DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 15    No. 173  FEBRERO DEL AÑO 2013    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

 
El vampirismo, una historia
de “amor al primer mordisco”
Hernando Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@elhospital.org.co
Helen Chandler “disfruta” el ataque de Bela Lugosi, primer “Drácula” del cine, cuya genial interpretación le generó trastornos de personalidad.
”Las tres poseían unos dientes de esplendente blancura, brillantes como perlas entre unos labios muy rojos y sensuales. Su presencia me produjo un gran malestar, experimentando a la vez deseo y temor. Sí, ardía en deseos de besar aquellos labios tan rojos o de que ellos besaran los míos. (…) La rubia se aproximó y se inclinó sobre mí hasta poder yo percibir su respiración agitada. Su aliento, en cierto sentido era dulce…dulce como la miel, produciendo en mis nervios la misma sensación que su voz, más a esa dulzura se mezclaba un tinte amargo, como el olor que desprende la sangre fresca”. Pasajes como éste de “Drácula” de Bram Stoker, retratan de cuerpo entero el vampirismo como doble dimensión de amor y muerte, de atracción fatal del ser humano por lo prohibido y de su anhelo eterno de inmortalidad.
La huella mitológica del no-muerto está 600 años antes de Cristo, cuando el chino Tse Chan dice que un muerto se vuelve demonio si el alma no quiere abandonar el cuerpo. Jacobo Fitz-James Stuart Martínez, Conde de Siruela, documenta este recorrido, eterno como las vidas del monstruo hematófago. En la demonología mesopotámica aparecen los vampiros Rapganmekhab y Akhkham, y la diosa Ishtar saca a los huéspedes del país de la muerte para que devoren a los vivos. Israel, cuna del judeo-cristianismo, también lo es de “Lilith” (“lujuria”, “desenfreno”), vampiresa alada y con cabellos de serpientes.
En la quinta noche de la erótica Scherezada de “Las mil noches y una noche” no falta la oferta y demanda de plasma, con el “Gul”, demonio femenino que se sacia en los cementerios; los vampiros chinos reaniman cadáveres; los “Vetalas” y “Rakshasas” indios, son parientes próximos de la sanguinaria diosa Khali.
Las dionisíacas culturas griega y romana poseen sus vampiresas: las “Empusas” y “Lamias”, mitad humanas y mitad animales, que chupan la sangre y devoran al hombre, previa posesión sexual. Tradición tan femenina reaparece en “Carmilla” (1872), del irlandés Joseph Sheridan Le Fanu, con una vampiresa joven, hermosa y lésbica. Más de un siglo después de “Carmilla”, Anne Rice concibe vampiros homosexuales en “Entrevista con el vampiro” (1976), duro papel en el cine para Tom Cruise y Brad Pitt.
El vampiro, rey del mundo gótico
Literariamente, el vampirismo es la forma más acabada de lo gótico, por reunir sus signos ambientales y estilísticos. Acerca de “Drácula” de Stoker, el Conde de Siruela dice: “La tensión creciente de la atmósfera, de las imágenes, de la energía mítica que desprenden, alcanzan aquí, literariamente, después de tantas novelas góticas absurdas, su grado máximo. Por fin, tras tanta exclamación vana, Stoker culmina la imagen gótica, fijando su belleza”. Esa descripción desmesurada y esa poética del sufrimiento, tan góticas, las recoge Stephen Vertlieb en “La segunda muerte de Drácula” (1968): “Sí, era el diablo en persona. Sus ojos llamearon. Penetraron en nuestras almas. Indagaron en nuestros cráneos hasta los huesos. Todo el odio y la furia del infierno no hubieran podido resultar más espantosos que la figura que se erguía ante nosotros”.
La literatura de vampiros es un banquete exquisito, una orgía de magia roja, presidida por el “Príncipe de las Tinieblas”. En sus salones de telarañas sempiternas, escudos mohosos, ratas y murciélagos con ojos de fuego, al lector de cualquier época lo recibirá el Conde anfitrión: “Bienvenido, entre a este castillo por su voluntad, y deje aquí parte de su felicidad. Oiga a los lobos, son los hijos de la noche, ellos son música para mis oídos”. En la mesa principal están el conde Drácula de Stoker, el conde Magnus de M.R. James, Lord Ruthven (“El vampiro”) de John Polidori y el Barón Vasdra (“Cenizas con cenizas, muerte con muerte”) de Sathanas Rehan (¡vaya nombre!) y John Edwards.
En una alberca llena con la sangre de 650 doncellas inmoladas, retozan la condesa Erzsébet Báthory, la glamorosa Carmilla y “Berenice”, la fantasía vampírica de Edgar Allan Poe. En las espaciosas galerías reposan en sus ataúdes “La muerta enamorada” de Theophile Gautier, “La novia de Corinto” de Goethe y “La dama del sudario” de Bram Stoker.
Con un “felices sueños” de Hitchcock o “agradables pesadillas” de Forrest Ackerman, cierra la velada en la cual asistimos a “La metamorfosis del vampiro”, de Baudelaire (Véase Ocioso Lector) y degustamos un buffet de plasma en todas sus preparaciones: “Vampirismo” de E.T.A Hoffmann, “La Familia del Vurdalak” de Alexei Tolstoi, “Varney el vampiro” de James M. Rymer, “No despertéis a los muertos” de Johann L. Tieck, “El almohadón de plumas” de Horacio Quiroga, “Los espejos mienten” de León Zeldis, “Porque la sangre es la vida” de Francis M. Crawford, “La habitación de la torre” de Edgard Benson, y la curiosa novela de Gaston Leroux “La muñeca sangrienta”, donde los vampiros muerden a distancia.
Una vida tormentosa alimenta las fantasías literarias del escritor de vampirismo, pero es también el alto precio de su gloria. Bram Stoker, de niño muy enfermo e inválido, consideraba a Sir Henry Irving una “personalidad vampírica” que succionaba el fruto de su trabajo; Poe no conoce a su padre, ve morir a su madre antes de él cumplir 3 años, a su segunda madre, a su primera novia y a su prima y esposa (de tuberculosis), es alcohólico, opiómano y muere en una pesadilla narcótica; Alexei Tolstoi muere arruinado, en una sobredosis de morfina; Sheridan Le Fanu -“El príncipe invisible”- enviuda a los 44 años y en sus pesadillas sueña que su casa se le viene encima. Polidori plasma en Lord Ruthven (“El vampiro”) la personalidad tiránica de Lord Byron, de quien fue médico, y se envenena enloquecido a los 26 años; Hoffmann es alcohólico y sufre de fiebres crónicas…
 
