MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 6    NO 70    JULIO DEL AÑO 2004    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

Informe para el sector salud
La financiación privada y la prestación de servicios de salud
Francisco de Paula Gómez - depaula@netcard.net.co

La participación del sector privado en la atención de servicios de salud es cada vez mayor, no solo en Colombia sino en el mundo entero. A partir de los pasados años 80, la prestación privada de todo tipo de servicios de salud comenzó a aumentar rápidamente en los países desarrollados, tendencia que se extendió diez años después a los países en vías de desarrollo. De acuerdo con el Reporte de Desarrollo Humano de 2003 del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, en el caso de los países desarrollados, la experiencia muestra “una primera fase en la que la prestación es asumida totalmente por el Estado, seguida de intervenciones más dirigidas, y a continuación el establecimiento de sociedades público-privadas para el abastecimiento de diferentes mercados…”. En el caso de países como el nuestro, la ampliación en el suministro privado en los países pobres responde a tres factores según el mencionado reporte: La falta de recursos por parte de los gobiernos, la baja calidad del suministro público y los procesos de liberalización de la economía.

En el caso colombiano, gran parte de la atención de salud ha estado en manos del sector privado durante muchos años, debido a la escasez de recursos del sector público, a la poca disponibilidad de los mismos, o por las dificultades para su inversión eficiente, aunque dicho sea de paso, históricamente en nuestro país ha existido una innegable preocupación por los temas de salud, mayor a la de muchos países similares al nuestro. Con relación a los problemas de calidad en la atención de servicios de salud, el país ha tenido desarrollos exitosos en el sector público antes de la reforma de 1993, como los esquemas de los Servicios Seccionales de Salud de Antioquia o del Valle, y la operación exitosa de varios hospitales públicos. Luego de 1993 el caso del Distrito de Bogotá ha sido un modelo bien desarrollado y trabajado. Sin embargo, la calidad de los servicios públicos de salud, el acceso a los servicios por parte de la generalidad de la población no siempre ha sido la mejor y la crisis institucional del sector público ha sido permanente.
De esa forma, aunque el sector privado ha participado tradicionalmente en el grueso de la prestación de servicios, la alta complejidad de salud ha estado mayoritariamente en cabeza del mismo, que ha hecho ingentes inversiones y esfuerzos durante muchos años. Llama por ello la atención, que cuando se habla del sector hospitalario, tanto los funcionarios encargados del tema como la opinión pública, creen que los hospitales y clínicas de orden privado no pertenecen al “sector hospitalario del país”. De esa manera nunca se ha pensado en función de una red hospitalaria integrada entre IPS públicas y privadas ni se han desarrollado políticas y planteamientos que incluyan la totalidad del sector prestador de servicios de salud. No queda duda que debemos cambiar la forma en la que miramos este sub-sector de salud a la hora de planificar, evaluar o construir políticas públicas de prestación de servicios.
El tercer impulso que se ha dado a favor del suministro privado de servicios de salud según el planteamiento de Naciones Unidas, proviene de la liberación económica y del libre mercado, que en este caso busca avanzar en materia de crecimiento y desarrollo. Este aspecto se ha convertido en una mega-tendencia, en la cual condiciones como la atención gestionada, la competencia, la eficiencia y el control de costos hacen parte fundamental de la receta.
Con relación a la participación de la empresa privada en los servicios de salud, la Constitución Política colombiana expresa en su artículo 48 que “el Estado, con la participación de los particulares, ampliará progresivamente la cobertura de la seguridad social que comprenderá la prestación de los servicios en la forma que determine la Ley. La seguridad social podrá ser prestada por entidades públicas o privadas, de conformidad con la ley”. En las actuales circunstancias, la iniciativa privada dentro del sector es fundamental para la atención de servicios de salud a toda la población y su adecuada participación gravita de forma manifiesta para el cumplimiento de los objetivos que plantea el Sistema General de Seguridad Social en Salud. Igualmente, nuestra Carta Magna en su artículo 333, postula frente a la iniciativa empresarial privada: “La actividad económica y la iniciativa privada son libres, dentro de los límites del bien común. Para su ejercicio, nadie podrá exigir permisos previos ni requisitos, son autorización de la ley. La libre competencia económica es un derecho de todos que supone responsabilidades. La empresa, como base del desarrollo, tiene una función social que implica obligaciones…”.
