 |
|
|
 |
Compré
El Tiempo
por cinco mil pesosEduardo
Santos |
"Yo vivía
en la misma casa donde editaba el periódico y no me
iba a acostar sino cuando me llevaba el primer número",
contaba el doctor Eduardo Santos al recordar la historia de
EL TIEMPO, del cual era director, redactor y corrector único,
cuando lo compró el 1° de julio de 1913 a Alfonso
Villegas Restrepo, el joven que a los 27 años lo había
fundado en la casona de "La Esquina del Puente de Latas"
(Cra. 6 con Avenida Jiménez), en 1911. Apartes de una
entrevista concedida a EL TIEMPO en 1948 por el doctor Santos,
hombre de prensa y presidente de Colombia (1938-1942).
Jaime
Posada
|
EL TIEMPO fue fundado por Alfonso Villegas Restrepo el 30
de enero de 1911. Si se parte de la fecha de fundación,
no es EL TIEMPO el decano de la prensa nacional. Lo sería
EL ESPECTADOR, fundado en Medellín en 1887 por ese
modelo de periodistas y de ciudadanos que fue don Fidel Cano,
perenne orgullo de nuestra profesión.
|
 |
Pero EL ESPECTADOR, nacido en las épocas heroicas del
periodismo colombiano, tuvo muchas suspensiones. Y si lo que
se tiene en cuenta es el número de ediciones publicadas,
EL TIEMPO sí es, con mucho, el decano de los periódicos
que se han publicado en Colombia.
Y cuánto derecho tienen los periodistas, los verdaderos
periodistas profesionales, para ponerse en primera fila cuando
se habla de hombres de trabajo. Quizás ninguna profesión
requiere una labor tan asidua, tan constante, tan tenaz, tan
inacabable. Y no sólo el trabajo intelectual que representa
el escribir todos los días, sino el trabajo material
exigido por las múltiples tareas del diario. Yo, por
ejemplo, recuerdo que durante más de quince años
no me acosté nunca antes de ver los primeros números
de la edición. Otro tanto hacían diariamente
Calibán (Enrique Santos Montejo) y muchos de mis colaboradores.
A medida que los periódicos crecen, se complica y extiende
el trabajo que ellos exigen. Quienes por la mañana
o por la tarde leen apaciblemente su diario, no sospechan
la inmensa cantidad de esfuerzo, de sacrificio, que representa
la frágil hoja que tienen en las manos.
EL TIEMPO como empresa es bastante anterior a casi todas las
grandes empresas del país. Sólo los bancos de
Colombia y de Bogotá, la Compañía Colombiana
de Seguros, Bavaria y muy pocas otras, existían cuando
él apareció. Llevaba ya muchos años de
esfuerzos cuando se fundaron la Colombiana de Tabaco y las
grandes empresas textiles, el Banco de la República,
las grandes explotaciones petroleras en Colombia y todas las
empresas de taxis, de buses y de aviación.
Cuando algunos se admiran del buen éxito y de la solidez
económica de EL TIEMPO, me provocaría decirles:
¿No aprecian ustedes lo que representan años
de trabajo, de todos los días y de todas las horas?
Recuerdo del fundador
En EL TIEMPO no se podrá olvidar jamás lo que
representó Alfonso Villegas Restrepo, su fundador.
Bajo su dirección se publicaron seiscientas setenta
y siete ediciones, del 30 de enero de 1911 al 30 de junio
de 1913. Apenas se retiró de la dirección durante
un mes, en mayo de 1912, con motivo de la muerte de su santa
madre, y en ese mes lo reemplazó Tomás Rueda
Vargas. Villegas Restrepo creó este periódico
con su espíritu, con abnegación y austeridad
infinitas, con un sacrificio de todas las horas. Disponía
de escasísimos medios materiales, que reemplazaba con
energía indomable y entusiasmo sin límites.
