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Invisibilizaciones de la mujer en el sistema de salud

“Eso es normal”, “no te puedes echar a morir una semana al mes por culpa del periodo”, “entonces, cuando estés trabajando, ¿no vas a ir a tu oficina porque tienes cólico?, ¿vas a dejar de ir a la universidad?”, “es tu deber aguantarte ese dolor”.

Por: Yéssica Tuberquia Agudelo
elpulso@sanvicentefundacion.com

Esta es la historia de Adriana, paciente de endometriosis, quien desde su menarquia empezó a sufrir de fuertes cólicos. Los comentarios sobre su situación empezaron desde su familia, su madre, le decía que “eso era normal y que lo iba a tener por el resto de su vida, por lo que debía acostumbrarse”. Entonces, “durante muchos años, me obligué a sentir ese dolor, porque era lo que todo el mundo me decía que tenía qué hacer” narró Adriana.

Así como Adriana, según la Organización Mundial de la Salud, hay 190 millones de mujeres y niñas en edad reproductiva que padecen esta enfermedad. En Colombia, de acuerdo con la Asociación Colombiana de Endometriosis e Infertilidad (ASOCOEN), se estima que hay 3.5 millones de mujeres diagnosticadas y hasta cinco millones que podrían tenerla, pero que aún no tienen un diagnóstico; casi que el 25 % de las mujeres en etapa menstrual la sufren. Sin embargo, es “una enfermedad que durante años ha sido minimizada, infravalorada e infradiagnosticada por el simple hecho de que solo la padecen las mujeres”, señala Luz Marina Araque, fundadora de ASOCOEN.

“La gente no dimensionaba realmente el nivel de dolor que yo sentía, y pensaban que era un coliquito que se me iba a quitar tomándome una pastilla o tomándome una aromática, y listo. Cuando me pedían explicar lo que sentía, yo no encontraba otra forma de darme a entender que diciendo: siento que alguien me clava un cuchillo en el vientre” relató Adriana.

El dolor que sienten las mujeres con endometriosis es más o menos ocho o diez veces más fuerte que el de un cálculo renal. “Entonces, hay una normalización del dolor menstrual. Muchas niñas y jóvenes, cuando van al especialista, les dicen que es normal sentir dolor, y esto hace que se demore el diagnóstico de patologías como la endometriosis. Por eso es tan importante educar, sensibilizar y, sobre todo, visibilizar el hecho de que el dolor menstrual no es normal, para que podamos promover el diagnóstico temprano”, agrega Araque. En Colombia, el diagnóstico se tarda, en promedio, entre siete a diez años.

Por esta razón, Adriana Robles, ginecóloga especialista en cirugía mínimamente invasiva enfocada en la endometriosis, y parte del equipo de Endomed Colombia, les aconseja a las mujeres que “no normalicemos las cosas y que no nos dé pena. Si a mí me lleva a la cama un dolor, saber que puedo ir a consultar. No le tengamos tabú a la menstruación (todas las mujeres lo hacemos y pasa en gran parte de nuestras vidas), no debe darnos asco. Debemos ir al ginecólogo y contar este tipo de cosas, porque no solo es la menstruación, sino, por ejemplo, dolores en las relaciones sexuales”.

“Era muy complicado cada vez que me venía el periodo; ningún médico me iba a dar una incapacidad porque tenía cólico. Nadie me entendía. Debía seguir con mi vida y con mis responsabilidades. Tuvieron que pasar siete años, para que una ginecóloga me dijera que podía darme una incapacidad, que yo estaba en mi derecho de no ir a clases o trabajar. Yo sufría de una enfermedad”.

Adriana consultó con alrededor de cuatro ginecólogos, los primeros la trataron con pastillas anticonceptivas con el fin de regular su cuerpo y sus menstruaciones. No fue suficiente. Con la última doctora, logró un tratamiento que la mantuvo estable por aproximadamente tres años; sin embargo, sus cólicos empezaron a aparecer incluso sin tener su periodo. De la mano de esta misma profesional, Adriana decidió operarse para revisar cómo estaba el endometrio y “limpiar” el exceso de sangre.

