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Pasajes históricos entre
la pobreza,
la exclusión y la enfermedad
mental (I)
La pobreza y la locura como enfermedades
sociales
Jairo
Gutiérrez Avendaño Filósofo, Magíster en educación - Estudiante
de Doctorado en Ciencias Humanas y Sociales - elpulso@elhospital.org.co
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La concepción
de la modernidad en Colombia, en la segunda mitad del siglo
XIX y primera del XX, promovió los ideales del progreso
en términos del perfeccionamiento de la especie humana
por la vía biológica, para impedir una supuesta
degeneración creciente de la raza. Es así como
en el orden de ese discurso eugenista que instauró una
higiene física, mental y moral, el desvío, la
pobreza y la anormalidad se asumieron como causas de degeneración,
asociadas al alcoholismo, la sífilis, la mala educación
y a la propensión hereditaria, factores que produjeron
una clasificación de las llamadas enfermedades
sociales.
Esta tipología era frecuente desde el siglo XVIII y a
lo largo del XIX, como lo señalan los sociólogos
David Rothman y Roger Bastide, en tanto la utilización
del término pobre abarcaba diversas condiciones
sociales: Los debates y legislación sobre los pobres
incluían a viudas, huérfanos, enfermos, ancianos,
inválidos y locos, sin que se observara entre ellos una
clara diferenciación. |
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La característica
identificatoria era la necesidad, moralmente definida, más
que las especiales circunstancias que la producían
(1983).
Por ejemplo, en el caso de Antioquia, según Juan C. Jurado,
en el censo de 1851 fueron clasificados como desocupados,
indigentes e inhábiles, los
limosneros,
mendigos, valetudinarios, enfermos ancianos y pordioseros, entre
otras categorías como ciego, demente, idiota, loco, retirado
y tullido, sin que sea clara la diferenciación entre
muchas de ellas y los criterios que se tuvieron en cuenta para
hacer tal clasificación. Estas cifras son apenas un indicio
del fenómeno, pues no incluye a los pobres con trabajo,
que fueron la mayor parte de la población durante todo
el siglo XIX (2010). |
En
Colombia, de acuerdo con Carlos E. Noguera, a finales del siglo
XIX y primera mitad del XX, se referían con el término
de enfermedades sociales, a la sífilis, la
lepra, la tuberculosis, así como la prostitución,
el chichismo, la criminalidad, la mendicidad, la epilepsia,
la locura (entre otras como el idiotismo, cretinismo), etc.
Así refiere un artículo del médico bumangués
Martín Carvajal, publicado en la Revista Médica
de Bogotá, una de las publicaciones científicas
más prestigiosas de la época, en el que manifestaba
su preocupación por el alcoholismo, tósigo
maldito causante de degeneración física,
mental y moral:
a grandes rasgos, la descripción
del terreno en donde germinará la simiente fecunda de
las grandes enfermedades: locura, con su tornasolada gama de
formas; la degeneración hereditaria, con su cortejo de
epilépticos, imbéciles, idiotas; la tuberculosis,
la criminalidad, el suicidio, la mendicidad, la prostitución,
la despoblación, la ruina moral y material de las personas,
las familias, las sociedades, las naciones y las razas, todo
por este tósigo maldito que en mala hora apareció
en las retortas de los alquimistas de la Edad Media (Carvajal,
1919, p. 176). |
En Colombia, de acuerdo
con Carlos E. Noguera,
a finales del siglo XIX y primera mitad del XX,
se referían con el término de enfermedades
sociales,
a la sífilis, la lepra, la tuberculosis, así
como a la prostitución,
el chichismo, la criminalidad, la mendicidad, la epilepsia,
la locura (entre otras como el idiotismo, cretinismo), etc.
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La
recepción de la teoría de la degeneración
del psiquiatra austro-francés Bénédict
Morel, publicada en 1857, fue difundida por el médico
Miguel Jiménez López en su cátedra inaugural
de psiquiatría en Bogotá, impartida en agosto
de 1916, cuyo tema fue La locura en Colombia y sus causas,
según la cual se debía a una viciosa
educación de la juventud, al alcoholismo y la sífilis.
De esta manera, consideraba como causas ocasionales la
miseria nacional, violencia en la lucha por la vida, desproporción
entre necesidades y medios de satisfacerlas, inconformidad de
las clases sociales inferiores, importación de costumbres
en decadencia, literatura foránea sensual y decadente,
y la labor escandalosa de la prensa (1916, pp. 216-233).
