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Doctor
José Ignacio Quevedo 1817-1891
En memoria de un gran
médico 
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Palabras del doctor
Tomás Quevedo Gómez, con ocasión del
homenaje a su bisabuelo, el médico José Ignacio
Quevedo, en el Hospital Universitario San vicente de Paúl
de Medellín.
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Tomás
Quevedo Gómez Médico gastroenterólogo,
Medellín
Soy Tomás Quevedo Gómez,
bisnieto de José Ignacio Quevedo, a quien se rinde
hoy este homenaje. Me he tomado la vocería de la familia
en este acto, pues soy el de más edad entre los 19
médicos aún vivos de los 28 descendientes de
él.
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Antes que todo quiero dar
los agradecimientos a su también bisnieta, la señora
Maruja Quevedo de Lucena y al nieto de ella Talbert Navia
Lucena, quienes aportaron el valor de este busto; al doctor
Juan Guillermo Londoño, Jefe del Servicio de Ginecobstetricia
de la Universidad de Antioquia; al doctor Alberto Uribe
Correa, Decano de la Facultad de Medicina de la misma Universidad
y al doctor Julio Ernesto Toro, Jefe del Hospital San Vicente
de Paúl, quienes autorizaron su colocación
en el sitio más adecuado, obsequiaron el pedestal
y organizaron esta reunión. Y naturalmente, a la
escultora doña Luz María Piedrahita, quien
logró esta magnífica efigie, basándose
en un retrato del doctor Quevedo en su juventud.
Quiero hacer una sucinta relación de las vivencias
del doctor José Ignacio para que se vean claras las
razones para este homenaje. Nació en 1817 en Santa
Fe de Bogotá del matrimonio de don Tomás Quevedo,
artesano bogotano de origen español, y doña
Aquilina Amaya. Don Tomás estuvo el 20 de julio de
1810 al frente del pueblo que proclamaba su soberanía
y se enroló en las filas que con las armas en la
mano defendían la independencia. En 1816, aún
estando él fuera de la ley, salvó a muchos
de caer víctimas de Morillo, Sámano y Enrile,
pero tuvo que rescatar su vida a precio de oro de entre
las garras españolas, ya que a ese precio quisieron
dejársela. Fue amigo personal de la mayoría
de los próceres de la Independencia, entre ellos
del General Francisco de Paula Santander, a quien prestó
unos predios que poseía en la sabana de Bogotá
para que pastaran allí las bestias en que había
llegado el ejército libertador después de
la batalla de Boyacá. Santander costeó de
su peculio la educación de José Ignacio en
la Universidad Central del Estado donde se graduó
como médico a los 21 años. En 1838 fue nombrado
profesor en ella en reemplazo del doctor Jorge Vargas. Fue
el médico de cabecera del General junto con el doctor
José Félix Merizalde, su profesor, hasta su
muerte en 1840. Existen dos cuadros, pintados, uno por José
María Espinosa ("La agonía de Santander")
que está en la Quinta de Bolívar, y otro por
Luis García Hevia ("La muerte de Santander")
que está en el Museo Nacional, en que se ve a José
Ignacio, con Merizalde y otros personajes, al lado del General
en su lecho de muerte. A raíz de esta muerte, su
estadía en Santa Fe por sus ideas políticas
se hizo difícil y emigró a Medellín
en 1841, estuvo por un tiempo, y atendió entonces
en una enfermedad a la señorita Rafaela Restrepo,
nieta de don José Félix de Restrepo. Cuando
el padre de ella, don Mariano, le pidió la cuenta
le dijo: "Es muy alta señor, la mano de Rafaelita".
En 1843 regresó y se instaló definitivamente
aquí y el 25 de noviembre contrajeron matrimonio.
Tuvieron 10 hijos, tres varones y 7 mujeres, de los cuales
desciende toda la familia Quevedo de Antioquia, que hasta
1978 en que logré recopilar el árbol genealógico
de José Ignacio constaba de 590 personas, pero por
la descendencia femenina el apellido desapareció
como primero. Su hijo Tomás operó por primera
vez en Latinoamérica un tumor cerebral con diagnóstico
y localización previos, y su hija Juana fue la primera
mujer que ejerció en Colombia la medicina general,
aprendida de su padre, pues entonces las mujeres no podían
entrar a las universidades.