Es así como para Robles es “superimportante buscar una persona con la que se tenga una empatía, porque si tú llegas donde el ginecólogo y te dice que tienes que ir al psicólogo (pasa mucho) porque te estás inventando el dolor, eso no va a generar ninguna empatía y la mujer no va a ir a consultar. Entonces, les aconsejo que no se cansen de buscar a esa persona que las va a entender y a dar un buen tratamiento. Si decimos que tenemos un dolor, es porque realmente lo tenemos”.

La endometriosis tiene más de 20 síntomas asociados: el principal es ese dolor fuerte e incapacitante durante la menstruación; dolor pélvico crónico (incluso cuando no se está menstruando); problemas con el sistema digestivo, estreñimiento crónico, gastritis; cefaleas, fatiga crónica; problemas de ansiedad y depresión; entre otros.

“Cuando empecé a trabajar, hace un año, no venía el periodo, mi vida era maravillosa, pero me empezaron a dar cólicos sin que me viniera el periodo. Me despertaba en las madrugadas a los gritos, con las sábanas empapadas de sudor. ¿Por qué me estaba doliendo si yo no tenía el periodo? Perdí el conocimiento varias veces”, describió Adriana.

Actualmente, en Colombia hay un proyecto de ley sobre la endometriosis, radicado en septiembre de 2021, que busca crear una ruta de manejo para el diagnóstico de la endometriosis y otras patologías uterinas, crear protocolos específicos para el diagnóstico temprano y para el manejo integral de la enfermedad. “Dentro de todo lo que se busca, está la pedagogía menstrual, para que en instituciones educativas públicas y privadas se empiece a hablar de educación en salud menstrual, de lo qué es normal y lo qué no lo es, y con esto no solamente se promueve el autoconocimiento, sino también el empoderamiento de niñas y jóvenes para que tengan un control sobre su salud, sobre sus vidas, y de paso, prevenir el embarazo adolescente, promover el diagnóstico temprano y oportuno de patologías uterinas y que tengan un tratamiento adecuado”, agrega la fundadora de ASOCOEN, asociación que propuso este proyecto de ley.

En consonancia con lo anterior, para la ginecóloga Robles, la consciencia pública y la educación no debe ser solo hacia las mujeres, sino hacia los hombres, “porque tenemos muchos hombres jefes, cabezas de familia, hijos; si se educan en cuanto a la menstruación, a los ciclos de la mujer, a los dolores menstruales y a todas las patologías ginecológicas, habrá más comprensión”.

Otras patologías uterinas

Así como la endometriosis, hay múltiples enfermedades que solo sufren las mujeres y que han sido invisibilizadas, debido al estigma, los tabúes, y la desinformación en torno a un hecho biológico natural como lo es la menstruación. El sangrado excesivo afecta, por ejemplo, a más del 50 % de las mujeres; el síndrome menstrual, al 30 %; la mastopatía fibroquística, al 60 %.

De acuerdo con la información proporcionada por Araque, entre el 25 y el 30 % de las mujeres en etapa menstrual o en etapa reproductiva pueden sufrir de adenomiosis, miomatosis, y síndrome de ovario poliquístico. Entre otras patologías, se pueden encontrar la hemorragia uterina anormal, el vaginismo, el cáncer de cuello uterino, etc.

Una de las problemáticas respecto a la poca visibilización reside, precisamente, en que “siempre se ha tenido el cuerpo del hombre como un parámetro de estudio de investigación del ser humano, y pues el hombre y la mujer tenemos diferencias. Muestra de este sesgo es que, hoy en día, la menstruación no es tenida en cuenta como signo vital en investigaciones de nuevos medicamentos, de vacunas y de nuevos tratamiento”, argumenta la doctora Araque. De igual forma, según María Inés Re, consejera directiva de la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, coordinadora del programa Justicia en Salud, no hay datos desagregados por sexo y cruzados: “Los datos sensibles al género son una necesidad urgente, justamente para la creación de políticas públicas que sean más adecuadas respecto a los problemas de salud de las mujeres. Sin datos de calidad es muy difícil tomar buenas decisiones políticas, sobre todo, para las estrategias de promoción y prevención de la salud”.

