MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 62 NOVIEMBRE DEL AÑO 2003    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

La nueva etapa de las
Administradoras del Régimen Subsidiado
Patricia Ossa Ocampo Periodista elpulso@elhospital.org.co

A tres años y medio de la expedición del decreto 1804 que pretendía depurar el funcionamiento de las Administradoras del Régimen Subsidiado (ARS), han dejado de funcionar 248 de estas instituciones y otras se encuentran en etapa de liquidación. La corrupción las sigue atacando.
De las 256 Administradoras del Régimen Subsidiado (ARS) que llenas de optimismo entraron en funcionamiento en 1995, ya sólo están operando 8 Empresas Solidarias de Salud (ESS), además de las cajas de compensación familiar autorizadas y las EPS que manejan los dos regímenes en todo el país. Las demás se vieron obligadas a desaparecer o fusionarse para seguir en el mercado y así ajustarse a las nuevas exigencias que el gobierno nacional les hacía. Con todo y eso, aún hay en el ambiente sinsabores y preguntas sin resolver, entre ellas la más grave: ¿Qué se hicieron los recursos girados que estaban destinados a la salud de los más pobres?
Actualmente funcionan por ejemplo, sólo 8 Empresas Solidarias de Salud (ESS): la “Empresa Mutual para el Desarrollo Integral ESS”, con sede en Montería; Cooperativa de Salud y Desarrollo Integral Zona Sur Oriental de Cartagena Ltda. “Coosalud ESS”, con sede en Cartagena; la Asociación Mutual La Esperanza "Asmet Salud" (ESS), con sede en Popayán; “Asociación Mutual Barrios Unidos de Quibdó ESS” con sede en Quibdó; Entidad Cooperativa Solidaria de Salud del Norte de Soacha “Ecoopsos”, con sede en Soacha; Asociación Mutual Empresa Solidaria de Salud de Nariño ESS "Emsanar ESS", con sede en San Juan de Pasto; Cooperativa de Salud Comunitaria “Comparta”, con sede en Bucaramanga; Cooperativa Empresa Solidaria de Salud "Sarare Ltda", con sede en Saravena, y la “Asociación Mutual SER Empresa Solidaria de Salud”, con sede en Cartagena .
Y es que la historia de las ARS es la de un estrepitoso fracaso de una buena intención gubernamental puesta en práctica en medio del afán y sin una planeación que pudiera garantizar que los recursos girados llegaran exitosamente a su destino final, pues las buenas intenciones se convirtieron en una fuente de acumulación de ingresos para algunas ARS que vieron en la administración de estos recursos públicos una fuente de capital y que, tan pronto como sintieron la presión de los usuarios con el inicio de la demanda de servicios, entregaron los afiliados y generaron un vacío crítico en los municipios en los cuales operaban.
El proceso de depuración y de liquidación voluntaria de ARS ha afectado no sólo a las Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud o IPS (especialmente a las de primer nivel) en cuanto a la facturación que era casi del 60%, sino también a los usuarios que han perdido la autonomía que antes les permitía escoger la entidad a la cual querían pertenecer y les ha tocado permanecer al margen de la elección, conformándose con la que les sea adjudicada por el ente territorial. Esta adjudicación “a dedo” se ha convertido en un nuevo foco de corrupción, según afirmó Sergio Gil Urrego, gerente de Aplisalud, porque en algunos municipios los entes territoriales se han dedicado a entregar los usuarios no a la empresa que mejor preste el servicio, sino a aquella con la que se tengan mejores vínculos, e incluso se han encontrado casos en los que se pagan de seis a ocho mil pesos por usuario adjudicado.
El impacto de la liquidación de las ARS se ha sentido en el sector de la salud a nivel nacional y a nivel regional. Según Gil Urrego, Antioquia en particular se vio muy afectada porque se quedó sin ARS local: “Aquí están funcionando tres empresas solidarias grandes: Coosalud, la que más empresas pequeñas de Antioquia incorporó, aunque es de Cartagena; Ecoopsos que agrupó tres solidarias de Antioquia, y Endis que tiene la sede principal en Córdoba”.
Los antecedentes
El 29 de diciembre de 1995 el gobierno Samper estableció los requisitos para la creación de las ARS y la administración del régimen subsidiado. Hacer una ARS fue fácil. Sólo se necesitaba decir que se tenía un patrimonio aproximado de $15 millones y buscar 5.000 pobres, no importaba si existían o no.
En muchos casos, grupos de amigos y familiares se unieron para administrar los miles de millones de pesos destinados a la salud de los pobres. Detrás de ellos había políticos que vieron en el Sisbén una oportunidad de amarrar votos, acceder a recursos del Estado y mostrarse como benefactores de la comunidad.
El negocio era tan llamativo que se generó una carrera contra el reloj para afiliar beneficiarios. Escuadrones de jóvenes se encargaban de buscar beneficiarios del Sisbén, indigentes y niños abandonados para afiliarlos a la ARS, aprovechando una norma que decía que el que primero llegara era el que tenía los afiliados. Por cada uno recibía al año $155.000. Sin embargo, de esas carreras quedaron nombres repetidos, personas inexistentes y hasta algunas de ellas fallecidas, conocidos como los falsificados o duplicados, es decir: el Estado paga hasta dos y tres veces por una misma persona o por una que está muerta.
