MEDELLÍN,   COLOMBIA,   SURAMÉRICA    AÑO 5    NO 65  FEBRERO DEL AÑO 2004    ISSN 0124-4388      elpulso@elhospital.org.co
Reflexión del mes
Reflexión sobre la práctica médica:
Herbert L. Fred, MD*
Durante los 40 años que he sido educador médico de tiempo completo, muchas cosas han cambiado en lo relacionado con lo que enseñamos y cómo lo enseñamos a nuestros estudiantes y médicos de planta. Como consecuencia, ahora me limito a enseñar principios médicos básicos, principios que nunca deberían cambiar. Pero, aún así, los aprendices de hoy me manifiestan que lo que yo hago y digo es anticuado. Yo me pregunto:
1. ¿Es porque los médicos anticuados dedican el tiempo que sea necesario para obtener una buena historia médica y examen físico?
2. ¿Es porque los médicos anticuados buscan en forma rutinaria todos los registros médicos previos del paciente, no sólo los resúmenes de egreso?
3. ¿Es porque los médicos anticuados no ordenan estudios sofisticados y costosos, cuando procedimientos más sencillos y económicos pueden suministrar la información requerida?
4. ¿Es porque los médicos anticuados ordenan exámenes para verificar, no para generar impresiones clínicas?
5. ¿Es porque los médicos anticuados usan su cerebro y su corazón, no un ejército de consultores para manejar sus pacientes?
6. ¿Es porque los médicos anticuados consideran a los consultores como dadores de opinión, no como tomadores de decisiones?
7. ¿Es porque los médicos anticuados tratan pacientes, no números?
8. ¿Es porque los médicos anticuados no administran a ciegas una tonelada de medicamentos en un intento por aliviar cada posible enfermedad?
9. ¿Es porque los médicos anticuados reconocen que no hacer nada, a veces significa hacer mucho?
10. ¿Es porque los médicos anticuados comprenden que los pacientes con frecuencia se mejoran a pesar de lo que hacemos, no como resultado de lo que hacemos?
11. ¿Es porque los médicos anticuados se dan cuenta de que una buena relación armónica con sus pacientes es su mejor protección contra los pleitos legales?
12. ¿Es porque los médicos anticuados son conscientes de su propia falibilidad y nunca temen decir “no sé”?
Si es así, estoy orgulloso de ser anticuado. Y pienso que si hoy en día, más médicos practicaran la medicina de la manera anticuada, nuestra profesión pudiese recuperar algo de la nobleza y respeto que una vez disfruté.
* Profesor del Departamento de Medicina Interna - Universidad de Texas Health Science Center, Houston (USA
 
Y así nos va...
“A desfusionar con creatividad”
Carlos Mario Ramírez R. elpulso@elhospital.org.co

