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| Reflexión del mes |
Reflexión sobre la práctica
médica:
Herbert L. Fred, MD* |
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Durante los 40 años
que he sido educador médico de tiempo completo, muchas
cosas han cambiado en lo relacionado con lo que enseñamos
y cómo lo enseñamos a nuestros estudiantes y
médicos de planta. Como consecuencia, ahora me limito
a enseñar principios médicos básicos,
principios que nunca deberían cambiar. Pero, aún
así, los aprendices de hoy me manifiestan que lo que
yo hago y digo es anticuado. Yo me pregunto:
1. ¿Es porque los médicos anticuados dedican
el tiempo que sea necesario para obtener una buena historia
médica y examen físico?
2. ¿Es porque los médicos anticuados buscan
en forma rutinaria todos los registros médicos previos
del paciente, no sólo los resúmenes de egreso?
3. ¿Es porque los médicos anticuados no ordenan
estudios sofisticados y costosos, cuando procedimientos más
sencillos y económicos pueden suministrar la información
requerida?
4. ¿Es porque los médicos anticuados ordenan
exámenes para verificar, no para generar impresiones
clínicas?
5. ¿Es porque los médicos anticuados usan su
cerebro y su corazón, no un ejército de consultores
para manejar sus pacientes?
6. ¿Es porque los médicos anticuados consideran
a los consultores como dadores de opinión, no como
tomadores de decisiones?
7. ¿Es porque los médicos anticuados tratan
pacientes, no números?
8. ¿Es porque los médicos anticuados no administran
a ciegas una tonelada de medicamentos en un intento por aliviar
cada posible enfermedad?
9. ¿Es porque los médicos anticuados reconocen
que no hacer nada, a veces significa hacer mucho?
10. ¿Es porque los médicos anticuados comprenden
que los pacientes con frecuencia se mejoran a pesar de lo
que hacemos, no como resultado de lo que hacemos?
11. ¿Es porque los médicos anticuados se dan
cuenta de que una buena relación armónica con
sus pacientes es su mejor protección contra los pleitos
legales?
12. ¿Es porque los médicos anticuados son conscientes
de su propia falibilidad y nunca temen decir no sé?
Si es así, estoy orgulloso de ser anticuado. Y pienso
que si hoy en día, más médicos practicaran
la medicina de la manera anticuada, nuestra profesión
pudiese recuperar algo de la nobleza y respeto que una vez
disfruté.
* Profesor del Departamento de Medicina Interna - Universidad
de Texas Health Science Center, Houston (USA
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| Y así nos va... |
| A desfusionar con creatividad |
| Carlos
Mario Ramírez R. elpulso@elhospital.org.co |
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Con admirable desempeño ha abordado el Ministro de
Protección Social, Diego Palacio, el problema pensional;
tampoco puede desconocerse la propiedad en el tema laboral,
su diagnóstico claro de la estrategia y la política.
Infortunadamente, no es la misma la suerte con la salud y
la seguridad social en salud: se anuncian reformas que no
se concretan semestres después de los plazos acordados
con la presidencia y el país.
No puede -en justicia-, demeritarse el esfuerzo del Ministerio,
Viceministerios y Direcciones -labor ingrata que siempre tiene
críticos gratuitos-. Es todo el resultado de una decisión
equivocada o por lo menos apresurada. El problema pensional
es de casi un centenar de billones, la salud comprende el
manejo de recursos cercanos a los $13 billones por año,
por el sector de la pro-tección social pasan cifras
superiores al presupuesto estatal anual, al déficit
fiscal y a la deuda estatal. La popularidad de Uribe solo
se califica mal en lo económico y el empleo.
La fusión argumentada y justificada por Juan Luis Londoño
al Presidente Uribe, hecha para un perfil como el suyo -que
más que escaso era excepcional en el país- no
funcionó. Lo ocurrido con la fiebre amarilla y la escasez
del suero antiofídico, ambos objeto de alerta desde
hace tanto tiempo por investigadores, epidemiólogos,
entidades territoriales y hospitales, es una muestra más
de que el agobio de la gestión fusionada, solo da espacio
para una gestión reactiva a los problemas.
El desempleo y la bomba pensional requieren de estadistas
con visión macroeconómica que no son características
de las disciplinas de la salud; asimismo, la salud requiere
de las profesiones respectivas. Si no se corrige el error
de la fusión, la salud se sumará como sector
mal calificado en el presente año.
