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Reflexión del mes
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El Juramento Hipocrático moderno
Por lo más elevado
de mis creencias, prometo a mis pacientes idoneidad, franqueza,
compromiso con todo lo que mejor pueda servirles, compasión,
discreción absoluta y confidencialidad dentro del
margen de la ley.
Trataré a mis pacientes como quisiera que a mí
me trataran; obtendré interconsultas o segundas opiniones
cuando así lo deseen; los educaré para que
participen, si así quieren, en toda decisión
importante que a ellos incumba. Y procuraré minimizar
su sufrimiento si su enfermedad se volviera intratable,
en la convicción de que alcanzar una muerte digna
debe ser una meta importante en la vida de cada cual.
Trataré de establecer una relación amistosa
con mis pacientes y los aceptaré como tales sin pretender
juzgar sus actuaciones, comprendiendo que cualquier sistema
de valores es sólido y encomiable y concediendo a
cada individuo la totalidad de su dignidad humana.
Cobraré tan sólo los honorarios justos por
mis servicios profesionales sin tratar de lucrarme, ni financieramente
ni en ninguna otra forma, por aquellos consejos y cuidados
que dispense a mis pacientes.
Aconsejaré e infundiré ánimo a mis
pacientes en todos sus esfuerzos por mejorar su propia salud.
Dentro de mi profesión, pondré todos los medios
a mi alcance para mejorar la calidad de la atención
médica y para fortalecer la salud pública.
En mi calidad de ciudadano trabajaré por la equidad
en la salud para todos, sin dejar que otras consideraciones
de carácter profesional o general interfieran con
mi compromiso de proveer la mejor y más adecuada
atención a cada uno de los seres bajo mi cuidado.
En cuanto pueda vivir en concordancia con los anteriores
preceptos, seré un médico realmente valioso
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Dr.
Roger J. Bulger, Ex-Presidente de la Asociación Estado-unidense
de Facultades (Escuelas) de Medicina (AAMC)
Traducción de Efraím Otero Ruiz
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En Colombia, la comunidad inmensamente católica y
cristiana enfrenta un duro debate por el derecho a la vida,
la dignidad del hombre y contra la despenalización
del aborto, que se intenta vincular al Protocolo Facultativo
del Comité del Cedaw (Convención para la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación de la Mujer).
Bajo esa piel de oveja con intenciones muy altruistas de rechazar
dichas formas de discriminación contra la mujer, se
esconde el lobo que pretende despenalizar el aborto en diversos
países del mundo, mediante una serie de protocolos
y recomendaciones que no son jurídicamente vinculantes,
y lo que intentan es atacar la dignidad humana e instaurar
nuevos mecanismos para la reducción de la tasa de natalidad
a nivel global.
Por fortuna, con el liderazgo conjunto de la iglesia católica,
las organizaciones defensoras de los derechos humanos, los
canales de televisión católicos, las emisoras,
los periódicos y las acciones de millones de colombianos,
se le está haciendo frente a esta iniciativa de la
Cedaw, creando una red de ciudadanos que con más de
dos millones de firmas se han manifestado para decirle SÍ
al derecho a la vida y NO a la despenalización del
aborto.
Igualmente, el presidente de la república, Álvaro
Uribe Vélez, acaba de anunciar ante la Conferencia
Episcopal Colombiana el envío de una comunicación
al Congreso de la República, clarificando que la sanción
de la Ley 984 de 2005 que ratifica el Protocolo Facultativo
del Cedaw, no obliga a Colombia a despenalizar ninguna conducta
tipificada como delito en el Código Penal.
Legalmente sólo pueden aceptarse las atenuaciones punitivas
ya contenidas en el parágrafo del artículo 124
de dicho Código, que faculta al juez de prescindir
de la pena cuando el aborto se realice en extraordinarias
condiciones anormales de motivación y cuando
el embarazo sea resultado de una conducta constitutiva de
acceso carnal o acto sexual sin consentimiento, abusivo, de
inseminación artificial o transferencia de óvulos
fecundados no consentidas.
Por nuestra parte, estaremos presentando un proyecto de acto
legislativo para excluir la posibilidad de que las comisiones
de monitoreo de los tratados internacionales o de sus protocolos
pretendan violentar nuestra legislación interna, obligándonos
a introducir temas como el aborto.
