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Reflexión del mes
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El sufrimiento depende no tanto de lo que se padece,
cuanto de nuestra imaginación que aumenta nuestros
males.
El que no ha sufrido no sabe nada; no conoce ni
el bien ni el mal; ni conoce a los hombres ni se conoce
a sí mismo. 
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Fénelon (1651-
1715). François de Salignac de La Mothe, llamado
Fénelon, arzobispo y pedagogo. Con gran habilidad
dialéctica, escribió Los diálogos
sobre la elocuencia (1681) y Tratado de la Educación
de las chicas (1689). Como preceptor del nieto de Luis
XIV, compuso Fábulas (1690), Los diálogos
de los muertos (1712), Las aventuras de Telémaco
(publicadas en 1699 sin consentimiento del autor) donde
las visiones políticas muy avanzadas no gustaron
a Luis XIV, y Máximas de los Santos (1697).
Dirigió para la Academia francesa un programa
de trabajos, y la Carta sobre las ocupaciones de la
Academia (1714), son su testamento literario.
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La situación que día a día debemos enfrentar
los prestadores de servicios de salud, tanto públicos
y privados, aseguradores, entes territoriales, etc., está
más que diagnosticada, más que analizada, más
que denunciada. Pareciera que el sentido común desapareció,
y en medio de todo se encuentra la razón del ser de
todos nosotros: La persona enferma, su familia y los detalles
que arrastra de su contexto.
Me niego a creer que Antioquia, con todo el peso que tiene
a nivel nacional, se está dejando arrastrar por la
inercia que lleva el sistema.
Después de conocido el impecable informe de la Defensoría
del Pueblo sobre un análisis nacional detallado de
La tutela y el derecho a la salud, entre 2003 y 2005,
y tomando en cuenta algunas de sus principales conclusiones,
no puede ser peor el panorama. A la vez, desdibuja una serie
de paradigmas creados alrededor de argumentaciones no siempre
fieles a la realidad, desenfocando soluciones apropiadas o
por lo menos útiles y de verdadero impacto. Y ni hablar
de las proyecciones presupuestales -bastante alejadas de la
realidad-, creando un verdadero caos, endeudamiento para los
pagadores y carteras aterradoras para los prestadores
En cuanto la calidad en el servicio de salud,
de la que tanto se habla en el medio y que es vital al momento
de determinar una relación contractual, pareciera que
tiene otras variables adicionales, aplicables según
el interlocutor .Se cosificó a la persona enferma:
pasamos de manejar a don (*) Pedro Martínez, de 42
años, cabeza de familia, desplazado, con nivel 1 de
Sisbén sin afiliación a una EPS del régimen
subsidiado, padre de 6 hijos, con un posible cáncer
de estómago terminal
a manejar al Ingreso No.
12456, en rango 32-42, con cargo al contrato No. 47586868,
con base de datos ficha 978787, que requiere exámenes
del código 3456 y cirugía código 95957348,
el cual se direcciona a 3 o 4 IPS diferentes, dependiendo
de los contratos establecidos.
No podemos seguir mintiéndonos: Las cosas hay que decirlas
como son. Mientras para algunos la salud siga siendo un productivo
negocio, para otros un medio para desarrollo científico
y para los menos, una lucha diaria para ofrecer un servicio
con sentido humanitario, ético y moral, aún
a costa de sus propios recursos, no nos pondremos de acuerdo
nunca, a no ser que el sentido común aparezca, acompañado
por un amplio sentido del compromiso y la responsabilidad
social real, no escrita meramente como un informe de gestión.
(*) Nombre cambiado por respeto a la intimidad del paciente.
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Bioética
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Ética,
¿qué modelo de ética?
Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
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Todos
los días los medios de comunicación de masa nos
atiborran con vergonzosas noticias sobre malos manejos en todas
las áreas de la actividad pública y privada: sobornos,
falsedad de documentos, compra de conciencias, etc. Sin embargo,
la mayoría de estas personas ostentan un título
profesional otorgado por instituciones de educación superior,
a veces de gran renombre, y cuyos lemas ostentan casi siempre
el afán de formar cada vez mejores ciudadanos, mejores
servidores de la humanidad y de la patria.