El nuevo Sisbén W2, que racionalmente es más
sensible a la pobreza, está aumentando los colombianos
con derecho al régimen subsidiado; como el déficit
fiscal y los compromisos con el FMI no permiten reconocer
dicho derecho, arrojará una población pobre
sin aseguramiento social en salud que duplicará la
actual. Lo anterior aumentará la responsabilidad de
la entidades territoriales, y muy especialmente de los departamentos
y distritos que no tienen los recursos suficientes para las
necesidades presentes. Como a la final hay que atender la
gente, serán -como siempre- los hospitales los que
asumen dichos servicios, agravando la insostenible crisis
hospitalaria.
Sabaneta en Antioquia, es un municipio reconocido por condiciones
socioeconómicas satisfactorias, pero acaba de recibir
los resultados del nuevo Sisbén, donde los pobres -Sisbén
1 al 3- pasaron de 13.500 a 23.000, lo que representa un 70%
de incremento. La población Sisbén 1 y 2 pasó
de 6.500 a 8.400, creciendo un 29%. Si el anterior escenario
ocurre con un municipio que antes tenía más
plata que gente para afiliar, como fue reconocido por su alcalde
en reciente Consejo Comunal, la situación en el grueso
del país será mucho más complicada. El
reto para garantizar el derecho a la salud será de
una dimensión que exigirá una gestión
ministerial mucho mayor a la actual.
La situación de las finanzas departamentales y distritales
para la salud no ha corrido con suerte, aunque la reforma
tributaria de hace un año le asignó con justicia
el impuesto a los licores extranjeros. Meses después,
el gobierno nacional mediante decreto se los mordió
para el ajuste hospitalario (el monto no es menor a los $50.000
millones año). Ahora el Consejo Nacional de Seguridad
Social en Salud (CNSSS) acaba de incluir el stent endovascular
y la carga viral exclusivamente en el Plan Obligatorio de
Salud (POS) contributivo, reconociendo racionalmente una cifra
similar por año a las EPS. Como lo POS que no es POS
subsidiado (POS-S) es responsabilidad de los departamentos
y distritos, serán ellos los que asuman dichos servicios
para la población pobre asegurada y no asegurada, que
será por efectos del Sisbén W2 no menos de 25
millones, casi el doble de la contributiva, o sea, que el
gasto puede ser cercano a los $100.000 millones, sin derecho
a recobrar al Fosyga.
El Ministerio podría promover una gestión intergubernamental
convocando gobernadores y alcaldes, porque ahora más
que nunca la ineficiencia y la inequidad en el gasto serán
pecados imperdonables. La creatividad expresada en subsidios
parciales como la experiencia de Pasto, en financiación
múltiple de subsidios totales como POS-S completo,
sumando recursos de beneficiarios y gremios asociados a la
economía solidaria, como los caficultores, taxistas,
loteros, recicladores, trabajadores independientes formales
e informales, etc., haría sentir el Ministerio. Sí
a lo anterior se sumara una gestión de mayor control,
evitando y contrarrestando los pulpos con su gestión
monopólica, y al gobierno a través del Ministerio
y la Supersalud, además de presente sería efectivo
y merecedor del reconocimiento nacional. Si no lo hace no
es por negligencia ni omisión: es por los efectos estructurales
y perversos de la fusión. ¿Se requerirán
más argumentos y muertes, para reconocer que la Salud
merece Ministerio?.
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Bioética
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El paciente, el médico
y la verdad
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Ramón
Córdoba Palacio MD - elpulso@elhospital.org.co
¿Qué verdad, o mejor, qué
aspecto o aspectos de la verdad deben revelarse al paciente?
En anteriores oportunidades hemos expresado que, fieles al
principio médico, humano, de «favorecer, no hacer
daño», principio que debe orientar toda actividad
médica, al paciente debe dársele a conocer «[...]
toda la verdad que convenga a su bien natural (el logro de
su salud) y a su bien personal (el destino último de
su existencia, tal como sus creencias lo entiendan); por tanto,
toda la verdad que sea capaz de soportar», según
enseña Laín Entralgo.
