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Parteras, curanderas, cuidadoras, amas de casa, personal de servicios generales, administradoras, psicólogas, promotoras en salud, instrumentadoras quirúrgicas, enfermeras, médicas, científicas, especialistas. Estos y más son los papeles que las mujeres realizan diariamente, desde el hogar hasta los hospitales y clínicas, y que impactan directamente sobre el sistema de salud.
Por una parte, algunos de estos roles han sido asignados tradicionalmente a las mujeres, correspondiendo a una estigmatización de género, donde tienen que ocupar actividades de “cuidado” en la sociedad. Por otro, a lo largo de la historia han luchado para asumir nuevos trabajos y ser reconocidas por ellos, como el poder acceder a la universidad para convertirse en médicas; aún hoy, enfrentan obstáculos para ser consideradas en puestos de liderazgo.
De acuerdo con el artículo “Mujeres y médicas: semblanza de las primeras estudiantes de medicina en la Universidad Nacional de Colombia durante inicios y mediados del siglo XX”, escrito por Zulma Consuelo Urrego-Mendoza, fue en 1925 cuando, por primera vez, en Colombia una mujer se graduó de medicina. Su nombre era Paulina Beregoff, de origen ruso, quien también se convirtió en la primera universitaria y profesora de la Facultad de Medicina del país, en la Universidad de Cartagena. Pero, tuvieron que pasar otros 11 años para que una colombiana se graduara de esta carrera.
En 1928, Paulina Gómez Vega fue la primera mujer que se postuló formalmente para ingresar como estudiante a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia. No obstante, solamente fue autorizada a asistir a las clases en calidad de oyente. Ante esta situación, Gómez intentó por medios políticos defender su caso y sus derechos; fue cuando rechazaron totalmente su ingreso a la universidad.
En 1935, Gerda Westendorp Restrepo fue aceptada en la Universidad Nacional y, adicionalmente, lo hizo becada, pues obtuvo el mejor puntaje en su ingreso. En el primer día, “El camino me pareció eterno. Yo caminaba seria y callada. Había un silencio absoluto. Cuando llegué a la planta de estudios, en el segundo piso, me recosté contra la baranda y todos me miraban como si fuera un animal raro. Éramos 300 y yo… pasado un buen rato, el más lanzado de todos… Dijo: ‘señorita, ¿es verdad que usted va a estudiar con nosotros’... En el momento en que sonó el timbre, salieron todos a coger un puesto en el salón. Pero como toda una señorita, no pensé que fuera adecuado el atropello, así que llegué de última, por lo que me tocó otra vez un eterno desfile entre miradas y suspiros aterrados, hasta la banca de atrás. Cuando llegó el primer profesor a clase de fisiología —parece que era el doctor Aguilera Camacho—, les llamó la atención a todos y dijo: ‘Tengo entendido que por primera vez hay entre nosotros una señorita’. Entonces se acercó hasta su lugar y, acto seguido, hizo levantar a uno de los jóvenes de la primera fila de su sitio. ‘De aquí en adelante este puesto será respetado y de preferencia para la dama’. Y comenzó la clase”, reseña la Asociación de Profesores de la Universidad Nacional de Colombia.
No obstante, Westendorp no culminó sus estudios, por lo que la primera mujer colombiana en graduarse como “doctor en medicina” fue Inés Ochoa Pérez, en 1939, en la Universidad Nacional de Colombia, quien sufrió discriminación a lo largo de su carrera. También fue la primera mujer en ocupar un cargo en salud pública en el país y en 1945 fue nombrada por el Ministerio de Salud Pública como directora del Departamento de Atención Materno–Infantil en Girardot, Cundinamarca.
Según la investigación de Urrego-Mendoza, “entre 1935 y 1954 recibieron grado en profesiones liberales (odontología, medicina, derecho y farmacia) 222 mujeres dentro del territorio colombiano. De estas, las 32 (14 %) que consiguieron grado de médicas lo hicieron en universidades oficiales”.
En la actualidad, 978 600 mujeres están inscritas en el Registro Único Nacional de Talento Humano en Salud (ReTHUS) en el área asistencial, lo que representa el 79 % de los profesionales de la salud de Colombia.
No obstante, aunque es un sector con mayor predominancia femenina, “hay casos de acoso laboral o de discriminación por diferencias de género. No tenemos las mismas oportunidades en términos de liderazgo. Hay brecha salarial entre hombres y mujeres con el mismo nivel de formación, que puede llegar a ser del 11 %”, afirma Diana Cárdenas, economista, especializada en políticas públicas, en protección social y salud, y consultora asociada a Inclusión SAS. Se estima que, en el mundo, las mujeres solo ocupan alrededor del 25 % de los puestos de liderazgo en la salud.