Pasó momentos amarguísimos que logró
superar a fuerza de valor; procedió a todas horas con
un idealismo espléndido y con el más arrogante
desinterés, y libró campañas magníficas
que no se olvidarán. Cuando se retiró, físicamente
agotado por la más tremenda de las luchas, dejaba este
periódico anclado en el vasto prestigio que había
logrado y saturado para siempre de su enseñanza y de
su ejemplo.
¿Y usted cuándo entró a EL TIEMPO doctor
Santos?
EL TIEMPO se confunde con mi vida entera. Me unía con
Alfonso Villegas una amistad fraternal desde los claustros
universitarios y desde cuando él fundó el periódico
quiso que yo lo acompañara. Estaba yo entonces en Europa,
y en el segundo número apareció como editorial
una extensa carta política que yo le dirigía
desde Madrid. Cuando regresé al país, en julio
de 1911, él se empeñó en que yo entrase
a EL TIEMPO como su compañero en la dirección
y en la redacción. Las ganancias de EL TIEMPO entonces
eran poco menos que nulas y mi familia y yo atravesábamos
circunstancias muy precarias, que me obligaban a trabajar
en algo que nos asegurase la subsistencia. Por esa misma razón
no pude aceptar la dirección de Gaceta Republicana,
que me ofreció Olaya Herrera, mi amigo de toda la vida,
porque tampoco allí podía entonces ganarse nada.
Entonces el doctor Olaya que era Ministro de Relaciones Exteriores,
me nombró oficial mayor del Ministerio, primero, y
luego, jefe del archivo diplomático y consular. Cerca
de dos años serví ese empleo y adquirí
entonces la afición a las cuestiones internacionales
que siempre me ha obsesionado. Pero en todos esos dos años,
al lado de Alfonso Villegas, trabajé constantemente
todas las noches en EL TIEMPO.
16 pesos de utilidad
¿Y cómo adquirió usted EL TIEMPO?
Lo compré por cinco mil pesos. Creo que apenas si alcanzaron
a Alfonso Villegas para pagar sus deudas y para marchar a
Nueva York, en donde había de ganarse la vida trabajando
heroicamente. Yo no tenía esos cinco mil pesos. La
herencia de mi padre, único patrimonio mío,
consistía en una pequeña casa situada en la
calle séptima, abajo de la carrera décima, que
valía unos tres mil pesos. Pensé en conseguir
un socio e inmediatamente propuse esa combinación a
Tomás Rueda, quien de la manera más enfática
me convenció de que era un error funesto el entrar
así a la vida del periodismo que, como ninguna otra,
requiere plena independencia. Un socio, cualquier socio, así
sea el mejor de todos, implica, a la corta o a la larga, grandes
complicaciones. Resolví entonces, de acuerdo con él,
lanzarme solo a la aventura. Los bienes que poseíamos
mi mamá, mi hermano Gustavo y yo, valían, en
total, unos nueve mil pesos, en fincas raíces, y aunque
entonces los bancos exigían que la garantía
hipotecaria que se diera excediera en el doble a la suma solicitada,
don Carlos Camacho, gerente del Banco de Bogotá, accedió
a prestarnos esos cinco mil pesos sobre esas hipotecas. Así
se hizo, en octubre de 1913. Ni siquiera para pagar EL TIEMPO
tuve necesidad de solicitar la firma o la fianza de nadie.
Por cierto que en 1918, al terminar la primera guerra universal,
hubo una considerable alza de precios en Bogotá, y
entonces pude vender mi casita de la calle séptima,
exactamente por cinco mil pesos, y con ellos pagué
la deuda que había contraído para comprar EL
TIEMPO.
