A comienzos del pasado mes de
julio estuve en Leticia, la capital
de Amazonas, atendiendo la solicitud
de la Secretaría de Salud Departamental
y del proyecto Anticorrupción y
Transparencia de la Unión Europea para
Colombia, ACTUE Colombia, para participar
en la preparación de lo que pudiera
ser un pacto de transparencia e integridad
para el sistema de salud en Amazonas.
En un escenario muy complicado, teniendo
en la cárcel al último gobernador
elegido popularmente y a varios diputados
y exdiputados, y contando con un
movimiento social que ha marchado en
contra de la corrupción, funcionarios de
la Gobernación han mostrado interés por
blindar los recursos de la salud y propiciar
compromisos de varios actores para
que la gestión del sistema sea transparente
y responda a las necesidades de la
población. Así que el llamado a colaborar
para concretar un pacto constituye una
obligación ética y moral para los universitarios
y para la ciudadanía.
En las actividades desarrolladas durante
dos días en Leticia, buscamos definir la
problemática para tener claros los puntos
o procesos críticos sobre los cuales
deberían recaer los compromisos y las
acciones a emprender. Se destacó la
enorme preocupación por la suerte de la
red pública de servicios, en cabeza del
Hospital San Rafael, vicios en la contratación
y falta de información y de control
social. Por eso, se hace necesario contar
con el compromiso del gobernador para
crear el fondo de salud, recuperar el Hospital
en términos de buen gobierno, fortalecer
la capacidad institucional de la
Secretaría de Salud y mejorar procesos
para hacer realidad el acceso a la información
pública.
Independiente del contenido que pueda tener el
pacto de transparencia e integridad y teniendo
claro que ello no debe ser un simple menú difícil
de cumplir, en estos casos es fundamental
contar con un ambiente de confianza y definir
elementos simbólicos que ayuden a interiorizar
los compromisos y a buscar su cumplimiento.
Por eso, indagué por algún referente moral,
representado en alguna institución o
persona o representado en experiencias
ciudadanas o comunitarias. Sin embargo,
tal vez producto de la falta de confianza
y de la creencia de que la justicia no
opera, durante el primer día no fue posible
que entre los particpantes en esta
discusión se propusiera tal referente.
Así que me di a la tarea de encontrar en
el ambiente un referente o elemento simbólico
para orientar el pacto. Me llamó la
atención que siendo una ciudad aislada
y de frontera, con un gran número de
motos, en general los motociclistas usan
el casco. En el segundo día comenté el
asunto con una funcionaria de la gobiernacion,
mostrando mi asombro por esta
práctica que parecía inspirada en un cuidado
de la salud y de la vida, y ella me reforzó
la idea explicando que ello se debió
a una sensibilización a partir de varios
accidentes que ocasionaron muertos y
heridos, y también al control ejercido por
parte de la policía.
Creí haber encontrado así un cierto eslogan
para el pacto: “Pongámosle el casco
a la salud”. Si las personas fueron capaces
de “ponerse el casco” para proteger
su vida, entonces la ciudadanía y las organizaciones
sociales y políticas podrían
proteger los recursos de la salud buscando
medidas que eviten el desangre y la
apropiación indebida.
Todos dispuestos a ponerle el casco a la
salud, vigilando a los funcionarios y a los
políticos, denunciando y exigiendo castigo.
Sin embargo, cuando expuse esta
idea ante un grupo de diputados y periodistas,
entre quienes había al menos
cuatro personas con los cascos de sus
motos, un periodista derrumbó lo que parecía
un idilio: “Qué pena profesor, pero
resulta que la gran mayoría de los cascos
que usted ve no son los reglamentarios,
la gente compra algo barato para ponerlo
en la cabeza y evitar que lo sancionen”.
Efectivamente, indagando por los cuatro
cascos que ví entre los participantes en
este diálogo, solamente el de un diputado
cumplía las normas.
“Si le tenemos miedo a la muerte, si valoramos
nuestra vida, usamos el casco para
viajar en moto. Si le tememos a la justicia, si
respetamos y valoramos lo público, le ponemos
el caso a la salud”.
Esta situación, pese a lo cruda, muestra
las dificultades que tenemos para
prevenir o controlar la corrupción en la
medida en que esta se exprese en el incumplimiento
sistemático de la norma y
se refuerce por la carencia de control y
sanción.
De la manera como una persona usa
cualquier cosa que cubra su cabeza,
solamente para burlar la norma y sin importar
qué pase con su salud o con su
vida, así mismo el sistema de salud está
elpulso@sanvicentefundacion.com
cubierto por prácticas que desorientan a
las autoridades y al público en general
mientras los corruptos están buscando
sus propios intereses sin importarles la
salud o la vida de los demás.
Esto refleja también la importancia de
enfocar la lucha contra la corrupción en
campañas de moralización, en la escogencia
de funcionarios íntegros, en la
búsqueda y el reconocimiento de líderes
con autoridad moral para gobernar y gestionar
los recursos.
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