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Y no es engaño como seguramente estarán pensando
algunos de los lectores. Permítasenos un ejemplo que
puede dar claridad al anterior concepto: si un niño
de cinco años de edad pregunta por qué vuela
un avión, no se nos ocurre explicarle planos de sustentación,
revolución y fuerza de propulsión de turbinas,
etc., porque se quedaría más confundido que
antes de preguntar; nos limitamos a decirle razones verdaderas,
ciertas pero no exhaustivas que él pueda captar, hacerlas
suyas.
No es frecuente que el paciente solicite, verbalmente o con
sus actitudes -con «su mirada», con «sus
silencios»- la verdad científica, la evidencia
fundada en algún examen incontrovertible.
Generalmente, y porque para él es de mayor interés,
desea una verdad existencial que le muestre el probable horizonte
de su vivir. Y decimos probable porque la seguridad
biológica de la vida es siempre incierta, porque
no siempre los pronósticos en este sentido se cumplen
con la precisión que expresan las palabras del médico
o de los familiares. A veces escuchamos: a fulano de
tal hace 10, 20 años le dijeron que duraría
unos meses y está vivo. Es lo que llamamos la
incierta seguridad biológica.
La revelación de esa verdad o de esos aspectos de la
verdad que no hagan daño al paciente, que sean convenientes
a su bien natural y a su bien personal
y que sea capaz de soportar, exige un conocimiento
profundo del paciente, una verdadera amistad médica
que le dé seguridad de que se busca sin reservas su
bien pleno y de que encontrará siempre quién
escuche sus inquietudes, quién aclare sus dudas, quién
lo acompañe en el transcurrir de su enfermedad, quién
esté atento a indicar los medicamentos que necesite
para sus dolencias -sin acortar la existencia ni prolongar
los sufrimientos-, quién no siembre falsas esperanzas
pero que tampoco destruya las humanamente necesarias. «Porque
el médico debe saber curar al enfermo, pero también
debe saber acompañarle humanamente, cuando las posibilidades
de la actividad terapéutica han llegado a su límite»,
afirma Laín Entralgo, y esto no como simple acto humanitario
o de caridad sino como uno de sus deberes profesionales.
Y en esta misión del médico es imprescindible
la noble colaboración de los familiares, de los amigos,
de quien pueda orientarlo en lo pertinente a su fe cualquiera
que ella sea -sacerdote, pastor, rabino, etc.-, siempre con
el consentimiento del paciente, buscando todos el bien, el
pleno bien de éste. Bien que no se consigue, queremos
insistir hasta la saciedad, ocultándole la realidad
que vive, la verdad de su situación de salud.
Ese acompañamiento profesional fundado en la verdadera
amistad médico-paciente, es requisito esencial de quien
responde a la vocación médica, al êthos
de la medicina. El médico deber estar diligentemente
atento a las necesidades físicas, mentales y espirituales
de quien se confió a su cuidado, y por respeto a la
incondicional dignidad de éste y a la suya propia,
no acortarle ni por acción ni por omisión la
vida -eutanasia-, menos aún prolongar sin sentido sus
sufrimientos distanasia-. Su obligación es cuidar con
oportunidad y prudencia su estado de salud y reconocer los
límites de la medicina, los límites humanos
de su labor y los biológicos de la existencia -ortotanasia
o derecho a morir con dignidad-. No olvidemos que su deber
es: «Curar con frecuencia; aliviar siempre; consolar
aliviando no pocas veces; consolar acompañando; en
todo caso [...] -más aún, como siempre-. Allá
donde no puede llegar la técnica debe llegar la misericordia»,
enseña Laín Entralgo.
El doctor Frederick Stenn, profesor asociado de medicina en
Northwester Medical School, escribió en su lecho de
muerte: «El otro día mi médico se sentó
al lado de mi cama para hablar. Me reafirmó que mis
molestias físicas serían aliviadas y que él
continuaría su atención regular. Hablamos francamente
del proceso de la muerte y de la necesidad de vivir como estoy
muriendo: viviendo con pleno aprecio cada momento de mi vida.
La mayoría de los médicos han perdido el tesoro
que en otro tiempo fue parte esencial de la medicina y lo
que es humanismo. Las máquinas, la eficacia y la precisión
desterraron el afecto cordial, la compasión y el respeto
por la persona. La medicina es ahora una ciencia yerta; su
calor pertenece a otras épocas. El hombre moribundo
recibe poca ayuda de los doctores mecánicos».
¡Dura lección! ¡Tremendo reclamo!.
Nota:
Esta sección es un aporte del Centro Colombiano
de Bioética -Cecolbe-.
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