Con admirable desempeño ha abordado el Ministro de Protección Social, Diego Palacio, el problema pensional; tampoco puede desconocerse la propiedad en el tema laboral, su diagnóstico claro de la estrategia y la política. Infortunadamente, no es la misma la suerte con la salud y la seguridad social en salud: se anuncian reformas que no se concretan semestres después de los plazos acordados con la presidencia y el país.
No puede -en justicia-, demeritarse el esfuerzo del Ministerio, Viceministerios y Direcciones -labor ingrata que siempre tiene críticos gratuitos-. Es todo el resultado de una decisión equivocada o por lo menos apresurada. El problema pensional es de casi un centenar de billones, la salud comprende el manejo de recursos cercanos a los $13 billones por año, por el sector de la pro-tección social pasan cifras superiores al presupuesto estatal anual, al déficit fiscal y a la deuda estatal. La popularidad de Uribe solo se califica mal en lo económico y el empleo.
La fusión argumentada y justificada por Juan Luis Londoño al Presidente Uribe, hecha para un perfil como el suyo -que más que escaso era excepcional en el país- no funcionó. Lo ocurrido con la fiebre amarilla y la escasez del suero antiofídico, ambos objeto de alerta desde hace tanto tiempo por investigadores, epidemiólogos, entidades territoriales y hospitales, es una muestra más de que el agobio de la gestión fusionada, solo da espacio para una gestión reactiva a los problemas.
El desempleo y la bomba pensional requieren de estadistas con visión macroeconómica que no son características de las disciplinas de la salud; asimismo, la salud requiere de las profesiones respectivas. Si no se corrige el error de la fusión, la salud se sumará como sector mal calificado en el presente año.
El nuevo Sisbén W2, que racionalmente es más sensible a la pobreza, está aumentando los colombianos con derecho al régimen subsidiado; como el déficit fiscal y los compromisos con el FMI no permiten reconocer dicho derecho, arrojará una población pobre sin aseguramiento social en salud que duplicará la actual. Lo anterior aumentará la responsabilidad de la entidades territoriales, y muy especialmente de los departamentos y distritos que no tienen los recursos suficientes para las necesidades presentes. Como a la final hay que atender la gente, serán -como siempre- los hospitales los que asumen dichos servicios, agravando la insostenible crisis hospitalaria.
Sabaneta en Antioquia, es un municipio reconocido por condiciones socioeconómicas satisfactorias, pero acaba de recibir los resultados del nuevo Sisbén, donde los pobres -Sisbén 1 al 3- pasaron de 13.500 a 23.000, lo que representa un 70% de incremento. La población Sisbén 1 y 2 pasó de 6.500 a 8.400, creciendo un 29%. Si el anterior escenario ocurre con un municipio que antes tenía más plata que gente para afiliar, como fue reconocido por su alcalde en reciente Consejo Comunal, la situación en el grueso del país será mucho más complicada. El reto para garantizar el derecho a la salud será de una dimensión que exigirá una gestión ministerial mucho mayor a la actual.
La situación de las finanzas departamentales y distritales para la salud no ha corrido con suerte, aunque la reforma tributaria de hace un año le asignó con justicia el impuesto a los licores extranjeros. Meses después, el gobierno nacional mediante decreto se los “mordió” para el ajuste hospitalario (el monto no es menor a los $50.000 millones año). Ahora el Consejo Nacional de Seguridad Social en Salud (CNSSS) acaba de incluir el stent endovascular y la carga viral exclusivamente en el Plan Obligatorio de Salud (POS) contributivo, reconociendo racionalmente una cifra similar por año a las EPS. Como lo POS que no es POS subsidiado (POS-S) es responsabilidad de los departamentos y distritos, serán ellos los que asuman dichos servicios para la población pobre asegurada y no asegurada, que será por efectos del Sisbén W2 no menos de 25 millones, casi el doble de la contributiva, o sea, que el gasto puede ser cercano a los $100.000 millones, sin derecho a recobrar al Fosyga.
El Ministerio podría promover una gestión intergubernamental convocando gobernadores y alcaldes, porque ahora más que nunca la ineficiencia y la inequidad en el gasto serán pecados imperdonables. La creatividad expresada en subsidios parciales como la experiencia de Pasto, en financiación múltiple de subsidios totales como POS-S completo, sumando recursos de beneficiarios y gremios asociados a la economía solidaria, como los caficultores, taxistas, loteros, recicladores, trabajadores independientes formales e informales, etc., haría sentir el Ministerio. Sí a lo anterior se sumara una gestión de mayor control, evitando y contrarrestando los pulpos con su gestión monopólica, y al gobierno a través del Ministerio y la Supersalud, además de presente sería efectivo y merecedor del reconocimiento nacional. Si no lo hace no es por negligencia ni omisión: es por los efectos estructurales y perversos de la fusión. ¿Se requerirán más argumentos y muertes, para reconocer que la Salud merece Ministerio?.

 
Bioética
El paciente, el médico y la verdad

Ramón Córdoba Palacio MD - elpulso@elhospital.org.co
¿Qué “verdad”, o mejor, qué aspecto o aspectos de la verdad deben revelarse al paciente? En anteriores oportunidades hemos expresado que, fieles al principio médico, humano, de «favorecer, no hacer daño», principio que debe orientar toda actividad médica, al paciente debe dársele a conocer «[...] toda la verdad que convenga a su bien natural (el logro de su salud) y a su bien personal (el destino último de su existencia, tal como sus creencias lo entiendan); por tanto, toda la verdad que sea capaz de soportar», según enseña Laín Entralgo.

