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E s cada vez más común que las personas consulten a sus médicos para hacer una evaluación preventiva y así, disminuir el riesgo de morir de forma prematura. Y no es casual que esta forma de pensar, esté relacionada con el “enfoque de riesgo” que los aseguradores bien conocen. Esta mentalidad que ha logrado permear todos los estamentos de la sociedad y la economía, se ha constituido en una de las premisas de grandes estudios poblaciones que buscan identificar los factores de riesgo para enfermar y morir, así como las medidas preventivas que se pueden implementar para mejorar la calidad de vida.
Una de las investigaciones más representativas en este campo fue publicada en la revista Lancet(1), Y evaluó distintos factores de riesgo y de protección para sufrir de enfermedad cardiovascular en más de 11.000 pacientes, alrededor del mundo. Sorprendentemente, el estrés sicosocial fue un factor de riesgo tan importante como fumar o padecer hipertensión arterial, diabetes o dislipidemia (“colesterol alto”).
Pese a que el mundo académico conoce por este y otros estudios que el estrés crónico es uno de los factores de riesgo más importantes, la prioridad de las investigaciones en prevención no se corresponden con esta realidad: se han escrito aproximadamente 30.000 artículos sobre prevención de enfermedad cardiovascular(2) (específicamente, infarto agudo de miocardio); sin embargo, apenas 1.500 artículos(3) indagan en cómo el control del estrés podría ser uno de principales factores de protección frente a esta clase de padecimiento.
El resultado anterior, no es casual. Posiblemente sea más rentable para los investigadores, explorar moléculas y tratamientos para la hipertensión arterial, la diabetes y la dislipidemia, que invertir en investigaciones para reducción del estrés. Sin embargo, un cuerpo creciente de literatura ha logrado demostrar que la meditación y otras prácticas espirituales, disminuyen el riesgo de sufrir enfermedad cardiovascular (4), (5).
El mecanismo de acción de este tipo de intervenciones ha sido estudiado ampliamente desde que el doctor Hebert Benson(6), cardiólogo de la Universidad de Harvard, describió por primera vez, la respuesta de relajación en la década de los setentas. Este hallazgo, explicaría cómo la meditación y otras prácticas como la oración producen notables cambios fisiológicos que ayudan a controlar el estrés y producir otros efectos benéficos en el organismo.
¿Llegó la hora que el sistema de salud considere en sus prioridades, las estrategias de control del estrés que incluyen diversas prácticas espirituales?; ¿sería importante fomentar la espiritualidad, como un estilo de vida saludable tan necesario como la actividad física y la alimentación balanceada?
En un próximo artículo, mencionaremos algunas de las teorías científicas más aceptadas en la actualidad que describen la influencia de estas prácticas espirituales en la fisiología corporal.
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