Vampiro:
eucaristía diabólica
“Nosferatu” de Werner Herzog, con Klaus Kinski e Isabelle Adjani.
Así como el vampiro renace en diversos cuerpos, su figura mítica surge por la unión de varios mitos y supersticiones, en el análisis de Claude Levi-Strauss. El referente histórico de “Drácula” (“El hijo del dragón” o “El hijo del demonio”) es Vlad Tepes, príncipe de Valaquia en el siglo XV. Bram Stoker, en una singular alquimia, junta la historia de sus 23.809 enemigos muertos (la mayoría empalados o decapitados) y 884 quemados en sus casas en la cruzada cristiana contra los turcos, con tradiciones vampíricas antiguas, mitos de Transilvania y viejos relatos, entre ellos los de Goethe (1797), Le Fanu, Hoffmann, Gogol y Gautier.

Asimila a Drácula con un chupasangre por su sadismo y crueldad, y por los grabados que lo muestran comiendo miembros humanos o bebiendo sangre. Su inmortalidad surge de haber sido dado por muerto varias veces en las guerras que libró. La sangre como fluido vital del cuerpo es imagen capital de la vida y elemento capaz de prolongarla.

Melissa Stribling muestra un rostro entre aterrado e hipnótico ante el “Drácula” (Cristopher Lee), de Terence Fisher. El Conde de Siruela ve ahí cierta eucaristía satánica: el cristiano obtiene vida eterna con el cuerpo y la sangre de Cristo, el no-muerto lo logra succionando sangre -pero como ser condenado al sufrimiento de perpetuar una especie maldita-, y asocia esa succión con la lactancia infantil, por su gratificación erótica.
Román Gubern compara el arrobo místico con el goce sexual, el “desmayo dichoso” descrito por Santa Teresa y plasmado por Bernini, con rostros de mujeres en orgasmo sexual o vampírico. Hombros desnudos, ropajes transparentes, fluído carmesí sobre una piel blanca, labios carnosos y húmedos, ojos entornados o cerrados, gritos donde el dolor y el placer no difieren, son algunas de las señas del coito vampiresco.
La hermosa Helen Chandler “disfruta” el ataque de Bela Lugosi, primer “Drácula” del cine, cuya genial interpretación le generó trastornos de personalidad; Melissa Stribling muestra un rostro entre aterrado e hipnótico ante el “Drácula” de Terence Fisher (Cristopher Lee); Isabelle Adjani en la cama con el “Nosferatu” de Herzog (Klaus Kinski), luce más gozosa que sufriente; y qué decir de Winona Ryder en sus encuentros erótico-sangrientos con el “Drácula” de Francis Ford Coppola (Gary Oldman y Murray Abraham). Para Jacobo Siruela, “por ser el vampiro lo más irrazonable y repugnante, es tan atractivo para la imaginación humana, por ser lo más contrario a la razón y a la moral. Representa lo prohibido, lo inalcanzable, y muestra nuestra zona de sombra. Vive en nosotros, es un arquetipo del inconsciente colectivo”. Así, vuela de noche, como el duende de la fantasía, y al expirar la luz de la razón, queda a merced del sueño, sólo en el cual es posible volar a patrias que no conocemos pero nos pertenecen, como el reino mágico de Transilvania.
El vampiro posmoderno,
entre depredador y humanista
“¿Por qué en nuestros días se volvió tan atractivo el vampiro? Ningún vampiro es pobre, todos son ricos y cari-bonitos, no mueren y tienen poderes sobrenaturales. En el fondo del asunto, el ser humano se caracteriza por mostrar en cada tiempo y cultura, en la literatura, el cine y la televisión, el significado antropológico de lo que vive”, plantea el doctor Abraham Chams, médico cirujano pediatra del Hospital Universitario de San Vicente Fundación. En su conferencia en el Hospital, titulada "Significado antropológico del vampiro en la cultura posmoderna", expresó: “En la primera y segunda guerras mundiales, tomaron fuerza personajes como El Capitán América, Ironman y otros, tratando de mostrar cómo Norteamérica y los Aliados luchaban por la justicia en contra del régimen nazi”.
Y explicó: “Los arquetipos para Carl Jung, famoso sicoanalista de la escuela de Freud, son expresiones del consciente colectivo que personifican características humanas, externas a él. Por definición, el vampiro es un depredador que se alimenta de los otros para su propio bien y cree encontrar ahí la felicidad. Primero, representa el inmenso miedo a envejecer y a morir del hombre moderno, quien trata de alejar la enfermedad, la vejez y la muerte; además, el vampiro es hipersexual. En la novela ´Entrevista con el vampiro’ de Anne Rice, es un agresor o depredador, lo cual se ve en los ojos, los dientes, las orejas y las uñas, todo lo cual, según la neuro-psicología, va de la mano de lo que es el tallo cerebral: lo que se hace sin importar la moral o la norma. En la novela “Entrevista con el vampiro” de Anne Rice, éste es un agresor o depredador (En la película, con Tom Cruise, Brad Pitt y Antonio Banderas).