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Lo anterior implica que en esas instituciones se enseña
honestidad y ésta se fundamenta en la justa evaluación
de las acciones en relación con el Bien y con el Mal
como valores permanentes y universales, no como simples opiniones
subjetivas sobre lo bueno y lo malo, porque si así
fuere no podríamos llamar corrupto a quien actúa
como deshonesto, a quien corrompe el medio en el que desarrolla
su profesión u oficio, o inclusive a quien roba abiertamente,
sin ningún tapujo. Ese es el valor subjetivo de su
existencia y, en nombre de la libertad mal entendida nadie
podría objetar, ni siquiera criticar, su proceder.
No olvidemos que los valores humanos, los valores morales
o éticos, no los inventa el hombre sino que los descubre,
y que su existencia no está supeditada a situaciones
culturales ni a modas o costumbres, sino a la evaluación
de si nuestras acciones llevan el Bien a quien o a quienes
las reciben, si les permite crecer plenamente en el sentido
humano o si, al contrario, menguan su dignidad.
Una de las características de estos valores, y sin
duda la que más polémicas suscita, es la de
ser absolutos, es decir, que son independientes o «ajenos
al tiempo, al espacio, al número... extraños
por completo a la cantidad», como lo enseña Manuel
García Morente.
Y López Castellón, afirma: «Hay que aclarar
que la practicidad de la ética no se determina por
el hecho de estudiar comportamientos, sino por el nivel prescriptivo
y evaluativo que pretende alcanzar. Por otra parte, lo importante
es que la fundamentación de la normatividad no es relativa
exclusivamente a la cultura de un grupo social concreto o
a una situación temporal determinada, sino a la totalidad
de los seres humanos y de las épocas históricas
».
Kant, más explícito y severo, afirma: «La
ética atañe a la bondad intrínseca de
las acciones; la jurisprudencia versa sobre lo que es justo,
no refiriéndose a las intenciones, sino a la licitud
y a la coacción... La ética es una filosofía
de las intenciones y, por ende, una filosofía práctica,
ya que las intenciones constituyen fundamentos de nuestras
acciones y vínculos de las acciones con el motivo
La ley moral ha de ser estricta y enunciar las condiciones
de la legitimidad. El hombre puede o no llevarlo (sic) a cabo,
pero la ley no ha de ser indulgente y acomodarse a la debilidad
humana, pues contiene la norma de la perfección ética
y ésta tiene que ser exacta y estricta... La ética
propone reglas que deben ser las pautas de nuestra conducta;
no ha de orientarse conforme con la capacidad del hombre,
sino mostrar aquello que es moralmente necesario».
Surge, entonces, una pregunta: ¿Cómo se está
enseñando esa ética? ¿Qué interpretación
de la ética se está enseñando y practicando
en esas cátedras? Recordemos que para el ser humano,
en todas las etapas de su vida, vale más lo que se
hace, que lo que se dice pero no se practica. Se proclama
una ética de respeto sumo al ser humano, una ética
que sirva de valla a la creciente corrupción, una ética
que reconozca y otorgue a cada quien lo que le pertenece no
sólo en el aspecto material sino, y más importante,
en lo espiritual, en lo social, en sus derechos elementales
-entre ellos el de su trabajo-. Pero a renglón seguido,
ese mismo profesor, gerente o jefe de oficina, convencido
de su falta de idoneidad en el desempeño de sus funciones
y temeroso de que la honestidad y preparación de sus
subordinados hagan notoria su mediocre preparación,
los reemplaza por otros más mediocres que él,
sin tener en cuenta el gravísimo perjuicio que causa
a la comunidad entera.
Estos verdaderos camaleones humanos son paradigmas de la corrupción,
capaces de apoderarse con su lengua pegajosa de los proyectos
elaborados por sus subalternos y presentarlos como propios
para encubrir así su inhabilidad y aparentar una honestidad,
una dedicación a su labor de la cual carecen totalmente.
Sí, son paradigmas de la corrupción y la difunden
con modalidades tan sutiles, que para muchos los hace aparecer
como promotores del Bien, de la honestidad, del respeto al
ser humano y aún de sincero cristianismo.
Nota:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de
Bioética -Cecolbe-.
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