DELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 14    No. 169  OCTUBRE DEL AÑO 2012    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co






 

 

 

Ligia Mayo
cantó y vivió “Con toda el alma”

Hernando Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@elhospital.org.co
Ligia Mayo vivió, cantó y educó “Con toda el alma”. Así, como el título de su gran éxito, uno de los boleros insignia de los años 60's en Colombia y otros países. Esta mujer maravillosa, a quien llamaron “La Dama de la Canción”, conjugó muchas virtudes artísticas, sociales y humanas: cantante romántica en un medio hostil a la presencia femenina en el canto, educadora, fundadora de instituciones educativas, compositora, integrante de estudiantinas; hábil costurera, sus manos nos enseñaron cómo tejer una vida con enseñanzas y canciones.
Ligia Tamayo Posada de White nació el 15 de agosto de 1928 en Yarumal (Antioquia), el terruño de Epifanio Mejía, el del Canto del Antioqueño que se convirtiera en Himno; del maestro Francisco Antonio Cano; de Benjamín de la Calle, pionero de la fotografía documental en Colombia; del Padre Marianito y del contraalmirante Rubén Piedrahíta, miembro de la Junta Militar que gobernó al país tras la dictadura de Rojas Pinilla.
Nadie imaginaba que esa niña tímida, quien apenas se atrevía a cantar en reuniones familiares, llegaría a codearse en las listas de éxitos con cancioneras destacadas de América como Toña La Negra, María Luisa Landín o Virginia López. A la muerte de su papá, Don Rubén Isaac Tamayo, hubo de cambiar el pupitre escolar en tercero de bachillerato, por una maquinita de coser para ver por la familia junto con sus hermanos. Más tarde sería maestra abnegada, pedagoga posgraduada, gestora de un colegio y de una fundación benéfica.
La intérprete de “Con toda el alma” y “Lejos de ti” murió en Medellín el 23 de agosto de 2012, tras sufrir una caída en su casa del barrio El Poblado. Allí vivía, no recluida sino conectada con su gente, sólo entraba a su aposento para dormir; de resto su vida transcurría en su estudio, entre su computador, su biblioteca, sus partituras y su máquina de coser Singer, tomaba tinto con las amigas en el Centro Comercial Sandiego, a sus 80 años estudiaba sistemas, historia de Colombia y hasta Sagrada Escritura. Al salir de clase, repartía en taxi a compañeras más jóvenes que ella. “Nunca se mostró vieja, tenía un espíritu muy joven, era hasta mi asesora de moda”, dijo a EL PULSO la única nieta de la artista, Martha Irene De Los Ríos White, ingeniera de procesos.
La Dama de la Canción
“Un día una prima le aconsejó que grabara un disco -refiere el periodista y escritor Juan José Hoyos-. Ligia le dijo que eso no era tan fácil”. A EL PULSO contó su hija, la administradora de empresas Martha Ligia White de De los Ríos, que el maestro Virgilio Pineda le dio clases de guitarra y de solfeo. El músico, cautivado por su voz, le dijo: “¿Por qué no grabás alguna cosa?”. Al periódico “Pantalla”, Ligia Mayo declaró el 2 de septiembre de 1960: “La verdad es que a mí no me provocaba la cosa, pero al fin, ante su imparable insistencia, me decidí y fuimos a los citados estudios; como resultado de aquella demostración, yo recibí oferta para grabar como solista y ahí me tienen”.
Con el disco sencillo a 78 revoluciones por minuto (R.P.M.), “Rendido” por un lado, “Obsesión” por el otro, empezó un concierto eterno de boleros de un alma enamorada y de un temperamento melancólico, altamente rentables para decir amor. Expresó la hija de la artista: “Se tejieron muchas historias sobre las letras de las canciones que cantó y compuso: que era amargada, que mi papá le daba muy mala vida.
Simplemente, era una persona muy sensible ante el dolor humano y ante el amor. Mi papá adoró a mi mamá, nunca supe que tuviera problemas con ella, nunca, nunca”. Su yerno, el abogado Benjamín De los Ríos, anotó: “Esa tristeza tiene que ver, al parecer, con haber quedado viuda muy joven, en 1973, a los 45 años”.
Canciones inolvidables
Érase los lejanos años 60's: Colombia y América Latina, con su caudal de músicas tradicionales, resistían la invasión rockanrolera. Se bailaba con Lucho Bermúdez, con los paseos de Buitrago y la parranda de los Bedoya, se enamoraba al compás de Fernando Albuerne, Felipe Pirela, Hugo Romani, Leo Marini, de los cuplés de Sarita Montiel, las canciones del doctor Alfonso Ortiz Tirado, las españolerías de Lola Flórez, Juan Legido, Angelillo y el Niño de Utrera, y los tangos del 40. Otra antioqueña, Dione Restrepo, triunfaba con el bolero “Delito”, Ligia Mayo con el bolero “Con toda el alma” de Luis Martínez Serrano.
Se imponían el tango colombiano más famoso, “Lejos de ti” de Julio Erazo por Raúl Garcés y un bolero homónimo del boricua Rafael Hernández con la Dama de la Canción. “Pantalla” registraba así el éxito de “Con toda el alma”: “Apareció el bolero que esperaba una buena parte de la disco-afición en todo el país y precisamente en la versión que hace poco anunció Pantalla con carácter de primicia, cual es la recién grabada para el sello Zeyda por la cancionera del año: Ligia Mayo”.
El diario liberal El Correo decía con ocasión del primer disco sencillo: “Con toda el alma, canta Ligia Mayo Lejos de ti”. Dos quejas: “El quererte sin esperanzas me tiene triste, me tiene triste / Y el mirarte en los brazos de otra, me vuelve loca, me vuelve loca”, y: “¡Lejos de ti qué tristeza, lejos de ti, qué dolor!, dos lados del mismo acetato, disputaron el primer lugar de popularidad por mucho tiempo. El Long Play (L.P.) “Con toda el alma”, fue gran suceso musical y de ventas.
En 1960, al lado de Alberto Osorio y de Blanquita Sierra -los mejores cantantes nacionales-, de los mejores extranjeros Pedro Vargas y Gladys Viera, aparecía Ligia Mayo como la Revelación del Año. Y en 1961, la cantante operática Alba Del Castillo la ponía entre las intérpretes que más admiraba. La investigadora musical Ofelia Peláez siempre sostuvo: “La voz de Ligia Mayo es auténtica, no se parecía a la de nadie, no sé que tenía pero sí era distinta”.
   
