Con motivo del reciente trasplante de laringe realizado
en el Hospital Universitario San Vicente de Paúl,
creemos interesante hacer esta nota sobre el tema de los
trasplantes, como quiera que cada día se convierte
en un procedimiento de más importancia en el tratamiento
de algunas enfermedades.
Estos procedimientos médico-quirúrgicos llevan
ya algún tiempo de realizarse en el mundo, y dada
la connotación de los mismos y el largo proceso investigativo,
ha permitido que la legislación expedida sobre el
tema, consulte la realidad científica, facilitando
así el ejercicio de estos procedimientos.
Es fundamental en éste, como en todos los casos de
atención en salud, una clara conciencia del alcance
del procedimiento para el donante -cuando se trata de una
persona viva- y para el receptor o para los familiares del
fallecido cuando es éste el donante; en otras palabras
el tema del consentimiento informado es también fundamental
en estos eventos, en especial lo relacionado con el significado
de la muerte cerebral, pues no siempre será fácil
aceptar que esta es diferente a la cesación de la
actividad cardiorespiratoria.
Sobre este aspecto se manifiestó su Santidad el Papa
Juan Pablo II, en agosto de 2000, cuando expresó:
"El reconocimiento de la dignidad singular de la persona
humana implica otra consecuencia : los órganos vitales
singulares solo pueden ser extraídos después
de la muerte, es decir, del cuerpo de una persona ciertamente
muerta..."
"Pero, la experiencia humana enseña también
que la muerte de una persona produce inevitablemente signos
biológicos ciertos, que la medicina ha aprendido
a reconocer cada vez con mayor precisión. En este
sentido, los criterios para certificar la muerte, que la
medicina utiliza hoy, no se han de entender como la determinación
técnico-científica del momento exacto de la
muerte de una persona, sino como un modo seguro, brindado
por la ciencia, para identificar los signos biológicos
de que la persona ha muerto realmente...
Frente a los actuales parámetros de certificación
de la muerte, sean los signos encefálicos o sean
los más tradicionales signos cardiorespiratorios,
la Iglesia no hace opciones científicas...
Desde esa perspectiva, se pude afirmar que el reciente criterio
de certificación de la muerte antes mencionado, es
decir, la cesación total e irreversible de actividad
cerebral, si se aplica escrupulosamente, no parece en conflicto
con los elementos esenciales de una correcta concepción
antropológica.
Es decir: está aceptado por todos y avalado por la
iglesia católica, que la muerte de una persona se
produce con la cesación de la actividad cerebral,
superando así las dudas y expectativas que se generan
frente a este hecho. Así las cosas, se dilucidan
todas las posibles dudas sobre el tema. Es entonces necesario
que esto sea conocido por todos y aceptar como lo afirma
el Papa, la decisión de ofrecer, sin ninguna recompensa,
una parte del propio cuerpo para la salud y bienestar de
otra persona.