El doctor Santos guarda silencio unos instantes y exclama:
Quiero declararle, de una manera muy enfática y categórica,
que la verdadera característica de EL TIEMPO, lo que
constituye su ejecutoria de nobleza, lo que ya en los principios
de la vejez me llena de satisfacción y orgullo, es
que jamás, jamás, jamás, he tenido un
socio capitalista en EL TIEMPO.
|
Calibán (Enrique Santos Montejo),
el famoso columnista de EL TIEMPO, con el doctor Eduardo Santos,
Ex Presidente de Colombia (1938-1942), quien adquirió
el periódico en 1913. Foto "EL TIEMPO, 70 años
de historia".
|
La verdad es que yo
nunca he perdido en EL TIEMPO. El primer mes, julio de 1913,
me produjo 16 pesos de utilidad; desde el segundo mes me dio
lo necesario para vivir. Cuando ya empezó a ser negocio
próspero, con el sobrante que quedaba entre los gastos
de mi vida modesta y las entradas cada vez mayores, empezamos
a comprar, primero un linotipo, después otro, después
la primera Duplex plana, y así hasta llegar a los espléndidos
talleres de hoy. Y quiero decir algo más, porque es
la verdad, y una verdad de la que estoy muy orgulloso. No
sólo me ha animado en la vida periodística esa
convicción de que una empresa como EL TIEMPO tiene
que estar desligada de entidades capitalistas que pudieran
ejercer presión sobre ella en cualquier sentido, sino
que he creído también que era mi deber abstenerme
por completo y con escrupulosidad perfecta, de participar
en ninguna clase de negocios distintos de los lícitos
y correctos que implica la vida misma de un diario.
¿Cómo crece
un periódico?
¿Y a qué se debe el extraordinario progreso
económico de EL TIEMPO? Se debe al ejercicio limpio,
impecablemente honrado, de la industria periodística
concebida dentro de las más claras normas. Los periódicos
independientes que quieran serlo tendrán que vivir
de la publicidad noblemente entendida. Ni, jamás, de
la publicidad de artículos encaminados a favorecer
o a amparar determinados negocios.
|
EL TIEMPO no lo ha
hecho nunca, y nadie ha osado pretenderlo. Los avisos son
cosa muy distinta. A ellos apelan quienes quieren favorecer
sus intereses, haciendo conocer sus productos y pagando el
servicio correspondiente. Entre
los avisos de EL TIEMPO y las orientaciones de la dirección
y redacción, ha habido y habrá siempre una valla
infranqueable. Son cosas totalmente independientes, y es ese
el más honrado y claro de los negocios. Yo, personalmente,
no he sabido casi nunca, quiénes son los anunciadores
de EL TIEMPO. Y estoy seguro de que, en infinidad de casos,
muchos de ellos han estado en desacuerdo con la política
que EL TIEMPO adelanta. Pero ni ellos tienen que ver con esa
política, ni EL TIEMPO tiene intervención ni
injerencia ninguna en lo que sus avisadores hagan. Claro está
que tampoco EL TIEMPO, ni ningún periódico de
la tierra que se respete, publica todos los avisos que se
le lleven. En esto las fronteras entre lo lícito y
lo ilícito están claramente trazadas.
|
Como dijo Martí, uno
de los derechos fundamentales del periodista, es el
de equivocarse de buena fe."
|
Pero basta ya de esas
reminiscencias personales. Me creo obligado a decir todo lo
que he dicho, porque considero que la misión del periodista
es esencial y sustancialmente pública. Sin duda, hay
actos de mi vida de los que tenga que arrepentirme. Pero como
dijo Martí, uno de los derechos fundamentales del periodista,
es el de equivocarse de buena fe. Sin duda me he equivocado
muchas veces, pero jamás el vil interés ha tenido
parte en ello. Si la fortuna ha sido pródiga conmigo,
puedo terminar mi existencia mostrando mis manos limpias de
toda mancha de dinero, presentando a mi país la imagen
sin sombra de un periodista y de un gobernante que no tiene
ni un centavo que no haya sido adquirido con la más
escrupulosa probidad. Que no ha especulado nunca, ni con su
profesión ni con sus puestos; que no tiene miedo de
que haya nadie sobre la faz de la tierra que pueda decir que
no es cierto cuanto estoy diciendo aquí.
Con voz ligeramente velada por la emoción me dice el
doctor Santos:
La vida ha sido muy generosa conmigo y me ha permitido realizar
algunas de mis más grandes ilusiones, como la paz entre
Colombia y el Perú, como la eliminación de todas
las diferencias existentes con Venezuela y la consolidación
de íntimas relaciones fraternales entre los dos países.