Para Dionne Alexandra Cruz Arenas, politóloga con énfasis en Gestión Pública, socia fundadora, expresidenta e integrante de la Junta Directiva de la Asociación Colombiana de Salud Pública: “Hay que desmitificar y hay que trabajar en una comprensión diferente, tanto de la sociedad en general, pasando por nuestras familias, instituciones, medios de comunicación, empresas, pero también en el mundo de la salud. En el mundo de la salud es muy importante que tengamos muy claro cuál es el universo de afectaciones que tienen las mujeres para que podamos brindar una atención diferencial. Tenemos que humanizar al personal de la salud para comprender qué significa acercase al cuerpo de las mujeres, con respeto, con la comprensión de su cultura”.

Ahora bien, no solo se trata sobre la invisibilización de ciertas enfermedades, sino, también, de la menstruación misma. De acuerdo con la investigación realizada por UNICEF sobre el manejo de la higiene menstrual de las niñas y adolescentes en instituciones educativas del pacífico colombiano: “El 34,8 % de las encuestadas manifestaron no saber nada sobre la menstruación antes de la menarquia. Una de cada cuatro niñas y adolescentes encuestadas manifestaron haber faltado a la escuela por causa de la menstruación (cólicos menstruales, sangrado fuerte o hemorragia)”.

Según la encuesta Pulso Social del DANE publicada en julio del 2022, el 14,8 % de las mujeres entrevistadas en 23 ciudades del país tuvo dificultades económicas para adquirir los elementos que se necesitan para el periodo menstrual. De hecho, muchas mujeres en zonas apartadas de Colombia ni siquiera tienen acceso a toallas higiénicas y usan en su lugar servilletas, medias y tela. Esta situación para niñas y jóvenes representa una barrera, incluso respecto a la educación, ya que no pueden asistir a la escuela porque no pueden cambiar sus dispositivos para gestionar adecuadamente su menstruación.

Interseccionalidad en el acceso a la salud

Clara Victoria Giraldo Mora, psicóloga, magíster en Salud Colectiva y doctora en Sociología, quien fue la coordinadora del grupo de investigación Salud de las Mujeres de la UdeA, señala que no es lo mismo ser una mujer en Medellín o en Bogotá, donde hay mejores condiciones de vida, que ser una mujer proveniente de una comunidad indígena o de zonas apartadas del Pacífico. No es lo mismo atender a una mujer joven, a una mayor, a una en embarazo, a una desplazada, a una víctima de violencia.

Por un lado, “es importante reconocer las necesidades específicas de las mujeres respecto de su salud, justamente porque tenemos características culturales, económicas y políticas diferentes a otros grupos de población, y también porque tenemos una salud sexual y reproductiva que requiere una atención específica”, explica María Inés Re, consejera directiva de la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, coordinadora del programa Justicia en Salud.

No obstante, por otro lado, hay que tener en cuenta que “para muchas mujeres y sobre todo las que están en situación de vulnerabilidad por su situación económica, racial, étnica, política y de autopercepción de género, es más difícil acercarse a los servicios de salud, justamente porque muchas veces son expulsadas porque estos sistemas de salud les oponen diferentes barreras”, agrega Re.

Así las cosas, no basta para el sistema de salud poner los ojos sobre las mujeres como un grupo poblacional homogéneo, sino que debe reconocer las necesidades específicas de las diferentes realidades que viven las mujeres. Para Cruz, “cada universo poblacional debería ser atendido y traducido, e interpretado, de una manera más rigurosa de la que en este momento estamos desarrollando”.


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