad tuvo a su hijo en el camino.
Antioquia, ¿no futuro?
Libia Restrepo habla de la tendencia individualista
del antioqueño que lo lleva al egoísmo: Aparentemente
somos hospitalarios, generosos, pero somos profundamente intolerantes,
en nombre de una fe, de una ideología o de un partido
político, no miramos al otro como un ser humano sino
como un estorbo. Cargamos furia contra ancianos, hombres trabajadores,
mujeres y niños indefensos. Mientras el antioqueño
no sea capaz de pensar en términos de comunidad, dejando
atrás ese pensamiento de 'primero yo, segundo yo, tercero
yo', mientras los antioqueños y en general los colombianos
no seamos capaces de mirar al otro, ese espejo donde se refleja
lo que no le gusta para acabar con él, no habrá
futuro.
Anotó la catedrática: Esto tiene que ver
también con procesos educativos: hace tiempo se sacaron
de los currículos escolares la cívica, la urbanidad,
las humanidades, la ética, tenemos muy arraigada una
moral religiosa pero impuesta. Cuando la moral religiosa se
va resquebrajando, no hay un mínimo ético-civil
que la reemplace.
La historiadora cuestionó la ética maquiavélica
de el fin justifica los medios, yo hago cualquier
cosa con tal de conseguir plata, con otro añadido:
ya ni siquiera se trata de la relación con los seres
humanos, sino con la naturaleza y ahí viene el contrato
natural, de respeto a ella y a los demás seres vivientes;
a muchos antioqueños no les importa eso, el otro para
mí es un escalón o un obstáculo: Si
no le gusta, usted verá, pailas. ¡Qué
pesar! Hay un ensañamiento, una sevicia que entra en
el rango de lo demencial. Se nos ha olvidado formar seres humanos
conscientes de todo esto.
Y concluye: ¿Tiene el antioqueño posibilidad
de salir adelante? Sí, pero tiene que poner de su voluntad,
si no, ahí nos quedamos enredados. Porque el desconocimiento
de la historia nos lleva a una falsa historia tendenciosa, y
el pasado será velado, oficial, oscuro y que legitima
abusos de poder, con esa actitud nihilista de a mí
no me importa nada. Si no comprendemos de dónde
venimos ni hasta dónde hemos llegado desde cierto punto
en el pasado, ¿cómo vamos a construir futuro?
. |
|
|
Antioquia:
Colonización vs. Desplazamiento |
Horizontes es ese espejo en el
cual cada antioqueño se mira buscando la imagen que desea
ver, como la reina malvada del cuento de Blanca Nieves. Doscientos
años de la Independencia de Antioquia nos enseñan
que colonización y desplazamiento siempre estuvieron
asociados. El colonizador de ayer también fue desterrado
y los hijos de ese colonizador son expulsados de su tierra por
los colonos de hoy con el aguijón de la violencia. Sólo
una rigurosa revisión de la historia nos permite saber
quiénes somos y cómo se sigue reflejando nuestro
rostro en el cuadro del maestro Francisco Antonio Cano.
|
 |
Sólo una rigurosa
revisión
de la historia nos permite saber quiénes somos y
cómo se sigue reflejando nuestro rostro en el cuadro
del maestro Francisco Antonio Cano.
|
En 2003, el investigador y curador
de arte, Juan Camilo Escobar Villegas, decía: ¿Por
qué no ver en Horizontes el drama de la resistencia campesina
ante las invasiones de tierras? ¿Qué asegura que
la pintura habla de un futuro promisorio, de una familia protegida
por un hombre bueno, trabajador, juicioso y hogareño
que puede gritar a su santa mujer: 'Triunfaré', según
las palabras de Fidel Cano? ¿No será posible distinguir
en la mirada del padre la perplejidad frente a las montañas
que encierran 'las artimañas administrativas' y 'la complicidad
de los funcionarios locales', de acuerdo con los términos
de la historiadora Catherine Le Grand? ¿Podemos aseverar
que el plegado brazo masculino señala 'las lejanías
azules del horizonte' y no el lugar donde se suceden los conflictos?
¿Por qué afirmar que el niño de brazos
no observa con terror el porvenir sino que 'tranquilo y sereno
reposa en el regazo de su madre'? ¿Cuáles son
los signos que permiten garantizar que Cano pintó la
versión rosa de la colonización antioqueña
y no aquella otra en la cual las luchas por la tierra hacían
detener en el camino a las familias de colonos para invitarlas
a calcular los enormes problemas venideros?. |
 |
|
|
|
 |
|
|