DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 15    No. 193 OCTUBRE AÑO 2014    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

 
Los inquilinatos de Medellín
bajo la lupa de los higienistas
María Carmenza Gómez Fernández - Periodista - elpulso@elhospital.org.co
Medellín tiene hoy un enorme reto por resolver en materia de vivienda y calidad de vida para un gran número de pobladores que habitan en cerca de 1.500 inquilinatos, muchos de ellos en condiciones insalubres, de hacinamiento y pobreza, e inmersos en conflictos sociales y de convivencia. Pareciera que el legado histórico de este fenómeno no se pudiera superar.
El inquilinato surge de tiempo atrás y sigue aumentando, a causa de la migración del campo a la ciudad en busca de mejor vida, el desplazamiento forzado por violencia y/o conflicto social, la falta de oportunidades de empleo, el predominio de la informalidad, la agudización de la pobreza y por cambios en la estructura familiar que limitan la solidaridad y llevan a que la gente viva más sola.
La aparición de inquilinatos en Medellín se da desde antes del siglo XIX, siendo el siglo XX el de mayor auge con la llegada de pobladores de distintos lugares del país, quienes acudían en busca de empleo y progreso a la capital de la industrialización en Colombia.
El inquilinato “Los Andes”, con 100 habitaciones en la actualidad, es quizás uno de los más antiguos en la historia de la ciudad, ubicado sobre la Avenida Oriental. Foto: Juan Fernando Ospina
En 1800 el Cabildo de la ciudad crea el llamado “límite de barradas”, que ordenaba a los indígenas habitar en el barrio Guanteros, hoy sector de San Lorenzo, segregándolos y estigmatizando el lugar. Este llevó a que en las viviendas del sector se hicieran subdivisiones en cuartos para ofrecer albergue a varias familias.
Los estudiantes también hicieron uso de estos cuartos de alquiler cuando corría el año 1840, como lo describen Juan Fernando Hernández y Leidy Tatiana Ramírez en su libro “Una pieza para todo”. Llegaban de la provincia a estudiar en el Colegio de la Plazuela de San Francisco (llamada hoy San Ignacio), quienes poco a poco se instalaron en habitaciones adaptadas por las familias que residían en la calle San Francisco (hoy carrera Niquitao), situación que se mantuvo durante el siglo XIX.
Hacia finales del siglo XX los inquilinatos
sefueron consolidando en Medellín como una forma de
habitar la ciudad, pero seguían siendo ignorados.
La crisis económica de la época afectaba a estas familias tradicionales, que vieron el alquiler de cuartos como una oportunidad para mejorar la economía doméstica. Estas viviendas no se catalogaban como inquilinatos en los mismos términos en que se conocen actualmente.
Llama la atención en 1940 que los diarios y los inspectores de higiene emprendieran campañas higienistas en aquellas viviendas donde se presentaban condiciones de hacinamiento e insalubridad, destaca Hernández: “La revista Progreso denunciaba condiciones anti-higénicas de las viviendas ubicadas en los sectores cercanos al centro de la ciudad (carrera Niquitao, la estación del Ferrocarril de Antioquia y el barrio Guayaquil)”. El artículo recomendaba una actuación más allá de la represión a los inquilinos pobres, que consistía en obligar a los propietarios a instalar un inodoro, un lavamanos y una ducha.
Para el señor Antonio Múnera, administrador de un inquilinato en el corregimiento de San Cristóbal, un inquilinato es una forma de vivir y de trabajar, una necesidad que puede resolver el problema de techo a las personas. Él manifiesta no ser muy optimista con respecto al éxito de una política pública sobre el tema, pues en el momento en el que se reconozca el fenómeno, éste “dejará de ser lo que es”. Foto: Santiago Pérez.
Los informes de los funcionarios públicos de higiene dejaron al descubierto la situación de hacinamiento y extrema pobreza en que habitaban las familias en los inquilinatos de Medellín y mostraron por primera vez esta manera de habitar la ciudad.
Los inquilinatos interesan a la academia
El Centro de Estudios e Investigaciones Sociales -SEIS-, a través de la investigación “Vivienda compartida en Medellín y su área metropolitana”, dirigida por la economista Luisa Aguilar Gómez, destaca la proliferación de este modo de habitar durante 1982-1992 y define el inquilinato como una vivienda de uso colectivo, en la que se comparten áreas y servicios comunes al interior, en mayor o menor grado, pero donde se renuncia a la privacidad e independencia de la persona o la familia.
La investigación “Vivienda compartida en Medellín y su área metropolitana” define el inquilinato como una vivienda de uso colectivo, en la que se comparten áreas y servicios comunes al interior, en mayor o menor grado, pero donde se renuncia a la privacidad e independencia de la persona o la familia.
Algunas casas de inquilinato del siglo pasado operaban por el sistema de puestos: en una misma pieza habitaba una familia de seis a siete personas. Hoy se presenta igual. Foto: Daniel Bustamante.
La aparición de la vivienda compartida tipo inquilinato data de 1947, según publicación de la periodista Patricia Nieto en el periódico “El Mundo”, donde informa que varios estudiantes de la Universidad de Antioquia viven en una casa vieja, modalidad que se extendió a sectores cercanos como La Asomadera y Niquitao.
Según el estudio citado, para 1970 había aproximadamente 25 inquilinatos en Medellín, mientras que en 1973 existían 870 viviendas de este tipo que albergaban cerca de 6.262 familias, según el tercer censo de vivienda de ese año.
Los resultados de la investigación del SEIS, realizada en 1992, concluyen que en la década 1982-1992 había un total aproximado de 1.064 inquilinatos, en los que habitaban 25.177 personas, para un promedio de 7,6 familias, conformadas por 3 personas como mínimo. Asimismo identifica por lo menos 22 barrios donde se multiplicó este fenómeno, entre ellos Manrique, Barrio Trinidad, Castilla, Prado, La Milagrosa, Guayabal, Belén y Santa Cruz.
En la década de los ochenta del siglo XX, el Programa de Estudios de Vivienda en América Latina -Peval-, que luego pasó a ser el Centro de Estudios del Hábitat Popular -Cehap- y de la Escuela del Hábitat de la Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín, vio la necesidad de abrir una línea de investigación sobre el tema de los inquilinatos, con recursos de cooperación del Gobierno de los Países Bajos, y promovió un ciclo de investigación en torno de dicha problemática.
 
