MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 16    No. 227 AGOSTO DEL AÑO 2017    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co
 
De Amazonas para Colombia: Pongámosle el casco a la salud
Darío Jairo Humberto Restrepo Profesor, Facultad de Ciencias Económicas Universidad de Antioquia - elpulso@sanvicentefundacion.com

A comienzos del pasado mes de julio estuve en Leticia, la capital de Amazonas, atendiendo la solicitud de la Secretaría de Salud Departamental y del proyecto Anticorrupción y Transparencia de la Unión Europea para Colombia, ACTUE Colombia, para participar en la preparación de lo que pudiera ser un pacto de transparencia e integridad para el sistema de salud en Amazonas.

En un escenario muy complicado, teniendo en la cárcel al último gobernador elegido popularmente y a varios diputados y exdiputados, y contando con un movimiento social que ha marchado en contra de la corrupción, funcionarios de la Gobernación han mostrado interés por blindar los recursos de la salud y propiciar compromisos de varios actores para que la gestión del sistema sea transparente y responda a las necesidades de la población. Así que el llamado a colaborar para concretar un pacto constituye una obligación ética y moral para los universitarios y para la ciudadanía.

En las actividades desarrolladas durante dos días en Leticia, buscamos definir la problemática para tener claros los puntos o procesos críticos sobre los cuales deberían recaer los compromisos y las acciones a emprender. Se destacó la enorme preocupación por la suerte de la red pública de servicios, en cabeza del Hospital San Rafael, vicios en la contratación y falta de información y de control social. Por eso, se hace necesario contar con el compromiso del gobernador para crear el fondo de salud, recuperar el Hospital en términos de buen gobierno, fortalecer la capacidad institucional de la Secretaría de Salud y mejorar procesos para hacer realidad el acceso a la información pública.

Independiente del contenido que pueda tener el pacto de transparencia e integridad y teniendo claro que ello no debe ser un simple menú difícil de cumplir, en estos casos es fundamental contar con un ambiente de confianza y definir elementos simbólicos que ayuden a interiorizar los compromisos y a buscar su cumplimiento.

Por eso, indagué por algún referente moral, representado en alguna institución o persona o representado en experiencias ciudadanas o comunitarias. Sin embargo, tal vez producto de la falta de confianza y de la creencia de que la justicia no opera, durante el primer día no fue posible que entre los particpantes en esta discusión se propusiera tal referente.

Así que me di a la tarea de encontrar en el ambiente un referente o elemento simbólico para orientar el pacto. Me llamó la atención que siendo una ciudad aislada y de frontera, con un gran número de motos, en general los motociclistas usan el casco. En el segundo día comenté el asunto con una funcionaria de la gobiernacion, mostrando mi asombro por esta práctica que parecía inspirada en un cuidado de la salud y de la vida, y ella me reforzó la idea explicando que ello se debió a una sensibilización a partir de varios accidentes que ocasionaron muertos y heridos, y también al control ejercido por parte de la policía.

Creí haber encontrado así un cierto eslogan para el pacto: “Pongámosle el casco a la salud”. Si las personas fueron capaces de “ponerse el casco” para proteger su vida, entonces la ciudadanía y las organizaciones sociales y políticas podrían proteger los recursos de la salud buscando medidas que eviten el desangre y la apropiación indebida.

Todos dispuestos a ponerle el casco a la salud, vigilando a los funcionarios y a los políticos, denunciando y exigiendo castigo. Sin embargo, cuando expuse esta idea ante un grupo de diputados y periodistas, entre quienes había al menos cuatro personas con los cascos de sus motos, un periodista derrumbó lo que parecía un idilio: “Qué pena profesor, pero resulta que la gran mayoría de los cascos que usted ve no son los reglamentarios, la gente compra algo barato para ponerlo en la cabeza y evitar que lo sancionen”. Efectivamente, indagando por los cuatro cascos que ví entre los participantes en este diálogo, solamente el de un diputado cumplía las normas.

“Si le tenemos miedo a la muerte, si valoramos nuestra vida, usamos el casco para viajar en moto. Si le tememos a la justicia, si respetamos y valoramos lo público, le ponemos el caso a la salud”.

Esta situación, pese a lo cruda, muestra las dificultades que tenemos para prevenir o controlar la corrupción en la medida en que esta se exprese en el incumplimiento sistemático de la norma y se refuerce por la carencia de control y sanción.

De la manera como una persona usa cualquier cosa que cubra su cabeza, solamente para burlar la norma y sin importar qué pase con su salud o con su vida, así mismo el sistema de salud está elpulso@sanvicentefundacion.com cubierto por prácticas que desorientan a las autoridades y al público en general mientras los corruptos están buscando sus propios intereses sin importarles la salud o la vida de los demás.

Esto refleja también la importancia de enfocar la lucha contra la corrupción en campañas de moralización, en la escogencia de funcionarios íntegros, en la búsqueda y el reconocimiento de líderes con autoridad moral para gobernar y gestionar los recursos.

 

 
 











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