“¿Querés oír dónde tocan tus discos?”
En una Antioquia patriarcal como la de entonces (años 60), no era fácil ser maestra, gestora del Colegio Latino y de la Fundación Educadora Infantil Carla Cristina, y al tiempo cantar desamores y despechos en todos los traganíqueles de Medellín y de Colombia.
Refería Doña Ligia: “Mi marido me llevaba por Guayaquil y me decía: ¿Querés oír donde tocan tus discos? Vení yo te llevo: puro Guayaquil (zona de tolerancia). Los choferes de los buses y los camiones le contaban la historia mía”. Tanta presión social la obligó a retirarse del mundo artístico desde 1964 hasta 1984. “Pero me siguió gustando el bolero, y bien despechado. Y todavía me gusta”, decía Ligia, citada por Juan José Hoyos.
Así como el doctor Alfonso Ortiz Tirado cantó en funciones benéficas para un hospital infantil en Méjico, doña Ligia lo hizo en Medellín. El periódico El Colombiano decía el 27 de mayo de 1961: “La notable artista antioqueña doña Ligia Mayo, artista exclusiva de Zeyda de Codiscos, no es muy adicta a sus apariciones en público” (…).
“Sin embargo, a expresa petición de distinguidas damas de nuestra sociedad, y por tratarse de un espectáculo benéfico, doña Ligia Mayo aceptó presentarse en el Festival “De la Crinolina al Short”, que será presentado el lunes 9 de junio en el Teatro Ópera a las 9 de la noche”. En esa velada, a beneficio del Centro Médico Federico Ozanam y del Hospital Infantil (de San Vicente), cantó el tango “Blancas margaritas” y el bolero “Indecisión”, y modeló elegantes trajes.
Ligia Mayo nos amó con su voz, regaló lo que tenía a quien se lo solicitaba, incluso una valiosa colección de discos a 78 R.P.M. Prodigó amor sin límites a su familia, en especial a su hija Martha Ligia y a su esposo, Heraclio White Gutiérrez. Nos dijo su hija: “Yo creo que ellos se confabularon para quedar juntos: cuando yo le hablaba a mi mamá de la cremación, nunca me dijo que no, pero tampoco que sí. Por eso, quedó enterrada al lado de mi papá, en Campos de Paz”. Su yerno Benjamín De los Ríos, anotó. “Como que se les cumplió un sueño: Después de muertos amarnos más.”
 