Los seres humanos somos éticos y morales al saber que tarde o temprano tendremos que afrontar la muerte y responder por nuestra conducta ante Dios, ante un tribunal humano o ante la conciencia; pero el vampiro, como no muere ni tiene noción de muerte, no tiene dilemas éticos ni morales, sólo sigue su impulso. Para Jung, forma parte del arquetipo sombra”. El expositor situó el mito en 4 momentos. Primero, en las culturas antiguas (en la India la diosa Khali exigía sacrificios humanos, el “chupacabras” en culturas americanas, y los sacrificios humanos aztecas y mayas cuyos sacerdotes bebían la sangre), y añadió que el famoso Drácula no es más que la figura inglesa del vampiro. En el segundo momento, prosiguió el cirujano pediatra, el vampiro es como un anti-Dios opuesto al plan divino; en un tercer momento, un ser maldito que sufre (el “Drácula” de la novela de Bram Stocker), y en el cuarto momento, el actual: un ser amigo de los hombres, bueno pero frágil (películas como “Crepúsculo” o “Buffy, la cazavampiros”).
Y anotó: “A pesar de que el hombre posmoderno ve en el vampiro un depredador, sin normas morales ni éticas, bonito, rico e hipersexual, su vida termina siendo un castigo, se queda solo, ve morir a quien ama pero él no muere, y peor aún, como en la novela de Anne Rice, con el paso de los siglos, en vez de enriquecerse de conocimientos, se vuelve obsoleto, sigue viviendo en el pasado y no aprende a vivir en el presente ni en el futuro, su 'vida eterna' realmente no es vida por ser un 'no muerto', aunque experimenta muchas cosas, entre ellas la homosexualidad, para darle un sentido a su vida. Como dice el personaje que interpreta Antonio Banderas en la película, el secreto de vivir eternamente es encontrar un compañero que le enseñe cómo vivir en cada siglo”.
“El vampiro es un depredador que come;
en la cruz un Cristo vino a ser comido, el vampiro le chupa
la sangre a los otros, Cristo entrega su sangre; el uno vive
para sí mismo, éste para los demás; el vampiro es un
superhombre, la imagen de la cruz es de un hombre
tan humano que se deja clavar en un madero”.
Dr. Abraham Chams
En un cuarto momento del mito, el vampiro actual es un ser amigo de los hombres, bueno pero frágil (películas como “Crepúsculo”).
Al descartar la existencia real del vampirismo como enfermedad, el doctor Chams atribuyó esta creencia a su asociación con patologías, infecciosas o no, de la Edad Media y el Renacimiento. Dijo que las víctimas de la peste negra, transmitida por las pulgas que iban en las ratas, mostraban picaduras, comportamientos anómalos y cambios físicos que se atribuían a mordeduras de vampiros, y al hallazgo de cadáveres en posturas aterradoras, con señas de haber luchado en sus ataúdes, por haberlos enterrado muy rápido para no propagar la peste, incluso vivos en estado de inconsciencia.
También se asoció con vampirismo, las secuelas de la rabia transmitida por mordeduras de lobos, perros o murciélagos, a saber: fotofobia, espuma por la boca, retracción muscular en la cara y exposición de los caninos. Aludió también a algún tipo de la enfermedad “porfiria”, que generaba anemia, contracción muscular del rostro, exposición de los dientes y fotofobia (miedo a la luz). Este mal genético fue muy frecuente entre las familias aristocráticas de Europa, lo cual explica leyendas como la del “Conde Drácula”.
Señaló el experto que, contrario a las expectativas alimentadas con la Revolución Francesa, con la Revolución Industrial, la Ilustración y el positivismo del siglo XIX, como remedio a todas las enfermedades y satisfacción de todas las necesidades, vemos en la segunda década del siglo XXI que entre más revolución industrial y mayor satisfacción de necesidades básicas, el hombre sigue siendo más desdichado e infeliz. Concluyó el profesional: “El vampiro es un depredador que come; en la cruz un Cristo vino a ser comido, el vampiro le chupa la sangre a los otros, Cristo entrega su sangre; el uno vive para sí mismo, éste para los demás; el vampiro es un superhombre, la imagen de la cruz es de un hombre tan humano que se deja clavar en un madero. El vampiro le tiene miedo a la cruz porque termina viendo su contraparte, y peor aún: en el arquetipo sombra se reconoce como creatura y no como creador, le horroriza saber que tarde o temprano se verá cara a cara con la muerte y deberá rendir cuentas de sus actos amorales. Poniéndole algo de poesía al asunto, si vemos que la única forma en que el vampiro muere es cuando se deja atravesar el corazón, la única forma en que el hombre puede encontrar sentido a su posmodernismo y a su realidad no es vivir eternamente del egoísmo, de lo que él cree que es la felicidad. Su sentido final es dejarse atravesar el costado y el corazón, porque el día que uno aprende a entregar el corazón, ahí comienza a vivir lo que es de verdad la vida. Como dicen los grandes eticistas de la humanidad, desde Aristóteles y Séneca hasta Savater, la verdadera ética es aprender a vivir bien con la gente que uno ama”.
 