Quise también fundar un gran periódico independiente,
libre de todo compromiso económico, fuerte por su propia
vitalidad y que con un pasado y unos orígenes intachables,
tenga bases económicas vigorosas que le permitan luchar
por su país y por sus ideas, sin estar sujeto a imposiciones
ningunas, sin depender de nadie, y lo he logrado plenamente.
Cuán emocionado recuerdo tengo de cuantos me han acompañado
en las tareas de EL TIEMPO. En todos estos años no
he tenido jamás un conflicto de trabajo. He querido
ser amigo y compañero de quienes han trabajado conmigo.
En las épocas iniciales conviví con ellos todos
los días y todas las noches en la más íntima
fraternidad, y los recuerdo a todos, los desaparecidos y los
presentes, con intenso afecto y agradecimiento constante.
Y a quienes ahora lo dirigen y redactan, y a cuantos en él
trabajan, han de acompañarlos siempre mi afecto y mi
gratitud.
Yo deseo que EL TIEMPO siga siendo una tribuna plenamente
independiente, sin interés ninguno en campañas
electorales. EL TIEMPO no será nunca incubadora para
candidatos de ninguna naturaleza, ni vehículo para
negocios ningunos. Tendrá que ser independientemente
de los directorios políticos, pero sus orientaciones
tendrán que ser francamente liberales. Yo aspiro a
que EL TIEMPO sea un periódico profundamente colombiano,
que sin caer en los errores funestos del nacionalismo excesivo,
defienda siempre las cosas de la patria, acentúe nuestras
buenas características y nuestra necesaria personalidad.
Que sus suplementos literarios sean típicamente colombianos
y reflejen nuestra manera de ser, nuestro pasado y nuestros
anhelos. Que trabaje siempre por la paz y la solidaridad colombiana.
Que sea una tribuna de concordia y de justicia, alejada de
personalismos y de violencia, y que cada uno de sus días
represente un esfuerzo por la cultura nacional y por el bienestar
de nuestra tierra.
El doctor Santos se levanta, y extendiéndome la mano,
dice.
Me parece que como reportaje esto basta y sobra. Si usted
ha querido oírme, creo que le he quitado las ganas
por mucho tiempo.
Fuente: EL TIEMPO, enero 30 de 1951. "Presente, pasado
y porvenir de EL TIEMPO. Un reportaje con el doctor Eduardo
Santos". Jaime Posada.
|
Periodistas, colaboradores,
protegidos y más
|
El periódico
siempre ha tenido grandes periodistas y colaboradores: Germán
Arciniegas, Tomás Rueda Vargas, Eduardo Carranza,
Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo, Enrique
Santos Montejo (Calibán), León de Greiff,
Fernando Charry Lara, Eduardo Caballero Calderón,
Lucas Caballero Calderón (Klim), Baldomero Sanín
Cano, Juan Lozano, Hernando Téllez, Luis Eduardo
Nieto Caballero, Agustín Nieto Caballero, Próspero
Morales, Pedro Gómez Valderrama... y no era raro
encontrar en su suplemento literario textos de Vicente Aleixandre,
Ortega y Gasset, Pedro Salinas, Pablo Neruda...en reciente
libro antológico del doctor Otto Morales sobre Gabriela
Mistral se revela que la escritora, premio Nobel de literatura,
fue protegida por el doctor Eduardo Santos en épocas
de enorme dificultad. En una carta contaba ella: "Si
Ibáñez llega al poder me echará y suprimirá
mi jubilación de maestra porque así lo hizo
antes...me dejó en Europa sin un centavo y Dios sabe
mi vida de sesos exprimidos por el periodismo para comer
y vivir con decoro. El actual presidente de Colombia (doctor
Eduardo Santos) me salvó siete años con un
sueldo en su diario, que pagó siete años mi
casa".
