 |
|
|
En
esta edición... |
20
años de su desaparición |
Y aquel
día se murió |

Portada de la nueva biografía de Marta Traba,
escrita por Victoria Verlichak.
|
Marta
Traba
 |
Luego del matrimonio
con Alberto Zalamea, Marta Traba estuvo casada con el escritor
Angel Rama, quien también falleció en el accidente
aéreo en 1983. Apartes de su diario publicado por Planeta:
(18 de enero de 1978): "Difícil pensar mi vida
sin Marta. Me acostumbraría, como a tantos estados
ásperos, pero sólo externamente. Estoy hecho
con ella y sólo con ella me entiendo. En la pieza helada
del hostal, metidos en la cama, conversando, haciendo el amor,
leyendo juntos, es nuestra mutua presencia la que nos completa.
A veces puede incomodarnos y podemos disputar, pero como una
variante dentro de una necesidad constante de comunicación".
|
El lunes 24 de
marzo de 1980 Marta Traba lo llama desde Bogotá para
decirle que le encontraron un quiste en un seno y que dos
días después la van a operar. Angel Rama toma
un avión en Miami para reunirse con ella; "el
viernes la operaron, extrayéndole el seno izquierdo
y los ganglios del mismo brazo (...) para drásticamente
combatir la irradiación del cáncer". "Vivirá,
sí, conseguiremos restaurar nuestra vida, con amor,
con paciencia; algo puedo ayudarla en todo eso. Pero tiene
que vivir, tiene que querer vivir, sin ser destruida por las
sevicias y disminuciones de la enfermedad. ¡A quién
invocar, con verdad y creencia! No sé, me siento tan
humilde, tan sin respuestas, tan puesto en punto cero, tan
al margen de lo que ocurre donde sólo puedo poner ternura,
este amor que ella cultivó y desarrolló en mí,
porque fue su obra, y la hizo pacientemente, hasta este momento
en que no puedo imaginar un minuto de mi vida sin ella, para
ella, por ella. ¡Dios!
|
Autora de 22 libros
de crítica e historia del arte, de 7 novelas y un volumen
de poesía, de más de 1.000 textos periodísticos
y ensayos, reconocida con premios como el Casa de las Américas
en 1966, fundadora de revistas y de museos como el de Arte Moderno
de Bogotá y, sobre todo, autora de autores, impulsora
de famas consagratorias o ardorosos resentimientos que hicieron
padecer de incurables odios a veneradas vanidades. Marta Traba,
la escritora del Boom, fue inteligencia y riesgo, lucidez temida,
diálogo fulgurante, militancias, contradicciones, persecusiones
y pasión. Ahora, cuando se cumplen 20 años de
su trágica muerte en un accidente aéreo, se editan
interesantes biografías como la de Victoria Verlichak,
pero uno de los mejores textos lo escribió hace unos
años, luego de la muerte de Marta Traba, el autor colombiano
R.H. Moreno Durán (Como el halcón peregrino,
editado por Aguilar). Presentamos algunos fragmentos de este
texto escrito por su amigo, así como del diario del esposo
de Marta Traba, el escritor Angel Rama.
Las controversias cardinales
Cuenta R.H Moreno Durán: Nada bueno significa una
llamada telefónica un día domingo a las siete
de la mañana, pensé mientras descolgaba la bocina.
Al otro lado, la voz del periodista catalán Francesc
Arroyo, de la redacción del diario El País, en
Barcelona, sonaba cauta y comedida, como si tanteara mi ánimo.
En todo caso, y tal como lo sospeché, su llamada me dejó
tan aterido como esa fría mañana de otoño.
¿Qué sucedía? ¿Por qué, a
hora tan despiadada, me despertaba? Después de intercambiar
unas cuantas frases de ocasión, con cierto aire sibilino
mi interlocutor me formuló la más extraña
de las preguntas. ¿Qué opinaba yo de Marta Traba,
Angel Rama, Manuel Scorza y Alfredo Bryce Echenique? Y antes
de que pudiera reaccionar me fulminó con una terrible
noticia en forma de pregunta. ¿Qué pensaba yo
del accidente de esa madrugada en Madrid? Mientras me despabilaba
le dije que no tenía la menor idea de lo que hablaba
hasta que, compadecido, se dejó de circunloquios y asumió
por fin una explicación sumaria. A las dos de la madrugada
-dijo- un Boeing de Avianca, procedente de París, se
estrelló en las inmediaciones del aeropuerto de Barajas.