Ocioso lector

 

La metamorfosis
del vampiro
“La mujer, entretanto, de su boca de fresa, / retorciéndose cual una serpiente sobre las brasas, / y estrujando sus pechos en la cárcel de su corsé, / dejó correr estas palabras impregnadas de almizcle:
- "Yo, yo tengo los labios húmedos, y conozco la ciencia / de perder en el fondo de un lecho la antigua conciencia. / Yo enjugo todas las lágrimas sobre mis senos triunfantes, / y hago reír a los viejos con risa de niños. / ¡Reemplazo, para el que me ve desnuda, y sin velos, / la luna, el sol, el cielo y las estrellas!
- Yo soy, mi sabio querido, tan docta en voluptuosidades, / cuando ahogo un hombre entre mis brazos temidos, / o cuando abandono a sus mordeduras mi busto, tímida y libertina, y frágil y robusta, / ¡Que sobre estos acolchados, desmayándose de emoción, / los ángeles impotentes por mí se condenarían!".
- Cuando hubo de mis huesos succionado toda la médula, / y yo lánguidamente me volví hacia ella, / para devolverle un beso de amor, ya no vi más que un odre con los flancos viscosos, ¡todo lleno de pus!
- Cerré los dos ojos, en mi frío espanto, / y cuando los reabrí a la claridad viviente, a mi vera, en lugar del maniquí pujante / que parecía haber hecho provisión de sangre, temblaban tan confusamente restos de esqueleto, / que ellos mismos producían el sonido de una veleta / o de una muestra, al extremo del vástago de hierro, que balancea el viento durante las noches de invierno”.
(Tomado de “Las Flores del Mal”, de Charles Baudelaire)
 



Arriba

[ Editorial | Debate | Opinión | Monitoreo | Generales | Columna Jurídica | Cultural | Breves ]

COPYRIGHT © 2001 Periódico El PULSO
Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular
. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved