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Helen Chandler disfruta
el ataque de Bela Lugosi, primer Drácula
del cine, cuya genial interpretación le generó
trastornos de personalidad.
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Las tres poseían
unos dientes de esplendente blancura, brillantes como perlas
entre unos labios muy rojos y sensuales. Su presencia me produjo
un gran malestar, experimentando a la vez deseo y temor. Sí,
ardía en deseos de besar aquellos labios tan rojos
o de que ellos besaran los míos. (
) La rubia
se aproximó y se inclinó sobre mí hasta
poder yo percibir su respiración agitada. Su aliento,
en cierto sentido era dulce
dulce como la miel, produciendo
en mis nervios la misma sensación que su voz, más
a esa dulzura se mezclaba un tinte amargo, como el olor que
desprende la sangre fresca. Pasajes como éste
de Drácula de Bram Stoker, retratan de
cuerpo entero el vampirismo como doble dimensión de
amor y muerte, de atracción fatal del ser humano por
lo prohibido y de su anhelo eterno de inmortalidad.
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La
huella mitológica del no-muerto está 600 años
antes de Cristo, cuando el chino Tse Chan dice que un muerto
se vuelve demonio si el alma no quiere abandonar el cuerpo.
Jacobo Fitz-James Stuart Martínez, Conde de Siruela,
documenta este recorrido, eterno como las vidas del monstruo
hematófago. En la demonología mesopotámica
aparecen los vampiros Rapganmekhab y Akhkham, y la diosa Ishtar
saca a los huéspedes del país de la muerte para
que devoren a los vivos. Israel, cuna del judeo-cristianismo,
también lo es de Lilith (lujuria,
desenfreno), vampiresa alada y con cabellos de serpientes.
En la quinta noche de la erótica Scherezada de Las
mil noches y una noche no falta la oferta y demanda de
plasma, con el Gul, demonio femenino que se sacia
en los cementerios; los vampiros chinos reaniman cadáveres;
los Vetalas y Rakshasas indios, son
parientes próximos de la sanguinaria diosa Khali.
Las dionisíacas culturas griega y romana poseen sus vampiresas:
las Empusas y Lamias, mitad humanas
y mitad animales, que chupan la sangre y devoran al hombre,
previa posesión sexual. Tradición tan femenina
reaparece en Carmilla (1872), del irlandés
Joseph Sheridan Le Fanu, con una vampiresa joven, hermosa y
lésbica. Más de un siglo después de Carmilla,
Anne Rice concibe vampiros homosexuales en Entrevista
con el vampiro (1976), duro papel en el cine para Tom
Cruise y Brad Pitt.
El vampiro, rey del mundo gótico
Literariamente, el vampirismo es la forma más
acabada de lo gótico, por reunir sus signos ambientales
y estilísticos. Acerca de Drácula
de Stoker, el Conde de Siruela dice: La tensión
creciente de la atmósfera, de las imágenes, de
la energía mítica que desprenden, alcanzan aquí,
literariamente, después de tantas novelas góticas
absurdas, su grado máximo. Por fin, tras tanta exclamación
vana, Stoker culmina la imagen gótica, fijando su belleza.
Esa descripción desmesurada y esa poética del
sufrimiento, tan góticas, las recoge Stephen Vertlieb
en La segunda muerte de Drácula (1968): Sí,
era el diablo en persona. Sus ojos llamearon. Penetraron en
nuestras almas. Indagaron en nuestros cráneos hasta los
huesos. Todo el odio y la furia del infierno no hubieran podido
resultar más espantosos que la figura que se erguía
ante nosotros.
La literatura de vampiros es un banquete exquisito, una orgía
de magia roja, presidida por el Príncipe de las
Tinieblas. En sus salones de telarañas sempiternas,
escudos mohosos, ratas y murciélagos con ojos de fuego,
al lector de cualquier época lo recibirá el Conde
anfitrión: Bienvenido, entre a este castillo por
su voluntad, y deje aquí parte de su felicidad. Oiga
a los lobos, son los hijos de la noche, ellos son música
para mis oídos. En la mesa principal están
el conde Drácula de Stoker, el conde Magnus de M.R. James,
Lord Ruthven (El vampiro) de John Polidori y el
Barón Vasdra (Cenizas con cenizas, muerte con muerte)
de Sathanas Rehan (¡vaya nombre!) y John Edwards.
En una alberca llena con la sangre de 650 doncellas inmoladas,
retozan la condesa Erzsébet Báthory, la glamorosa
Carmilla y Berenice, la fantasía vampírica
de Edgar Allan Poe. En las espaciosas galerías reposan
en sus ataúdes La muerta enamorada de Theophile
Gautier, La novia de Corinto de Goethe y La
dama del sudario de Bram Stoker.