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En 1844, cuando tenía
sólo 27 años, antes del descubrimiento de la
anestesia y de la antisepsia, practicó en Medellín
y, por primera vez en Latinoamérica, la operación
cesárea, con éxito para madre e hijo.
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Médico sin sueldo
El doctor José Ignacio Quevedo ejerció en esta
ciudad durante 48 años, hasta su muerte en 1891. Fue
Miembro del Consejo de Examinadores que en 1851 concedía
el título de médico, pues no existía
entonces en Antioquia Escuela de Medicina. Cuando ésta
comenzó a funcionar en 1872, fue profesor de Materia
Médica, Farmacología y Terapéutica en
varias ocasiones, sin cobrar remuneración ninguna.
Fue por muchos años Director del Hospital de Medellín
y se separó del servicio el día que le asignaron
sueldo al empleo.
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Fue Miembro Fundador, con su hijo
Tomás, de la Academia de Medicina de Medellín
y su Presidente Honorario Perpetuo. Perteneció a la Sociedad
de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá y a la Academia
Nacional de Medicina. Este busto ha sido colocado a la entrada
del pabellón de Ginecobstetricia, porque un hecho importante
de su labor es el haber practicado en 1844, cuando tenía
sólo 27 años, antes del descubrimiento de la Anestesia
y de la Antisepsia, por primera vez en Latinoamérica
la operación cesárea, con completo éxito
para madre e hijo. Esta operación la hizo en Medellín,
en la fracción de la América, en la casa de la
paciente doña Ana Joaquina Echavarría de T. Esto
está consignado en la Tesis de Grado de la Universidad
de Antioquia del doctor Dorancé Otálvaro y en
el libro "Precursores de la Cirugía en Colombia"
del doctor Alfonso Bonilla-Naar.Utilizó por primera vez
en Colombia el cloroformo como anestésico en 1864, y
practicó la resección subperióstica de
la tibia con regeneración del hueso antes de que se conociera
el poder osteogénico del periostio. |
El General Santander
costeó la educación de José Ignacio
en la Universidad Central del Estado, donde se graduó
como médico a los 21 años.
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El doctor Manuel Uribe Ángel,
su colega y contemporáneo, decía del doctor José
Ignacio en el discurso que pronunció en su sepelio: "Alcanzó
gran mérito en el campo moral como ciudadano, porque
su trabajo en el alivio de la humanidad fue constante e infatigable
y por donde quiera que anduvo iba dejando un reguero de beneficios
a favor de la clase pobre y un montón de servicios oportunos
en bien de los acaudalados y poderosos. Su amenísimo
trato, la apostura de su persona, la riqueza de su pensamiento
y el fino espíritu de sus agradables anécdotas,
hacían que se deseara su presencia en toda ocasión
en que la cultura y la cortesía debieran contribuir al
aumento de los placeres legítimos, a la formación
suave de nuestras costumbres y al solaz y entretenimiento de
cuantos lo escuchaban. Provisto de profundos conocimientos acerca
de la disposición de los órganos del cuerpo, su
escalpelo andaba con absoluta seguridad al través de
los tejidos que constituyen el ser humano, porque si daba con
alguna de esas supremas dificultades que turban la seguridad
de los operadores tímidos o ignorantes, él sabía
evitar el peligro con destreza para obtener éxito brillante
y salvador. Sus comprofesores de aquel tiempo acataban y respetaban
la habilidad de nuestro amigo y aquello de manera tal, que más
de una vez su maestría en el acto operatorio, arrancó
exclamaciones de aplauso al doctor William Jervis, acostumbrado
desde su juventud a presenciar trabajos de profesores eminentes
en las escuelas de Londres, de Edimburgo y de París.
En el oscuro campo de la Medicina Interna, el Doctor Quevedo,
por experiencia consumada y por observación atenta, era
verdaderamente eximio y sus innumerables curaciones hechas en
ese terreno, garantizan bien la exactitud de mi aseveración.
