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El proyecto de darle a Medellín un hospital o clínica
donde se concentre el recurso humano más calificado,
y las facilidades técnicas y científicas necesarias
para atender como se debe a nuestras mujeres, es una idea
excelente que aparentemente no admite discusión. Todas
las grandes ciudades del mundo, y Medellín lo es, tienen
un Hospital con estas mismas características. ¿Qué
es entonces lo que mueve a sus opositores y hace que adopten
actitudes beligerantes y utilicen un lenguaje hosco, que no
se compadece con su posición, llamando a sus colegas
asesinos por el mero hecho de que de buena fe abogan por la
construcción de la Clínica y la apoyan?
Tengo la impresión de que lo que pretenden estos nuevos
cruzados con su aguerrida estrategia, es crear una cortina
de humo, confusión, miedo, pánico, es hacer
terrorismo literario para que las autoridades y las gentes
no apoyen el proyecto, y así la llaman mentirosamente
clínica de abortos, una palabra que denota una acción
criminal, y que en manera alguna es equivalente a la interrupción
legal del embarazo, que tampoco es eufemismo. Este término
es lenguaje decente, que denota que la solicitud de una mujer
para lograr tal propósito, está amparada por
la razón, y tiene el soporte de los médicos
capaces de asumir con un tris de autonomía sus decisiones,
y sobre todo, cuenta con la protección de la Ley, que,
entre otras cosas obliga a todos los centros hospitalarios
del país y a sus médicos. Negarse a atenderlas
es punible, por razones elementales que incluyen el mandato
legal y la obligación que tiene el médico de
prevenir las miles de muertes y miseria que dejan los abortos
clandestinos, inseguros, criminales, a que obligamos a las
madres, si no les damos la atención debida.
La vida me permitió visitar muchos hospitales en distintos
países, entre ellos los que se dedican a atender la
mujer, o la mujer y el niño, estos con el nombre de
materno-infantiles. La inmensa mayoría de consultas
que ellas hacen, nada tienen que ver con los abortos: son
los partos normales o de alto riesgo, las infecciones, el
cáncer, los cambios metabólicos y endocrinos,
las afecciones psico-emocionales y muchos otros motivos, los
que llevan la mujer a consultar. Pero si a una de estas clínicas
se presenta una mujer embarazada solicitando que le ayuden
a interrumpir su preñez, y reúne las condiciones
establecidas por la Ley, estos hospitales y sus médicos
no pueden negarse a hacerlo.
¿Podemos lícitamente descalificar un proyecto
como el que nos ocupa, porque va a tener que atender unas
cuantas mujeres que, de acuerdo con la Ley, tenemos que atender?
No. De ninguna manera. Le haríamos daño a la
ciudad y a su gente, y no es ético ni moral, hacerle
daño a los demás. Y si no le damos atención
a nuestras mujeres cuando buscan un lugar seguro para que
atienda su necesidad de interrumpir el embarazo, las estamos
enviando a los mataderos clandestinos. ¿Es esto lo
que quieren los opositores a la idea de dar un hospital para
las mujeres a la ciudad? ¿Es esto lo que quieren quienes
denigran de la legislación que las protege y que, aunque
llegó tarde, gracias al perverso accionar de todos
los fanáticos, llegó al fin, y llegó
para quedarse. Cierto señor Procurador? Estudie un
poco sobre el asunto y confirmará cómo en los
últimos dos mil años de historia, que sepamos,
ninguna fuerza espiritual o material ha sido suficiente para
impedir que las mujeres, ocasionalmente, renuncien a su función
de llevar a término un embarazo. Y tenga la seguridad
que no pertenecen al eje del mal.
Quien haya leído un poco siquiera sobre historia de
las religiones, sabe muy bien que esta historia está
saturada de conflictos, guerras, violencia, porque quienes
asumen el papel de defensores de los principios religiosos
-incluyendo buena parte de la feligresía-, nunca estarán
dispuestos a ceder un milímetro acerca de sus creencias.
Y esta es una posición que debemos respetar quienes
no pensamos así, pidiendo con el mayor respeto y comedimiento
que ellos también respeten nuestras ideas, las ideas
de los demás; pero esto tampoco se da con mucha frecuencia.
Lo que si se da en la frecuente controversia sobre la interrupción
del embarazo, es un derroche de mojigatería y fanatismo.
Leyendo artículos de prensa nos enteramos de sus autores
y su modo de pensar. En titular aparecido en EL PULSO, leemos:
Clínica de abortos, suficiente para saber
qué dice su autor y cómo lo dice. Nos llama
asesinos. En cambio, en el Boletín Informativo de la
Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, apareció
uno titulado Lapidación mediática de la
Mujer (Nota de la editora: También publicado
en EL PULSO, en la misma página de OPINIÓN de
la edición No. 132 de septiembre de 2009 en la cual
se publicó el artículo referenciado), refiriéndose
al trato cruel que la humanidad le ha dado históricamente
a la mujer, llevándola muchas veces a la muerte. Pero
estos, si no son asesinos, ¿verdad? Posición
de la Facultad de Medicina frente al Proyecto de Clínica
de la Mujer dice el Sr. Decano Elmer Gaviria, en el
Boletín Informativo de la Facultad, recomendando que
se haga realidad el proyecto de la Clínica.
Doctor, ¿me puede asegurar usted que allí, en
la Clínica de la Mujer, no se van a interrumpir embarazos?
Me pregunta una señora en una reunión familiar.
Y le respondo: No. Mejor dicho, sí, sí
le puedo asegurar que se van a interrumpir unos cuantos embarazos,
en las condiciones que la Ley colombiana estableció
para que hospitales y clínicas lo hagan, ofreciéndole
a la mujer todas las seguridades posibles para librarla de
un aborto clandestino, criminal. Además, déjeme
contarle, que pertenezco a ese grupo creciente de ciudadanos
que cree que la mujer es libre para determinar lo que debe
hacer con su cuerpo dentro del respeto por la Ley. Libre para
hacer el amor, como lo es el hombre, siempre que lo haga responsablemente
y proteja su dignidad. Libre para pactar con su pareja si
quiere tener hijos y cuándo quiere tenerlos. Libre
para romper cualquier vínculo conyugal cuando su compañero
sentimental le falte al respeto, la maltrate o amenace su
dignidad. Libre para rechazar y denunciar cualquier intento
de violación dentro o fuera de la unión conyugal,
cualquiera que sea su registro: religioso, civil o de unión
libre. Soy del grupo de los que cree que la mujer tiene los
mismísimos derechos que los varones y que en el poco
resquicio que le ha dejado la sociedad para asomarse en público,
ha demostrado ser más inteligente, más constante,
más honesta, que sus congéneres masculinos
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