Es importante entender que una decisión humana no debe
ir en contra de la voluntad del Dios que da la vida y nos
regocija con ella. Eso sí, hay que seguir impulsando
desde el gobierno y desde diversas organizaciones sociales,
campañas permanentes de educación sexual y proyectos
más eficientes de salud pública, para propiciar
que un nuevo ser que nace del amor en familia, crezca y se
desarrolle en condiciones propicias.
También debemos seguir atentos, para que el lobo no
siga amparándose en la legislación internacional,
y mucho menos en la nuestra, con proyectos que atacan los
principios morales de una patria que busca la paz en su territorio
y en la conciencia de sus ciudadanos.
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Bioética
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El aborto y sus graves
consecuencias psicológicas
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Luis
Fernando Velásquez Córdoba - Psicólogo
- elpulso@elhospital.org.co
Es profundamente preocupante la manera como escuchamos hablar
cada vez más frecuentemente a un mayor número
de personas acerca del aborto, con la tranquilidad y la naturalidad
de aquel que se expresa de forma desprevenida y espontánea,
como si se refiriera a la última película de
cine, al partido de fútbol o al reality
de moda que están presentando en la televisión,
sin detenerse, al menos por un instante, a reflexionar y a
considerar las graves consecuencias que el aborto, conlleva
no sólo en contra de la vida y la dignidad de una persona,
que no deja por ningún motivo de serlo por el hecho
de encontrarse dentro del vientre materno, sino también
en las consecuencias nefastas que desde una perspectiva psicológica
tiene éste para la mujer, para la madre que se practica
un aborto.
Ya la literatura reciente ha venido llamando la atención
al respecto; es así como en las Actas Españolas
de Psiquiatría de este año, encontramos
por ejemplo que no sólo aparece ya descrito dentro
de la psicopatología el Síndrome Post-aborto
SPA, sino que además se describen algunos de los síntomas
más frecuentes que se manifiestan en aquellas mujeres
que se han practicado un aborto y entre los cuales se destacan:
intensos y profundos sentimientos de culpa, pesadillas relacionadas
con el aborto, necesidad de reparar la cual está
estrechamente relacionada con la culpa; además, la
ansiedad, la angustia y una serie de ideas que frecuentemente
se tornan reiterativas y especulativas acerca de cómo
hubiera sido su hijo de haber nacido, la edad que tendría,
las cosas que haría, fantasías o ideas que en
ocasiones se tornan incluso dolorosamente repetitivas, año
tras año, ante la presencia repentina o cercana de
algún niño o niña que se encuentre por
ahí.
Es una realidad que se hace todavía más evidente
y manifiesta en los consultorios, tanto de psicólogos
como de médicos psiquiatras, el hecho de que una mujer
se ve profundamente afectada cuando es sometida a un aborto,
llegando a presentar en la mayoría de los casos, cuadros
de depresión, angustia y ansiedad, los cuales a corto
o largo plazo pueden llegar a afectar considerablemente su
estabilidad emocional. Estos trastornos se presentan también
en abortos presentados por causas naturales.
Con el tiempo, muchas mujeres vuelcan todo su dolor, su culpabilidad,
su angustia, en rencor, en resentimiento hacia sí mismas,
hacia su pareja o hacia aquella o aquellas personas que la
presionaron y la llevaron a abortar. En ocasiones se tornan
agresivas, indiferentes ante las manifestaciones afectivas,
reflejando un desinterés, una desmotivación
generalizada frente a la vida y a las relaciones con los demás.
En el peor de los casos, todo esto ligado al sentimiento de
dolor y desesperación, al desprecio que llegan a sentir
por ellas mismas y por lo que han hecho, puede terminar por
llevarlas al suicidio.
De ahí la importancia que tiene, no sólo desde
lo educativo, lo social, lo religioso, sino también
desde lo ético y lo antropológico, hacer énfasis
en cada uno de los espacios en los que nos encontremos desempeñando
nuestra labor profesional, pastoral, académica, social
o educativa, sobre el valor profundo que tiene la vida humana
y sobre su dignidad, que se manifiesta desde el instante mismo
de la concepción; con ello, contribuiremos a contrarrestar
en alguna medida todas aquellas campañas pro-abortistas,
que desde distintos ámbitos y muchas veces con el apoyo
de reconocidos personajes de la vida pública que gozan
de la aceptación de las multitudes, anteponen otros
intereses en contra de la vida humana.
Nota:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de
Bioética -Cecolbe-.
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