Ingente número de habitantes de nuestro territorio, deben
a sus benévolos cuidados, y a su saber, la vida de que
disfrutan ellos, sus mujeres, sus hijos y sus deudos. Pocas,
tal vez ningunas, sean las familias antioqueñas que no
tengan hoy deuda de gratitud con el notable compatriota. El
arte de curar tiene en toda comarca de la tierra su padre legítimo;
y el padre de él en Antioquia es el hombre cuya muerte
deploramos". |
Su hijo Tomás
operó por primera vez en Latinoamérica un
tumor cerebral con diagnóstico y localización
previos, y su hija Juana fue la primera mujer que ejerció
en Colombia la medicina general.
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El doctor Francisco Antonio Uribe,
también su colega y contemporáneo, decía
en la Asamblea Legislativa del Estado Soberano de Antioquia
el 22 de mayo de 1884: "El doctor José Ignacio Quevedo
hizo prodigios como cirujano y curaciones maravillosas como
médico, de modo que en poco tiempo no tuvo competidores,
y hubiera hecho una gran fortuna si él hubiera pensado
en sus honorarios; pero él, que no hacía distinción
de pobres y ricos para servirles, tampoco lo hizo para cobrarles,
y a todos sirvió gratuitamente. Para poder subsistir
con su numerosa familia han bastado las mandas espontáneas
de sus clientes, porque él ha sido sobrio, económico
y modesto por temperamento y por educación. Nunca abrió
libro el Doctor Quevedo para llevar cuenta de consultas y recetas,
pero su puerta estuvo siempre abierta, de día y de noche,
para los pacientes y los necesitados. Y hubo épocas,
señores Diputados, en que pasaron semanas entregado a
sus enfermos, sin que pudiera disponer de una hora en el día
para su familia ni de un par de horas en la noche para su reposo.
Comprendemos que aunque pobre, anciano y enfermo, nada le falta
al lado de sus laboriosos hijos, pero es el caso que su habitación,
perteneciente a sus 7 hijas, amenaza ruina y si sus techos que
son antiguos y de mala madera no se cambian, no tardará
mucho tiempo en que tengamos que lamentar una desgracia."
Esto lo dijo el doctor Uribe para sustentar ante la Asamblea
el Decreto # 177 de junio 14 de 1884 que fue aprobado, en el
que se destinó la suma de $2.000 pagaderos por trimestres
vencidos, para que el doctor Quevedo pudiera reconstruir el
techo de su casa, y a la vez ordenó que se colocara en
la Escuela de Medicina su retrato al óleo con la siguiente
inscripción: JOSÉ IGNACIO QUEVEDO HONRA DE LA
MEDICINA Y SACERDOTE DE LA CARIDAD: LA ASAMBLEA DE 1884. Pero
esto no se cumplió. En cambio, el original del cuadro
pintado por el maestro Grau que reproduce la cesárea
y que el Gobierno Colombiano utilizó para lanzar la estampilla
conmemorativa del hecho, el 7 de septiembre de 1967, está
colocado en el Salón Colombiano del Colegio Internacional
de Cirujanos de Chicago (Estados Unidos).
Y hoy, este busto revive merecidamente su memoria, como el paradigma
del médico del siglo XIX, audaz, consagrado a su profesión,
pues pensaba que el ejercicio de la medicina es algo más
que cobrar honorarios y disfrutar de un lugar respetable en
la sociedad. Para terminar deseo presentar un hecho histórico,
entre los muchos, en la saga de los médicos Quevedo.
Si José Ignacio practicó la primera cesárea
con madre e hijo vivos en Latinoamérica, su tataranieto
Elkin Lucena Quevedo logró 141 años después,
en su Centro de Fertilidad y Esterilidad en Bogotá el
10 de enero de 1985, el primer bebé probeta en Latinoamérica,
una niña que cumplió ya los 17 años, y
posteriormente en agosto de 1995, obtuvo por primera vez en
el mundo un hijo sano en una mujer con el gene de la hemofilia,
por obtención y escogencia de un embrión sin ese
gene. |
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