Con un felices sueños de Hitchcock o agradables
pesadillas de Forrest Ackerman, cierra la velada en la
cual asistimos a La metamorfosis del vampiro, de
Baudelaire (Véase Ocioso Lector) y degustamos un buffet
de plasma en todas sus preparaciones: Vampirismo
de E.T.A Hoffmann, La Familia del Vurdalak de Alexei
Tolstoi, Varney el vampiro de James M. Rymer, No
despertéis a los muertos de Johann L. Tieck, El
almohadón de plumas de Horacio Quiroga, Los
espejos mienten de León Zeldis, Porque la
sangre es la vida de Francis M. Crawford, La habitación
de la torre de Edgard Benson, y la curiosa novela de Gaston
Leroux La muñeca sangrienta, donde los vampiros
muerden a distancia.
Una vida tormentosa alimenta las fantasías literarias
del escritor de vampirismo, pero es también el alto precio
de su gloria. Bram Stoker, de niño muy enfermo e inválido,
consideraba a Sir Henry Irving una personalidad vampírica
que succionaba el fruto de su trabajo; Poe no conoce a su padre,
ve morir a su madre antes de él cumplir 3 años,
a su segunda madre, a su primera novia y a su prima y esposa
(de tuberculosis), es alcohólico, opiómano y muere
en una pesadilla narcótica; Alexei Tolstoi muere arruinado,
en una sobredosis de morfina; Sheridan Le Fanu -El príncipe
invisible- enviuda a los 44 años y en sus pesadillas
sueña que su casa se le viene encima. Polidori plasma
en Lord Ruthven (El vampiro) la personalidad tiránica
de Lord Byron, de quien fue médico, y se envenena enloquecido
a los 26 años; Hoffmann es alcohólico y sufre
de fiebres crónicas
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Vampiro:
eucaristía diabólica
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Nosferatu de Werner
Herzog, con Klaus Kinski e Isabelle Adjani.
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Así como el vampiro
renace en diversos cuerpos, su figura mítica surge
por la unión de varios mitos y supersticiones, en el
análisis de Claude Levi-Strauss. El referente histórico
de Drácula (El hijo del dragón
o El hijo del demonio) es Vlad Tepes, príncipe
de Valaquia en el siglo XV. Bram Stoker, en una singular alquimia,
junta la historia de sus 23.809 enemigos muertos (la mayoría
empalados o decapitados) y 884 quemados en sus casas en la
cruzada cristiana contra los turcos, con tradiciones vampíricas
antiguas, mitos de Transilvania y viejos relatos, entre ellos
los de Goethe (1797), Le Fanu, Hoffmann, Gogol y Gautier.
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Asimila a Drácula con un chupasangre
por su sadismo y crueldad, y por los grabados que lo muestran
comiendo miembros humanos o bebiendo sangre. Su inmortalidad
surge de haber sido dado por muerto varias veces en las
guerras que libró. La sangre como fluido vital del
cuerpo es imagen capital de la vida y elemento capaz de
prolongarla.
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Melissa Stribling muestra un rostro
entre aterrado e hipnótico ante el Drácula
(Cristopher Lee), de Terence Fisher. |
El
Conde de Siruela ve ahí cierta eucaristía satánica:
el cristiano obtiene vida eterna con el cuerpo y la sangre de
Cristo, el no-muerto lo logra succionando sangre -pero como
ser condenado al sufrimiento de perpetuar una especie maldita-,
y asocia esa succión con la lactancia infantil, por su
gratificación erótica.
