MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 7    NO 88    ENERO DEL AÑO 2006    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

La segunda semana de diciembre concluyó con la aprobación en Cámara de Representantes, de un proyecto de ley que incluye el sildenafil (más conocido como “viagra”) en el Plan Obligatorio de Salud -POS-. Es una decisión interesante, que no puede pasar inadvertida por varias razones. Expondré dos: la primera, es que por fin se comienza a atender un problema de salud que ha sido ignorado, empleando una postura absurda y discriminatoria contra los hombres y sus parejas, negándoles el derecho a un tratamiento efectivo para una enfermedad común. Esta conducta no tiene más explicación que la falta de comprensión de una expresión humana tan importante y absolutamente normal como la sexualidad. En segundo lugar, tenemos que preguntarnos qué pasa con el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud: ¿Es ésta una muestra de incapacidad para asumir las cuestiones que más le importan a los usuarios, de manera que es el Congreso de la República y no el Consejo creado para ello, el que está impulsando las decisiones más sensibles e importantes?
El primer punto es muy interesante por polémico. Agrega a las clásicas discusiones de equilibrio financiero del POS, elementos que en Colombia se han tratado poco, como la calidad de vida y la forma de medirla. También trae a debate la discriminación de las expresiones sexuales. Siguiendo la tradición norteamericana, nuestro país asimiló el criterio de "Carga de la Enfermedad" calculado con DALYS ó "AVISAs" (Años de Vida Saludable) para estimar el POS, es decir, años de vida por mortalidad, ajustados por discapacidad, pero no por calidad. Con ello nos quedamos sin incluir el factor calidad de una forma integral, que como puede imaginarse es un componente fundamental.
El asunto no es únicamente de costo-efectividad. ¿Por qué creer que la sexualidad puede extirparse? Por otro lado, mientras las mujeres han luchado durante décadas por su salud sexual y reproductiva y por la de sus familias, en nuestra cultura los hombres se educan para padecer estoicamente todo tipo de enfermedades.
Por su lado, los europeos vienen defendiendo un criterio diferente al de los norteamericanos y la Organización Mundial de la Salud, que es el de los QALYS o años ajustados por calidad. Se trata de un cálculo sencillo, que como sugiere su nombre, además de incluir el factor de esperanza de vida ganada, pondera por la calidad que se obtiene con determinada intervención. No quiero decir que los QALYS son mejores que los AVISA o que los sustituyen, porque no es así. No sirven exactamente para lo mismo, ni comparan el mismo tipo de servicios. También existe una polémica cada vez mayor sobre la utilidad de AVISAs y QALYS que no es oportuno discutir. Lo que debe notarse es el tipo de cálculos y de avance técnico que en Colombia tenemos que hacer, luego de que adoptamos un sistema de seguridad social como el nuestro. Tareas como estas se le encomendaron hace más de diez años al Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud, pero a decir verdad, han tenido un desarrollo insuficiente; por eso sucede que el Congreso de la República se le adelanta a esta organización.
Análisis pertinentes
Hablando de QALYS y disfunción eréctil, es bueno recordar que los ingleses ya hicieron el debate y los estudios pertinentes. Además, encontraron algo que a nosotros por santurrones nos parecerá sorprendente, aunque es una verdad de Perogrullo: que la calidad de vida ganada por cinco dosis al mes de este medicamento, ofrece un elevado nivel de costo-efectividad, superior al beneficio de tratamientos como atención de la insuficiencia renal crónica, puentes coronarios o control de los niveles de colesterol. De allí que Inglaterra y Estados Unidos ya incluyeron este medicamento en los planes de beneficios y que otros países vienen transitando en ese mismo sentido, por vía judicial o reglamentaria. ¿Sorprendidos? Simplemente sucede que la disfunción eréctil es una enfermedad común, que padecen entre el 50 y el 60% de los hombres mayores de 40 años, de los que el 15% tiene disfunción grave.
Además, es una enfermedad que se agrava con el envejecimiento, la diabetes, la hipertensión y que es más frecuente en estratos bajos. En fin, es casi absurdo decirlo, pero la sexualidad es muy importante y necesaria, no es un apéndice de la existencia que simplemente se puede anular como si nada, ni se puede meter en el armario a los cuarenta o cincuenta años. También es conocido que estas enfermedades causan problemas a la estabilidad de la pareja. Por supuesto entonces, se trata de una enfermedad que sí existe y que afecta en la práctica y no en la teoría a muchas personas. Así lo muestran numerosos artículos científicos, disponibles en bibliotecas, en la base de datos Cochrane o en otras fuentes de revisiones sistemáticas, que no fueron hechas por los laboratorios que venden tales medicamentos, de los que además existen presentaciones genéricas a bajo costo.