Plan de mejoramiento de inquilinatos
Propuestas como el Inmueble Cajón y el edificio Modelo de Vivienda Compartida, así como el Plan Habitacional Edificio San Vicente, en el sector de Niquitao o San Lorenzo, se constituyeron en la primera iniciativa emprendida con el fin de mejorar los inquilinatos en Medellín en la década de los noventa (siglo XX). Estas fueron diseñadas y ejecutadas por etapas por Corvide, con la vinculación de la ONG francesa Pact Arim.
 
Cehap propone política pública
para inquilinatos en Medellín
La Escuela del Hábitat -Cehap- continúa profundizando en el fenómeno de los inquilinatos en Medellín y su evolución como una forma de habitar la ciudad, para buscar alternativas que atiendan las necesidades de sus pobladores, y sobre todo, para visibilizarlos y desestigmatizarlos.
Lo primero que se hizo en 2006 fue caracterizar los inquilinatos del centro de Medellín (San Pedro, San Benito y Niquitao) y proponer unas líneas de intervención (en materia físico - espacial, socioeconómica y de salubridad), que en su mayoría siguen siendo vigentes, explica Françoise Coupé, profesora emérita de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín.
En 2010 se creó la mesa de trabajo sobre inquilinatos, coordinada por la Unión Temporal “Viviendo en Comunidad” que lideran las Corporaciones “Talentos” y “Primavera”, para reflexionar sobre el tema con la ayuda de expertos. Y se constituye un equipo de profesionales que se ocupa del “Edificio Modelo de Vivienda Compartida”, además de llamar la atención de los medios, las instituciones y la academia sobre esta realidad. Foto: Juan Fernando Ospina.
En 2013-2014 la Escuela adelantó un estudio cualitativo para caracterizar este tipo de vivienda y detectar su presencia en todas las comunas de la ciudad, a fin de formular una propuesta participativa y concertada de la política pública para los inquilinatos en Medellín. Investigación que muy pronto entregará sus resultados al Instituto Social de Vivienda y Hábitat de Medellín -Isvimed-, entidad contratante, y a la ciudad.
Cifras del Sisbén estiman que en
2010 había en Medellín cerca de 1.500
inquilinatos y unos 9.000
cuartos de inquilinato.
Lo cierto, afirma, es que los inquilinatos están presentes en todas las comunas de Medellín, en el territorio urbano y rural, ya no es exclusivo del centro de la ciudad. Sin importar las condiciones socio-económicas, “hay inquilinatos con una densidad altísima en el centro de la ciudad, con una densidad alta en las comunas de Aranjuez y Castilla, en menor proporción en el resto de barrios, inclusive en los sectores de más altos ingresos ubicados a ambos lados del río: las comunas Laureles-Estadio y El Poblado”, indicó.
“Me pareció muy interesante el taller de inquilinatos para formular la política pública, porque hacen falta normas para ambas partes, tanto para el inquilino como para quien arrienda”, afirma el señor Luis Eduardo Hincapié, administrador de un inquilinato en el barrio Prado, ubicado en el centro de Medellín. Son muchas las casas patrimoniales del barrio Prado Centro que se han convertido en inquilinatos. Foto: Juan Fernando Ospina.
Para la investigadora Coupé, coordinadora de ambos estudios, esta última investigación la lleva a pensar en la importancia de tener este tema muy bien visibilizado, muy presente en la agenda pública, e incluirlo en los planes de desarrollo local y en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT): “Hoy estamos haciendo ese esfuerzo de incluir el inquilinato en el POT como un tipo de vivienda que se inscribe en el sistema habitacional, real y diverso, de esta ciudad; eso es absolutamente fundamental y lo están haciendo”.
Este trabajo se está haciendo de la mano del Comité Técnico en el que también participan representantes del gobierno local, el cual debe liderar la iniciativa de la propuesta de política pública que se va a entregar al Concejo de la ciudad en su debido momento .
 