En el caso de la iniciativa privada dentro del sector, valga anotar que ésta ofrece múltiples posibilidades y no se restringe sólo a la conformación de sociedades anónimas o a otro tipo de empresas con ánimo de lucro. Recordemos que la actividad de fundaciones y corporaciones sin ánimo de lucro hacen parte de una iniciativa de carácter privado, que las empresas del sector solidario también lo son y que su objeto puede estar orientado a la prestación de servicios de salud; al aseguramiento; a la provisión de materiales, insumos y tecnología; a la educación; a la provisión de medicamentos; a la investigación; etc.
Con relación a la iniciativa privada no puede olvidarse que ésta supone inversiones cuantiosas, procesos complicados de desarrollo y gestión, y asunción de riesgos. Cada vez que se cambian reglas de juego para el sistema, se modifican períodos contractuales, se anuncian reformas tributarias o nuevos decretos y reglamentaciones de la Ley 100, se afecta la estabilidad económica de las empresas que participan dentro del sector y se envía un mensaje de precariedad a todos aquellos que evalúan invertir, afectando indudablemente procesos de desarrollo económico del país, pues salud mueve entre 15 y 17 billones de pesos por año en Colombia. Ahora bien, se entiende que necesariamente deben producirse nuevas normas o regulaciones que ajusten el sistema a las necesidades, pero la cascada de normas e imprevistos regulatorios se han vuelto una constante amenaza, no solamente para las empresas sino para el sistema mismo, convirtiendo en caos lo que debiera ser dinámico.
Por alguna razón que no termino de entender completamente, hemos venido creyendo todos, que si dentro del sistema de salud colombiano existe un problema, la única vía de solución es expedir una nueva resolución, decreto, acuerdo o ley: Los funcionarios gubernamentales creen firmemente que deben expedir nuevas reglas, olvidando que con seguridad ya las tienen y que lo único que se necesita para corregir el rumbo de muchas dificultades es simplemente aplicar parte de la frondosa regulación existente. Pero lo contradictorio de este asunto, radica en que también los diferentes agentes del Sistema General de Seguridad Social en Salud piensan lo mismo y exigen que el gobierno “solucione” los problemas y reglamente cada vez más los temas. Esta actitud de funcionarios de gobierno y agentes del sistema implica varias cosas: en primera instancia convierte a los actores del sistema en agentes pasivos que pocas veces hacen parte efectiva de la solución de problemas y en segundo término carga al Estado de una responsabilidad que a veces no le corresponde, generando nuevos conflictos debido a que termina reglando cosas en las que en otras condiciones no debiera haber intervenido o toma decisiones que terminan no sirviendo y que deja descontento al gobierno mismo y a las partes en conflicto, que sobra decir nunca pudieron ponerse previamente de acuerdo.
Debemos evaluar con tino las propuestas que se ventilan por estos días en los varios proyectos de ley que aspiran introducir cambios a la Ley 100 de 1993. Vemos con preocupación que se hacen giros importantes en lo que a la iniciativa empresarial corresponde, cambiando de tajo reglas que podrían impactar severamente la operación y el esfuerzo de agentes indudablemente valiosos para el sistema de salud como son las cajas de compensación, o se imponen nuevos y mayores aportes al aparato productivo cargando una vez más a los mismos, a los de siempre. Si conocemos que existen recursos que se pierden por la evasión y la elusión, por la corrupción tan de moda en estos días -con los sonoros proce-sos que se ventilan por los medios-, la politiquería o por la ineficiencia, tiene poco sentido colocarle más “leña al fuego”. En este caso no se requiere de nuevas reglas, solo de aplicar bien lo que ya existe.
 
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