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Reflexión
del mes
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La buena salud
es el cimiento sobre el cual se construye el progreso social.
Una nación de personas sanas puede hacer esas cosas
que hacen que la vida valga la pena, y como el nivel de salud
aumenta, también lo hace el potencial de felicidad.
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Marc Lalonde (1929). Abogado canadiense,
y ex ministro de Salud y Bienestar Nacional, de Justicia,
de Energía y de Hacienda. En 1974 publicó el
Informe Lalonde, bajo el nombre Una nueva
perspectiva de la salud de los canadienses,
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considerado el "primer informe gubernamental
moderno en el mundo occidental en reconocer que el énfasis
en asistencia médica bajo un punto de vista biomédico
es errado, y que es necesario mirar además del sistema
tradicional de salud (tratamiento de los enfermos), si el
objetivo es mejorar la salud del público. Lalonde
propuso un nuevo concepto de salud y enfatizó la responsabilidad
de cada individuo en cambiar sus comportamientos para mejorar
su salud; también propuso intervenciones de salud pública
con énfasis en segmentos de la población de
mayor riesgo. Asimismo, estableció algunos determinantes
de la salud: 1) Estilo de vida -el que más influye
en la salud y el más modificable con promoción
de la salud o prevención primaria-. 2) Biología
humana (herencia genética que no suele ser modificable
con tecnología médica. 3) Sistema sanitario
(el que quizá menos influya en la salud y el que más
recursos económicos recibe para cuidar la salud de
la población, al menos en países desarrollados).
4) Medio ambiente: Contaminación del aire, del agua,
del suelo y del medio ambiente psicosocial y sociocultural.
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País
y Niñez
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Más
niños
lesionados por pólvora
Juan
Pablo Guerrero Q., MD - Especialista en Gerencia de Calidad
y Magíster en Administración
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El
Ministerio de la Protección Social reportó hasta
el pasado 13 de diciembre, 189 lesionados por pólvora
-de ellos 83 son niños (43,9%)-, siendo Antioquia el
departamento con mayor número de casos con 64, de los
cuales 36 (56,2%) eran menores de edad.
El estallido de la pólvora causa quemaduras, heridas,
amputaciones, daños oculares o auditivos, e incluso la
muerte, por sus características de material inflamable,
explosivo y tóxico. Todos los tipos de artículos
pirotécnicos causan lesiones. Las áreas más
frecuentemente afectadas son manos, cara, ojos y cuello. |
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La incidencia en Antioquia disminuyó en los últimos
15 años, pero continúa ocupando el primer lugar
en las estadísticas de frecuencia entre todos los departamentos
de país. En 2009 Antioquia registró el 51% del
total de quemados en el país, con 224 casos: de ellos,
116 eran niños, seguido por Nariño que reportó
36 casos. El mayor número de niños quemados
se dio en Medellín (45 casos), seguido de los municipios
de Bello y Copacabana. En Medellín hubo un aumento
del 56% en menores de edad quemados con pólvora, en
relación con 2008, la mayoría de ellos con edades
entre 11 y15 años, siendo los barrios con mayor lesionados
Santa Cruz, Manrique, Buenos Aires y San Javier. En Colombia
las cifras siguen siendo altas: sin embargo, al comparar los
últimos tres años se observa una disminución
en los casos de menores quemados, llegando a 210 en 2009.
Pese a este panorama, vale anotar que no todos los municipios
antioqueños acogieron la reciente recomendación
del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), para
prohibir la distribución y el uso de pólvora
en sus localidades.
Las lesiones por la pólvora son prevenibles. Hace falta
llevar la norma legal vigente a la práctica en forma
contundente. Prohíbe totalmente la venta de artículos
pirotécnicos o fuegos artificiales y globos a menores
de edad y a personas en estado de embriaguez en todo el territorio
nacional. Si se encuentra un menor manipulando pólvora,
debe quedar a disposición de un defensor de familia.
Los representantes legales del menor infractor, o a quienes
se encuentre responsables por acción o por omisión,
se les impondrá una sanción civil o una pecuniaria.
Al parecer hay que recordarle a Colombia, que la pólvora
no es un juguete para niños.