Por otra parte, según la sociología norteamericana,
la locura era tratada como un mal físico, pero se consideraba
que sus causas eran producidas por circunstancias sociales:
El control de la conducta era, por supuesto, un medio
principal para producir las supuestas curas. Muchos de los primeros
psiquiatras vinculaban los orígenes etiológicos
de la enfermedad mental a factores sociales, entre los que se
incluía la misma civilización (Giddens,
2000, p. 203).
En el caso de Colombia, en 1924, Maximiliano Rueda Galvis, precursor
de la psiquiatría en el país, atribuyó
el avance de las fuentes etiológicas de las 'enfermedades
de la mente', fuera del chichismo, a la civilización
y la sifilización (sic) (p. 116). Así también
lo señala Julio Manrique el mismo año, respecto
del determinismo que pesaba sobre Cundinamarca y Boyacá
(denominadas zona de la chicha o zona de la
miseria), donde se producía el mayor número
de enfermedades mentales (1924, p. 128). Estos factores coinciden
con las mismas etiologías reportadas por Lázaro
Uribe Cálad, médico alienista del Manicomio Departamental
de Antioquia (1923, pp. 188-198). |
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La locura: reflejo de la
cultura intelectual y moral de los pueblos
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El médico Juan Bautista Londoño ¯director
del Manicomio Departamental de Antioquia, primero en dictar
la cátedra de psiquiatría en este asilo¯,
en 1897 insistía en que partimos del principio
de que el loco es, entre todos los desheredados, el ser a quienes
las sociedades
deben ver con más consideraciones,
y de que una Casa de Locos es algo así como el reflejo
de la cultura intelectual y moral de los pueblos. |
Conocer
el trato que se procura a los otros, los excluidos, por fuera
de la norma social, jurídica y moral, es una forma
de develar la concepción de humanidad que tiene una
sociedad.
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En
ese sentido, seis décadas más tarde, Foucault
afirmaría que una historia de la locura sería
una historia del Otro -de lo que para una cultura es, a la vez,
interior y extraño- y debe por ello excluirse (para conjurar
un peligro interior), pero encerrándolo (para reducir
la alteridad). De ahí que conocer el trato que
se procura a los otros, los excluidos, por fuera de la norma
social, jurídica y moral, es una forma de develar la
concepción de humanidad que tiene una sociedad. |
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Referencias |
- Archivo Beneficencia de Cundinamarca.
Informe del Síndico de la Colonia de Mendigos, 1924.
- Archivo de historias clínicas del Hospital Mental de
Antioquia. Laboratorio de Fuentes Documentales, U. Nacional,
Medellín. Consulta mayo-julio de 2011.
- Archivo Histórico de Antioquia. Tomos 2.698-2.702.
En: Jurado, Juan C. Pobreza y nación en Colombia, siglo
XIX. En: Revista de Historia Iberoamericana, Vol. 3, No. 2,
2010.
- Carvajal, Martín (1919). Contribución a la lucha
antialcohólica: alcohol, alcoholismo y locura. Revista
Médica (Bogotá), No. 37. En: Noguera, Carlos E.
Medicina y política. Discurso médico y prácticas
higiénicas durante la primera mitad del siglo XX en Colombia.
Medellín: Eafit, 2003.
- Giddens, Anthony (2000). Modernidad e identidad del yo. Barcelona:
Península.
- Hollingshead, August y Redlich, Frederick (1958). Social class
and mental illness, a community study. New York. En: Bastide,
Roger (1983). Sociología de las enfermedades mentales.
México: Siglo XXI.
- Jiménez L, Miguel. La locura en Colombia y sus causas.
Revista Cultura, Vol. III, No. 16, 1916.
- Manrique, Julio (1924-1928). Informe del Médico Síndico
del Asilo de Locas. Bogotá: Archivo de la Beneficencia
de Cundinamarca.
- Posada, José A. y Torres, Yolanda (1994). Estudio nacional
de salud mental y consumo de sustancias psicoactivas- Colombia,
1993. Bogotá: Ministerio de Salud.
- Rothman, David J (1971). The Discovery of the asylum. Boston,
Little Brown, p. 4. En: Bastide, Roger (1983). Sociología
de las enfermedades mentales. México: Siglo XXI.
