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Entregar la mejor salud, pero cómo y con qué

Por: Redacción EL PULSO
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C uando el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS, el pasado 10 de diciembre de 2017, día mundial de los derechos humanos señaló: “El goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social”, estaba expresando el mayor de los anhelos de todos los que escogimos servir curando de sus dolencias a nuestros congéneres, y también manifestaba una de las metas pendientes en el desarrollo de la humanidad, la salud para todos, proclamada en Alma Ata, aún se encuentra lejana y puede resultar paradójico para una sociedad que se vanagloria de sus avances tecnológicos.

En el mismo discurso, el director de la OMS insistió en señalar que “El derecho a la salud para todas las personas significa que todo el mundo debe tener acceso a los servicios de salud que necesita, cuando y donde los necesite, sin tener que hacer frente a dificultades financieras” y agregó: “Nadie debería enfermar o morir solo porque sea pobre o porque no pueda acceder a los servicios de salud que necesita”. Y es acá donde radica el mayor desafío para los gobiernos del mundo: ¿cómo hacerlo y con qué cantidad de recursos se puede alcanzar ese objetivo?

Desde hace años se discute a nivel mundial sobre cómo lograr sistemas de salud efectivos en sus metas pero con sostenibilidad financiera, entendida esta última, como la capacidad económica para atender a todos en sus necesidades sanitarias con los recursos disponibles en cada nación. El asunto conlleva varios análisis. El primero de ellos se cierne sobre el tipo de modelo económico que cada país ha adoptado, ya que en algunos casos la interpretación sobre sostenibilidad hace referencia a que sea el mismo sistema de salud el que se auto sostenga e incluso genere rentabilidades a sus actores. En otros modelos, es el estado quien asume la responsabilidad de brindar la protección requerida. Sin embargo en ambos casos, son los ciudadanos quienes en última instancia terminan costeando el sistema, la diferencia radica en la existencia o no de ánimo de lucro, y dependiendo de esta se fundamenta la forma como se planifica el gasto.

Y es que gastos en salud siempre se producirán en todas las sociedades, el asunto que preocupa es su crecimiento exponencial en los últimos años y que pone a prueba la capacidad para sufragarlos sin que se lleve a la ruina ya sea a los individuos o a los estados.

Dos factores son los que esencialmente se han señalado como impulsores de este crecimiento. El envejecimiento de las sociedades con una mayor carga de enfermedades crónicas, y la presión ejercida desde la industria motivada por desarrollos tecnológicos que si bien pueden ser algunos de ellos herramientas de gran utilidad, también implican grandes costos para quienes los adoptan.

Y cuando se reflexiona sobre cómo afrontar estas dos realidades que no se detendrán, curiosamente surgen propuestas traídas desde el pasado reciente pero que pueden ser muy efectivas, menos costosas e incluso más inteligentes y solidarias. Prevenir la enfermedad y promover la salud es más costo-eficiente que tratar al enfermo, pero además, está ligado con las raíces de nuestro quehacer. Un proverbio chino recomienda que la medicina no se debe dedicar a curar la enfermedad, sino a mantenerte sano. Lo que definitivamente sería un panorama ideal, pero que considerando que indelegablemente alguna vez todos enfermaremos, es la planificación para lograr mayores eficiencias con los recursos disponibles lo que permitiría que los tratamientos no desborden los recursos disponibles.

La repetición de exámenes costosos a los pacientes, simplemente por la carencia de historias clínicas unificadas y en línea, debería ser una vergüenza para el sistema de salud colombiano en un mundo en el cual una transacción bancaria se registra al instante en cualquier lugar del mundo, y esto es un solo ejemplo. La conformación de redes de atención integradas y colaborativas permitiría reducir las remisiones y atender a las personas en sus territorios, reduce costos en todos los sentidos, y es más humano. Es solo otro ejemplo.

Y en el caso colombiano, erradicar la corrupción sería un aporte mayor para la suficiencia de los recursos, y acá el tema es de valores, de aplicación efectiva de la inspección, vigilancia y control, y de actuar de manera preventiva, ya que peso perdido es peso irrecuperable.

Hipócrates decía que caminar es la mejor medicina del hombre, y tal vez hemos olvidado que en lo simple se pueden encontrar grandes soluciones a grandes problemas. No podemos volver a un primitivismo exacerbado, esa no es la propuesta, pero si deberíamos pensar en que tal vez la sostenibilidad de los sistemas de salud está en respirar con calma y volver a planificar como invertir en donde se obtienen los mejores resultados.


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