Y no es engaño como seguramente estarán pensando algunos de los lectores. Permítasenos un ejemplo que puede dar claridad al anterior concepto: si un niño de cinco años de edad pregunta por qué vuela un avión, no se nos ocurre explicarle planos de sustentación, revolución y fuerza de propulsión de turbinas, etc., porque se quedaría más confundido que antes de preguntar; nos limitamos a decirle razones verdaderas, ciertas pero no exhaustivas que él pueda captar, hacerlas suyas.
No es frecuente que el paciente solicite, verbalmente o con sus actitudes -con «su mirada», con «sus silencios»- la verdad científica, la evidencia fundada en algún examen “incontrovertible”. Generalmente, y porque para él es de mayor interés, desea una verdad existencial que le muestre el probable horizonte de su vivir. Y decimos probable porque la “seguridad biológica” de la vida es siempre incierta, porque no siempre los pronósticos en este sentido se cumplen con la precisión que expresan las palabras del médico o de los familiares. A veces escuchamos: “a fulano de tal hace 10, 20 años le dijeron que duraría unos meses y está vivo”. Es lo que llamamos la “incierta seguridad biológica”.
La revelación de esa verdad o de esos aspectos de la verdad que no hagan daño al paciente, que sean convenientes a “su bien natural” y a “su bien personal” y que “sea capaz de soportar”, exige un conocimiento profundo del paciente, una verdadera amistad médica que le dé seguridad de que se busca sin reservas su bien pleno y de que encontrará siempre quién escuche sus inquietudes, quién aclare sus dudas, quién lo acompañe en el transcurrir de su enfermedad, quién esté atento a indicar los medicamentos que necesite para sus dolencias -sin acortar la existencia ni prolongar los sufrimientos-, quién no siembre falsas esperanzas pero que tampoco destruya las humanamente necesarias. «Porque el médico debe saber curar al enfermo, pero también debe saber acompañarle humanamente, cuando las posibilidades de la actividad terapéutica han llegado a su límite», afirma Laín Entralgo, y esto no como simple acto humanitario o de caridad sino como uno de sus deberes profesionales.
Y en esta misión del médico es imprescindible la noble colaboración de los familiares, de los amigos, de quien pueda orientarlo en lo pertinente a su fe cualquiera que ella sea -sacerdote, pastor, rabino, etc.-, siempre con el consentimiento del paciente, buscando todos el bien, el pleno bien de éste. Bien que no se consigue, queremos insistir hasta la saciedad, ocultándole la realidad que vive, la verdad de su situación de salud.
Ese acompañamiento profesional fundado en la verdadera amistad médico-paciente, es requisito esencial de quien responde a la vocación médica, al êthos de la medicina. El médico deber estar diligentemente atento a las necesidades físicas, mentales y espirituales de quien se confió a su cuidado, y por respeto a la incondicional dignidad de éste y a la suya propia, no acortarle ni por acción ni por omisión la vida -eutanasia-, menos aún prolongar sin sentido sus sufrimientos distanasia-. Su obligación es cuidar con oportunidad y prudencia su estado de salud y reconocer los límites de la medicina, los límites humanos de su labor y los biológicos de la existencia -ortotanasia o derecho a morir con dignidad-. No olvidemos que su deber es: «Curar con frecuencia; aliviar siempre; consolar aliviando no pocas veces; consolar acompañando; en todo caso [...] -más aún, como siempre-. Allá donde no puede llegar la técnica debe llegar la misericordia», enseña Laín Entralgo.
El doctor Frederick Stenn, profesor asociado de medicina en Northwester Medical School, escribió en su lecho de muerte: «El otro día mi médico se sentó al lado de mi cama para hablar. Me reafirmó que mis molestias físicas serían aliviadas y que él continuaría su atención regular. Hablamos francamente del proceso de la muerte y de la necesidad de vivir como estoy muriendo: viviendo con pleno aprecio cada momento de mi vida. La mayoría de los médicos han perdido el tesoro que en otro tiempo fue parte esencial de la medicina y lo que es humanismo. Las máquinas, la eficacia y la precisión desterraron el afecto cordial, la compasión y el respeto por la persona. La medicina es ahora una ciencia yerta; su calor pertenece a otras épocas. El hombre moribundo recibe poca ayuda de los doctores mecánicos».
¡Dura lección! ¡Tremendo reclamo!.
Nota:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano de Bioética -Cecolbe-.

 











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