El avión debería haber hecho escala en Madrid
antes de dirigirse a Bogotá con una buena nómina
de escritores y artistas a bordo, invitados a participar en
un encuentro iberoamericano, próximo a inaugurarse en
la capital colombiana. Los nombres de Marta Traba, Manuel Scorza
y Angel Rama no ofrecieron la menor duda a la hora de establecer
la identificación inicial de las víctimas, aunque
más confusas eran las circunstancias en torno a otros
escritores, a quienes al comienzo se suponía componentes
de la delegación. La confusión era total y el
propio Arroyo me confesó, semanas después, que
su llamada tan temprana obedecía a una sospecha trágica:
confirmar o desmentir personalmente si también yo iba
a bordo. En cualquier caso, y ya irrevocablemente despierto
y deprimido por lo que acababa de oír, Arroyo me impuso
la más dolorosa de las tareas: escribir para antes de
las dos de la tarde la necrológica de los escritores
mencionados.
Con infinita dificultad comencé mi crónica pero
a las once el redactor me llamó de nuevo para que eliminara
del obituario a Bryce Echenique, quien a pesar de las noticias
propagadas por la radio gozaba de buena salud en el sur de Francia.
También me aclaró un mal entendido en torno a
Fernando Savater, a quien inicialmente se confundió en
la lista de pasajeros con la pianista Rosa Sabater. A las seis
de la tarde, horas después de haber entregado mi texto,
Arroyo volvió a llamarme para que le dictara por teléfono
una addenda sobre Jorge Ibargüengoitia, pues el escritor
mexicano acababa de ser identificado entre los cadáveres.
Su caso fue de los más dramáticos, pues a causa
del apócope de su difícil apellido en la lista
sólo se leía Ibars, - lo que despistó a
la prensa- no fue contabilizado entre las víctimas. |
Imposible olvidar algunas indiscretas
peregrinaciones a espiar con devoción rayana en la
salacidad a ese hermoso monstruo que conmovía todas
nuestras inquietudes, desde aquellas estimuladas por las
neuronas hasta las que afectaban los pliegues más
escondidos de la piel. Nadie llevaba una minifalda más
inquietante que Marta Traba, ni había otras piernas
que pudieran lucir con tan perturbador estilo las medias
magenta o limón que le daban color y vida a la Década
Prodigiosa
R.H Moreno Durán
|
Ningún matutino
había alcanzado a publicar la noticia del accidente ese
domingo y, habida cuenta que la tragedia había ocurrido
en las proximidades de Madrid, el diario El País preparó
una edición especial para el día siguiente. Aparte
de que la desgracia tenía un triste acento colombiano,
por esas fechas yo colaboraba habitualmente en las páginas
editoriales y en la sección bibliográfica de ese
periódico, por lo cual la petición de Arroyo se
convertía en un compromiso irrechazable. A esto se agregaba
mi amistad con algunos de los difuntos, en especial Marta Traba
y Angel Rama.
(...) Pero se impone un regressus. A pesar de su estrecha relación
con las artes plásticas, Marta Traba se consideró
escritora desde su infancia en Buenos Aires, donde nació
en 1930. Decía que llevaba el virus de la literatura
en la sangre y evocaba a su padre, un periodista bohemio que
durante algún tiempo ejerció como secretario de
redacción de Caras y Caretas. Muchos fueron los cambios
de domicilio en su infancia a lo largo y ancho de Buenos Aires
-como en las novelas rusas, decía- y tal
vez de ahí provenga una de las mayores constantes de
su narrativa: la errancia y la obsesión viajera. Al tiempo
que cursaba sus estudios primarios descubrió la literatura
en las revistas Billiken y Leoplán. En esta última
a dos columnas y en cuerpo de seis, se reía-
leyó buena parte de la novela decimonónica: Dostoyevski
y Dickens, Gontcharov y Víctor Hugo, Gorki y Tolstoi(...)
Pero su vida dio un vuelco importantísimo cuando a sus
dieciseis años el profesor y crítico de arte Jorge
Romero Brest le concedió una beca para que participara
en un curso de verano en la Universidad de Chile. Ya por esa
época sus inclinaciones por la literatura eran evidentes,
tal como lo recuerda su antiguo maestro: Advertí
que poseía una inteligencia lúcida, fuera de lo
común, y le otorgué la beca. Entonces parecía
obsesionada con la literatura, a la que por cierto cultivaba
con sorprendente agilidad. No es de extrañar, en
consecuencia, que a pesar de cursar cursos de estética
e historia del arte que complementó con postgrados en
París y en Roma, -bajo la dirección de René
Huyge, Pierre Francastel y Giulio Carlo Argan-, practicara abiertamente
su vocación literaria, fruto de la cual es su primer
libro, el volumen de poemas Historia natural de la alegría,
publicado por Rafael Alberti en la co-lección que dirigía
en la Editorial Losada, en Buenos Aires. Marta Traba tenía
entonces 22 años.