- Rueda, Maximiliano (1924). Informe del Médico Síndico
del Asilo de Locos. Bogotá: Archivo de la Beneficencia
de Cundinamarca.
- Silva, José A (2012). Espacio, Cuerpo y Subjetividad
en el Manicomio Departamental de Antioquia: 1875-1930 (Tesis
de Maestría en Historia). Medellín: U. Nacional
de Colombia.
- Tilly, Charles (1991). Grandes estructuras, procesos amplios,
comparaciones enormes. Madrid: Alianza.
- Uribe, Lázaro (1923). Principales factores etiológicos
de la locura en Antioquia y Caldas. En: Revista Clínica:
órgano de la Sociedad clínica del Hospital de
Medellín, Vol. 03, No. 25-28, nvbre. |
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Pasajes históricos entre la
pobreza,
la exclusión y la enfermedad mental (II)
La doble desposesión:
tanto de sustento como de subjetividad
Jairo
Gutiérrez Avendaño Filósofo, Magíster en educación - Estudiante
de Doctorado en Ciencias Humanas y Sociales - elpulso@elhospital.org.co
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La medicalización
de la pobreza y su asociación con la enfermedad mental,
hacia 1920 en Colombia, se evidencia en que la administración
y asistencia médica de los asilos de pobres, así
como de locos, funcionaban conjuntamente. Cada asilo fue requiriendo
de un establecimiento médico para la atención
de los pacientes internos, al punto que se habían convertido
en colonias-hospitales; incluso, los habitantes
vecinos acudían a la caridad para pedir consultas médicas
gratuitas, como en el caso del Asilo de Mujeres Indigentes y
la Colonia de Mendigos. Allí también enviaban
a los enfermos incurables, epilépticos y degenerados
de varios municipios del país. No en vano, en esta doble
condición, los pobres y mendigos también eran
clasificados en sanos, enfermos, curables e incurables. |
La pobreza, y la locura
se constituyeron como objetos de saber y de poder a partir de
la modernidad, en tanto desposesión de la subjetividad
en términos de Foucault (2009), y de una secuestración
de la experiencia según Giddens (2000), puesto
que de forma paralela al funcionamiento de las instituciones
de exclusión, la locura se separó de la pobreza
y así se deshizo esta asociación característica
de la época clásica.
La miseria entró en el dominio de la economía,
al margen de la internación pública, y de esta
manera, dejó de ser considerada una enfermedad social.
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En este mismo momento
surge la idea de la corrección, por cuanto
el secuestro del loco y del criminal se aceleró
cuando estas categorías se disociaron de la pobreza en
general y cuando se llegó a creer que todo individuo
era intrínsecamente capaz de cambiar (Giddens,
2000, p. 202). Al respecto, conviene destacar la investigación
de José Silva (2012) sobre la incidencia del espacio
positivado, la objetivación del cuerpo y la desposesión
de subjetividad en el caso del Manicomio Departamental de Antioquia.
Respecto de la miseria como uno de los factores
etiológicos de la locura en Antioquia y Caldas, Lázaro
Uribe Cálad afirmaba: A estas conclusiones hemos
llegado al seguir la observación de esos enfermos que
se presentan hemaciados, famélicos, esqueléticos,
que no tienen otras causas que justifiquen suficientemente la
aparición de la psicosis
hay regiones señaladamente
prolíficas en estos alienados, lo que nos parece un dato
que puede corroborar la tesis que estamos exponiendo; por otra
parte, parece que en esas regiones las épocas de escasez
y de falta de trabajo retribuido son las más propicias
al brote de las locuras por miseria (1923, p. 196).
En Bogotá, en el caso del Asilo de Locas, el médico
Julio Manrique señalaba en 1928: La mayor parte
de las enfermas que llegan a nuestro Asilo pertenecen a la clase
más pobre de nuestra sociedad. Casi todas son labradoras
o sirvientas, lo que quiere decir que han vivido en las peores
condiciones higiénicas, mal alojadas, mal comidas y pobre
alimentadas. |
Un caso que coincide con lo anterior
es el estudiado en New-Haven (Connecticut, 1958) en el que a
partir de estadísticas etiológicas se concluyó
que la posición social ocupada en una estructura de clases
determinaba el número de enfermos mentales así
como el tipo de trastorno mental, neurosis o psicosis, en tanto
el género de vida de la clase baja aparece como
un estimulante del desarrollo de los desórdenes psicopáticos.