|
El Doctor Santos |
Es uno de los hombres de mayor experiencia
de la vida intelectual y de la vida real que existan en el
mundo circunstante; y esa vasta experiencia conduce al benévolo
pesimismo, a la racional misericordia, en que viene a dar
lo mismo una cosa que otra, con tal de que se la considere
con ojos de intensa solidaridad humana. Santos, que lo ha
leído todo, sabe la relatividad de las ideas; sabe
cómo los más altos cerebros de la humanidad
han profesado las tesis más opuestas; sabe cómo
los hombres se han hecho infelices según las más
diversas pesquisas de la felicidad; sabe que no vale la pena
aumentar el lote de miseria de los humanos con la exigencia
de nuevas contribuciones de sacrificio por cosas que no valen
la pena. Y se ha refugiado, de tiempo muy lejano en su vida,
en aquellas expresiones vagas y abstractas y conocidas y consabidas
que, significando en sí mismas sentimientos inobjetables,
no provoquen odios ni resentimientos, ni pugnas, ni conmociones,
ni dolores". Juan Lozano y Lozano. "Eduardo Santos
|
Director, redactor, corrector... |
El doctor Santos hacía casi todas
las funciones del periódico", recuerda Germán
Arciniegas: "Ahí estaba el escritorio de Eduardo
Santos en donde él escribía los editoriales
y la vida social, traducía los cables, inflaba los
telegramas y completaba con las tijeras lo que su pluma y
la de dos o tres amigos -entre ellos don Tomás Rueda
Vargas, el inolvidable-, no alcanzaban a suplir. Finalmente,
corregía las pruebas.
|
Un futuro imprevisto |
Jamás imaginaría el doctor Santos
el crecimiento del periódico EL TIEMPO y, menos, su
participación en otros negocios como el de la televisión
o las revistas, pues ello iba en contravía de su pensamiento.
Hoy, curiosamente, esa política empresarial de la Casa
Editorial de EL TIEMPO de participar en otros sectores ha
arrojado algunas pérdidas, por razones muy diversas,
claro está, y que comprometen también la situación
del país.
Decía el doctor Santos: "Me he abstenido escrupulosamente
de cuanto pudiera significar monopolio. A mí se me
presentaron, en mi ya larga vida periodística, muchas
oportunidades de establecer, bajo mi control político
y económico, cadenas de periódicos en Colombia,
como existen en tantos países, y las rechacé
todas. Por la misma razón me he abstenido de tomar
parte en empresas de radiodifusión... No he querido
nunca salir del radio exclusivo de mi periódico, de
mi empresa sin accionistas y acreedores, de la plena independencia
de EL TIEMPO, en todo sentido. Por eso mismo no ha sido nunca
EL TIEMPO una casa editorial, ni lo será." Y...hoy
es.
|
|
|
PROGRAMAS EN BENEFICIO DE LA SALUD
DAR DE SÍ ANTES DE PENSAR EN SÍ
- POLIO
PLUS: ERRADICACIÓN TOTAL DE LA POLIOMIELITIS
-
FONDO PARA NIÑOS CON CÁNCER Y FONDO
PARA NIÑOS QUEMADOS DEL HOSPITAL SAN VICENTE
DE PAÚL
-
DONACIÓN DE SILLAS DE RUEDAS A NIÑOS
Y ADULTOS POBRES
-
CONTRIBUCIONES AL DULCE HOGAR PARA
NIÑOS DESNUTRIDOS
-
REFUGIO DE ANCIANOS DE SAN CRISTÓBAL
-
CIRUGÍA DE CATARATAS A PACIENTES POBRES
-
COLOMBIA SALUD 2000. DOTACIÓN DE EQUIPOS
E INSTRUMENTAL QUIRÚRGICO A HOSPITALES
COLOMBIANOS
-
DOTACIÓN DE EQUIPOS PARA TRATAMIENTO ODONTOLÓGICO
EN LOS REFUGIOS DE ANCIANOS DE GUARNE Y SAN CRISTÓBAL
|
|
|
 |
|