A lo largo de las tres décadas siguientes, la escritora
alternó sus preocupaciones estéticas -fundación
de museos, organización de exposiciones, ejercicio irreconciliable
de la crítica- con su devoción por la literatura,
aunque hay que admitir que el primer oficio fue el que le granjeó
una inmediata recepción internacional. Sin embargo tuvo
dos períodos de gran fecundidad literaria: el segundo
lustro de los años sesenta -los grandes días del
Boom- y el último de su vida, cuando su obra comenzó
a difundirse en Europa. En esta época mi trato con Marta
Traba y Angel Rama fue estrecho no sólo por las comunes
colaboraciones en revistas, sino también por algunos
proyectos editoriales y académicos.
(...) Además mi presencia comenzó a ser habitual
en la casa que Marta Traba había adquirido en la Diagonal
barcelonesa, muy cerca de la Sagrada Familia. Se trataba de
un apartamento de dos pisos, con las paredes cubiertas con cuadros
de diversos pintores y anaqueles repletos de libros. Y aunque
la pareja había decidido fijar su residencia en París
tras la bochornosa negativa de Ronald Reagan para renovarles
la visa de residencia en los Estados Unidos, ambos pasaban largos
meses en su refugio catalán y allí coincidimos
con frecuencia con otros colombianos de la diáspora,
entre quienes recuerdo a Rafael Gutiérrez Girardot, Carmen
Rada y Edgar Bustmante, para mencionar sólo algunos.
|
Advertí
que poseía una inteligencia lúcida, fuera
de lo común, y le otorgué la beca
Jorge Romero Brest
|
(...) Para muchos,
Marta Traba es una infinita sucesión de recuerdos. En
lo que a mí respecta, todo comenzó en 1965, cuando
ingresé a la Universidad Nacional y la entonces temida
crítica fue nombrada directora de extensión cultural
por el rector José Félix Patiño. Eran los
años jubilosos de Camilo Torres Restrepo y su Frente
Unido. Es también el año en que aparece un libro
que deslumbró a muchos jóvenes de nuestra generación:
Los cuatro monstruos cardinales. Contra el provincianismo
de la crítica, este ensayo nos sugería caminos
más radicales y cosmopolitas, ni más ni menos
que la decisión de asumir una actitud universal a la
hora de abordar las diversas manifestaciones de la cultura(
)
Por esos días Marta Traba organizó la primera
semana cultural y toda la Universidad se convirtió en
un foro abierto(...) Comenzábamos a ser contemporáneos
del mundo y a no dejarnos sorprender por las trampas de la historia.
Imposible olvidar algunas indiscretas peregrinaciones al segundo
piso del edificio de la Rectoría donde funcionaba Extensión
Cultural, a espiar con devoción rayana en la salacidad
a ese hermoso monstruo que conmovía todas nuestras inquietudes,
desde aquellas estimuladas por las neuronas hasta las que afectaban
los pliegues más escondidos de la piel. Nadie llevaba
una minifalda más inquietante que Marta Traba, ni había
otras piernas que pudieran lucir con tan perturbador estilo
las medias magenta o limón que le daban color y vida
a la Década Prodigiosa. Era la época en que a
través de la televisión y las fotografías
de prensa se popularizaba ese oscuro flequillo bajo el cual
ardían como ascuas sus bellos ojos, pero también
eran los tiempos en los que, sin medir consecuencias, ella se
atrevía a comparar el campus cobardemente invadido por
el Ejército con los tanques de Moshe Dayán en
la Guerra de los Seis Días. La decisión del irascible
Carlos Lleras Restrepo no se hizo esperar y, sin más,
expulsó a Marta Traba de Colombia(...) Felizmente, la
reacción de los intelectuales, artistas y estudiantes
fue contundente y unánime y el cascarrabias presidente
tuvo que dar marcha atrás a sus medidas(...) A partir
de entonces la voz de Marta Traba se multiplicó tanto
como su audiencia.
Pronto celebramos el triunfo obtenido con Las ceremonias
del verano y poco después leímos también
Los laberintos insolados y La jugada del sexto
día(...) Y fue precisamente con su vuelta a la
ficción, casi diez años después de La
jugada del sexto día, cuando tuve oportunidad de
tratarla personalmente. Fue en Barcelona, en el Hogar
el libro (...) y es entonces cuando mis recuerdos se reconcilian
con la simetría trágica de los hechos.