Inferi-mos (de nuestros datos) que el gran número de
psicosis en las áreas desheredadas es el efecto de las
condiciones de vida de los estratos socioeconómicos inferio-res
de la sociedad (Hollin-gshead, et al, p. 242). |
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La locura por miseria
obraba unas veces debido a las grandes penas morales que ocasionaba
la pobreza, y otras, por la desnutrición avanzada. En
un trabajo realizado con una muestra de 77 historias clínicas
del antiguo Manicomio de Bermejal en Medellín, entre
1920 y 1959, se encontraron tres diagnósticos que aluden
a la pobreza como causa de la perturbación mental: un
agricultor de 50 años en 1927 lanza gritos e insultos
a consecuencia de la pobreza en que se encuentra. Se ha impresionado
debido a la escasez de pan para sus hijos; mujer de 50
años ocupada en oficios domésticos en 1930
está
afectada por enajenación mental, enfermedad que está
caracterizada por gritos, insomnio, amenazas e insultos; ha
comenzado hace ya 15 días a consecuencia de la suma pobreza
en que hoy se encuentra con su esposo e hijos
; mujer
de 18 años ocupada en oficios domésticos en 1936,
opina el médico que debe trasladarse al manicomio
departamental por su alienación y ser extremadamente
pobre. Asimismo, por las ocupaciones que tenían
-en su mayoría hombres agricultores y mujeres en oficios
domésticos-, es probable que muchos de los asilados tuvieran
dificultades económicas, situación que reducía
los medios y capacidad de las familias para facilitar la recuperación
y retiro de sus parientes, puesto que algunos eran abandonados
en el establecimiento.
En el ámbito nacional, estudios oficiales señalan
tres principales determinantes de la salud mental en las últimas
décadas del siglo XX: el primero se relaciona con la
velocidad de los cambios actuales en la vida de las personas
en la dimensión cultural, laboral y tecnológica,
así como en el desarrollo global expresado en la urbanización,
en el crecimiento rápido de la economía, y en
la degradación ambiental, aspectos que han forzado
a millones de personas a asumir dichos cambios y a mirar el
futuro sin todavía haber desarrollado destrezas para
mirar el presente (Posada, et al, 1994). Sin embargo,
de acuerdo con Charles Tilly, lo anterior vendría a ser
parte de lo que él definió como postulados perniciosos
del pensamiento social del siglo XX, cuando se asume que el
estado de orden social depende del balance entre procesos de
diferenciación y procesos de integración o control;
la diferenciación demasiado rápida o excesiva
genera desorden.
Asimismo, considerar que una amplia variedad de comportamientos
reprobables -incluyendo la locura, el asesinato, la bebida,
el crimen, el suicidio y la rebelión- resulta de la tensión
producida por un cambio social excesivamente rápido
(Tilly, 1991, p. 17). Esta tensión entre las fuerzas
del desorden y del orden, ha sido revaluada por la investigación
social contemporánea enfocada en estructuras, procesos
y comparaciones, frente al reduccionismo de una tipificación
bipolar que produjo desde el siglo XIX dogmatismos de clasificación
y posturas totalitarias sobre el cambio y el control, en este
caso sobre las causas y consecuencias de la pobreza y la locura
como fenómenos intervenidos por indicadores de diferenciación
e integración social que, mal que bien, en la década
de los años 90 del siglo XX, dieron lugar a los índices
de desarrollo y de sufrimiento humano . |
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Día Mundial de la Salud Mental 2013:
Atención al adulto mayor
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El
Día Mundial de la Salud Mental, que desde 1992 se conmemora
el 10 de octubre, este año dirige su atención
a mejorar la situación de los adultos mayores que sufren
de trastornos mentales. Según el Informe sobre Salud
Mental en el Mundo, publicado en 2001 por la Organización
Mundial de la Salud (OMS), uno de los factores determinantes
de estas enfermedades es la edad, junto con la pobreza, el género,
los conflictos y desastres, las enfermedades físicas
graves, y los factores ambientales y familiares. El aumento
de las esperanzas de vida y el crecimiento de la población
adulta mayor plantean uno de los mayores retos para las próximas
décadas, en cuanto al bienestar de la tercera edad, que
hacia el año 2025 representará más del
20% de la población mundial. |
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