Román Gubern compara el arrobo místico con el
goce sexual, el desmayo dichoso descrito por Santa
Teresa y plasmado por Bernini, con rostros de mujeres en orgasmo
sexual o vampírico. Hombros desnudos, ropajes transparentes,
fluído carmesí sobre una piel blanca, labios carnosos
y húmedos, ojos entornados o cerrados, gritos donde el
dolor y el placer no difieren, son algunas de las señas
del coito vampiresco. |
La
hermosa Helen Chandler disfruta el ataque de Bela
Lugosi, primer Drácula del cine, cuya genial
interpretación le generó trastornos de personalidad;
Melissa Stribling muestra un rostro entre aterrado e hipnótico
ante el Drácula de Terence Fisher (Cristopher
Lee); Isabelle Adjani en la cama con el Nosferatu
de Herzog (Klaus Kinski), luce más gozosa que sufriente;
y qué decir de Winona Ryder en sus encuentros erótico-sangrientos
con el Drácula de Francis Ford Coppola (Gary
Oldman y Murray Abraham). Para Jacobo Siruela, por ser
el vampiro lo más irrazonable y repugnante, es tan atractivo
para la imaginación humana, por ser lo más contrario
a la razón y a la moral. Representa lo prohibido, lo
inalcanzable, y muestra nuestra zona de sombra. Vive en nosotros,
es un arquetipo del inconsciente colectivo. Así,
vuela de noche, como el duende de la fantasía, y al expirar
la luz de la razón, queda a merced del sueño,
sólo en el cual es posible volar a patrias que no conocemos
pero nos pertenecen, como el reino mágico de Transilvania. |
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El vampiro posmoderno,
entre depredador y humanista |
¿Por
qué en nuestros días se volvió tan atractivo
el vampiro? Ningún vampiro es pobre, todos son ricos
y cari-bonitos, no mueren y tienen poderes sobrenaturales. En
el fondo del asunto, el ser humano se caracteriza por mostrar
en cada tiempo y cultura, en la literatura, el cine y la televisión,
el significado antropológico de lo que vive, plantea
el doctor Abraham Chams, médico cirujano pediatra del
Hospital Universitario de San Vicente Fundación. En su
conferencia en el Hospital, titulada "Significado antropológico
del vampiro en la cultura posmoderna", expresó:
En la primera y segunda guerras mundiales, tomaron fuerza
personajes como El Capitán América, Ironman y
otros, tratando de mostrar cómo Norteamérica y
los Aliados luchaban por la justicia en contra del régimen
nazi. |
Y explicó:
Los arquetipos para Carl Jung, famoso sicoanalista de
la escuela de Freud, son expresiones del consciente colectivo
que personifican características humanas, externas a
él. Por definición, el vampiro es un depredador
que se alimenta de los otros para su propio bien y cree encontrar
ahí la felicidad. Primero, representa el inmenso miedo
a envejecer y a morir del hombre moderno, quien trata de alejar
la enfermedad, la vejez y la muerte; además, el vampiro
es hipersexual. En la novela ´Entrevista con el vampiro
de Anne Rice, es un agresor o depredador, lo cual se ve en los
ojos, los dientes, las orejas y las uñas, todo lo cual,
según la neuro-psicología, va de la mano de lo
que es el tallo cerebral: lo que se hace sin importar la moral
o la norma. |
En la novela Entrevista con
el vampiro de Anne Rice, éste es un agresor o depredador
(En la película, con Tom Cruise, Brad Pitt y Antonio
Banderas). |
Los seres humanos
somos éticos y morales al saber que tarde o temprano
tendremos que afrontar la muerte y responder por nuestra conducta
ante Dios, ante un tribunal humano o ante la conciencia; pero
el vampiro, como no muere ni tiene noción de muerte,
no tiene dilemas éticos ni morales, sólo sigue
su impulso. Para Jung, forma parte del arquetipo sombra.
El expositor situó el mito en 4 momentos. Primero, en
las culturas antiguas (en la India la diosa Khali exigía
sacrificios humanos, el chupacabras en culturas
americanas, y los sacrificios humanos aztecas y mayas cuyos
sacerdotes bebían la sangre), y añadió
que el famoso Drácula no es más que la figura
inglesa del vampiro. En el segundo momento, prosiguió
el cirujano pediatra, el vampiro es como un anti-Dios opuesto
al plan divino; en un tercer momento, un ser maldito que sufre
(el Drácula de la novela de Bram Stocker),
y en el cuarto momento, el actual: un ser amigo de los hombres,
bueno pero frágil (películas como Crepúsculo
o Buffy, la cazavampiros).
Y anotó: A pesar de que el hombre posmoderno ve
en el vampiro un depredador, sin normas morales ni éticas,
bonito, rico e hipersexual, su vida termina siendo un castigo,
se queda solo, ve morir a quien ama pero él no muere,
y peor aún, como en la novela de Anne Rice, con el paso
de los siglos, en vez de enriquecerse de conocimientos, se vuelve
obsoleto, sigue viviendo en el pasado y no aprende a vivir en
el presente ni en el futuro, su 'vida eterna' realmente no es
vida por ser un 'no muerto', aunque experimenta muchas cosas,
entre ellas la homosexualidad, para darle un sentido a su vida.
Como dice el personaje que interpreta Antonio Banderas en la
película, el secreto de vivir eternamente es encontrar
un compañero que le enseñe cómo vivir en
cada siglo. |
El vampiro
es un depredador que come;
en la cruz un Cristo vino a ser comido, el vampiro le chupa
la sangre a los otros, Cristo entrega su sangre; el uno vive
para sí mismo, éste para los demás; el
vampiro es un
superhombre, la imagen de la cruz es de un hombre
tan humano que se deja clavar en un madero.