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Bioética
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¿Puede un médico
hacer
uso de la objeción de conciencia?
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Ramón
Córdoba Palacio, MD - elpulso@elhospital.org.co
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| Como
lo expresamos en varias oportunidades, la objeción de
conciencia es un derecho y un deber de todos los seres humanos,
derecho y deber esenciales, constitutivos de su condición
de ser racional, es decir, ser no instintivo e ineludiblemente
obligado a optar entre dos o más realidades en todos
los actos de su existencia. |
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Dotado además, de un elemento también esencial
a su condición de ser humano, la conciencia, que le
indica en cada momento si su conducta está ajustada
al valor ético permanente y universal del bien o si,
por el contrario, las consecuencias de su proceder hacen parte
del mal como valor negativo o anti-valor.
Insistimos, es un derecho y un deber inherente a todo ser
humano cualquiera sea su profesión u oficio, que le
permite negarse a cumplir una orden, un acto legislativo,
una imposición, una determinación, cualquiera
sea el origen de la misma, que esté en contradicción
con sus convicciones y que su conciencia, esa propiedad característica
del ser humano que le permite el conocimiento exacto
y reflexivo de las cosas (D.R.A.E.), le indique no obedecer.
La conciencia señala a cada persona cuál debe
ser su opción, opción por la cual debe responder
ante todo éticamente, porque es la conciencia -inclusive
invenciblemente errónea- y no la ley, la que primordialmente
protege la dignidad y la libertad propias e irrenunciables
del ser humano.
Pero, ¿puede el médico, a quién se confía
la vida, la salud como parte de ésta, hacer uso de
la objeción de conciencia o debe ceñirse a los
protocolos, a las órdenes de los directores de la institución
donde labora, a los decretos emanados de Ministerios, a las
opiniones de sociedades científicas, a satisfacer las
exigencias de los pacientes, etc.? En primer lugar, la medicina
humana es una ciencia biológica aplicada al hombre
-una antropología médica, como la denomina Pedro
Laín Entralgo- y como tal no sometida a leyes matemáticas
sino a la incierta certidumbre de lo humano, y es un gravísimo
error pensar que el protocolo, la medicina basada en
la evidencia -por cierto gran engaño y error-
e inclusive las prescripciones de los más consagrados
textos de la materia, puedan reemplazar el juicio honesto,
bien fundamentado en la observación juiciosa y el raciocinio
lógico del clínico bien preparado ética
y académicamente.
Este juicio le permite evaluar si su conducta está
orientada por lo que indica racionalmente en ese momento la
ciencia médica, el ars médica, y
optar en conciencia por el proceder que debe seguir para el
bien pleno del paciente, sin ninguna otra consideración.
De esta evaluación puede resultar la necesidad de ejercer
el derecho y el deber de la objeción de conciencia
inherente a todo ser humano, como lo afirmamos antes. En mi
concepto sólo hay una limitación a este deber
y derecho, y es la circunstancia en la que la acción
del médico sea indispensable para tratar de salvar
una o más vidas humanas -por ejemplo, cuando de la
acción del médico dependan la vida de la madre
y la del fruto de la concepción en cualquiera de las
etapas del desarrollo-, aunque su acción no termine
en buen éxito y siendo plenamente consciente de que
no debe por ningún motivo eliminar voluntariamente
la vida de un ser de la especie humana, porque esto lo convierte
en asesino. La obligación ética es actuar, independientemente
del resultado de dicha actuación.
El deber y el derecho a la objeción de conciencia no
pueden ser limitados por la obligación legal de convertir
éticamente al objetor en cómplice, al tener
que indicar quien lleve a cabo la acción que él
rechaza. Eso es propio de mentalidades de sicarios y carece
de toda honestidad.
Legalmente hay empleos que según las autoridades políticas
deben ser desempeñados por personas cuya conciencia
acepte que las determinaciones legales deben ser ciegamente
obedecidas; en este caso, cada quien debe decidir si prefiere
plegarse a dichas indicaciones o seguir los dictados de su
conciencia, de su libertad y de su dignidad como ser humano.
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| NOTA:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética
-Cecolbe-. |
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