 

 
Medicina en la pintura

La lección de anatomía del doctor Nicolaes Tulp
Isabel Cristina Rueda Calle Comunicadora Corporativa - elpulso@elhospital.org.co
En esta pintura al óleo del holandés Rembrandt se aprecia al doctor Nicolaes Tulp, anatomista oficial de la ciudad, estatus reconocido por su elegante vestuario y sombrero, y 7 miembros del Gremio de Cirujanos que pagaron comisión para aparecer en la obra.
Acostado, el cadáver de Aris Kindt, un condenado a la horca ese mismo día por ser culpado de robo a mano armada; esto se sabe con certeza, pues en aquella época en Ámsterdam sólo se permitía hacer una sesión-lección de anatomía pública al año, con un cadáver de un criminal ejecutado, y la firma de Rembrand en la parte superior del cuadro confirma el hecho.
Estas lecciones de anatomía eran un acontecimiento social en el siglo XVII, ya que tenían lugar en auditorios a los que podían asistir estudiantes, colegas y público en general; esto parece explicar por qué las dos personas en la parte de atrás y en la parte de abajo parecen estar más interesados en el público que en la misma lección.
En esta obra el artista utiliza un efecto que seguiría usando en sus pinturas: la llamada sombra de la muerte (umbra mortis), que puede apreciarse en el rostro de Aris Kindt. Y Rembrandt, además de lograr evidenciar el espacio en que se desarrolla la acción, el estatus de quienes participan en ella y la fecha de su pintura, logra representar dos momentos en el tiempo de la explicación del doctor Tulp. En su mano derecha sostiene con sus pinzas lo que sería el músculo flexor superficial de los dedos, mientras la mano del cadáver sigue extendida y uno de los médicos ve este movimiento fijamente; al tiempo se ve que en su mano izquierda el doctor explica el efecto que logrará en el cadáver al halar de ese músculo y otro de los médicos lo observa también detalladamente.
En la pintura no hay instrumentos de corte, pues un hombre del estatus del doctor Tulp no era el indicado para realizar los cortes o preparación del cuerpo, sino otra persona de menor nivel que no aparece en el cuadro. En la esquina inferior derecha hay un enorme libro abierto, que se sospecha es “Humani Corporis Fabrica” (Edificio o estructura del cuerpo humano), de Andreas Vesalius (1543), texto líder de anatomía de la época.
Lograr el tono de piel correcto era una obsesión para los pintores de ese entonces, por lo que solían pasar horas en las morgues practicando su paleta de colores. Rembrandt en este cuadro demuestra su habilidad para capturar los gestos y la luz, escasa para la época, ya que estas escenas se desarrollaban en recintos cerrados, iluminados por una pequeña ventana o candilejas bajo el intenso frío holandés, destacando así el claroscuro como uno de los mayores logros de sus pinturas. Esta pintura suscitó otras obras de Rembrandt y posteriormente otros artistas plasmaron piezas relacionadas con la escena 6
 



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