Ligia Mayo y sus lecciones de amor
Con igual pasión que abrazó la música popular, la maestra Ligia Mayo se dedicó al magisterio y a la gestión educativa. Cuanto sabía lo supo compartir, dio clases de muchas cosas, pero sobre todo de amor. Su labor en la educación y en la música nunca paró, sólo se interrumpía por instantes, porque ella hizo lo que debía en cada momento.
Así, después de suspender su bachillerato, lo validó en Copacabana y terminó la instrucción pedagógica básica en el Centro Educacional Femenino de Antioquia -CEFA-. En lo musical, estudió en el Instituto de Bellas Artes de Medellín y en la Escuela Superior de Música.
Refiere su hija Martha Ligia White: “Ella empezó trabajando en 'La Casa de su Niño', un kínder del barrio Laureles de Medellín, y ahí le tocó crear la Fundación Carla Cristina, de la cual fue vicepresidente, junto con Solina Gallego, Guillermo Fernández, Dolly González de Cardozo y Ezequiel Hurtado, y hasta le compuso el himno que aún se canta”.
Después, la maestra fundó el Colegio Latino, de gran prestigio, con egresados ilustres y del cual fue directora y propietaria hasta venderlo recientemente.
Toda su formación la adquirió para servir a la gente; para ello, obtuvo la Licenciatura en Administración Educativa en la Universidad San Buenaventura de Medellín y luego la Maestría en Orientación y Consejería en la Universidad de Antioquia, con la tesis “Incidencia de la adaptación social del maestro en el proceso de enseñanza y aprendizaje de la lectura y la escritura”. Ligia Tamayo Posada de White enseñó todo lo que sabía con igual sabiduría y amor: la gramática, el lenguaje, la guitarra, la costura, el punto de cruz, y enseñó a amar con sus canciones.
De la clase al acetato
Su alma enamorada y sensible capitalizó todas las vivencias en unas 25 creaciones, la mayoría boleros, pero también valses, baladas e himnos. La hija de la maestra, Martha Ligia White, declaró a EL PULSO: “Sobre todo después de la muerte de mi papá, a ella se le alborotó esa vena, compuso como 22 canciones, todas muy tristes, de amor y de ausencia casi todas”.
Esa voz tierna y medio llorosa de Ligia Mayo
se paseó triunfante por varios festivales
internacionales del bolero y mil escenarios
en Colombia, Cuba y Puerto Rico.
La misma tristeza, los mismos desengaños, los reproches al ser amado, las súplicas para que vuelva, presentes en los boleros que cantó de otros creadores, resurgen en “Tu amor no vale nada” y “Déjame sola”, sus primeras composiciones, así como en “Soledad”, “Regresa mi amor”, “Necesito decirlo” y demás obras suyas, en su confesión de “No es pecado quererte”, en las cuitas que confía a “Mi guitarra” y a su “Luna mensajera”. Para la investigadora musical Ofelia Peláez, “son cantos nacidos del corazón, que identifican a todas las personas que han amado, aman y seguirán amando”.
Como buena educadora, como maestra de las de antaño, Ligia Mayo sabía que el docente debe dar lecciones de “colombianidad”, y bien buenas que las dio.
Las clases de guitarra recibidas de Virgilio Pineda y practicadas en un grupo instrumental, que casi no salió de las paredes familiares, con sus hermanas: Ofelia, la mayor, en la bandola y Leticia en el tiple, fueron el preludio al ulterior recorrido por el pentagrama de la música andina colombiana instrumental, en las estudiantinas “Carlos Vieco Ortiz”, “Lírica” y “Antioquia”.
El maestro Luis Uribe Bueno, de Salazar de las Palmas, recién llegado como contrabajista de Lucho Bermúdez, hijo adoptivo de Antioquia y padre del programa de bandas departamentales, y el maestro Jesús Zapata Builes, el mago de la Estudiantina Iris, fueron grandes amigos de la Dama de la Canción. De esa amistad surgió “Ligia Mayo, mi gran amor”, precioso L.P. donde ella canta las canciones de Uribe Bueno.
En “Te Extraño”, “Amor Imposible”, “Llámame” y otras amorosas páginas, el maestro toca todos los instrumentos; como todo lo hacía muy bien, excepto cantar, Ligia una vez le dijo: “No se te vaya a ocurrir cantar, porque vos cantás muy feo”.
Esa voz tierna y medio llorosa de Ligia Mayo se paseó triunfante por varios festivales internacionales del bolero, fue huésped de “Serenata”, “Enlace”, “Arrieros Somos” y otros programas de Teleantioquia, “Donde aquellos” en Cosmovisión, y de mil escenarios en Colombia, Cuba y Puerto Rico, donde alternó con René Cabel, Mario Clavell, Carmen Prieto, Graciela Montoya de Argentina, Mundito González y Raquel Sozaya de Cuba, Luis Felipe González de Venezuela, Gabino Pampini y Cutito Larriñaga de Panamá, Doris Chaves, Claudia Gómez, Sonia Martínez, Martha Cecilia Agudelo y Alberto Granados de Colombia, entre otras estrellas.
Ligia Mayo fue costurera hasta el fin. El día que la muerte la sorprendió, estaba cosiendo una carpeta navideña. Pasó a la inmortalidad de la música, luego de tejer a mano una vida ejemplar.
 