Al “negocio” de las afiliaciones se sumó el de la baja utilización de los servicios por el escaso conocimiento que los beneficiarios tenían del sistema. Así, las ARS se quedaron con recursos de la salud, cuyos servicios no eran utilizados por los pobres y pasaban a engordar las finanzas de las empresas. Los dueños se los repartieron como utilidades. El rumor de un gran negocio que no requería inversión se regó por el país.
La rentabilidad hizo que campesinos, madres comunitarias, indígenas y profesionales conformaran Empresas Solidarias de Salud (ESS). Las cajas de compensación y EPS, que en un principio tenían dudas sobre la administración del régimen subsidiado, se volcaron hacia él para apalancar las dificultades que les generó el montaje del régimen contributivo. La cifra de ARS llegó a 256.
Desde su aprobación a comienzos de 1996 hasta febrero de 1998, fue poco lo que se hizo para vigilar el destino de los recursos del régimen, lo que originó un círculo vicioso de deudas en el sector. En muchos casos, alcaldes y gobernadores no hacían los pagos a las ARS porque los giros del situado fiscal no llegaban en forma oportuna o simplemente porque destinaban los recursos a otros fines. A su vez, las ARS no les cancelaban oportunamente a los hospitales con el argumento de que los entes territoriales no les pagaban, lo que se convirtió en un círculo vicioso que tiene al sector salud en una de sus peores crisis.
Esta situación llevó al gobierno nacional a replantear los requisitos para la creación de las ARS y endurecer las condiciones de permanencia para las que estaban administrando el régimen subsidiado. La expedición del decreto 1804 condujo a las ARS pequeñas a unirse para seguir administrando los recursos del régimen subsidiado. En ese proceso de fusión participaron 74 ARS.
Este apretón también facilitó la salida del mercado de algunas ARS que se habían apropiado de recursos que debían trasladar a los hospitales. Esas administradoras están hoy en liquidación y no hay quién responda por las millonarias deudas que tienen con el sistema, porque como lo dijo uno de los funcionarios de la Supersalud, “de ellas sólo queda el cascarón”.
La expedición del referido decreto también sirvió de “reflexión” a las grandes EPS, como Saludcoop y algunas cajas de compensación, entre ellas Compensar y Comfamiliar, que luego de varios años de haber accedido a la administración de los cuantiosos recursos del régimen subsidiado, optaron en su mayoría por retirarse del negocio. Su argumento principal sostenido en privado más no en público, fue el bajo valor de la Unidad de Pago por Capitación, UPC. No obstante, el mayor conocimiento de los usuarios del sistema generó más utilización de los servicios de salud, incremento de los costos y disminución de las utilidades.
El reto de la Superintendencia
El decreto, que buscaba que las empresas que quedaban en el sector tuvieran la capacidad financiera de atender integralmente a los afiliados con calidad y que fueran suficientemente solventes para garantizarle al usuario al menos por un año la atención, aún sin que se hicieran los giros de recursos que usualmente no fluyen de manera oportuna, así como minimizar los malos manejos y acabar con la corrupción, no ha logrado cumplir con sus objetivos.
Durante el año 2002, la oficina anticorrupción de la Presidencia de la República adelantó 28 procesos por la pérdida de un billón de pesos en malversación de fondos y otros delitos en Administradoras de Régimen Subsidiado, ARS. La exsuperintendente de Salud, Gloria Isabel Triviño afirmó en su momento que en el manejo de las ARS se cometieron muchas irregularidades, como falsedad en documentos, desviación de dineros y contratación indebida.
En la primera etapa de las ARS, la Supersalud nunca tuvo recurso humano como para garantizar una evaluación permanente en esos procesos. Ahora el pequeño número de empresas solidarias existentes permitirá a la Superintendencia ejercer un papel más efectivo de evaluación y control de su funcionamiento. Es necesario volver a pensar en lo que había sido planteado al comienzo del Gobierno Uribe: iniciar una serie de acciones para mejorar el flujo de recursos de las EPS y ARS a las Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud (IPS), cuya deuda asciende, a corte del 30 de junio, a más de $889.551 millones.
Del mismo modo, se espera que se propongan cambios en el modelo de contratación; se impulse la modernización de los procesos de facturación e información; se ejerza un estricto control sobre los intermediarios; se unifiquen los manuales de tarifas y se emprenda un sistema único de pago. Todas esas acciones aportarían organización y permitirían un más alto índice de cumplimiento de los objetivos.
 
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