El Congreso de la República en vez de discutir la inclusión directa de productos en el POS, lo que debe hacer es darle herramientas al gobierno y al Consejo mismo para reformarse y potenciar evaluaciones en temas de salud.
El asunto no es por lo tanto únicamente de costo-efectividad. Sostengo la tesis de que sobre este tema ha predominado una mezcla de machismo y discriminación sexual. ¿Por qué creer que la sexualidad puede extirparse? Por otro lado, llama la atención que mientras las mujeres han luchado durante décadas por su salud sexual y reproductiva y por la de sus familias, en nuestra cultura los hombres se educan para padecer estoicamente todo tipo de enfermedades. Por eso está demostrado que una vez enviuda un hombre mayor, muere en pocos meses. En fin, el asunto de la disfunción eréctil tiene otras aristas que vale la pena discutir y que se intrincan en una actitud discriminatoria de la sociedad frente a temas que se callan, que parecen vergonzosos sin serlo y que quizá estamos mirando con prejuicios. No hablo por supuesto de otra cosa que del uso bien indicado de un tratamiento, para quienes lo necesiten.
Es tarea del Consejo: no del Congreso
Luego de esta discusión viene la del Consejo. Si hiciéramos una lista corta, aunque no exhaustiva, de asuntos que el Congreso de la República ha tenido que regular o promover porque el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud no se ha puesto en la tarea, tendríamos que incluir la ley de salud para los indígenas o Ley 691 de 2001, las modificaciones del régimen subsidiado y la Ley 972 de alto costo, en particular para el VIH/sida. También hay medidas que el Congreso ha impuesto en contra del criterio técnico del Consejo y del mismo gobierno, como el artículo de la Ley 715 que le quitó los recursos de promoción y prevención a las ARS para dárselos a los municipios. Y la lista sigue. No sólo eso: existen múltiples proyectos de ley incluyendo atenciones en el POS, y han pasado y pasarán dando atención a discapacitados o enfermos de cáncer o diabetes, a quienes nadie escucha. Por supuesto, luego se dice que el Congreso no se necesita, y que se mete donde no lo llaman, que está haciendo protagonismo en donde no se requieren leyes sino decretos o Acuerdos. Pero puede ser distinto: que si el Congreso no presiona acometiendo estas discusiones, el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud no se involucra y no considera estos temas en su agenda.
Ello está bien. El problema es que el Congreso de la República no es idóneo para fijar el Plan Obligatorio de Salud, ni para decidir sobre temas similares. No es una organización diseñada para llevar y desarrollar juiciosamente los estudios que estas decisiones requieren, no tiene el tiempo, ni la composición necesaria de técnicos y de miembros. Sus procesos tampoco están creados para este tipo de asuntos. Además, no se pueden exponer conceptos como estos al músculo financiero de algunos agentes o de los proveedores, o de cualquiera que pueda motivar o promover decisiones que le convienen por la vía del cabildeo. Por eso, aunque estoy de acuerdo en que el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud debe evaluar temas como el de la disfunción eréctil, no creo que el Congreso deba aprobar este tipo de iniciativas, sino que debe remitirlas al primero. También parece que debe crearse un mecanismo oficial y permanente para temas semejantes.
La separación que hasta ahora ha existido entre Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud y Congreso de la República es sana y muy importante, pero dudo que el país esté dispuesto a mantenerla a cualquier costo cuando está de por medio su salud. Una institución con características similares a las del Consejo y con independencia tiene que discutir los temas más controvertidos, porque con ellos se pone en juego el equilibrio general del Sistema General de Seguridad Social en Salud. El Congreso de la República en vez de ponerse a discutir la inclusión directa de productos en el POS, lo que debe hacer es darle herramientas al gobierno y al Consejo mismo para reformarse y potenciar estas evaluaciones. En ese sentido, el proyecto de ley 052 abre una gran oportunidad.
No cabe duda, luego de ver el desenlace de los hechos, que el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud requiere de un ajuste grande y pronto. Este debe incluir la creación o adopción de mecanismos técnicos más efectivos y una nueva manera de hacer su agenda, con trámites más democráticos que permitan a un grupo amplio de personas e instituciones poner sobre la mesa asuntos sensibles e importantes para todos.
 

 



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