Ocioso lector
 
Jesús y María de Magdala
Hernando Guzmán Paniagua - Periodista - elpulso@elhospital.org.co
Tan humano como el Cristo de Botero, es el de Saramago. Debe leerse con cuidado, pues el autor omite los signos de interrogación.
“Jesús la veía acercarse, pero, si no lo engañaban sus ojos, ella venía muy lentamente, como ocurre a veces en sueños, la túnica se movía, ondeaba, modelando al andar el balanceo rítmico de los muslos, y el cabello negro de la mujer, suelto, danzaba sobre sus hombros como el viento hace que dancen las espigas en el trigal.
No había duda, la túnica incluso para un lego, era de prostituta, el cuerpo de bailarina, la risa de mujer liviana. Jesús, en estado de aflicción, pidió a su memoria que lo socorriese con alguna de las apropiadas máximas de su célebre homónimo y autor, Jesús, hijo de Sira, y la memoria le respondió susurrándole discretamente, desde el otro lado del oído, Huye del encuentro con una mujer liviana para no caer en sus celadas, y después, No andes mucho con una bailarina, no sea que perezcas en sus encantos, y
finalmente, Nunca te entregues a las prostitutas si no quieres perder tus haberes y perderte tú mismo…” (…)
Cómo te llamas, Jesús fue la respuesta, y no dijo de Nazaret porque antes ya lo había declarado, como ella, por ser aquí donde vivía, no dijo de Magdala, cuando al preguntarle él a su vez el nombre, respondió que María. Con tantos movimientos y observaciones, acabó María de vendar el dolorido pie de Jesús, rematando con una sólida y pertinente atadura, Ya está, dijo ella, cómo puedo agradecértelo, preguntó Jesús, y por primera vez sus ojos tocaron los de ella, negros, brillantes como azabache, de donde fluía, como agua que sobre agua corriera, una especie de voluptuosa veladura que alcanzó de lleno el cuerpo secreto de Jesús (…)
Entonces volvió Jesús lentamente el rostro hacia ella y le dijo, No conozco mujer. María le tomó las manos, Así tenemos que empezar todos, hombres que no conocían mujer, mujeres que no conocían hombre, un día el que sabía enseñó, el que no sabía aprendió…” (…) El hombre que descansaba a su lado era, lo sabía, aquel por quien había esperado toda la vida, el cuerpo que le pertenecía y a quien su cuerpo pertenecía, virgen el de él, usado y manchado el suyo, pero hay que tener en cuenta que el mundo comenzó, lo que se dice comenzar, hace apenas ocho días, y sólo esta noche se halló confirmado, ocho días no es nada si lo comparamos con un futuro intacto, por decirlo de alguna manera, además, siendo tan joven este Jesús que apareció ante mí, y yo, María de Magdala, yo estoy aquí, acostada con un hombre, como tantas veces, pero ahora perdida de amor y sin edad. (…) Nadie más entrará aquí, tú lo haz dicho, esta mujer a quien llaman María de Magdala dejó de ser prostituta cuando aquí entraste, De qué vas a vivir, Sólo los lirios del campo crecen sin trabajar y sin hilar, Jesús tomó sus manos y dijo, Nazaret no está lejos de Magdala, uno de estos días vendré a verte…” (…) Me encontrarás incluso después de morir, Quieres decir que voy a morir antes que tú, Soy mayor, seguro que moriré primero, pero, si lo hicieras tú antes que yo, seguiría viviendo para que me puedas encontrar…”.
Fragmentos de “El Evangelio según Jesucristo”, de José Saramago.
 



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