El texto que me solicitó El País se publicó
efectivamente al día siguiente de la tragedia (...) La
premonición es la poesía de la tragedia. Por eso,
siempre pensé que la vida nómada pero fecunda
de Marta Traba cumplió su cita suprema en el punto cardinal
de su elección más sincera: ese país que
ella contribuyó a transformar gracias a sus polémicas,
tan ruidosas como fértiles, y al que el domingo 27 de
noviembre de 1983 -treinta años después de su
primer desembarco- quiso volver sólo para que en torno
a sus cenizas se cumplieran las escrituras:
'El regreso para morir es grande
(lo dijo con su aventura el rey de Itaca') |
Ocioso
lector |
El General Reyes
y la escuela de baile |
Otros tiempos
eran aquellos, cuando el profesor de baile Alirio Caycedo
Alvarez, hacia 1905, emprendió su aventura, un poco
osada, y determinó crear una nueva modalidad de la
enseñanza. El ambiente era entonces conventual y, con
algunas excepciones, la danza era una diversión pecaminosa,
fuertemente condenada por la moral cristiana (
)
Pero el General Reyes había fundado la Escuela Militar
y quería que los oficiales adquiriesen sentimientos
modernos de su misión, para modificar así la
orientación que seguía la carrera de las armas,
que se aprendía directamente en los campos de batalla
de la guerra civil, en donde no quedaba tiempo sino para dar
órdenes concisas y para cumplir proezas heróicas.
Y consideró que el baile habría de contribuir
a esas reformas del espíritu militar, que eran parte
de su plan de pacificación nacional. Hubo en la escuela
un profesor de danzas, y fue este mismo Caycedo Alvarez (
)
Los primeros días la academia de baile encontró
pomposa resistencia (
) Tenía entonces el profesor
su pequeña orquesta de tiple, bandola y guitarra. Pero
después vino el gramófono de corneta y eliminó
la fantasía melódica de los encordados instrumentos,
en cuyas cajas de madera residía todo el sabor autóctono
que adquiría la academia. Y el autopiano suplantó
al gramófono
y luego la moderna victrola de mueble
decorado(
)
El profesor Caycedo tenía que evolucionar proporcionalmente.
Por ejemplo tuvo que introducir esa monstruosidad coreográfica
que fue el tango en sus tiempos iniciales, cuando se levantaba
contra él toda la tradición de las costumbres
sociales, acuñadas en el valse, de suyo bastante atrevido(
)
Ahí está él en su Academia
El pavimento
cuidadosamente encerado para que los pies se deslicen con
suavidad y sin esfuerzo. Los discípulos se sientan
en torno(
) Desde la pared fronteriza una imagen de San
Antonio preside la coreografía y moraliza notablemente
el ambiente.
(
) Cuando me saqué tres loterías, por
ahí en 1924, estuve en Europa -contaba Caycedo-. Y
nunca vi en ninguna parte que se bailara tan bien como en
Bogotá. !Palabra!.
J.A Lizarazo. Apartes. El Tiempo en 1940
|
|
|
|
Es increíble que la
imagen del genial Franz Kafka, con su maltrecho aire de tuberculoso,
sea el ícono publicitario más socorrido para
promover toda clase de productos en Praga, justamente donde
sus obras tardaron más de 50 años en ser publicadas.
Su figura es explotada sin pudor para vender, por ejemplo,
no sólo un hotel llamado La metamorfosis,
o un café llamado Milena (amor del escritor),
sino, cosa curiosa, la Maratón de Praga, anunciada
con todo el bombo con la poco atlética imagen del genio.
|
Sus
ideas obsesivas, su casa mexicana, su perra recogida de la calle,
su piano
La desazón suprema, el gran
documental patrocinado por el gobierno mexicano sobre el escritor
colombiano Fernando Vallejo, se convierte en el más celebrado
trabajo que, en su género, se ha presentado este año
en el país. Descorre velos no sólo frente al escritor,
sino frente al estudioso de la gramática, la música,
la ciencia y la política. Su autor, el caleño
Luis Ospina, es reconocido por sus ficciones y sus más
de 30 documentales, entre ellos el de Andrés Caicedo
y el del artista Lorenzo Jaramillo.
 |
Otros documentales
también remueven a los censuradores, como el de Alfonso
Arau sobre el caudillo mexicano Emiliano Zapata, cuyo hijo
Mateo ha amenazado con impedir el rodaje debido a las escenas
que, según él, pondrían en duda
la sexualidad de su padre. En México también
se filma una cinta sobre el conocido muralista José
Clemente Orozco, patrocinado por los Fondos Nacionales para
las Artes y Humanidades del gobierno norteamericano. Igualmente
se filma en Chile un documental sobre la poeta Gabriela
Mistral que promete ser un revelador y sensible documento.
100 años
se cumplen del nacimiento del escritor Eduardo Mallea, interesante
autor y compañero de aventura intelectual de Borges,
y 100 años también se cumplen del nacimiento
del controvertido Alejo Carpentier. En Cuba, la Casa de
las Américas organiza el Congreso Internacional El
siglo de Alejo Carpentier, que se celebrará
en La Habana del 8 al 12 de noviembre para revisar, desde
el presente, las contribuciones que en el pasado hizo a
la literatura el autor de textos hoy clásicos como
El siglo de las luces.
|
|
|
 |
|