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Dr. Abraham Chams
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En un cuarto momento del mito, el
vampiro actual es un ser amigo de los hombres, bueno pero frágil
(películas como Crepúsculo). |
Al descartar la existencia
real del vampirismo como enfermedad, el doctor Chams atribuyó
esta creencia a su asociación con patologías,
infecciosas o no, de la Edad Media y el Renacimiento. Dijo que
las víctimas de la peste negra, transmitida por las pulgas
que iban en las ratas, mostraban picaduras, comportamientos
anómalos y cambios físicos que se atribuían
a mordeduras de vampiros, y al hallazgo de cadáveres
en posturas aterradoras, con señas de haber luchado en
sus ataúdes, por haberlos enterrado muy rápido
para no propagar la peste, incluso vivos en estado de inconsciencia.
También se asoció con vampirismo, las secuelas
de la rabia transmitida por mordeduras de lobos, perros o murciélagos,
a saber: fotofobia, espuma por la boca, retracción muscular
en la cara y exposición de los caninos. Aludió
también a algún tipo de la enfermedad porfiria,
que generaba anemia, contracción muscular del rostro,
exposición de los dientes y fotofobia (miedo a la luz).
Este mal genético fue muy frecuente entre las familias
aristocráticas de Europa, lo cual explica leyendas como
la del Conde Drácula.
Señaló el experto que, contrario a las expectativas
alimentadas con la Revolución Francesa, con la Revolución
Industrial, la Ilustración y el positivismo del siglo
XIX, como remedio a todas las enfermedades y satisfacción
de todas las necesidades, vemos en la segunda década
del siglo XXI que entre más revolución industrial
y mayor satisfacción de necesidades básicas, el
hombre sigue siendo más desdichado e infeliz. Concluyó
el profesional: El vampiro es un depredador que come;
en la cruz un Cristo vino a ser comido, el vampiro le chupa
la sangre a los otros, Cristo entrega su sangre; el uno vive
para sí mismo, éste para los demás; el
vampiro es un superhombre, la imagen de la cruz es de un hombre
tan humano que se deja clavar en un madero. El vampiro le tiene
miedo a la cruz porque termina viendo su contraparte, y peor
aún: en el arquetipo sombra se reconoce como creatura
y no como creador, le horroriza saber que tarde o temprano se
verá cara a cara con la muerte y deberá rendir
cuentas de sus actos amorales. Poniéndole algo de poesía
al asunto, si vemos que la única forma en que el vampiro
muere es cuando se deja atravesar el corazón, la única
forma en que el hombre puede encontrar sentido a su posmodernismo
y a su realidad no es vivir eternamente del egoísmo,
de lo que él cree que es la felicidad. Su sentido final
es dejarse atravesar el costado y el corazón, porque
el día que uno aprende a entregar el corazón,
ahí comienza a vivir lo que es de verdad la vida. Como
dicen los grandes eticistas de la humanidad, desde Aristóteles
y Séneca hasta Savater, la verdadera ética es
aprender a vivir bien con la gente que uno ama. |
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Ocioso
lector
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La metamorfosis
del vampiro |
La mujer,
entretanto, de su boca de fresa, / retorciéndose cual
una serpiente sobre las brasas, / y estrujando sus pechos en
la cárcel de su corsé, / dejó correr estas
palabras impregnadas de almizcle:
- "Yo, yo tengo los labios húmedos, y conozco la
ciencia / de perder en el fondo de un lecho la antigua conciencia.
/ Yo enjugo todas las lágrimas sobre mis senos triunfantes,
/ y hago reír a los viejos con risa de niños.
/ ¡Reemplazo, para el que me ve desnuda, y sin velos,
/ la luna, el sol, el cielo y las estrellas!
- Yo soy, mi sabio querido, tan docta en voluptuosidades, /
cuando ahogo un hombre entre mis brazos temidos, / o cuando
abandono a sus mordeduras mi busto, tímida y libertina,
y frágil y robusta, / ¡Que sobre estos acolchados,
desmayándose de emoción, / los ángeles
impotentes por mí se condenarían!".
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-
Cuando hubo de mis huesos succionado toda la médula,
/ y yo lánguidamente me volví hacia ella, / para
devolverle un beso de amor, ya no vi más que un odre
con los flancos viscosos, ¡todo lleno de pus!
- Cerré los dos ojos, en mi frío espanto, / y
cuando los reabrí a la claridad viviente, a mi vera,
en lugar del maniquí pujante / que parecía haber
hecho provisión de sangre, temblaban tan confusamente
restos de esqueleto, / que ellos mismos producían el
sonido de una veleta / o de una muestra, al extremo del vástago
de hierro, que balancea el viento durante las noches de invierno.
(Tomado de Las Flores del Mal, de Charles Baudelaire) |
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