MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 58   JULIO DEL AÑO 2003    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co

Fundado en Medellín, el 30 de julio de 1998. Director: Julio Ernesto Toro Restrepo. Comite Editorial: Augusto Escobar Mesa, Juan Guillermo Maya Salinas, Javier Ignacio Muñoz. Editora: Albaluz Arroyave Zuluaga. Dirección Comercial: Diana Cecilia Arbeláez.

Mientras mejor, peor

No es simple temor a lo desconocido. Fundamentalmente es preocupación lo que surge cuando se piensa en lo que puede sobrevenir con la anunciada revisión del Plan Obligatorio de Salud (POS). Ya es sabida la negación de servicios y la no autorización de atenciones que sufren los pacientes aduciéndoles mil argumentos por parte de algunas administradoras de planes de beneficios. En los hospitales se conocen muy bien estos inconvenientes, pues en ellos se viven a diario, y es allí donde se perciben las dificultades que tienen los enfermos cuando requieren un servicio, un medicamento o un elemento médico-quirúrgico y no se autoriza por parte de su responsable económico, insumo que obviamente por razones humanitarias y de ética, hay que suministrárselo. Los hospitales y las clínicas también han sido victimas del criterio estrecho del Plan y de las opiniones obstinadas de aquellas entidades.
Expresamos nuestro temor de que la revisión del POS no será para bien. Es más que un presentimiento. Es una conclusión lógica conociendo, como ya conocemos, que nuestro sistema está apuntalado en factores y razones muy distintas a las del servicio al hombre enfermo. El eje del sistema, como tantas veces lo hemos dicho, no es el enfermo sino el dinero. Así las cosas, no se hablará en ningún decreto o ninguna resolución sobre ampliación del plan de beneficios. Se hablará, sí, de mejor rendimiento de la Unidad de Pago por Capitación (UPC) y de límites en servicio y opciones. Ojalá que nos equivoquemos, pero no parece factible.
Acomodar el POS a las condiciones financieras del sistema va a requerir de un inmenso ingenio y creatividad sin precedentes, si se desea conservar al menos su actual contenido. Como se dice popularmente, Dios quiera que quedemos como estábamos. La ilusión que se tuvo y que quedó plasmada en la Ley 100 en el sentido de que “... el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud diseñará un programa para que sus beneficiarios (los del régimen subsidiado) alcancen el Plan Obligatorio del sistema contributivo, en forma progresiva antes del año 2001”, no sólo quedó trunca sino que, descartado el tiempo, ahora se verá frustrada.
La intención de esta ley en el sentido de ampliar los beneficios era positiva, y así quedó dicho en ella misma: “Los servicios de salud incluidos en el Plan Obligatorio de Salud serán actualizados por el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud, de acuerdo con los cambios en la estructura demográfica de la población, el perfil epidemiológico nacional, la tecnología apropiada disponible en el país y las condiciones financieras del sistema”. La lectura, toda la lectura que siempre se hizo, suponía que la revisión sería hacia arriba; máxime que este texto es subsiguiente al anterior, entonces era fácil suponer que del año 2001 en adelante, las condiciones financieras mejorarían. Además, esa fue la idea que se nos vendió desde el propio Ministerio de Salud de la época y en la que se apoyaba la factibilidad de la misma Ley 100. Hecha la ley, todos estábamos ilusionados en que con el paso del tiempo, es decir en sólo siete años, tendríamos un desarrollo superior en términos de cobertura y beneficios; pero no, la realidad resultó que no es así. Muy por el contrario. Los supuestos firmes no lo eran tanto, y los argumentos montados en tendencias e indicadores certeros enviados por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, no resistieron ni una década. Lo que si permanece es la necesidad de la gente y las dificultades para lograr los servicios. Igualmente va quedando claro y sólido que mientras más conocemos esas necesidades y mientras más sabemos del perfil de morbilidad, si el sistema está montado sobre criterios privatizadores de un servicio público como es la salud, menos bien les va a los pacientes. De la reducción de beneficios que se derivará del análisis frente a la situación financiera de los regímenes subsidiado y contributivo, sólo resultarán ganadoras las administradoras de planes de beneficios y entonces con todo sentido podrán decir que mientras peor, mejor.
 




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