Asimismo, “por cada 1 000 mujeres con formación universitaria en el sector salud, solo 48,3 tienen estudios de especialización, mientras que esta relación para los hombres es de 189,8, reflejando que proporcionalmente los hombres acceden en mayor medida a estos programas especializados de posgrado que, en el mediano y largo plazo, resultan en mayores ingresos y estabilidad laboral”, señala el informe Mujeres trabajadoras en el sector de la salud en Colombia, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y Mpodera.
“Solo a través del conocimiento y la formación, se lograrán derrumbar los estereotipos de género, barreras estructurales, normas formales e informales, y la discriminación, para evitar que se limite el ascenso de las mujeres en las entidades y organizaciones”, reflexiona Claudia María Sterling Posada, abogada, especialista en Derecho de Seguros y Seguridad Social, vicepresidenta Legal y de Asuntos Corporativos de Droguerías y Farmacias Cruz Verde-FEMSA División Salud LATAM, primera y única mujer en ganar el Premio Chambers&Partners categoría máxima Lifetime Achievement for Furthering Gender Diversity and Inclusion, Mujeres en las Leyes: América Latina por promover el progreso de la mujer en el ámbito legal.
Y agrega: “Gran paso acaba de dar el Ministerio de Salud al promulgar la Resolución 2138 de diciembre 19 de 2023, por la cual se adoptan los lineamientos de transversalización del enfoque de género en el sector salud, de obligatorio cumplimiento para la mayoría de actores del sistema (cabe decir que no están todos, por ejemplo, gestores farmacéuticos ni laboratorios farmacéuticos), la cual constituye un avance de gran envergadura. Lo que viene ahora es vigilar que su ejecución sea una realidad”.
Paralelamente a la profesionalización y especialización de diversas áreas de la salud, hubo y sigue habiendo mujeres que, desde sus saberes ancestrales, han sido curanderas y parteras. No obstante, han sido invisibilizadas, ya que no son reconocidas desde el “conocimiento científico”. Así, desde mucho antes que se graduara la primera médica en Colombia, ya había mujeres, desde la conquista y la colonia, que realizaban prácticas curativas.
Su papel, actualmente, continúa siendo de vital importancia en zonas rurales y dispersas, donde no se cuenta con personal sanitario. Por ejemplo, en el informe Partería tradicional y su incorporación en las Estadísticas Vitales de Colombia, del DANE y del Fondo de Población de las Naciones Unidas, se revela que en el 2021 (periodo de la pandemia por COVID-19) las parteras tradicionales, en Chocó, atendieron el 28,1 % de los nacimientos de este departamento. En el 2020, 12 111 partos fueron asistidos por estas mujeres y en el 2021, 11 449.
Así como ellas, las mujeres que desde sus casas ocupan tareas de cuidado también han sido invisibilizadas, “porque no se les reconoce ese trabajo, que simplemente se le ve como algo gratis o como su deber ser”, comenta Luisa Fernanda Malaver Fonseca, economista y líder de gestión territorial en una fundación. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo de 2018, las mujeres dedicaban en promedio 7,2 horas al día a tareas domésticas y de cuidados no remuneradas, mientras que los hombres dedicaban 3,3 horas al día a estas tareas.
La pandemia agudizó esta situación, pues “la reducción de la atención médica no COVID-19 y la necesidad de cuidar y proteger a las personas mayores, dada su vulnerabilidad al virus, generaron un aumento dramático en la carga del cuidado dentro de los hogares”, señala la investigación realizada de Malaver sobre la economía del cuidado. Lo cual también sucedió con las trabajadoras de la salud en el 2020, donde de cada 10 mujeres de este sector tres se ocupaban igualmente de los cuidados de los niños en el hogar, enfrentándose así a una doble jornada, una remunerada y otra que no.
Como se ve, el papel de la mujer en el sistema de salud es de amplio espectro, donde se deben reconocer tanto sus labores y el bien que le brindan a la sociedad, desde el cuidado de niños y adultos en el hogar, pero también cuestionarse en la medida que establecen unos roles de género y estigmatizan las labores que deben cumplir en la comunidad. Asimismo, aunque la historia de las mujeres en la medicina en Colombia está por cumplir un siglo, todavía es necesario que las instituciones fomenten un entorno inclusivo y equitativo.
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